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El Concejo Indígena de Gobierno de México: un anticapitalismo realmente existente para el siglo XXI

Fuentes: Counterpunch

En medio de los múltiples huracanes que azotan América del Norte y el Caribe, los incendios en el Oeste de Estados Unidos, los grandes terremotos de septiembre y una oleada de abandono y oportunismo en torno a la ayuda de emergencia y rescate, una tormenta completamente diferente se forma en México. El anticapitalista Concejo Indígena […]

En medio de los múltiples huracanes que azotan América del Norte y el Caribe, los incendios en el Oeste de Estados Unidos, los grandes terremotos de septiembre y una oleada de abandono y oportunismo en torno a la ayuda de emergencia y rescate, una tormenta completamente diferente se forma en México. El anticapitalista Concejo Indígena de Gobierno y su vocera María de Jesús Patricio Martínez (Marichuy), una mujer náhuatl que busca la postulación como candidata independiente en las próximas elecciones presidenciales de 2018, acaban de iniciar un recorrido nacional por México, que empezó en el sureste estado de Chiapas, un bastión de gobierno autónomo y una inspiración para el mundo: el territorio zapatista.

El Concejo Indígena de Gobierno (CIG) es una iniciativa del Congreso Nacional Indígena (CNI) y del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), creada a través de una consulta aprobada por 523 comunidades en 25 estados de México. El CIG propone gobernar el país colectivamente de acuerdo con los siete principios del Mandar Obedeciendo del CNI/EZLN.* El CIG está conformado por 42 pueblos indígenas -la mayoría de los pueblos originarios del país- y propone organizar el autogobierno, la salud, la educación y la autodefensa de las comunidades indígenas y no indígenas en México.

El recorrido del CIG y su campaña presidencial, como ha afirmado reiteradamente el CNI, no busca ganar votos, sino aprovechar la coyuntura electoral para denunciar a toda la clase política y al sistema capitalista que representan, al que responsabiliza de la devastadora violencia en el país, el desmoronamiento de las instituciones, la destrucción ambiental y el fortalecimiento del crimen organizado, factores que hoy en día predominan en México.

Según Mario Luna, delegado del CNI de la Tribu Yaqui, esta campaña pretende entrar en el ámbito de las elecciones -que se ha convertido en una «negociación interna entre los partidos políticos»- con el objetivo de promover la autoorganización comunitaria, basada en la asamblea, por todo el país. La elección que el CNI quiere presentarle al pueblo mexicano, entonces, no es entre diferentes candidatos, sino entre formas enteramente diferentes de gobernar.

Del 14 al 19 de octubre de este año, una caravana de docenas de vehículos que transportaba a Marichuy, 156 concejales del CIG y varios centenares de delegados del CNI, atravesó las montañas de Chiapas, donde fueron recibidos por decenas de miles de zapatistas y no-zapatistas en los cinco caracoles del territorio zapatista.

La importancia histórica de la presentación de la primera mujer indígena candidata a la presidencia de México sólo fue igualada por la deslumbrante serie de discursos pronunciados por las mujeres indígenas de todos los niveles de la autoridad zapatista: mujeres representantes de las Juntas de Buen Gobierno, mujeres autoridades regionales del Ejército Zapatista, y mujeres del Comité Clandestino Revolucionario Indígena, que dirige al ejército, una amplia y poderosa demostración del liderazgo de las mujeres en las entidades militares y civiles zapatistas en un lugar donde hace apenas unas décadas, las mujeres y los hombres indígenas trabajaron como esclavos en condiciones de peonaje permanente para los grandes terratenientes en todo el estado.

¿Un giro electoral?

El CNI, formado en 1996 como resultado de la convergencia de los pueblos indígenas de todo el país en torno a las demandas del levantamiento zapatista de 1994, es el primer organismo indígena organizado y representativo a nivel nacional, totalmente independiente del estado y de las fuerzas partidarias .

