Aspectos sobre la Guerra Sucia y algunos de sus actores, dentro de la estrategia contrainsurgente. Después de la represión ejercida sobre el movimiento estudiantil de 1968, las organizaciones obreras, campesinas y populares ligadas al PRI, dejaron de ser suficientes para el control social. Por lo que el Estado mexicano, respaldado por el modelo contrainsurgente estadounidense, […]
Aspectos sobre la Guerra Sucia y algunos de sus actores, dentro de la estrategia contrainsurgente.
Después de la represión ejercida sobre el movimiento estudiantil de 1968, las organizaciones obreras, campesinas y populares ligadas al PRI, dejaron de ser suficientes para el control social. Por lo que el Estado mexicano, respaldado por el modelo contrainsurgente estadounidense, establece una forma «novedosa» y radical de control, dedicado exclusivamente a reprimir violentamente todas las organizaciones que no se sometieran.
De manera que, después de derrotar militarmente el Estado mexicano a los grupos guerrilleros de la década de 1970, éste abrirá de lleno la etapa conocida como guerra sucia [1], caracterizada por la implementación del terror como método prioritario de amedrentamiento.
Para lo cual el Estado crea grupos clandestinos o secretos, conocidos como paramilitares, a partir de los cuales podrá reprimir a la población en general, sin que se le pueda comprobar algún crimen. Además de que, al eludir la ley, podrá mantener cierta aceptación en la población. Toda vez que, los actos realizados por los grupos paramilitares, carecerán de verosimilitud ante la población, gracias al control férreo de los medios de comunicación, mismos que durante años han tergiversado y omitido evidencias.
Logrando así, exculparse a gobernantes, militares, policías y demás implicados, hasta la fecha. Y en consonancia, han proliferado dichos grupos por todo el país, actuando la mayoría en una geografía determinada, definida por el lugar en que se suscitan los movimientos sociales, amparados siempre por el gobierno local y federal.
Pero, conforme algún grupo ha perdido su carácter de secreto, éste ha sido desarticulado, especialmente cuando ha salido a la luz pública algún hecho sanguinario y brutal cometido por ellos. O bien, cuando han logrado desarticular completamente algún movimiento social [2].
Operación de guerra sucia contra la población, que estaría encomendada principalmente a los militares Francisco Quirós Hermosillo [3] y Mario Arturo Acosta Chaparro. Para el caso de Acosta Chaparro, éste sería asignado a la 27 zona militar, desde donde coordinará, junto con autoridades de la Procuraduría General de la República (fiscalía de la nación), la destrucción de la guerrilla de Lucio Cabañas.
Orgulloso, Acosta Chaparro se jactaba entre sus colegas que en aquellos años del gobierno de Luis Echeverría y del general Hermenegildo Cuenca al frente de la Defensa Nacional, se dejó el cabello largo, calzó huaraches, comenzó a usar morral y sombrero para aminorar el fuerte sol de la zona de Atoyac. Atuendo con el que se infiltró en la guerrilla y se ganó entre sus colegas el mote del «Guara».
Graduado años atrás en guerra irregular en Fort Bragg, Carolina del Norte, sede de la escuela de guerra especial y de los Boinas Verdes del ejército estadounidense. Mientras que en México realizo el curso de fusilero paracaidista, (tal como lo han hecho los GAFE, grupo que posteriormente conformarían el sanguinario cartel de los ZETAS).
Ganándose el ascenso Acosta Chaparro a capitán mayor del ejército, después de la liberación del senador y cacique guerrerense Rubén Figueroa, secuestrado en mayo de 1974 por la guerrilla de Lucio Cabañas y liberado en septiembre de aquel año.
Posteriormente, para 1976, formará parte de una sección de militares incorporada al llamado «grupo exterior» de la hoy desaparecida Dirección Federal de Seguridad. Ahí será uno de los fundadores, junto a Quirós Hermosillo y Miguel Nazar Haro, de la Brigada Blanca, grupo paramilitar que se encargó de detener, torturar y desaparecer militantes de grupos guerrilleros a finales de los años 70.
Por su preparación en contrainsurgencia, Acosta Chaparro fue nombrado jefe del grupo de interrogatorios, encargado de obtener información de los detenidos mediante todo tipo de recursos. Uno de los cuales sería la instalación de puestos de control en caminos y carreteras, para realizar interrogatorios y detenciones sin motivo alguno.
