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El Concejo Indígena de Gobierno en México. Crónica de una derrota anunciada para el mal gobierno

Fuentes: Rebelión

  La belleza de un movimiento en el ajedrez no se refleja sólo en su apariencia, sino en el pensamiento detrás de él. Siegbert Tarrasch     I El 26, 27 y 28 de mayo pasados se realizó la Asamblea Constitutiva del Concejo Indígena de Gobierno(CIG) en las instalaciones de la Universidad de la Tierra, […]

  La belleza de un movimiento en el ajedrez no se refleja sólo en su apariencia, sino en el pensamiento detrás de él.

Siegbert Tarrasch  

 

I

El 26, 27 y 28 de mayo pasados se realizó la Asamblea Constitutiva del Concejo Indígena de Gobierno(CIG) en las instalaciones de la Universidad de la Tierra, CIDECI, Chiapas. Se contó con la participación 230 delegados zapatistas, mil 252 representantes de pueblos y comunidades indígenas de todo el país, así como participantes de pueblos indígenas de Estados Unidos y Guatemala. También se contó con asistentes de la sociedad civil nacional e internacional. Sin duda, estos días habrán de quedar registrados en la historia política de México como parte de un proceso organizativo que habrá de sacudir a la nación entera. La formación de un Concejo Indígena de Gobierno no es un hecho menor para la historia de este fracturado país. Son contados los momentos de la historia de México en la que se formula, construye y formaliza una organización nacional popular, independiente y democrática. Este es uno de ellos y quizás uno de los más importantes.

Afuera del auditorio principal del CIDECI, cobijando las reuniones del CNI, había una obra de arte hecha por zapatistas. Se trataba de un colorido ajedrez labrado en madera, con piezas de diferentes tamaños. En esta obra de arte se representaba una partida de dos contrincantes. Por un lado Enrique Peña Nieto y Donald Trump que controlaban un ejército de piezas pintadas en color verde olivo. Del otro lado estaba un enorme pueblo de bases zapatistas, mujeres y hombres, cobijando un ejército de insurgentes zapatista. Estéticamente resultaba impactante el contraste que relucía de este trabajo. Por un lado la opacidad, monotonía y homogeneidad, por el otro un espacio bañado en diferentes colores y tamaños. Detrás del ajedrez un cartel que decía «Elige de qué lado estas, del lado de la razón o del lado de la fuerza».

II

En México se está cometiendo una barbarie bajo el amparo de una fachada democrática. La barbarie con coro electoral. El poder económico se encuentra concentrado como nunca en pocos apellidos. El despojo, la explotación, el desprecio y la represión avanzan a máxima velocidad. El ejército se ha convertido una guardia de ocupación nacional controlado por el Departamento de Estado. Una barbarie abalada por absolutamente todos los partidos políticos que ocupan curules en el parmalento (PRI, PAN, PR, Partido Verde Ecologista de México, MORENA, Movimiento Ciudadano, Nueva Alianza, Encuentro Social y los llamados «independientes»). Las elecciones se han convertido en el medio de legitimación de un estado violento y autoritario. No sólo son un negocio y un botín de lavado de dinero. Las elecciones hoy sirven para silenciar el horror que ha generado el capitalismo en este país.

En un contexto donde el capitalismo exige destrucción para seguir sobreviviendo, la clase política, convertida en office boy del gran capital, no cuenta con ningún grado de legitimidad para gobernar. Como resultado, México se halla en un estado de crisis política agitado por la rabia popular que sacude todos los rincones del país. Donde quiera que volteemos encontramos rabia, enojo y dolor, tan grandes como aquella que se visibilizaba en el periodo pre-revolucionario de principios de siglo XX. A decir por Lenin, la clase dominante se encuentra imposibilitada para «mantener su dominio en forma inmutable», no sólo porque la crisis capitalista les impide tomar acuerdos, sino porque «los de abajo no quieren» seguir viviendo como lo hacen.

En este escenario convulso, las candidaturas independientes se impulsaron por la clase política como una reforma constitucional para abrir espacios de legitimidad. En un contexto de crisis política en la que el descontento desborda cada rincón del país, la clase dominante hizo esta modificación constitucional que permitiera la participación de candidatos independientes a cargos municipales, estatales y federales. El objetivo anunciado de esta reforma es incluir a la sociedad civil en las decisiones de la política, pero el objetivo oculto es desmovilizarla. Así ocurrió en 1977-1978 cuando se dio registro legal al Partido Comunista Mexicano, Partido Demócrata Mexicano y Partido Socialista de los Trabajadores. Estos y otros, se incorporaron a la nueva idea del pluripartidismo con resultados pobres. La mayoría de los partidos nacionales y locales que obtuvieron registro no lograron consolidar su presencia entre la ciudadanía y terminaron por perder el registro legal. Por tanto, la llamada transición democrática sirvió para fracturar y desmovilizar a las organizaciones de masas en México.

