Recomiendo:
0

El «Argentinazo» y sus consecuencias visto por destacados militantes políticos y de derechos humanos

Fuentes: Rebelión

Destacados militantes políticos y de derechos humanos hablan sobre el Argentinazo y sus consecuencias a 10 años de su conmemoración. Reflexiones de Nora Cortiñas cofundadora de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Línea Fundadora. Vicente Zito Lema poeta, periodista y militante de los derechos humanos, en el exilio conformó junto a Julio Cortázar y […]

Destacados militantes políticos y de derechos humanos hablan sobre el Argentinazo y sus consecuencias a 10 años de su conmemoración. Reflexiones de Nora Cortiñas cofundadora de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Línea Fundadora. Vicente Zito Lema poeta, periodista y militante de los derechos humanos, en el exilio conformó junto a Julio Cortázar y David Viñas la Comisión Argentina por los Derechos Humanos CADHU. Luis D’Elía es uno de los principales dirigentes del Movimiento Piquetero, lidera la Federación de Tierra, Vivienda y Hábitat perteneciente a la CTA (Central de los Trabajadores Argentinos). Rubén Saboulard es coordinador del Movimiento Asambleas del Pueblo. Pancho Montiel es dirigente del Movimiento Estibadores Portuarios de Pie. Roberto Perdía es ex-dirigente de la Organización Montoneros y actual líder de la Organización Libres del Pueblo (OLP).

El 19 de diciembre de 2001, bajo el lema «que se vayan todos», los argentinos se echaron a las calles para protestar contra las asfixiantes políticas que habían sumido en un abismo a la inmensa mayoría del pueblo. Días antes habían sufrido la confiscación de sus ahorros con el llamado «corralito», que afectó sobre todo a la clase media y desató una ola de indignación ciudadana que sacudió a la clase política. Cinco presidentes fueron tumbados en trece días a costa de 39 personas asesinadas (nueve menores de edad) por las fuerzas de seguridad del estado. La sociedad argentina empezaba a mirarse desnuda de los espejismos en los que había vivido los últimos años. Los datos del INDEC reflejaban que el 40% de la población vivía bajo la línea del umbral de la pobreza. Y, mientras en el exterior se consideraba al país como el granero del mundo, en algunas provincias del norte argentino morían niños por desnutrición. Se había colmado el vaso y estalló. Para algunos movimientos sociales y políticos el estallido social no fue algo espontáneo, sino «el producto de una larga acumulación de fuerzas de poder en el seno del pueblo», según Roberto Perdía ex-dirigente de la organización Montoneros. Mientras que para el líder piquetero Luis D’ Elía supuso «el parto de 30 años de lucha contra el Plan Cóndor, la lucha de Madres de Plaza de Mayo, la pelea de los trabajadores metalúrgicos, la lucha contra las privatizaciones, la marcha federal a mediados de los 90 contra la globalización neo-conservadora, el Matanzaso… es decir, muchas luchas que van preparando la cabeza y el corazón del pueblo y que emergen ese día y dicen basta de neoliberalismo conservador». Sin embargo, Vicente Zito Lima, reconocido militante por los derechos humanos, reconoce que fue otra oportunidad perdida. «Estuvo bien el estallido porque la situación era insoportable, pero se pudo haber crecido de una forma más potente para haber cambiado el mundo y no estuvimos preparados para hacerlo. No es que no había cuadros, pero eso nos supera, es muy espontáneo, con lo positivo y negativo que tienen los estallidos. No es que sea todo malo, está fantástico pero también eso puso límites en los frutos del estallido».

La dictadura militar y la liquidación de la organización popular

Para explicar los límites de esa organización que pudo desencadenar en un mayor protagonismo de las clases populares hay que remontarse a la dictadura. «La dictadura dejó miles de muertos, no importa si fueron 30 mil o 15 mil, fueron miles. Fueron muertos los mejores, después de los muertos hubo un exilio interior y exterior (gente que se fue a vivir al campo, a la provincia), gente que dejó de militar porque la gente decía, no te metas en política porque te van a matar, no sólo a vos sino a toda tu familia», argumenta Rubén Saboulard, coordinador del Movimiento Asambleas del Pueblo. «Se perdieron muchos cuadros en todas las ramas de la acción social desde el campo de los derechos humanos, a la cultura, al arte, a los sindicatos, a toda la levadura de la construcción de un nuevo mundo», concuerda Vicente, compañero de Rodolfo Walsh y Paco Urondo en su etapa más activa de periodista, y añade que «había costado preparar tantos cientos y miles de cuadros que se perdieron. Incluso gente que no tenía nada que ver fue víctima, pero también es cierto que buena parte de los cuadros para esa revolución con la que soñamos históricamente murieron, los desaparecieron, y otros miles fuimos al exilio. Y cuando volvimos las circunstancias no eran las mismas. Todos esos luchadores, por más que surgiera nueva gente, no pueden surgir de un día para otro, se necesitaron años y años de formación», añade.

