Con la promulgación de la Constitución de 1917, sin que estuviera alcanzada y consolidada la paz, sin la institucionalización del ejército y con la recurrencia frecuente de civiles y militares al uso de las armas para dirimir asuntos sociales y políticos, la revolución había concluido como guerra civil. Sin embargo, sus tareas y objetivos no […]
Con la promulgación de la Constitución de 1917, sin que estuviera alcanzada y consolidada la paz, sin la institucionalización del ejército y con la recurrencia frecuente de civiles y militares al uso de las armas para dirimir asuntos sociales y políticos, la revolución había concluido como guerra civil. Sin embargo, sus tareas y objetivos no se habían plasmado, estaban pendientes. Sería hasta el sexenio de Lázaro Cárdenas, debido al ascenso de la lucha social y al arribo de una corriente nacionalista avanzada en la dirección del Estado, cuando se cumplieran, en lo fundamental, dichas tareas y objetivos, aunque parcial y limitadamente ya antes en algunas regiones se habían dado significativos avances, como en la región de Zacapu, Michoacán, bajo la conducción de Primo Tapia en los años 20.
Nacido en 1885 en Naranja, hoy Naranja de Tapia, municipio de Zacapu, Michoacán, Primo Tapia organizó y condujo a la lucha en la década de los 20 a los indios purépechas por la expropiación y reparto de la hacienda de Cantabria, propiedad de unos latifundistas españoles e integrada con la desecada laguna de Zacapu y terrenos arrebatados a poblados indígenas.
En 1900 Primo ingresó al Seminario de Erongarícuaro, donde aprendió latín y francés, al mismo tiempo que perfeccionó su castellano. En 1903 fue expulsado de ese centro religioso y entró a trabajar como jornalero en la hacienda de Cantabria.
De 1907 a 1919 Primo vivió en Estados Unidos, donde se afilió a los Industrial Workers of the World, se relacionó con las fuerzas de Ricardo Flores Magón y participó en huelgas, manifestaciones, reuniones y mítines del movimiento obrero norteamericano. En tierras yanquis aprendió inglés y algunos rudimentos de italiano, alemán y ruso, a la vez que conoció las tradiciones, formas de organización y experiencias del movimiento socialista internacional.
De regreso a Naranja en 1920, Primo Tapia dio inicio al agrupamiento de los campesinos para obtener la tierra. Luego fue elegido delegado de los pueblos de Zacapu, Naranja, Tiríndaro y Tarejero. En 1921 se adhirió al Partido Comunista de México. Con Isaac Arriaga, Apolinar Martínez Múgica y otros cuadros de izquierda impulsó el movimiento agrario y sindical. En diciembre de 1922, al fundarse la Liga de Comunidades y Sindicatos Agraristas de la Región Michoacana, fue promovido como su primer secretario general. Junto con Úrsulo Galván y J. Guadalupe Rodríguez, Primo intervino en el proceso de organización y lucha del campesinado del país, que daría origen a fines de 1926 a la Liga Nacional Campesina. Dado que fue asesinado en abril de ese año, ya no pudo estar presente en la fundación de la LNC.
El combate por la tierra en Michoacán cobró un elevado número de vidas. Cayeron agraristas, guardias blancas, soldados y varios latifundistas como resultado de los enfrentamientos, emboscadas y asaltos a domicilios particulares y sociales. De hecho, existió una guerra civil en una franja de la entidad.
El 7 de febrero de 1925, Luis Méndez, presidente de la Comisión Local Agraria, en Morelia, Michoacán, explicó al presidente Calles: «…También me indica usted la conveniencia de influir para neutralizar el ascendiente que el señor Primo Tapia ejerce en algunos pueblos del estado. A esto, señor presidente, tengo que contestarle categóricamente que ni yo ni nadie es capaz de contrarrestar la influencia que Primo Tapia tiene en una buena parte del estado y principalmente en la región de Zacapu. Y le voy a decir por qué: Primo Tapia es un hijo del pueblo, que por su energía, por su tenacidad y sobre todo por su honradez, cuenta con la adhesión, el cariño y el respeto de todos los indígenas de su región; los campesinos ven en él, a su jefe, que nunca los ha engañado, que nunca los ha explotado y que en los peligros está siempre con ellos… Voy a darle a usted un detalle que le probará la indiscutible influencia moral de Primo Tapia: en Tiríndaro y en otros pueblos cercanos, ya no hay curas, los pueblos no los necesitan y en algunos de ellos la iglesia es ahora la troje de la comunidad…» (1)
