Lo bueno de la libertad tecnológica y el Conocimiento Libre, con todo lo que ello conlleva (software libre, cultura libre, neutralidad en la red, …), es que cada uno hace una interpretación o asociación de ideología política, y por lo tanto, hay quien considera este mundo muy relacionado con las tesis más liberales y quien […]
Lo bueno de la libertad tecnológica y el Conocimiento Libre, con todo lo que ello conlleva (software libre, cultura libre, neutralidad en la red, …), es que cada uno hace una interpretación o asociación de ideología política, y por lo tanto, hay quien considera este mundo muy relacionado con las tesis más liberales y quien lo relaciona con el comunismo más radical. Realmente de lo que estoy seguro es que beneficia a todos y todas, y por eso, es siempre mi propuesta personal frente a las «otras» o lo que es lo mismo, a las propuestas cautivadoras.
Hace meses pude leer este post del amigo Javier Candeira y tenía muchas ganas de poder citarlo aquí, Izquierdas y derechas de copia, en el que el profesor Yochai Benkler de la Universidad de Harvard en su visita al Medialab-Prado de Madrid compartía un análisis sobre su libro «La riqueza de las redes»:
Benkler vino a decir que quienes habían leído solo la primera parte de su libro, el análisis económico de los fenómenos de producción en red como Wikipedia y el software libre, creían que era un liberal de mercado con tendencias a lo que llaman tecno-determinismo y un utopismo de «ideología californiana». Sin embargo, los que habían profundizado en la segunda y terceras partes de su libro, donde se mete en la harina de los mecanismos de gobernanza, tanto internos (desde los propios proyectos) como externos (legislación y regulación en la esfera pública) se sorprendían de ver una ideología tan…. «¡socialista!»
Desde luego yo me quedo y hago mía la reflexión de Candeira:
«…es posible oir dos interpretaciones polarmente opuestas de la misma frase sobre la libertad de copia. El copyleft, la copia permisiva, la producción social o como se la desee llamar es un fenómeno tan potente, y potencialmente tan disruptor del statu quo, que cada uno proyecta en él sus miedos y esperanzas. Para cierta derecha individualista y económicamente liberal, es una muestra de «verdadero liberalismo«. Otros lo critican tachándolo de comunista, como hizo Bill Gates, porque (parafraseando) «las patentes y la propiedad intelectual son lo contrario del comunismo«. Por supuesto, hubo quien reaccionó aferrándose a la etiqueta de «comunista» pero declarándola positiva, afirmando que el software libre es la expresión real del «de cada quien según su capacidad y a cada quien según su necesidad«. Y otros rechazando la etiqueta de «comunista», porque la consideran negativa.
…. estos comentarios sobre la cultura libre dicen en realidad más sobre el comentarista que sobre la cultura libre en sí. Al asociar la cultura libre a su ideología (unos diciendo que es liberal y buena, y otros comunista y buena), ambos campos reflejan lo mejor de sí, sus tendencias más positivas. Estas tendencias positivas son similares en ambas ideologías, al menos en sus objetivos declarados. Al denostar la cultura libre como ejemplo de la ideología contraria (unos diciendo que es liberal y mala, y otros comunista y mala), ambos campos reflejan lo peor de sí.»
Lo que si tengo muy claro es que los valores del software libre y la cultura libre son principios que defiende el socialismo, de ahí que aún siga sin comprender como no hay una apuesta única y decidida dentro de este actual gobierno, mientras que cada día más y más países apuestan de forma inequívoca por el avance social que supone el software libre.
Y es que, ya no solo hablamos de cuestiones económicas, sino también de igualdad social y soberanía tecnológica : «En junio del año 2001, representantes de 28 países en desarrollo de África, Medio-Oriente, Asia, Oceanía y América Latina, suscribieron en Brasil un documento llamado «Declaración de Río de Janeiro sobre Tecnologías de Información y Comunicación para el Desarrollo» en el que señalaban «que es de crucial importancia que los países en desarrollo participen efectivamente en los procesos de toma de decisión relativos a las tecnologías de información y comunicación, teniendo en cuenta sus impactos económicos, políticos, ambientales, culturales y sociales».