Quirós Hermosillo y Acosta Chaparro escogían a los detenidos y los sentaban en una silla para sacarles «la foto del recuerdo«. Luego les disparaban en la nuca a los «paquetes», como llamaron a los civiles capturados. Con una pistola calibre .380, a la que le adaptaban un silenciador.
Pistola a la que Quirós nombró «la espada justiciera«, además de que enseño a sus subalternos a vendarles la cabeza a los civiles y apuntarles en la nuca para que murieran de manera instantánea.
Así, Quirós y Acosta harían de la base aérea de Pie de la Cuesta, el lugar de «operaciones especiales». Desde ahí despegaba un avión Arava, perteneciente al escuadrón 301, al cual subían a los cuerpos sin vida de los detenidos, y metidos en bolsas de lona, eran arrojados al mar, en lo que se llamó «los vuelos de la muerte».
Entre tales avatares, a Francisco Quirós Hermosillo se le atribuye la desaparición forzada de Rosendo Radilla Pacheco, quien fue visto por última vez en el ex Cuartel Militar de Atoyac de Álvarez, Guerrero, perpetrada el 25 de agosto de 1974, tras ser detenido ilegalmente en un retén militar.
En tanto que, se cree que Acosta Chaparro pudo haber ejecutado él solo a más de 200 personas, entre los años 1975 a 1979, hechos por los que nunca llegó a consejo de guerra. Y operó en Guerrero hasta 1999, aun cuando fue llevado, junto Quirós Hermosillo, ante la Fiscalía Especial de Movimiento Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP). Hechos en los que se dejaron de lado varios testimonios para que fueran condenados, incluso de militares subalternos, de manera que ambos, no recibieron ninguna condena por tales delitos.
Sino que sería hasta el final del mandato de Ernesto Zedillo, y cuando el gran amigo de ambos, el general Enrique Cervantes Aguirre, era secretario de la Defensa, que serían acusados de tener vínculos con el narcotráfico, particularmente con el Cártel de Juárez.
De manera que, sería condenado Acosta Chaparro por narcotráfico a 17 años de prisión la tarde del 2 de noviembre del 2002. Pero, después de cuatro años en prisión en diciembre del 2006, y tras ser nombrado Guillermo Galván (antiguo compañero del Colegio Militar), secretario de la Defensa Nacional. Fue puesto en libertad y recibió un homenaje junto a otros militares que en 2007 pasaron a retiro [4].
Además, un tribunal colegiado le ratificó el auto de libertad ante la «inconsistencia» de las acusaciones por narcotráfico y fue absuelto. Por lo que recuperó sus grados y patentes militares en ese año. Más toda vía, Acosta Chaparro [5] recibió asesoría y representación, durante el gobierno de Felipe Calderón, para negociar con el narcotráfico a nivel nacional.
Participación de la Dirección Federal de Seguridad en la guerra sucia.
Dentro del espectro de la guerra sucia impulsada en nuestro país por los personajes anteriormente citados, también tendrá un papel preponderante la Dirección Federal de Seguridad [6], dependencia de la Secretaría de Gobernación que inicialmente sería creada para dar información y protección del presidente de la República, pero posteriormente sería rediseñada como un instrumento de investigación, primero y de represión después.
Resultando entonces que, la DFS cumpliría una función casi tan importante como la del ejército. Sus agentes y comandantes participaran en la cacería de activistas del 68 y luego, en todo el país, de miembros de las guerrillas, de los sospechosos de serlo, así como de sus amigos y sus familiares.
Hechos que estarían a cargo del policía político, Miguel Nazar Haro, hombre que fue entrenado en la Escuela de las Américas y crea en 1976, junto con Quirós Hermosillo y Acosta Chaparro, la Brigada Blanca, misma que estaría conformada por 240 agentes de elite procedentes de diversas corporaciones, policías capitalinos y del Estado de México. Además de militares e integrantes de la Dirección Federal de Seguridad.
G rupo paramilitar que operará desde distintos campos militares, utilizando las cárceles de estos lugares como prisiones clandestinas para civiles, ya que por ley deben alojar sólo a reos de las fuerzas armadas. Hechos sabidos a partir de testimonios dados por algunos de los llamados desaparecidos políticos.