Las profundas raíces comunitarias y el proceso de organización autónoma del CNI contrastan radicalmente con la manipulación y el clientelismo que caracterizan el sometimiento de los pueblos indígenas a los intereses del Estado mexicano. Por lo tanto, la radical independencia política del CNI lo vuelve una presencia extremadamente inconveniente para la clase política mexicana. Por esta razón, ha sido blanco frecuente de silenciamiento y mentiras, y esta nueva iniciativa no ha sido la excepción.

De hecho, frecuentemente cuando se ha mencionado al Concejo Indígena de Gobierno, ha sido para condenar o felicitar al EZLN por supuestamente haber dejado su política de autonomía y haberse unido al campo electoral. Es más, por mucho tiempo, gran parte de la clase política mexicana se dedicaron a divulgar la idea de que el EZLN se había derrumbado debido a un liderazgo defectuoso (inevitablemente atribuido al entonces Subcomandante Insurgente Marcos, hoy SupGaleano) o que se desvaneció en la irrelevancia debido al aislamiento en sus remotos bastiones comunitarios.

Sin embargo, el CIG y su recorrido en las últimas semanas no dejaron a vista un EZLN cansado y obsoleto, como algunas fuentes desesperadamente quisieran, sino una amplia gama de florecientes instituciones comunitarias y cuerpos autónomos que mostraban, incluso a simple vista, la profundidad de la organización zapatista a través de varias generaciones, múltiples idiomas, y varios contextos geográficos articulados juntos, a gran escala y dirigidos por asambleas, constituyendo así un orden social comunitario con una capacidad organizativa sin precedentes.

Más específicamente, cada parada en territorio zapatista reveló clínicas de salud autónomas atendidas por promotores de salud capacitados y con equipo médico, sistemas escolares autónomos que educaron a los jóvenes que ahora dirigen sus propios equipos de comunicación, órganos de gobierno, cooperativas de producción, decenas de miles de hectáreas de tierras productivas trabajadas colectivamente para proveer sustento para cientos de miles de personas en todo el territorio zapatista, infraestructura de transporte independiente y miles de milicianos del ejército zapatista que proporcionaron anillos de seguridad alrededor del CIG y de su vocera en cada paso.

Cabe destacar que fueron hombres zapatistas quienes sirvieron a los visitantes platos de caldo humeante y tortillas hechas a mano; fueron ellos también quienes organizaron el alojamiento, distribuyeron las cobijas y lavaron los trastes para el siguiente autobús que llegaba lleno de delegados hambrientos -mientras pasaba esto, Marichuy, las concejalas del CIG y las mujeres autoridades del EZLN se dirigían a la multitud desde el templete.

Como era de esperar, la clase política mexicana en realidad ni se cree sus propias mentiras sobre el EZLN. Al contrario, parece que les da pánico la posibilidad de que esta forma de autoemancipación colectiva gane influencia y crezca en el resto de México. Como evidencia de este temor, vale notar que la iniciativa del CIG tuvo una cobertura mediática casi nula en los medios de paga. Es más, quienes intentaban cubrir el recorrido del CIG por Chiapas se vieron obstaculizados por el hecho de que, a medida que la caravana avanzaba por regiones del estado que normalmente tienen servicios de comunicación estables, el servicio de internet, la señal de los celulares, e incluso los teléfonos fijos se caían por completo y notablemente no regresaban hasta que la caravana saliera de la región, haciendo que la cobertura oportuna de estos eventos fuera casi imposible. Además de este bloqueo comunicacional, la clase política ha hecho todo lo posible para inhibir la recolección de las más de 860.000 firmas ciudadanas requeridas por ley para que un candidato independiente aparezca en las boletas. La aplicación para teléfonos celulares desarrollada por el Instituto Nacional Electoral (INE) para este propósito ha probado no funcionar de manera adecuada, excepto en dispositivos de alta gama con nuevos sistemas operativos que cuestan mucho más que las ganancias mensuales de la mayoría de la población mexicana.

