José Castillo Chávez, o Paco en la guerrilla del Che Guevara, es el único sobreviviente de la emboscada en Vado del Yeso y actuó para la historia con el título del antihéroe y el Judas. Después de más de 35 años, confiesa que ante la muerte y con la presión y torturas de los militares […]
José Castillo Chávez, o Paco en la guerrilla del Che Guevara, es el único sobreviviente de la emboscada en Vado del Yeso y actuó para la historia con el título del antihéroe y el Judas. Después de más de 35 años, confiesa que ante la muerte y con la presión y torturas de los militares (el principal, un agente de la Cia), identificó los cadáveres de sus compañeros. Información que permitió armar el rompecabezas del Ejército boliviano. El otro sobreviviente, Freddy Maymura, fue asesinado y se negó, pese a las torturas, a responder todas las demandas de los Ejército.
Econoticiasbolivia (La Paz, agosto 2006).- De Paco ya no hay nada, ahora es el señor Castillo. A secas José, el ex guerrillero y ahora el carpintero. El papel del antihéroe comenzó el mismo 31 de agosto de 1967, cuando casi entrando la noche y frente a los cadáveres de sus compañeros (los 8 de la Retaguardia del Che Guevara) los identificó ante el Ejército boliviano para que le perdonen la vida. Delató y escuchó el tiro de gracia a Freddy Maymura Hurtado, Médico o Ernesto, metros más allá.
Cerca a las cinco y media de la tarde, en el Vado de Yeso de Puerto Mauricio en el Río Grande, el grupo de la Retaguardia del Che, integrado por ocho combatientes, cruzaba por las aguas caudalosas del río cuando militares de la Octava División del Ejército con asiento en Santa Cruz (oriente de Bolivia) dispararon por las dos orillas resultando muertos casi todos los guerrilleros entre ellos Juan Vitalio Acuña Núñe (Joaquín o Vito), cubano; Apolinar Aquino Quispe (Polo), boliviano; Wálter Arancibia Ayala (Wálter), boliviano; Haydée Tamara Bunke Bider (Tania), argentina – alemana; Moisés Guevara Rodríguez (Moisés), boliviano; Gustavo Machín Hoed de Beche (Alejandro), cubano; y Israel Reyes Zayas (Braulio), cubano. Restituto José Cabrera Flores (Negro o Médico) salió ileso de la emboscada y se escapó. Lo apresaron y luego lo asesinaron el 4 de septiembre del mismo año, en el río Palmarito, afluente del Ñancahuazú.
En la emboscada, a Freddy lo agarraron ileso en la otra orilla. Lo golpearon, pero se negó a contestar los interrogatorios de los militares y pese a la brutalidad de sus captores no identificó los cuerpos de sus compañeros y se negó a dar vivas al Ejército boliviano. Lo asesinaron.
Vivir una pesadilla
Paco prefirió vivir con las pesadillas, con los ecos internos de los disparos diarios. Recién se ha liberado de sus culpas, de las torturas y los traumas de un pasado que le atormenta desde los 18 años, con fantasmas encima. El único sobreviviente de Vado del Yeso, aceptó volver a verme después de siete años, en una entrevista informal sin grabadora. Mueve el azúcar enérgicamente desde el fondo de una taza de café bastante tinto, mientras hace un recuento histórico del desenlace de la Retaguardia. El capítulo en que Freddy y él, cierran la historia entre el héroe y las entrevistas que no hubo al antihéroe.
A Paco lo conocí cuando yo tendría unos 14 años. Mi madre, que investigaba todos los detalles de la participación de su hermano Freddy (desde que supo de su muerte) lo invitó a la casa. Como ama de casa y madre de cuatro hijos, aún se daba tiempo para anotar todo y siempre terminaba en un río de lágrimas y que sólo paraba cuando miraba la foto de Freddy en su velador. Mi padre la acompañó con su dolor y con la historia de mi tío, hasta el última día de su propia vida y murió por cumplir 60 años.
Más adelante, como periodista, al Paco lo entrevisté dos veces y como sobrina de Freddy Maymura lo escuché varias veces con sus altibajas y sus cambios de decisiones sobre su futuro y lo que le pasó. La primera vez del encuentro fue en Valle Grande, frente a la fosa con los ocho esqueletos del grupo de Joaquín, Juan Vitalio Acuña, comandante de la Retaguardia.
Paco se sentó al borde de la fosa y se sorprendió que algunos de los guerrilleros, pese a los 32 años (1999) debajo de la tierra, mantengan las botas y en ellas las sogas de hamaca que utilizaban como guatos. Las botas del esqueleto 6 estaban casi intactas.
Debajo de la tierra
La cita con la historia se convirtió en una obligación para aportar datos, una vez más. El grupo de cubanos que trabajó en la búsqueda de los restos, lo convocó para reconstruir, armar el rompecabezas y enumerarlos. En este caso, Paco ya no pudo ayudar con los datos de las características de la estatura de los esqueletos, no pudo identificar los restos ni de Joaquín, que era el más grande. Algunos estaban desparramados, habían esqueletos incompletos. En ese tiempo, Paco se notaba abatido y se fue ese mismo día.
Los restos fueron encontrados en las inmediaciones del Rotary Club, cerca de la pista aérea de Valle Grande, Bolivia, junto con 8 de sus compañeros, quienes fueron sepultados en el Memorial Ernesto «Che» Guevara, de Santa Clara, Cuba, en diciembre 1999.