La gente no solo moría de hambre, moría también de tristeza

Después de esa dictadura «que obligó a la gente a convivir con lo peor de sí misma», como dice Zito Lema, los gobiernos constitucionales continuaron con la ejecución sistemática del saqueo y la adecuación de la estructura del país a la dominación de las potencias extranjeras. La extranjerización de la economía, las privatizaciones generalizadas, la desregulación del mercado de trabajo fueron las políticas emblemáticas con las que Menem complementó la tarea iniciada por la dictadura. «Cuando se modifican y cambian las relaciones de producción a través del neoliberalismo, Argentina deja de ser un país vendedor y se convierte en comprador», señala Pancho Montiel, dirigente del Movimiento Estibadores Portuarios de Pie, y prosigue: «Consecuentemente se rompe la industria nacional y se produce como una diáspora, una ruptura, una derrota total de la clase trabajadora. Con el gremio portuario se comete un genocidio si se toma en cuenta el concepto político internacional que es la liquidación de un grupo nacional». Comenta que cuando empezaron a reorganizarse para reclamar sus derechos en el 2005, habían muerto más de cuatro mil ochocientos portuarios que al momento de la privatización tenían entre cuarenta y cincuenta años. «La gente se murió de tristeza porque no sabía hacer otra cosa», lamenta.

A raíz de esa destrucción del tejido industrial se desplaza la escena de organización de la clase trabajadora. La clase ya no se organiza en el trabajo, sino que pasa a ser el territorio el ámbito de organización. Y aparece un nuevo sujeto social que son los piqueteros (los movimientos de trabajadores desocupados). Un movimiento que según el propio D’ Elía «tuvo un papel muy fuerte durante la década de los 90 empujando la disputa en todos los lugares de la Argentina, siendo el sujeto más dinámico de la clase obrera. Una clase obrera que, a diferencia de otros países de Latinoamérica, tuvo unos estándares de vida muy altos». A lo largo de la década de 1990 se sucedieron diversas luchas piqueteras y puebladas que fueron acumulando más experiencia en la lucha popular hasta llegar al mandato de De La Rua que decreta el estado de sitio para frenar la revuelta popular del 2001. Lejos de aplacarse, la situación se vuelve más insostenible hasta que huye de la Casa Rosada en helicóptero. El caos institucional hace desfilar a otros presidentes hasta que Duhalde «consigue mediante un régimen de devaluación cambiar algunos ejes, resucitar un poco el modelo económico, desarrollar el mercado interno y a partir de ahí desatar una nueva situación que culmina con el triunfo de Kirchner», explica Perdía.

Los frutos de la Revuelta Popular

Sin embargo, la revuelta popular fue un punto de inflexión que dio lugar a la creación y el desarrollo de importantes fenómenos sociales como las asambleas populares. «Fue una experiencia histórica porque la gente empezó a tomar su propia representación», dice Vicente, y agrega que «siempre como que se delega la lucha en los combatientes, en los héroes, en los mártires, en los mitos, y eso no es lo mejor. Lo mejor es cuando la gente participa activamente y en las asambleas volvió ese viejo sueño de la participación. Mucha gente participó de las asambleas, cierto que muchos cumplieron un período y se fueron pero fueron útiles porque de la mayor cantidad surge la calidad y quedaron cuadros». Rubén Saboulard que coordina una de las pocas asambleas que quedan en pie recuerda «los días en que la clase media fue de izquierdas» y valora las asambleas como «un organismo de poder aún con la clase media porque nadie tenía la hegemonía dentro. Había peronistas, anarquistas, comunistas, trotskistas, cristianos. Y en el 2003 cuando el Kirchnerismo empezó a gobernar, la organización se fue sedimentando y se quedó la gente que se fue adhiriendo a un programa que elaboramos en común». No sólo las asambleas coparon el espacio público de debate y reflexión para la construcción de alternativas frente al modelo expoliador. «La recuperación de las fábricas por parte de los obreros fue un hecho inédito y ahora viene gente de todo el mundo a estudiar este fenómeno», dice Zito Lema, que ahora dirige la Universidad de los Trabajadores en el IMPA, una de las fábricas recuperadas más grandes.

