En una asamblea con más de diez mil representantes de movimientos sociales el MAS debatió, en medios de críticas y arrepentimientos, la estrategia para restructurarse. Con sus principales líderes exiliados y ocultos por las persecuciones, enfrentó así el mayor desafío de sus veinticinco años de historia. Fueron las mujeres las que, sin medias tintas, reclamaron […]
En una asamblea con más de diez mil representantes de movimientos sociales el MAS debatió, en medios de críticas y arrepentimientos, la estrategia para restructurarse. Con sus principales líderes exiliados y ocultos por las persecuciones, enfrentó así el mayor desafío de sus veinticinco años de historia. Fueron las mujeres las que, sin medias tintas, reclamaron que los candidatos no sean elegidos «desde arriba». El documento final le otorgó a Evo Morales el título de jefe de campaña. Con la ultraderecha golpista dividida todo parece indicar que otra vez las elecciones se decidirán entre quienes consagre el MAS y el partido de Carlos Mesa, así que la fórmula que resulte elegida deberá cargar con el desafío de una campaña electoral en pleno gobierno de facto.
En la mañana del sábado (7 de diciembre), miles de campesinas, campesinos, mineros y trabajadores comenzaron a juntarse en la plaza San Sebastián de Cochabamba, ante la mirada impávida de la población urbana, que ya había perdido la costumbre de ver a tanta gente del pueblo reunida. Con sus wiphalas flameando, subieron 200 metros por la colina de La Coronilla, para ingresar al Coliseo donde tuvo lugar el Ampliado Nacional del Movimiento Al Socialismo (MAS), el partido más grande de Bolivia, que en las últimas semanas sufrió ataques implacables que terminaron con 38 asesinatos aún no esclarecidos. Con sus principales líderes exiliados u ocultos, el MAS enfrenta al mayor desafío en sus veinticinco años de historia. Golpeado, de luto y desbandado, debe elegir de inmediato candidato o candidata a Presidente y vice, armar listas de postulantes para cargos en la Asamblea Legislativa Plurinacional, además de restructurarse para tener algo de la solidez que tenía cuando Evo Morales estaba en cada detalle orgánico.
El líder, el ausente, solamente se materializaba en los gritos y en los cantos de quienes ingresaban por miles al Coliseo. «¡Viva el Presidente Evo!», «¡Evo no está solo!», coreaban mientras subían la empinada colina. Con estas y otras frases invocaban al Presidente constitucional derrocado hace ya casi un mes. El camino escarpado estaba repleto de feriantes que aprovecharon la concurrencia para armar sus qhatus y vender lo que sea: desde milagroso jugo de maca hasta videos de las masacres de Senkata y Sacaba «con imágenes inéditas, nunca vistas en televisión ni en redes sociales», como pregonaban a cada paso, entre otros vendedores de wiphalas, frutillas y mocochinchi. La gente había llegado de todo el país, en muchos casos luego de viajar más de un día, por lo cual estaban hambrientos y cansados. Algunos de ellos, con platos calientes sobre las rodillas, comían quinua, mote, chuño, trigo; comidas típicas que habían llevado las caseras en enormes ollas, tapadas con trapos para no perder el calor.
Las y los feriantes recibían con aplausos y aliento a quienes iban entrando al Coliseo. En la ciudad de Cochabamba, donde ahora no se puede hablar del golpe en voz alta, se había formado un microclima de amor por la Bolivia perdida el último 10 de noviembre. En las cercanías del Coliseo, las y los campesinos podían estar tranquilos, que allí nadie los iba a discriminar ni acusar de «terroristas». Podían hablar de política a los gritos y no ahorrarse insultos para la autoproclamada Áñez y el ahora candidato presidencial Luis Fernando Camacho. Mientras hacían fila para entrar, tres ancianos debatían:
-Todos los de la derecha se quieren adueñar de nuestras riquezas para venderlas a otro país.
-¡Así es!
-¡Tenemos que levantarnos!- gritó uno de los tatas.
Cada tanto, las voces quedaban tapadas por el ruido de helicópteros del Ejército, que sobrevolaban la zona de cerca.
Críticas y arrepentidos
En los últimos años, se había instalado en el imaginario boliviano la idea de que Evo era un personaje dictatorial. El mismo Morales contribuyó a cimentar esta imagen, al desobedecer el resultado del referéndum del 21 de febrero de 2016. Según esos comicios, él no tendría que haberse postulado a las elecciones del 20 de octubre pasado, que ya fueron anuladas por la Asamblea con mayoría del MAS.
Pese a su fama de autoritario, Evo abandonó de inmediato la Presidencia cuando el golpe lo puso en jaque. Eso desconcertó a los golpistas, quienes esperaban que sanguinariamente se aferrara a su cargo. De modo que este «caudillo» se fue al exilio y sus bases, desde senadores y diputados hasta centrales campesinas, tuvieron que ver cómo arreglárselas sin que Morales les dijera qué hacer. En ese plan estaban ayer, cuando iniciaron el Ampliado.
