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El asalto a las ciencias sociales

Fuentes: Rebelión

Un problema fundamental se identifica en el hecho que las Ciencias Sociales no puedan demostrar sus proposiciones de la misma manera en que lo hacen las Ciencias Naturales. Lo anteriormente expuesto se expresa en la formalidad que según los no-versados en las mismas poseen las primeras en menor grado respecto a las segundas, lo cual […]

Un problema fundamental se identifica en el hecho que las Ciencias Sociales no puedan demostrar sus proposiciones de la misma manera en que lo hacen las Ciencias Naturales. Lo anteriormente expuesto se expresa en la formalidad que según los no-versados en las mismas poseen las primeras en menor grado respecto a las segundas, lo cual deriva en un menosprecio y desinterés por las mismas por parte de la sociedad civil en general. Tal problema se perpetua debido a diversos factores: En primer lugar, por la imposibilidad de someter las proposiciones de las Ciencias Sociales a verificaciones tan precisas y en condiciones tan controladas como por ejemplo la reacción química resultante de la combinación de dos fluidos alojados en un tubo de ensayo. En segundo lugar, sucede que las Ciencias Sociales también se ven afectadas por la superestructura dominante en un estadio histórico determinado, es decir, por los intereses de la clase hegemónica de turno. En tercer lugar, las Ciencias Sociales pueden llegar a ser conductos que, voluntaria o involuntariamente, llevan a desnudar diversos ropajes bajo los cuales se esconden las pasiones más mezquinas que jamás han anidado en el pecho humano, es decir, las furias del interés privado.

Los factores que perpetúan tal problema son de carácter sistémico, lo cual significa que se encuentra profundamente enraizado en el Modo de Producción de turno. El ser las Ciencias Sociales vistas con menos formalidad, la sociedad civil opina libremente de ellas como si fuesen profundos conocedores por años versados en las mismas. Ya Destutt de Tracy dijo que «Las ciencias ideológicas, morales y políticas son, después de todo, ciencias como las otras, con la pequeña diferencia de que aquellos que nunca las han estudiado están de tan buena fe persuadidos de saberlas que se creen en estado de pronunciarse sobre ellas.» Duverger M. (1981). Métodos de las Ciencias Sociales. Barcelona (España): Editorial Ariel. p. 13. Como causa subyacente de lo expuesto por Destutt habrá que añadir también el contacto cotidiano que las personas entablan con el objeto de estudio de las Ciencias Sociales, es decir, la sociedad misma, aunque no tengan ningún marco teórico ni metodología que les permita abordar adecuadamente la realidad objetiva de la que forman parte.

La mayor parte del tiempo, las Ciencias Naturales no tiene que enfrentarse a las furias del interés privado, pues no incomodan a la insaciable sed de oro de las clases dominantes de turno; aunque en algunas ocasiones sí se han suscitado algunos casos al respecto.
Sobre el Determinismo Genético y la Sociobiología, por citar algunos ejemplos, se tiene que «Los impostores de la genética pretenden mostrar que la exageración del papel de los genes que difunden actualmente ciertos medios es una doctrina falsa, basada en una simplificación incorrecta de las últimas investigaciones en el campo de la genética. La obra se inicia criticando el llamado «gen de la criminalidad» y prosigue con cuestiones tan complejas como las afirmaciones sobre el carácter hereditario de la inteligencia, la esquizofrenia o la homosexualidad:

«Cuando el titular de un periódico proclama que un equipo ha descubierto el «gen de la esquizofrenia», el de la homosexualidad o el de la psicosis maníaco-depresiva… es preciso entender, de hecho, que ha efectuado una localización, y no un aislamiento efectivo del gen. Entidad que, subrayémoslo de paso, no sería de todos modos «el» gen de la esquizofrenia, sino más bien un gen algunas de cuyas variantes conferirían a su portador un riesgo superior a la media de desarrollar la enfermedad.» (B. Jordan, Los impostores de la genética) Jordan resalta también la necesidad de ser prevenidos ante las afirmaciones deterministas aunque vengan desde el mundo de la profesión científica, poniendo como ejemplo el caso del científico norteamericano Dean Hamer, genetista del Instituto Nacional del Cáncer. Hamer ha publicado varios artículos sobre el papel de los genes en la orientación sexual masculina. En un artículo publicado en Nature Genetics en 1995, afirmó la localización de un gen que influye sobre el comportamiento sexual, asegurando que se había encontrado un ligamiento genético entre el gen, Xq28, y la homosexualidad masculina (Hu et al 1995). Por supuesto los medios de comunicación se apresuraron a propagar la noticia: se había encontrado el «gen de la homosexualidad». Cuando en 1999 un equipo canadiense dirigido por George Ebers refutó la noticia al publicar en Science que sus experimentos mostraban la ausencia de tal ligamiento genético (Rice et al 1999), la noticia no tuvo tanto eco. Pero Hamer no se detuvo aquí. En 2004 publicó un libro titulado The God Gene (El Gen de Dios). Después de comparar más de 2000 muestras de ADN, el genetista asegura que las creencias religiosas están ligadas a ciertas substancias químicas presentes en el cerebro. Según Hamer, el gen VMAT2 es el responsable de la fe, añadiendo además que los ateos carecen de este gen. Hamer no descarta la posibilidad de que el llamado «gen de la fe» haya sido heredado por los cristianos a partir del propio Jesucristo. Aunque parezcan cómicas, estas afirmaciones vienen de la ortodoxia de la ciencia norteamericana, y no surgen por casualidad, sino gracias a las condiciones propicias que existen para este tipo de especulaciones.» Bello, R. (2006). La Trampa Determinista. 8 de Agosto de 2015, de Talleres del CAUM Sitio web: http://www.caum.es/CARPETAS/cuadernos/cuadernospdf/libro6/La%20trampa%20Determinista2.pdf