El agradecimiento de Vargas Salinas
Hace poco, una terapia de hospital le ayudó a poner la verdad en su boca. Ahora se acuerda que tiempo después de la emboscada, Mario Vargas Salinas (el capitán que comandó una sección del Regimiento Manchego de Guabirá) lo llamó para decirle que gracias a él y la información que dio al Ejército, es que estaba vivo y con varios títulos para la historia. Según Paco, Vargas Salinas no estaba seguro de que los cadáveres eran de los guerrilleros. Por esa acción fue conocido como el «león del Masicurí» y para Paco sólo el título de traidor, y según algunos escritores teólogos, el Judas de la guerrilla.
El 31 de agosto de 1967, minutos después de la emboscada de Vado, José Castillo Chávez fue trasladado a Valle Grande. Todo el tramo fue arrastrado y atado con una mula. Y luego estuvo a manos del agente de la CIA y mercenario del gobierno de Estados Unidos, Félix Rodríguez Mendiguía (cubano que trabajó en el tiempo del dictador Baptista). Rodríguez (experto en interrogatorios y torturas) estaba en la ciudad de Santa Cruz y salió en avión a Valle Grande para interrogar a Paco.
El 8 de octubre de 1967, el Ejército capturó al Che Guevara y Rodríguez fue el autor intelectual del asesinato del Comandante de la Guerrilla, el asesino directo fue Reque Terán.
«Durante varios años he vivido con la culpa. En el gobierno de Barrientos (el militar que gobernaba a bala en Bolivia), como militantes del Partido Comunista, activábamos casi clandestinamente y nos reuníamos en Oruro, en mi taller de carpintería. El compañero Moisés Guevara logró contactarse con compañeros cubanos e incorporarnos a los planes. Pero de pronto estábamos en la selva, en la primera campaña de Ñancahuazú. Estaba con extraños, comandados por el Che Guevara. No teníamos entrenamiento y nos cansábamos rápidamente, teníamos mucha hambre».
En el Diario del Che, el 8 de agosto anota que «es uno de los momentos en que hay que tomar decisiones grandes; este tipo de lucha nos da la oportunidad de convertirnos en revolucionarios, el escalón más alto de la especie humana, pero también nos permite graduarnos de hombres; los que no puedan alcanzar ninguno de estos dos estadios deben decirlo y dejar la lucha…».
Según Paco, en este momento ya estaba en un proceso de repensar su participación en la guerrilla, pero por otro lado, la lucha armada era la única oportunidad para conseguir nuestras reivindicaciones y liberación nacional del sometimiento que sufrimos. «Me quedé».
Pese a tener una muerte en vida durante más de 35 años, el cabello de Paco volvió a ser negro pese a sus 58 años. Está delgado, pero ya no tiene ojeras. Ya no tartamudea y para haber vivido casi como un ermitaño en El Alto, habla sin parar y ahora se reúne con sus amigos en un cafecito de la Pérez (en la zona central de la ciudad de La Paz).
La última noche en Valle Grande
Cientos de veces reconstruyó mentalmente las últimas escenas de la Retaguardia, cientos de veces cruzó mentalmente el Río Grande y las tres cicatrices nunca dejaron de doler.
Paco relata que «cruzamos el río de acuerdo a las indicaciones del campesino Honorato Rojas, el traidor. Joaquín hizo el contacto, y el campesino aceptó colaborarnos. Para dejar a Tania y a los que están muy enfermos, teníamos que cruzar el río por el vado, que él nos había indicado. Pero en pleno río nos sorprendió la emboscada. Nos han aniquilado. Sólo tres salimos bien de la emboscada. El médico negro, Freddy Maymura y yo».
«Freddy llegó al mismo lugar donde logré nadar y me agarré de unas lajas que estaban saliendo. En ese momento llegó Freddy y nos preguntamos qué hacer. No sabíamos si salir o seguir la corriente del río. Estábamos en eso cuando el Ejército salió por ambos lados. Empezaron a disparar y tres de las balas me llegaron a mi».
«Tengo tres heridas de bala. Freddy empezó a gritar que hay un herido y que nos dejen salir. Cuando llegamos a la orilla nos separan, y empiezan a golpearnos. En el lado de Freddy era un grupo de clases, del destacamento de Ingavi y eran trinitarios y lo reconocieron, lo identificaron. Hubo una discusión entre ellos, le decían rojo de mierda, y él les contestaba eufórico y uno de ellos se sobrepasó y le disparó en el brazo izquierdo. Estaba muy mal. En ese momento apareció el capitán Mario Vargas Salinas y los calmó. Freddy se agarraba su brazo y estaba muy mal, yo también estaba herido, pero no tan mal como él. Llegamos y nos separaron y nos pescó la noche. Yo estaba esperando, tenía la seguridad de que en cualquier momento me iban a rematar. Procuré mantenerme sereno, estaba apoyado en un piso de pared que se hace con la erosión del río y más tarde escuché un disparo que era para matar a alguien y al día siguiente, cuando aclaró, vi el cadáver de Freddy».
Desde de su paso en el hospital, hace cuatro meses o más, las enfermedades de los pacientes y la propia, fueron la terapia para mejorar su corazón de las arritmias y taquicardias.
Al comienzo de este invierno, con la última taza de café que me invitó Paco, terminé de tragarme de una sola vez a Freddy Maymura Hurtado y el esqueleto 6 (el de mi tío). Los orificios de los ojos estaban llenos de tierra y no miraba, pero me conoce.