Los políticos tenían que vestirse de mendigos para salir a la calle antes que ganara Kirchner

Diciembre de 2001 marcó también un nivel de conciencia y de lucha del cual nacieron una gran cantidad de organizaciones sociales que siguieron empujando para exigir una mayor justicia social. Las fuerzas políticas tradicionales que mejor leyeron lo que había pasado el 19 y 20 de diciembre fueron los Kirchner, aclara Perdía, y agrega que «hicieron de esas reivindicaciones una buena parte de su discurso y produjeron hechos importantes en esa dirección como la reivindicación de los derechos humanos vinculada al pasado, políticas más latinoamericanistas, algunas políticas asistencialistas más fuertes… pero todo eso en el marco de la continuidad de lo que sería el viejo modelo agro-exportador». En definitiva, este gobierno vino a restablecer un sistema institucional que garantizara la continuidad y reproducción del sistema capitalista. En el 2002 los políticos «tenían que vestirse de mendigos para salir a la calle», comenta con ironía Saboulard, y reitera que después de diez años el Kirchnerismo reconstruyó la legitimidad del poder capitalista, la gobernabilidad, el orden. La base social fundamental con la que reconstruyó ese orden fue la clase media y lo hizo a costa de facilitarle créditos, acceso a los autos, etc. «El kirchnerismo no dijo, voy a hacer justicia social, y dijo, voy a entregar autos y colectivos. La base social la reconstruyó con concesiones económicas. Es decir, la sociedad no es socia del kirchnerismo: es cliente», recalca.

El Kirchnerismo construyó con la billetera, no con el corazón

Ese clientelismo del que habla el coordinador del Movimiento Asambleas del Pueblo puede reflejarse también en la incorporación de muchas organizaciones en el entramado oficialista. Para Rubén, «las organizaciones que están con el gobierno reciben recursos ilimitados y hay una cantidad enorme de organizaciones ficticias, pymes totales. El Kirchnerismo no construyó con el corazón, construyó con la billetera, y durará lo mismo que le dure la billetera». El líder de las Organizaciones Libres del Pueblo, Roberto Perdía, asegura que «el avance del Kirchnerismo llevó en muchos casos a la cooptación de muchos grupos de izquierdas, peronistas o no, que se han incorporado al Gobierno». Valora las intenciones que puedan tener «estos compañeros, pero creo que están sirviendo a convalidar este sistema». Sin embargo, el líder político Luís D’Elía no está de acuerdo con esa posición y afirma que «trabajar articuladamente con el gobierno no quiere decir perder la autonomía». Afirma que tuvo que renunciar como sub-secretario de Tierras de la Nación por decir que estaba en contra de la actual política del gobierno con Irán. «Pagué el costo y tampoco me pasé al bando de la oligarquía». Argumenta que «para pensar en el socialismo del siglo XXI primero hay que volver a tener cultura capitalista. Esto reconstruye el capitalismo y nos permite empezar a soñar con estadios superadores. Creo que este gobierno ha sido el de mayor acumulación y avance del pueblo argentino en 70 años, después de Perón». No obstante, Nora Cortiñas afirma que «mucha gente de los organismos de derechos humanos están haciendo mucho partidismo político porque el oficialismo ha cooptado a muchos de sus militantes. También algunas madres y Abuelas de plaza de Mayo han caído en eso. Incluso algunas Madres de la Línea Fundadora han olvidado que tenemos que ser independientes para volcarnos sin un partidismo a la defensa de los derechos humanos que no nos favorece».

Una lectura arqueológica de los derechos humanos

En cuanto a la defensa de los derechos humanos, existe una unanimidad en reconocer la labor del gobierno en condenar a los represores del pasado. La co-fundadora de Madres de Plaza de Mayo (Línea Fundadora) asegura que nada les fue regalado. «Fueron logros que vienen de la movilización popular de más de 30 años. Este gobierno escuchó nuestros reclamos y hemos tenido avances en la justicia y no en la verdad». Señala que «todavía falta abrir los archivos de la dictadura cívico militar y su terrorismo de estado. Y con esos archivos no solamente saber qué pasó con nuestros hijos e hijas, sino también tener un muestreo de muchos responsables que están hoy en día con cargos públicos. Porque pasan nuevos hechos de violencia donde tienen que ver estos personajes que estamos seguros que los vamos a encontrar en esos archivos». Según Vicente Zito Lema existe una lectura arqueológica de los derechos humanos y señala que «el actual gobierno ha tenido una gigantesca valentía para condenar a los represores del pasado pero simultáneamente no encara con la misma fortaleza las represiones, los secuestros, las desapariciones, que no son en la misma cantidad del ayer pero que existen y que también son terribles. Son gente que sale a la calle a pedir trabajo, a pedir comida, un pedazo de tierra, y los castigan y los matan». Saboulard cuestiona las políticas de los derechos humanos al afirmar que «más de dos mil personas han muerto por el gatillo fácil en lo que va del gobierno Kirchnerista. En general eran pibes de los barrios pobres muertos por la policía y apenas hay diez policías presos». «¿Cuáles derechos humanos? ¿Los derechos humanos de hace 40 años? Me parece bien pero eso no me da a mí la seguridad que si yo salgo mañana a la calle la policía me trata como un ciudadano porque a fin de cuentas es la misma cana. El gobierno dijo que iba a democratizar las fuerzas armadas. ¿Dónde están los interventores civiles en el servicio penitenciario, en las policías? ¿Dónde está el descuartizamiento de las estructuras represivas del ejército?», se pregunta.