Lo anterior es un claro ejemplo de cómo inclusive las supuestamente tan apolíticas y amorales Ciencias Naturales tienen en alguna que otra ocasión, enfrentar intereses político-económicos aunque por supuesto muy lejos de los obstáculos que las Ciencias Sociales pueden llegar a presentar. Sin embargo, no conviene tampoco llevar esta afirmación a las fronteras de la ingenuidad, pues «Una caricatura del estudio de la «naturaleza» y «sociedad» ve a la ciencia social como profundamente corrompida por los elementos subjetivos introducidos por el observador, mientras que las ciencias naturales se lleva a cabo por medios objetivos.» Lewontin, R., Levins, R.. (2007). Biology Under Influence. New York (United States): Monthly Review Press. Siglos pueden servirnos de testigos del peso que los intereses privados poseen el deber ser ético-moral que impone la superestructura: «La venerable Iglesia anglicana, por ejemplo, perdona de mejor grado que se nieguen 38 de sus 39 artículos de fe que el que se la prive de un 1/39 de sus ingresos pecuniarios. Hoy día, el ateísmo es un pecado venial en comparación con el crimen que supone la pretensión de criticar el régimen de propiedad consagrado por el tiempo.» Marx, K. (2010). El Capital. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica. pp. XV-XVI.

Además de que las Ciencias Naturales, por la precisión que las caracteriza, puedan establecer todo su aparato teórico de manera relativamente incontestable (salvo cambio de paradigma), son mantenidas en un estado de florecimiento permanente, pues sus descubrimientos buscan ser aplicados a los procesos productivos, con el fin de empujar cada vez más el desarrollo de las fuerzas productivas más allá de sus límites espacio-temporales y con ello contrarrestar de alguna medida la Ley de la Tendencia Decreciente de la Cuota de Ganancia. ¿Qué de raro tiene entonces que las Ciencias Sociales sean víctimas de la Ética de la Posmodernidad? Dejemos al experto hablar sobre el tema: «En nuestros tiempos, se ha deslegitimado la idea de auto-sacrificio; la gente ya no se siente perseguida ni está dispuesta a hacer un esfuerzo por alcanzar ideales morales ni defender valores morales; los políticos han acabado con las utopías y los idealistas de ayer se han convertido en pragmáticos. El más universal de nuestros eslóganes es «sin exceso». Vivimos en la era del individualismo más puro y de la búsqueda de la buena vida, limitada solamente por la existencia de tolerancia (siempre y cuando vaya acompañada de un individualismo auto-celebratorio y sin escrúpulos, la tolerancia sólo puede expresarse como indiferencia).» Bauman Z. (1993). La Ética Posmoderna. Madrid (España): Siglo XXI Editores. p. XI. Lo anterior evidencia claramente que producto de los procesos de Neoliberalización de la Economía Mundial se ha instaurado en la psique de los individuos con más fuerza que nunca la Bellum omnium contra omnesla y la idea que Homo homini lupus est. Sería ingenuo esperar que ante un Ser Social decadente, la Conciencia Social en aquellas manifestaciones que buscan dar una explicación científica a las condiciones materiales de las que es producto no sea también decadente. No es casualidad que mientras las Ciencias Naturales se encuentren en un apogeo que progresa geométricamente, las Ciencias Sociales se encuentren en una decadencia de la que se aleja aritméticamente. Continuando en la línea crítica del Determinismo Genético y la Sociobiología, lo anteriormente expuesto también se explica por el hecho que, en relación al Reduccionismo Mecánico y al Enfoque Idealista Holístico pero aplicable también a lo que sucede en las Ciencias Sociales: «En conjunto, estos han dominado las ciencias naturales y sociales Euro-Norte Americanas desde su aparición en Gran Bretaña en el siglo 17 como un socio en la revolución burguesa. También han dominado la política como el amplio consenso liberal-conservador que ha definido la «corriente principal» política del capitalismo democrático.» Levins, R. (1998). Dialectics and Systems Theory. Science & Society, 62, pp.375-399.