En el Manifiesto al proletariado de la República, lanzado el 7 de noviembre de 1925, quedaba explicitado: » …ellos compran a los jefes y oficiales de las fuerzas, que nunca faltan en Zacapu o en la misma hacienda, cometiendo éstos y las guardias blancas, multitud de atropellos como el patrocinado por el general Félix López, que con fuerzas federales que paga el pueblo y gente armada del famoso feudo, saqueó las trojes de la comunidad de Naranja, mandando con todo descaro a la hacienda sesenta y siete carros de maíz, los que fueron devueltos más tarde, debido a la solidaridad del proletariado de la República, que protestó por tal hecho y a la enérgica actitud del senador comunista Luis G. Monzón…» Firmaban por la Liga de Comunidades y Sindicatos Agraristas del Estado, Primo Tapia, secretario general; la Federación de Sindicatos, Domingo Calderón, secretario general, y el Partido Socialista Revolucionario, Rafael Coria, vicepresidente. (2)
Los revolucionarios michoacanos justificaban la violencia indígena, campesina y popular, al señalar: «…algunos esbirros han pagado con su vida la traición a los de su clase, los campesinos no han hecho sino hacer uso de ese derecho y están por lo tanto justificados y sólo es el resultado del ejemplo y represión bárbara de las guardias blancas…» (3)
Con claridad, repudiaban la concesiones a los terratenientes y defendían el derecho a la tierra de los pobres del campo: «Sabemos bien que los hechos repetidos de dar cabida a los amparos en contra de las posesiones definitivas; que la no retroactividad del Artículo 127 constitucional y la nueva reglamentación de él que no da derecho a los rancheros a obtener tierras y el desarme sistemático de los campesinos; es todo ello una claudicación descarada del gobierno laborista, maniatado por el imperialismo yanqui, dueño de las minas, de la casi totalidad de la región petrolera y de los ferrocarriles». (4)
A Primo Tapia, los terratenientes, los curas reaccionarios y el gobierno callista se la tenían sentenciada. El 26 de abril de 1926 fue aprehendido, siendo asesinado al otro día.
Escribe una investigadora especialista en historia michoacana: «Tapia fue detenido junto con dos compañeros suyos por la Jefatura de Operaciones Militares, encabezada por el general Juan Espinosa y Córdoba. Antes de ser fusilado entre el 26 y el 27 de abril de 1926 se le torturó, «haciéndole caminar, después de arrancarle la piel de la planta de los pies». Con su muerte, el gobierno estatal –en connivencia con intereses de los propietarios de la región, así como con políticos locales antiguos aliados de Tapia (como Rodrigo Méndez)– y obedeciendo órdenes del centro, destruyó más fácilmente la organización campesina; sus miembros fueron rápidamente perseguidos y dispersados». (5)
Según un autor extranjero: «Desde el momento de su captura, a Primo se le separó del resto del grupo. Le ataron fuertemente los brazos por la espalda y se le condujo con una soga alrededor del cuello, cuyo extremo sostenía un capitán a caballo. A medida que ascendían por el camino rocoso y arenoso, sus pies sufrieron cortaduras y sangraban. Por la noche, después de haber puesto en libertad al resto de los prisioneros, los soldados continuaron con su víctima adentrándose en la profundidad de la sierra ubicada al noroeste del valle de Zacapu…
«Llegaron a un pequeño poblado. La ejecución comenzó en la quietud de la noche en la sierra solitaria. Calentaron algunas bayonetas y lo marcaron. Le perforaron y mutilaron partes de su cuerpo. En algún momento durante la noche del 26 al 27 de abril de 1926 uno de ellos le dio un disparo en el corazón. La gente decía: «No lo mataron, lo martirizaron, hicieron un lujo de salvajismo con Primo»‘. (6)
El responsable de la muerte de Primo Tapia fue el presidente Plutarco Elías Calles, como lo demostró el mensaje número 425 del general Juan Espinosa y Córdoba, jefe de Operaciones Militares en el Estado de Michoacán: » De acuerdo con las órdenes verbales que recibí de usted, se mandó perseguir bandolero Primo Tapia, que había cometido fechorías y asesinatos en pueblo de Torrajero, quien hizo resistencia como en otras ocasiones, resultando muerto, recogiéndosele el caballo que montaba, dos carabinas 44, ordenándose a capitán Tejeda que persiguiólo, ponga en libertad a individuos que lo acompañaban, por no resultarles responsabilidad». (7)
A más de 85 años de su muerte, Primo Tapia sigue siendo uno de los líderes más populares en el movimiento campesino michoacano. En su honor se erigió un busto del querido dirigente purépecha en Naranja de Tapia, Michoacán, por decisión de los campesinos.
Notas
(1) Apolinar Martínez Múgica, Primo Tapia. Semblanza de un revolucionario michoacano, México, «El Libro Perfecto, S. A.», 2ª ed., 1946, p. 136.
(2) Apolinar Martínez, Primo…, p. 205.
(3) Ibíd ., p. 206.
(4) Ibíd ., p. 212.
(5) Verónica Oikión Solano, Los hombres del poder en Michoacán, 1924-1962, México, El Colmich UMSNH IIH, 2004, pp. 79-80.
(6) Paul Friedrich, Revuelta agraria en una aldea mexicana, trad. de Roberto Ramón Reyes Mazzoni, México, CEHAM FCE, 1981, pp. 158-159.
(7) «Asesinato de Primo Tapia», mecano, p. 3. Posteriormente este texto se publicó en El Machete, núm. 47, 3-VI-26.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.