Habitualmente nos suele indignar que los medios de comunicación no se atrevan a desvelar muchas de las miserias y denuncias de las grandes multinacionales. Su poder como accionistas y anunciantes de muchos medios les permiten impunidad a la hora de salir a la luz la verdad de su actividad económica. Apenas se difunden periódicamente la […]
Habitualmente nos suele indignar que los medios de comunicación no se atrevan a desvelar muchas de las miserias y denuncias de las grandes multinacionales. Su poder como accionistas y anunciantes de muchos medios les permiten impunidad a la hora de salir a la luz la verdad de su actividad económica. Apenas se difunden periódicamente la denuncia de alguna ONG sobre las condiciones laborales en las empresas subcontratadas por esas grandes multinacionales en los países empobrecidos y, casi siempre, omitiendo o dejando para la letra pequeña el nombre de la empresa matriz. Este libro es la revancha contra su poder desvelando todos los trapos sucios que rodean a muchas de ellas.
Mantenimiento y complicidad con sangrientas dictaduras corruptas, financiación de paramilitares que masacran sindicalistas, explotación de menores en interminables jornadas laborales, saqueos de recursos naturales en reservas naturales protegidas, expulsión de poblaciones indígenas de sus ancestrales territorios, masivo deterioro medioambiental y desprecio a cualquier regulación fiscal y laboral son los métodos habituales de las grandes marcas comerciales.
Ellas ingresan millonarias sumas gracias a los consumidores del primer mundo, mientras abusan y explotan en los países pobres donde instalan su producción al margen de cualquier legislación y derecho laboral. Como dicen los propios autores «muchos de los hechos descritos en este libro apenas merecen la atención de los medios de comunicación, porque una gran parte de los crímenes de las multinacionales se producen en rincones olvidados del mundo».
El listado de marcas «infames» empezó siendo liderado en la primera edición de este libro por tres empresas cuyos productos están en la puerta de nuestras casas: la farmacéutica Bayer, la petrolera TotalFinaElf y el restaurante de comida rápida McDonald´s. En la presente edición Exxon Mobil y Mattel (la juguetera de las muñecas Barbie) se han incorporado al triste podium de las tres marcas más miserables.
El libro, además de repasar el lúgubre currículo de 48 marcas líder de diferentes sectores de producción, analiza en ocho capítulos algunos ejemplos indignantes de los métodos de funcionamiento de las empresas y su complicidad con gobiernos e instituciones.
Pero antes de todo ello, los autores hacen algunas precisiones que son muy de agradecer. Dejan claro que han elegido sólo algunas marcas a modo de ejemplo, en especial «a aquellas empresas que disponen de una elevada porción del mercado y que tienen marcas conocidas». «El hecho de que nombremos a Nike o Adidas no significa automáticamente que Asics, Brooks, Fila, New Balance o Puma sean mejores: simplemente han tenido la suerte de no estar tan extendidas», afirman los autores.
Para Klaus Werner y Hans Weiss no existen marcas propiedad de multinacionales que pudiesen integrar un «libro blanco», «cualquier empresa multinacional, que obtiene beneficios sobre la base de la diferencia de ingresos existente entre el Norte y el Sur, mantiene el statu quo en tanto no pague voluntariamente salarios que aseguren la existencia de los trabajadores ni invierta para elevar los niveles sociales y ecológicos». La única excepción serían los productos con el sello de «Comercio Justo».
En la revelación de la información de esta obra han participado grupos de derechos humanos, sindicatos, organizaciones religiosas y periodistas críticos de todo el mundo. Algunos de los casos estudiados han requerido la infiltración de los autores en ese mundo. Así, Klaus Werner se hizo pasar por un comerciante del mineral coltan para destapar el papel de Bayer en la financiación de la guerra en el corazón de Africa que ya se ha cobrado 3’3 millones de muertos. Hans Weiss se hizo pasar por ejecutivo de empresa farmacéutica para confirmar que jefes clínicos de Budapest hacían ensayos clínicos prohibidos con pacientes por encargo de grandes empresas farmacéuticas.
Ante las acusaciones de este libro, la mayoría de las multinacionales han reaccionado remitiéndose a su código de conducta en el que se pronuncian contra el trabajo infantil y a favor de la bondad del mundo. Un código cuyo cumplimiento está supervisado por ellas mismas, algo así como si la inspección de nuestra declaración de la renta la hiciese nuestro asesor fiscal. No se dispone de instituciones independientes que controlen el cumplimiento. En otras ocasiones intentan tapar sus miserias con supuestas obras sociales. Así, el presidente de Mercedes habla de «responsabilidad social», mientras su empresa fabrica minas antipersona prohibidas. O se envían a 120 directivos de Siemens a construir un campamento de verano para niños huérfanos de Alemania y de la República Checa mientras millones de personas del Tercer Mundo se ven desplazadas por la construcción de sus represas o siembra el mundo de peligrosas centrales nucleares. Otras veces, simplemente han mentido como hicieron Bayer, Shell o McDonalds.
Y como no podía ser de otra manera, la obra también incluye propuestas y sugerencias para que la ciudadanía reaccione y asuma un consumo consciente, responsable y crítico.
Tras leer este libro, uno tiene la impresión de que, en algunas ocasiones, el sistema tiene resquicios por los que se escapa la verdad y las miserias de los poderosos. No los desaprovechemos, conozcámoslos y esgrimamos la información necesaria para escupirles a la cara.
«El libro negro de las marcas. El lado oscuro de las empresas globales». Klaus Werner y Hans Weiss. Debate. 2004