Destacando en tales eventos el Campo Militar Número 1, al convertirse sede de la Brigada Blanca. De suerte que, desde dicho centro se coordinó el ejército con las corporaciones policiacas en el combate contra los «subversivos» y sus acciones llegarían hasta Guerrero, Sinaloa, Chihuahua, Nuevo León, Jalisco, Puebla y Morelos.
A este grupo se le atribuye la desaparición del militante de la Liga Comunista 23 de Septiembre, Jesús Piedra Ibarra, hijo de la ex senadora de izquierda, Rosario Ibarra de Piedra.
Miguel Nazar Haro entre 2003 y 2004 enfrentó cargos por privación ilegal de la libertad de Jesús Piedra Ibarra. Sin embargo, nunca purgó una condena en la cárcel. Este hombre originario de Tuxpan, Veracruz, falleció el 26 de enero de 2012 a los 87 años, sin aclarar lo que ocurrió en la Guerra Sucia.
Algunos grupos paramilitares: el Batallón Olimpia, los Halcones, Grupo Sangre y las Brigadas Blancas.
El Batallón Olimpia, fue creado en febrero de 1968 y dirigido por Ernesto Gómez Tagle. Dándose a conocer como un grupo que se encargaría de la seguridad durante el desarrollo de las olimpiadas, al mantener el orden y la vigilancia de las instalaciones deportivas, antes y durante el desarrollo de los juegos que se desarrollarían en octubre de ese año [7].
Se sabe que, una de sus primeras acciones represivas consistió en auxiliar al Ejército Mexicano y al Cuerpo de Granaderos, en la toma del Casco de Santo Tomás, del Instituto Politécnico Nacional, el 23 de septiembre de 1968, en donde estuvieron vestidos de civil y con pañuelos envueltos en la mano izquierda arrestaron estudiantes.
Análogamente, en el mitin del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco, el mismo Batallón tuvo como misión, detener a los representantes del Consejo Nacional de Huelga, que se encontraban entre los oradores del mitin, en el tercer piso del Edificio Chihuahua. Para tal efecto, se vistieron de civil y se infiltraron exitosamente entre los asistentes al mitin, sin identificaciones, solamente armados con pistolas .45′ y un guante o pañuelo blanco listo para colocarlo en el mano izquierda como forma de identificación. Distintivo, que además llevarían todos los agentes policiacos.
De manera que, al desatarse la balacera, el espacio ocupado por la Unidad Habitacional Nonoalco-Tlatelolco, sería cubierto por tres cercos de seguridad. Y el primer cerco estaría hecho por miembros del Batallón Olimpia, y su objetivo sería rodear el Edificio Chihuahua, para impedir la entrada o salida del mismo. El segundo cerco comprendería la plaza y lo realizó la Brigada de Fusileros Paracaidistas. Finalmente, último se encargó de cubrir el resto de la Unidad de Tlatelolco y fue llevado a cabo por Batallones de Infantería del Ejército Mexicano [8].
Realizándose los primeros disparos, por francotiradores, y fueron dirigidos contra la multitud que se encontraba en la plaza. Al respecto, la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP) recabó cuatro hipótesis sobre quién inició los disparos: 1ª El Batallón Olimpia y un «Grupo Especial» creado por Fernando Gutiérrez Barrios, incluido en un informe dirigido a la DFS. 2ª Estudiantes y habitantes de Tlatelolco, versión difundida por la prensa y el gobierno de la época. 3ª Elementos del Estado Mayor Presidencial, desde el piso doce del Edificio Molino del Rey, de acuerdo también con un informe enviado por oficiales del ejército a la DFS y 4ª, por francotiradores enviados directamente por la DFS, apostados en el piso 21 de la Torre de la Secretaría de Relaciones Exteriores, bajo el mando de un comandante de apellido Llanes.
Mientras que, conforme con testigos ubicados en la terraza del Edificio Chihuahua, la balacera comenzó en el balcón al momento en que una luz de bengala tocaba el suelo de la plaza; un individuo con un arma de fuego y guante blanco en la mano izquierda, disparó sobre la multitud reunida en la plaza.