La clase dominante, optimista por el antecedente de 1977, aceptó la reforma constitucional que incorpora candidaturas independientes con la idea de desorganizar y fracturar el enojo social que brota en todas las calles de este país. Sin embargo, nunca les pasó por la cabeza que esta reforma constitucional se iba a convertir en su propio problema. Tranquilos con la idea de que el EZLN y el CNI no «luchaban por ocupar el gobierno», pensaron que todo lo iban a tener bajo control. Pensaban que, por medio de candidaturas independientes, podrían canalizar el descontento hacia el territorio electorero y así desinflar la gran rabia que existe en este país. Pero nunca se esperaron lo que habría de venir. Con una sabiduría impecable, el EZLN y el CNI detectaron esta pequeña fractura que la clase política quiere cerrar con candidaturas independientes, para colarse y convertirla en una grieta irreparable. El CNI, como dijo Carlos Gonzales, se coló en la fiesta de los de arriba, no para acomodarse, no para subsumirse, sino para «echárselas a perder». Ese festín politiquero de las elecciones que silencia el despojo, la explotación, la represión y el desprecio, ahora va a tener a los despojados, explotados, reprimidos y despreciados adentro para arruinarles la diversión. No para ocupar los palacios y bailar con su música escalofriante, sino para apagarles la luz.

III

Entonces toma sentido el juego de ajedrez y la frase de Siegbert Tarrasch, porque los de arriba hicieron un movimiento mediante la aprobación de candidaturas independientes, y el EZLN-CNI, sin haber sido invitado a la partida, aprovechó ese movimiento para lanzarse encima del tablero y hacer una jugada maestra que no se » refleja sólo en su apariencia, sino en el pensamiento detrás de él» . Ahora el mal gobierno y la clase dominate, sin haberse enterado cómo pasó, tienen frente a ellos, como contrincante antagónico, un Consejo Indígena de Gobierno que representa a los pueblos originarios de todo el país. Sin enterarse cómo, cuándo y dónde, tiene a un contrincante preparado en todos los sentidos para decir «vamos por todo».

Aquí viene a colación un cuento que el finado Subcomandante Marcos contó en 2001:

Un grupo de jugadores se encuentra enfrascado en un importante juego de ajedrez de alta escuela. Un indígena se acerca, observa y pregunta que qué es lo que están jugando. Nadie le responde. El indígena se acerca al tablero y contempla la posición de las piezas, el rostro serio y ceñudo de los jugadores, la actitud expectante de quienes los rodean. Repite su pregunta. Alguno de los jugadores se toma la molestia de responder: «Es algo que no podrías entender, es un juego para gente importante y sabia». El indígena guarda silencio y continúa observando el tablero y los movimientos de los contrincantes. Después de un tiempo, aventura otra pregunta «¿Y para qué juegan si ya saben quién va a ganar?». El mismo jugador que le respondió antes le dice: «Nunca entenderás, esto es para especialistas, está fuera de tu alcance intelectual». El indígena no dice nada. Sigue mirando y se va. Al poco tiempo regresa trayendo algo consigo. Sin decir más se acerca a la mesa de juego y pone en medio del tablero una bota vieja y llena de lodo. Los jugadores se desconciertan y lo miran con enojo. El indígena sonríe maliciosamente mientras pregunta: «¿Jaque?». (Subcomandante Insurgente Marcos: El otro jugador». Marzo, 2001)

El CNI, a través del CIG y la vocera se encuentran en una partida de ajedrez frente a frente con el mal gobierno y el poder del capital, tal y como lo retrató la obra de arte que se expuso en el CIDECI. Quizás algunos medios e intelectuales todavía no lo perciban en toda su magnitud, pero en el ajedrez puedes anticipar una derrota varias jugadas antes de que ella ocurra. Quizás los de arriba todavía no lo ven, quizás piensan que no hay juego, quizás piensan que lo tienen todo controlado, pero esa pequeña fisura por donde se colaron los pueblos indígenas organizados es la primera jugada de una derrota anunciada para la clase dominante.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.