Desde el comienzo de la reunión hubo abucheos a las intervenciones de algunos dirigentes. Entre diferentes sectores del MAS se echaban la culpa por no haber actuado correctamente ante el golpe de Estado. Consideraban que se podría haber hecho más para defender al gobierno de Evo. A lo largo de la tarde, por medio del debate se intentó aunar las posiciones que estaban enfrentadas. En cierta medida se lo logró, aunque el cierre de este encuentro estuvo a cargo de Juan Carlos Huarachi, el secretario general de la Central Obrera Boliviana (COB). Sí, esa misma que el día del golpe, con la Policía sublevándose en todo el país y con el Ejército lustrando sus botas, se sumó a los golpistas para pedir la renuncia de Evo. Huarachi pidió disculpas por lo que consideró «un error», pero con ello no logró disminuir la silbatina y la rechifla generalizada.
Sin la presencia de Evo, que estaba en cada detalle del partido, quedó al descubierto una militancia decidida a representarse a sí misma.
Desde abajo
En 2009, fracasó el intento de golpe de Estado cívico prefectural urdido por las autoridades de la Media Luna, como se llamaba a esa mitad del país confabulada. En ese momento, los militares apoyaron a Morales, lo cual determinó su victoria. Pero una vez derrotados sus enemigos, Evo se encontró con un gran territorio, como los departamentos de Santa Cruz, Beni y Pando, donde el MAS aún no tenía llegada. Por ello, Morales optó por realizar alianzas con políticos de derecha, que permitirían al oficialismo asentarse en las Tierras Bajas.
En las organizaciones campesinas sienten que fueron relegados de la administración pública cuando Evo empezó a darle prioridad a «los invitados», como le decía a esos políticos de derecha que fueron poblando el MAS.
Ayer, en el Coliseo, una dirigenta de la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias de Bolivia «Bartolina Sisa» (CNMCIOB «BS») tomó el micrófono para pedir «no aceptar más a los invitados. Porque ellos lo han traicionado al hermano Evo. Y en las reuniones nos han discriminado».
Para las elecciones de 2014, en varias partes de Bolivia las bases habían elegido a sus candidatos para diversos cargos. Pero en muchos casos, Morales terminó designando a otras personas, que no agradaban a las poblaciones locales. Muchas organizaciones obedecieron el mandato presidencial. Pero otras fueron con sus propios candidatos a sumarse a partidos de la oposición.
Para que no se repita este error, una dirigenta campesina de Pando reflexionó que «las bases deben elegir a los candidatos. Ya no podemos dejarnos imponer candidatos desde arriba». Ella aseguró que si la elección de candidatas y candidatos respeta al clamor de las bases, «vamos a tener una victoria contundente. Esa va a ser nuestra forma de honrar a nuestros muertos».
Si logra rearmarse, el MAS tiene grandes posibilidades en las próximas elecciones. El dúo golpista de Camacho y Marco Pumari se rompió, porque los dos quieren ser candidato a Presidente. Pero el exlíder cívico cruceño no tiene proyección nacional. Su ámbito de influencia se limita, por ahora, a su tierra natal. Lo mismo le pasa a Pumari, quien difícilmente consiga un voto fuera de Potosí. Con la fragmentación que quedó en el campo político de derecha extrema luego del golpe, los únicos que pueden aspirar a captar al 30 por ciento del electorado son el excandidato Carlos Mesa y el MAS.
Resoluciones
Luego de horas de debate, en el Coliseo fue leído un documento que fue aprobado por aclamación, en el cual califican al gobierno interino de Áñez como una «dictadura fascista racista».
Convocaron a «mantener la unidad granítica de todos los movimientos sociales, militantes y simpatizantes de las organizaciones sociales, para organizar la victoria del pueblo boliviano en las elecciones de 2020. Para eso, se designa al compañero hermano Evo Morales Ayma como jefe nacional de la campaña del MAS-IPSP (Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos)».
Asimismo, exigieron a la Asamblea Legislativa Plurinacional «instaurar el juicio de responsabilidades contra Jeanine Áñez Chávez, Presidenta autoproclamada, por la comisión de delitos de lesa humanidad». En este sentido, indicaron que también deben presentarse a declarar los ministros que nombró Áñez, así como las cúpulas de la Policía y las Fuerzas Armadas.
Por su parte, las organizaciones sociales presentes se comprometieron a bajar a sus comunidades para compartir los avances y determinaciones dirigidas a reconstruir al MAS.
Para cerrar el encuentro, la concurrencia gritó varias veces: «Patria o muerte/ Venceremos», frase que ya no repiten más los policías y militares, por orden de Áñez.
Terminada esta comunión, las diez mil personas que llenaban el Coliseo salieron a la intemperie, donde aún los esperaba dando vueltas un helicóptero del Ejército. Detuvieron su descenso por la colina de La Coronilla para alzar sus puños al cielo y gritarle al aparato: «¡Fuera!». Este «fuera» -que iba acompañado de una serie de improperios que es mejor no repetir- condensaba la rabia contenida de un pueblo que, si sigue unido, «jamás será vencido», como cantaban bajando y con sus wiphalas al viento.
Fuente: http://www.lavaca.org/notas/bolivia-hoy-el-congreso-del-mas-por-abajo-y-por-la-union/