Testimonios que por su abundancia han llevado a concluir que fueron agentes gubernamentales, militares o policías, quienes comenzaron con el tiroteo, que existieron francotiradores en los edificios aledaños, incluyendo la iglesia de Santiago, así como la existencia del Batallón Olimpia y su participación en la masacre.
Hasta la fecha, no se sabe con precisión el número de muertos como consecuencia del ataque. En los archivos de la DFS se mencionan 26 muertos, mientras que en los archivos de la Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales se escribió el número 1433, sin embargo, testigos presenciales hablan de montículos de cadáveres que el ejército los aglutinó a la orilla de la plaza, contando decenas. Incluso, el testimonio de un ex agente del servicio secreto, protegido por la FEMOSPP, describió que «había visto más de un centenar de cadáveres en el cuartel de granaderos de Tlatelolco. [9]»
Los Halcones.
A diferencia del Batallón Olimpia, en el que todos sus miembros pertenecían a los cuerpos de seguridad y fue utilizado directamente para una masacre, los Halcones fueron un grupo de choque integrado por pandilleros, miembros del servicio de limpia, cargadores de los mercados del Distrito Federal, ex militares y algunos policías en activo.
Así que, en un principio se les utilizó para controlar a los grupos estudiantiles a través de golpizas durante el movimiento de 1968 y coadyuvaron para crear una imagen pública de que el movimiento estudiantil era violento. Para tal efecto, a partir del primer incidente entre estudiantes y policías [en julio de 1968], comenzaron a ser trasladados a los Talleres Generales del Departamento del D.F., vehículos procedentes del corralón, de la Secretaría de Hacienda, para un reacondicionamiento «urgente».
Luego se «habilitó» a empleados de la Oficina de Limpia y personas de pésimos antecedentes traídos ex profeso de algunos poblados del Estado de Hidalgo, como tripulantes de los mismos vehículos, y entre ellos se distribuyeron, por el mismo titular, José Tovar Miranda, trozos de manguera, martillos de bola, pistolas, metralletas, entre otras armas.
Más toda vía, los Halcones también serían utilizados para romper las huelgas. Actos para los cuales fueron entrenados en kendo, karate, judo, jiutitsu, box, combateka , prácticas de tiro con armas automáticas, uso de armas blancas, así como labores de espionaje, entre otras.
Acondicionamiento que se realizaba en la Cuchilla del Tesoro en San Juan de Aragón, ahí contaban con una pista de entrenamiento tipo comando, casino, depósito y carpas para dormir. Hechos dentro de los que cabe señalar que, en el grupo existió una élite entrenada en Japón, Inglaterra, Estados Unidos y Francia, y cuyos miembros encargaban de transmitir sus experiencias a los demás Halcones.
Se debe agregar también que, en 1970 algunos Halcones fueron utilizados para labores de «vigilancia» dentro del recién inaugurado y estratégico, Servicio de Transporte Colectivo Metro, lugar en el que se dedicaron a evitar mítines relámpago [10].
Dentro de tal espectro, el 10 de Junio de 1971, al grito de «¡Che-Che-Che Guevara!», y armados con varas de bambú, cadenas, palos, además de estar protegidos por policías y el cuerpo de granaderos, cercan, sobre la avenida de Los Maestros, enfrente de la Escuela Normal de Maestros, a una parte del contingente estudiantil que marchaba por primera vez desde los acontecimientos en la Plaza de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968.
Ahí, los Halcones arremetieron armados con rifles y pistolas, no obstante algunos estudiantes, lograron romper el cerco, permitiendo a muchos escapar de una muerte segura. Aun así, manifestantes que alcanzaron a llegar heridos a los hospitales de la ciudad, serían extraídos en el transcurso de la noche por los mismos Halcones, al amparo de camiones militares en los que muertos y heridos fueron apilados.
Actos ante los cuales, una vez más, el gobierno mexicano negaría su participación, apoyados por los medios de comunicación que hablarían de un «zafarrancho estudiantil». Sin embargo, a diferencia del 2 de octubre, fotógrafos y camarógrafos capturarían evidencias suficientes de la protección gubernamental a los atacantes y la publicarían.
Aspecto dentro del cual abundara el hecho de que, los Halcones se encontraban directamente bajo la nómina y control del Departamento del Distrito Federal (DDF), por lo que no se podía negar un vínculo directo con el presidente de la República, ya que el DDF era un órgano público descentralizado de la gestión federal, administrado por un Regente, que a su vez era nombrado por el Presidente de la República.