En un país que carece de un servicio de internet adecuado en gran parte del territorio nacional, la aplicación misma, como denunció Marichuy el 18 de octubre , tarda horas en descargarse y una vez instalada puede tomar hasta 16 horas registrar una sola firma (lejos de los 4 minutos y 30 segundos que debe tomar según el INE). Hay muchos ejemplos más, todos los cuales apuntan a una enorme energía gastada en subvertir el alcance de una organización y forma de gobierno anticapitalista -cuya existencia, sin embargo, la clase política sigue negando.

La descomposición de México y la urgente necesidad de una alternativa

En mayo de este año el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos nombró a México como el segundo país más mortífero del mundo, superando la violencia de zonas de guerra como Yemen y Afganistán y siguiendo solo a Siria en número de muertos. Gran parte de la violencia en México se atribuye a la guerra contra el narcotráfico lanzada por el entonces presidente de México en el 2006, Felipe Calderón. Sin embargo, no debemos perder de vista que el número de muertos (más de 200.000) y desaparecidos (30.000 según estimaciones oficiales) y la total impunidad de estos crímenes (alrededor del 98%) demuestran que esta guerra responde a un problema aún más profundo y deja al desnudo la complicidad del Estado -cuando no su participación directa- en la violencia.

Por ejemplo, tendríamos que tomar en cuenta que cerca del 90% de la tierra productiva en México ha sido concesionada a mineras extranjeras o compañías madereras. La violencia paramilitar y la represión del Estado que acompañan a esta ola extractivista para «limpiar» las tierras de su población han resultado en la migración forzada o el desplazamiento interno de millones de personas.

Es en este contexto que comunidades indígenas por todo el país han establecido sistemas de autogobierno y unidades de autodefensa comunitarias, expulsando de esta manera a los cárteles de drogas y a los partidos políticos de sus comunidades y ciudade s, incluyendo (pero no limitado) a Cherán (Michoacán), a Santa María Ostula (Michoacán), a una red extensa de policías comunitarias en el estado de Guerrero, a los pueblos zapatistas en Chiapas cuyo territorio sigue siendo impenetrable para el narcocontrol, y ahora, a cientos de comunidades más que participan en el CNI que han declarado su intención de desmontar la malla de coordinación entre el extractivismo, el narcotráfico, los partidos políticos, y el estado mexicano.

De hecho, prácticamente los únicos lugares en el país que no están invadidos por la violencia, el narcotráfico, la extorsión y la complicidad entre los partidos políticos y los cárteles son estos sitios de autogobierno autónomo donde hay un tejido social intacto o reconstruido y mecanismos de autodefensa comunitaria que han prevenido que estas fuerzas se apoderen de sus comunidades. No debemos entender a estos experimentos de autogobierno como reductos exteriores a la cruda realidad del capitalismo mafia que representa el gobierno de México, sino como alternativas proposicionales para todo el país buscando promover procesos democráticos y la participación civil masiva.

Es decir, es en el contexto del colapso social generalizado que podemos dar sentido a la insistencia del CNI de que la propuesta del Concejo Indígena de Gobierno es para todo México, no sólo para los pueblos indígenas, y han invitado a personas no indígenas a unirse a esta iniciativa. En palabras de Marichuy :

Por eso dijimos, los pueblos indígenas del Congreso Nacional Indígena y nuestros hermanos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, que ya no estamos de acuerdo, que vamos a luchar y vamos a pelear por todos, no solamente por los pueblos indígenas, vamos a luchar por todo el mundo y vamos a caminar este país con nuestros pasos y nuestras voces, y todo lo que escuchamos y que vamos a seguir escuchando es algo que está viviéndose en nuestras comunidades, que están viviendo los barrios, colonias, en todo México. Es hora de que esa voz se escuche, es hora de que esos pasos caminen juntos. Juntos con nuestros hermanos del campo y la ciudad.

¿No hay ya un candidato presidencial de izquierda en México?

Como es normal en las perspectivas electoreras, el candidato establecido como el «mal menor» se comercializa como la única opción viable para detener a la derecha reaccionaria. Ese título, en este caso, le pertenece al fundador del partido político MORENA, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien ya ha sido tres veces candidato presidencial por el PRD (víctima de fraude en las elecciones presidenciales en 2006, y posiblemente en 2012).