No es ninguna singularidad cósmica escuchar a los miembros de la sociedad civil no-versados en las Ciencias Sociales negarse a debatir prolongadamente sobre algún punto de las mismas donde existan intereses encontrados. Por ejemplo, al abordarse alguna temática perteneciente a las Ciencias Políticas, suelen argumentar que tales no deben hablarse más allá de cierto límite y menos aún se debe intentar convencer al interlocutor de la posición que se defiende; esto es una falacia a la cual le es inherente el morbo político y la hegemonía cultural que impone la clase dominante, pues toda Ideología Política obedece a un marco teórico y a una metodología, ambos como sendero de abordaje a la realidad. Basta con revisar en primera instancia la correspondencia tal marco teórico con los hechos observables en el Ser Social, con los Indicadores Estadísticos proporcionados por las técnicas de las que echan mano las Ciencias Sociales, si la epistemología utilizada permite también acercarse a un perfeccionamiento del paradigma o a su sustitución, así como también si la metodología implementada constituye una forma adecuada de búsqueda de estrategias que permitan ampliar el conocimiento sobre la base del conocimiento previo que se posee. Posteriormente, será necesario verificar la forma en que han sido construidos tales indicadores estadísticos, así como también la forma en que se interpretan, pues ya sabemos que un análisis puede ser dolosamente sesgado si se toman únicamente las cifras que representan parcialmente la realidad a conveniencia; en las Ciencias Sociales no validez la proposición que trata de la frialdad y sinceridad de los números, debido a que por lo anteriormente expuesto, muchas veces las estadísticas son construidas morbo político y deshonestidad intelectual, aunque también muchas veces no sean cuestionadas por arroparse bajo el manto del tecnicismo, tal y como sucede por ejemplo en la Ciencia Económica con la Teoría Dogmática Neoclásica, sin embargo, afortunadamente es posible torturar a las estadísticas y hacerlas hablar, hacer que proclamen la verdad.

Por esta razón no puede restárseles complejidad a las Ciencias Sociales, al contrario, su complejidad es de máximo nivel y enfrentan obstáculos que ninguna otra ciencia enfrenta, salvo como excepción a la regla general. Por supuesto que debemos reconocer con humildad intelectual aquellos que nos dedicamos a la Investigación Científica de la Sociedad, que son a su vez dentro de todas las ciencias las más atrasadas y, por la misma razón se explica también el estado de degeneración al que han arribado y en el que estarán por un largo tiempo más hasta que la degeneración misma del Ser Social permita una Revolución en la Conciencia Social ante la necesidad de explicar del mundo lo que queda por explicar y con ello también transformarlo, ¿cuál es la finalidad de todas las Ciencias sino precisamente transformar el mundo en base a una teleología específica? Las Ciencias Sociales han sido siempre el timón con el que las clases dominantes han capitaneado el estado de cosas resultantes tras las revoluciones sociales, basta con ver lo que fue para la Burguesía Francesa tras la Revolución de 1789 el Liberalismo Político de John Locke (Dos Tratados Sobre el Gobierno Civil) o el Liberalismo Económico de Adam Smith (Una Investigación Sobre la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones). Así también serán las Ciencias Sociales el timón con el que será capitaneado el estado de cosas que abola todas las clase sociales, pues «Los nuevos métodos de propaganda y el encuadramiento colectivo de los hombres pueden ya cambiar la estructura del mundo tan profundamente como la utilización de la energía nuclear. Sin embargo, no son posiblemente más que la última fase de la política inconsciente, en la que los pueblos pueden ser manipulados por sus jefes porque ignoran los mecanismos de manipulación. El desarrollo de la ciencia social permite entrever la posibilidad de una política consciente, en la que los hombres dejarán de ser cosas, objetivos, en las manos de sus dirigentes. Es de esperar que al fin un día será falsa esta fórmula de Maquiavelo, por desgracia aún verdadera: «Gobernar es hacer creer».» Duverger M. (1981). Métodos de las Ciencias Sociales. Barcelona (España): Editorial Ariel. p. 15.

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