Aun así, al igual que el 2 de octubre de 1968, los cadáveres fueron «desaparecidos», por lo que tampoco se pudo establecer un número determinado de muertos.
Cabe añadir que, después del 10 de junio, algunos Halcones siguieron trabajando para el DDF, golpeando a estudiantes, rompiendo huelgas y actuando como grupos de choque ante grupos antagónicos al regente en turno.
En tanto que, otros más, con los conocimientos técnicos aprendidos y financiados por el Estado, se dedicaron a cometer asaltos y secuestros, amparados en una supuesta agrupación política o de Bandera Falsa llamada Comando de Acción Revolucionaria Armada (CARA), mismo que estaría conformado también por miembros anticomunistas como Sergio Martínez Romero, El Fish y gente del Movimiento Universitario de Restauración del Orden (MURO).
Hechos dentro de los cuales será muy relevante que sus elementos eran jóvenes, mayoritariamente de clase humilde y pandilleros [11], puesto que ello les permitió tener una mayor duración y dinamismo, ya que exculpó con mayor facilidad a las autoridades, a la vez que justificó el discurso tras el 2 de octubre de 1968, que llamo a la «unidad y conciliación», por parte de Luis Echeverría Álvarez [12].
Sin embargo, al no ser militares, carecieron de toda la logística de impunidad institucional, tal como que si contó el Batallón Olimpia. Añadiéndose el hecho de que, toda la información dentro de los Halcones estaba fraccionada, por lo que muy pocos conocían la existencia de otros grupos que entrenaban, así como los nombres de sus dirigentes.
Resultando entonces que, a los pocos días de lo sucedido el 10 de junio, varios periodistas pudieron publicar imágenes en las que aparecen Halcones disparando rifles M-1, pistolas .45′, blandiendo cadenas, varas de membrillo y bambú, ante la impasibilidad de las fuerzas policiacas [13].
A lo cual se le añadirá el hecho de que, muchos fueron reconocidos por familiares y vecinos, perdiendo con ello su secrecía. Y a partir de las detenciones realizadas tras los asaltos cometidos por algunos ex Halcones, se conservaron sus declaraciones ministeriales en los archivos gubernamentales, y en las que para exculparse, contaron con lujo de detalles su entrenamiento y de nueva cuenta la complicidad gubernamental al mantenerlos a sueldo en las nóminas del DDF como empleados de los servicios de limpia o entrenadores deportivos.
A la vez que, el Batallón Olimpia jamás fue molestado y sus miembros continuaron en el anonimato de las fuerzas armadas; los Halcones en cambio, perdieron rápidamente esa protección clandestina, hasta ser desechados con una gratificación de cinco mil pesos.
Pero aún, al paso del tiempo, algunos ex Halcones recibirían cartas y llamadas anónimas mediante las que fueron amenazados de muerte, quedando así deshabilitados como cuerpo represivo [14].
Grupo Sangre.
El Grupo Sangre, surgió tras el secuestro del candidato priista a la gubernatura, Rubén Figueroa. Y estuvo conformado por policías retirados, así como militares bajo las órdenes del General de División, Diplomado en Estado Mayor, Salvador Rangel Medina, comandante de la 27ª Zona Militar. Pero además, algunos campesinos acusaron también al Teniente Coronel de Infantería, Francisco Quiróz Hermosillo, Comandante del 2º Batallón de la Policía Militar, de pertenecer a tal agrupación.
Las acciones de dicho grupo estarían constreñidas al Estado de Guerrero, tanto a nivel rural como urbano, cometiendo actos de tortura y asesinatos sobre militantes y simpatizantes del Partido de los Pobres. De suerte que, el Grupo Sangre cazaba a las bases sociales guerrilleras en la retaguardia de las zonas conurbadas de Acapulco, mientras que, el Ejército Mexicano enfrentó al PdlP en las montañas.
Así, comenzaron a aparecer cadáveres sin identificar y con señas de tortura producidas por quemaduras, en Acapulco y poblaciones cercanas. Y, a partir de entonces se promoverá la «despersonalización» de los asesinados.