La criminalización de la protesta social, la ley antiterrorista

Otra de las críticas que se hace de los gobiernos constitucionales en general y de éste en particular es la criminalización de la protesta social. Pancho Montiel, que estuvo preso durante 11 meses por su lucha en favor de la jubilación de los trabajadores portuarios, afirma que el gobierno sale a perseguir a los luchadores sociales «con el código penal de Menem en la mano. Acá hay cinco mil procesados y el gobierno no está defendiendo nada los derechos humanos. Si te van a respetar los derechos humanos porque vos estás en tu casa, abajo de la cama y no te importa un carajo lo que le pasa a los demás, nadie te va a perseguir, ni la dictadura te perseguía», recalca. Saboulard también sostiene que la organización que coordina fue la más perseguida y que más presos tuvo (más de una veintena y al menos doce juicios) en la Capital Federal. Reconoce la solidaridad de las organizaciones sociales de izquierda más pequeñas ya que «los organismos de derechos humanos más vinculados al estado no defienden a los pobres, solo defienden a los que tienen prestigio». Esta preocupación de las organizaciones sociales y políticas se acentúa más con la ley antiterrorista que acaba de ser aprobada hace pocos días. Supone la duplicación de las penas para todos los delitos que puedan ser considerados en función del terrorismo. A pesar de no estar de acuerdo con su aprobación, D’ Elía resalta que «también acosa a los que trafican con dólares», algo que ve positivo. En cualquier caso cree que el gobierno no pondrá en práctica esta ley. «La aprobó para no estar fuera del G 20, que es donde se discute todos los commodities, que son importantes ingresos del estado argentino», remata. Sin embargo, Vicente Zito Lema comenta: «Yo, que tengo una memoria histórica ya sea por una cuestión de edad, sé que cuando salen estas leyes son preanuncios de situaciones malas». Dice que pagaría por equivocarse pero la historia, la experiencia personal y militante le indica que «cada vez que salía alguna ley de estas te daban palos, te perseguían, te metían en la cárcel porque son leyes de una amplitud monstruosa y podés ir preso por cualquier cosa. Toda la lucha social cae bajo la ley antiterrorista, en mi tiempo se llamaba ley anti-subversiva. Son leyes muy genéricas y quedan a la interpretación de los jueces y aquí los jueces dependen totalmente del poder político. Y si lo ves desde el poder, cortar una calle sería un acto terrorista».

La lucha continúa

Si Argentina fue el laboratorio de los planes estructurales de los organismos financieros internacionales como el FMI, también desarrolló dentro de la sociedad todo un proceso de lucha y resistencia frente a ese modelo económico impuesto. «Desde el 2001 hasta aquí se han construido nuevas cosas. Cada vez se están uniendo más las experiencias de nuestra generación, la de la revolución frustrada, con las nuevas generaciones», reconoce Vicente, que lleva más de 50 años de militancia. Además recuerda que desde que volvió del exilio se acercó a la política muchísima gente joven «con titubeos, con contradicciones, algunos demasiado rápido, otros demasiado lento, otros con dudas, otros desconfiados, es decir, con todos los límites pero que surgieron en una cantidad que nunca había visto antes desde el inicio de la constitucionalidad». Rubén Saboulard también destaca la revuelta popular como el resurgimiento de una generación nueva «que, como todo lo nuevo, surge inexperto, sin un gran dominio de la historia que tuvimos. Por lo tanto surge como reformista, no surge como generación revolucionaria. Con todo, hay una cantidad enorme de organizaciones que supone un fenómeno interesante. Pero hay algo que está por fuera de eso, que es la izquierda. Esa izquierda choca ahora contra el gobierno y los centristas chocarán mañana al observar las políticas del ajuste. Cuando venga la crisis internacional, el gobierno tiene dos caminos posibles: enfrentarse al pueblo para cumplir los dictados del capitalismo internacional o junto al pueblo resistir y aplicar medidas reformistas. El segundo camino no lo va a recorrer jamás y nosotros, la izquierda, tendremos que luchar con más fuerza», concluye.

Fernando Chamorro es periodista

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.