El proceso de cambio ha ingresado a su tercer momento. La condición de posibilidad para transitar hacia una sociedad que sustituya el viejo orden capitalista por otro basado en una igualdad social sustantiva y altamente compatible con la naturaleza -amenazada por el desarrollismo devastador-, está dada y solo depende de la inteligencia, la flexibilidad, la […]
Los dos primeros momentos han sido duros. El primero se desarrolló por fuera de los centros institucionalizados de poder entre los años 2000 y 2005, cuando el insurgente bloque indígena-popular fue derrotando al neoliberalismo como proyecto político, económico e ideológico, como forma específica de organización social y estatal. El segundo abarcó el período 2005-2009 y se caracterizó por un gobierno, que tras constituirse con una votación electoral sin precedentes, tuvo que resistir la avalancha del viejo bloque en el poder que se negaba a morir y al mismo tiempo ejecutar medidas para recuperar los recursos naturales y redistribuir los ingresos para paliar las grandes desigualdades heredadas.
En política no hay muertes absolutas no hay victorias irreversibles. Pero, para que lo viejo no retorne con nuevos rostros y renovadas vestimentas y lo nuevo no quede truncado, el principal desafío para el presidente Morales es dar cumplimiento riguroso a la Constitución Política del Estado Plurinacional, cuyos ejes fundamentales -pluralidad jurídica, económica, autonómica, democrática y espiritual-, se convierten en garantía de los contenidos de la nueva sociedad que se pretende construir.
No hay duda que estos cinco años serán decisivos para el salto estratégico. Los conductores de este proceso tienen condiciones favorables para edificar un Estado ampliado o, como lo ha denominado el vicepresidente Alvaro García Linera, Estado integral (que implica un alto grado de articulación del Estado, en su nivel restringido, con la sociedad civil), capaz de llevar adelante las tareas de un proceso emancipatorio con alto grado de legitimidad y legalidad.
El segundo mandato ya no tiene al frente a políticos que pensaban y actuaban con ideas y prácticas destinadas a reproducir desigualdades y odiosas exclusiones; tampoco tiene al frente a grupos paramilitares que golpeaban indígenas, dificultaban el libre tránsito del jefe de Estado y pretendían dividir el territorio en dos partes. Eso no significa que la embajada de los Estados Unidos, que ha estado detrás de todos esos viejos actores y actos subversivos, vaya a renunciar al objetivo imperial de derrotar cualquier intento emancipador en Nuestra América.
Pero, los adversarios más importantes del proceso están dentro, en sus propias entrañas. Derrotado el enemigo, otros enemigos aún mucho más grandes se moverán subterráneamente: el burocratismo, la corrupción, la ineficiencia, la «aristocratización» y la intolerancia.
Evo Morales y Alvaro García Linera han mostrado una capacidad de conducción y trabajo envidiables. Los resultados hablan por sí mismos. Este nuevo y tercer momento les demandará aun más de lo hecho para sacarle provecho a las potencialidades presentes y vencer los riesgos y desafíos externos e internos.
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