AMLO ha prometido de manera insistente mantener la «estabilidad macroeconómica» y proteger los intereses del capital privado mientras propone «la reducción de la pobreza». ¿No es esta la típica fórmula para aplicar la austeridad neoliberal detrás de una simulación de la cascara de lo que alguna vez fue la izquierda? Es decir, ¿no podríamos ver en está formula algo así como el planteamiento de un «liberalismo social» (Salinas de Gortari) para el siglo XXI? Frente a esto nos deberíamos preguntar ¿cómo es que hemos llegado al punto en que un proyecto que tiene como propósito explícito mejor el bienestar del capitalismo («la estabilidad macroeconómica») hoy se pueda presentar como «de izquierda»?

En cambio, el EZLN y el CNI entienden que dada la dinámica de la crisis del capitalismo contemporáneo, aceptar la lógica del «mal menor» significaría aceptar la continua desintegración de México y la desaparición de sus pueblos y comunidades. Reconocen a sí que la sociedad mexicana y el mundo entero no tienen hoy más opción que enfrentar directamente al capitalismo y a todas sus devastadoras consecuencias.

Un Concejo Indígena de Gobierno para el mundo

A medida que los fracasos de las fuerzas electoreras «progresistas» se acumulan por todo el mundo -Syriza en Grecia, Podemos en España, el PT en Brasil, el Peronismo renaciente en Argentina, sólo por nombrar algunas-, nos debe quedar claro que lo que enfrentamos hoy no es solamente una batalla en contra de la derecha reaccionaria que implementa políticas xenófobas y protege la estructura de clases, cosa que podría ser contrarrestada por una izquierda progresista dedicada a las políticas de inclusión y redistribución. Más bien, el momento actual indica que a donde vamos todos juntos es a lo más profundo de la crisis capitalista y a la desintegración del sistema en sí, condiciones económicas globales cada vez más inestables, niveles de desigualdad que se disparan, la búsqueda de chivos expiatorios y una alarmante y acelerada destrucción ambiental.

En estas condiciones, el problema no es la voluntad de ningún político individual o de un partido: todo tipo de cárteles acompañan el colapso sistémico y cualquier clase política bajo el sistema capitalista que colapsa simplemente se convierte en otro cartel. Hay pocos lugares en el mundo como México donde no sólo la disolución de este sistema es tan claro, sino donde también ya hay alternativas que vienen desarrollándose desde hace años (¡siglos!) a través de las prácticas de toma de decisión colectiva y autogobierno. Entonces, es por esto la insistencia del Concejo Indígena de Gobierno que la única alternativa no es la implantación de otra clase política, sino la eliminación de la clase política en su conjunto. Es esto que hace que esta iniciativa sea no sólo la única posibilidad viable organizada para la supervivencia de las comunidades indígenas en México, sino también un especie de brújula que sirva para que todos nosotros podamos salir del desastre que representa el capitalismo actual.

Pero para esto, primero nos tendremos que convencer, como lo ha hecho el CIG, de que nadie nos salvará de las ruinas, excepto nosotr@s mism@s. Como lo explica la Comandanta Miriam del EZLN:

Pero ni pensemos, compañeras, que con el Concejo Indígena de Gobierno ni con nuestra vocera, no vamos a pensar que ellos nos va a salvar. Nosotros, cada uno de nosotros tenemos que salvarnos, compañeras, porque si no hacemos nada, nuestra vocera tampoco nos va a salvar, porque no es ese que manda pues, es el pueblo que tiene que dar la fuerza a nuestra vocera, es el pueblo que manda y nuestra vocera y nuestro Concejo de Gobierno, tiene que obedecer al pueblo. 

*Los siete principios del mandar obedeciendo

Servir y no servirse

Representar y no suplantar

Construir y no destruir

Obedecer y no mandar Proponer y no imponer Convencer y no vencer

Bajar y no subir

Mara Kaufman, doctora de antropologia y coordinadora del Taller de Estudio Intercomunal, un proyecto de El Kilombo 

Publicado originalmente en Counterpunch. Traducción por Valiana Aguilar

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.