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El asalto a Bolivia: el gas o la vida

Fuentes: Rebelión

El analista norteamericano Mark Falcoff afirma («Latin American Outllook», 24-05-04), que Bolivia se encamina al suicidio. Añade que su sistema político está desintegrado, que existe un insalvable abismo entre los políticos y el electorado y que sus divisiones raciales y geográficas son insalvables. Estima que el país podría evitar su desaparición si adopta el sistema […]

El analista norteamericano Mark Falcoff afirma («Latin American Outllook», 24-05-04), que Bolivia se encamina al suicidio. Añade que su sistema político está desintegrado, que existe un insalvable abismo entre los políticos y el electorado y que sus divisiones raciales y geográficas son insalvables. Estima que el país podría evitar su desaparición si adopta el sistema federal, en el que cada región decida el destino de los recursos naturales.

             En forma coordinada, el FMI dice que si el país no vende su gas a ultramar es inviable, en tanto el Embajador David Greenlee presiona para que el Parlamento ratifique el tratado de inmunidad para las tropas estadounidenses, ante la eventualidad de que estas ocupen los campos de hidrocarburos bolivianos. Por de pronto, el Senado de la República ratificó el Tratado, pero está pendiente de discusión en la Cámara de Diputados. Como puede verse, las petroleras han colocado, figurativamente hablando, un revólver en la cabeza del país, para exclamar con el énfasis de Al Capone (el gangster más famoso del país del norte): ¡El Gas o la Vida!

Sin embargo, sería ingenuo reducir los problemas nacionales a datos externos. Es evidente que las políticas neoliberales de Víctor Paz Estensoro y Gonzalo Sánchez de Lozada (GSL) han dejado inerme al Estado nacional, agudizando aún más las pugnas étnicas y regionales, originadas, de manera prioritaria, en la urgencia de captar recursos para resolver necesidades impostergables. Es cierto también que el Presidente Carlos Mesa es el continuador vergonzante de su predecesor, sobre todo en el tema hidrocarburos, al extremo que  ha convocado a un manipulado referéndum, a fin de que las transnacionales exporten el gas boliviano, sin industrializarlo ni en mínima parte en su territorio, a precios de asalto desembozado.

Los agoreros del destino de Bolivia son incapaces, pese a lo anterior, de responder a una pregunta sencilla: ¿Por qué el país no desapareció hasta el presente? Si bien el tema tiene varias respuestas, la principal de ellas reside, a nuestro juicio, a que, en los últimos  sesenta años se ha producido una incontenible migración quechua-aymara a todos los rincones de la República, la que, al mezclarse con valiosas culturas regionales, ha logrado una simbiosis indo-mestiza, convertida hoy en día en sólida barrera frente a quienes buscan astillar a la Patria de Tupaj Katari, Andrés de Santa Cruz y Germán Busch.

La migración indomestica es tan fuerte que las oligarquías regionales, como las de Tarija y Santa Cruz, actúan de manera corporativa, ya que si convocaran a elecciones con voto universal para legitimar sus cargos de dirigentes cívicos serían derrotados por la influencia silenciosa pero persistente del pueblo indomestizo. Las oligarquías, que saben de su orfandad, sólo atinan a actuar como correas de transmisión del poder petrolero, al extremo que la Federación de Empresarios Privados de Santa Cruz tiene, entre sus integrantes, a la Cámara Nacional de Hidrocarburos (CNH), constituida por las petroleras asentadas en Bolivia.

Las transnacionales desean acelerar la desintegración del país, a fin de impedir que las importantes reservas de gas boliviano formen parte de Petroamérica, la proyectada empresa petrolera latinoamericana, impulsada por el Presidente Hugo Chávez, de Venezuela, cuya visión bolivariana, cambiará la correlación de fuerzas entre los consorcios que se llevan la plusvalía de la región y los pueblos de indoamérica que tratan de impedirlo.

             En síntesis, Bolivia tiene tres tareas que cumplir: Nacionalizar sus hidrocarburos, a fin de detener los planes disgregadores anunciados por Falcoff. Movilizarse para evitar que las tropas norteamericanas reediten en el país las «hazañas» cumplidas en Irak y Afganistán. Y fortalecer su unidad, demostrando a quienes desean borrarnos del mapa que lo que nos une es muchísimo más fuerte que lo que nos separa.