En vista de que, al desconocerse la identidad y las causas de los asesinatos, se le ha podido restar importancia, hasta justificar las muertes diciendo que, pueden ser personas conectadas con el hampa o con traficantes de drogas o bien que se trata de gente que cometió algún crimen, por lo que han sido ejecutadas en venganza [15].
Actos a los cuales el Grupo les sumo el contar con una cárcel clandestina, ubicada en la colonia Fraccionamiento de Costa Azul, y reportando sus actividades únicamente al gobernador y al Comandante de la Zona Militar de Acapulco.
Y más toda vía, al pertenecer sus miembros a institutos armados, se les otorgó impunidad y clandestinidad permanente. No se sabe quiénes eran sus miembros, pero no así quienes lo comandaban (Salvador Rangel Medina, Francisco Javier Barquín y Francisco Quiróz Hermosillo).
Finalmente, para 1976, la DFS reportó que el Grupo Sangre había dejado de existir, no obstante que, treinta de sus miembros actuaban en un grupo clandestino de represión bajo las órdenes del Capitán Francisco Javier Barquín. Dicho grupo según se indicó, se dedicaba a vengar los insultos cometidos contra el gobernador, Rubén Figueroa o se orientó contra las personas que han tenido problemas con el Ejército, como traficantes de drogas (para llegar a un arreglo). Sujetos que en su mayoría tras ser detenidos, fueron desaparecidos [16].
La Brigada Especial o Brigada Blanca.
El último grupo, más tecnificado, especializado y temible de los años setenta fue, la Brigada Especial o también llamada Brigada Blanca. Ésta, superaría por mucho a los grupos paramilitares ya citados. Hecho que se observa a partir de que su logística sería de alcance nacional, tanto urbano como rural y demostrando su «infalibilidad» en el combate a la subversión, al lograr eliminar a muchos de los movimientos sociales.
Creada la Brigada Blanca, para eliminar a la Brigada Roja de la Liga Comunista 23 de Septiembre, así como luego de los asesinatos de los empresarios Eugenio Garza Sada, líder del grupo Monterrey; Fernando Aranguren, presidente de la Coparmex en Jalisco, y de la empresaria Margarita Saad Valenciano, plagiada en Guerrero [17].
La Brigada Blanca tendría una estructura militar y civil integrada por: Luis de la Barreda Moreno, director de la Federal de Seguridad; responsable de la Comisión de Seguridad, Miguel Nazar Haro; jefe del departamento jurídico, Alfonso Cabrera Morales; coordinador general de la comisión y responsable de las operaciones, Francisco Quiroz Hermosillo, comandante del segundo batallón de la Policía Militar; jefe del Estado Mayor, Mario Arturo Acosta Chaparro Escapite -de él dependían las jefaturas regionales y operativas, en las que se encontraban personajes como Salomón Tanús y Francisco Sahagún Baca [18].
Personajes, los últimos dos, que fueron comandantes del temible Servicio Secreto y la División de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia (DIPD). Así como trabajaron al lado de Arturo El Negro Durazo Moreno.
Además de tales sujetos, el gobierno para combatir a la Liga en la capital, desplegó helicópteros, un grupo especializado en desactivación de explosivos, comunicaciones y acciones especiales (expertos tiradores de precisión, personal con manejo sicológico), además de que convirtió los separos, que estaban en instalaciones de la DIPD en centros de tortura.
Acciones que se darían de manera que, el exterminio de las guerrillas rurales, recaería en el Ejército, especialmente sobre la Brigada de Fusileros Paracaidistas. Mientras que, para el combate de las guerrillas urbanas, se usaría a la policía, pero no los agentes uniformados preventivos, sino la policía de investigación, que con ropas de civil, han tenido la posibilidad de mimetizarse entre la sociedad; así como policías judiciales, agentes de la ex policía secreta y de la DFS [19].
Ofensiva que, hasta 1976, en el Valle de México, se encontraría a cargo de un grupo de agentes pertenecientes al C-047108 de la Dirección Federal de Seguridad; sobre el 2º Batallón de la Policía Militar del Ejército Mexicano; para el Distrito Federal en la 6a Brigada de Servicios Especiales, también conocida como «Base 21» o «Comandos», de la División de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia (DIPD), rama de investigaciones perteneciente a la Dirección General de Policía y Tránsito (DGP y T), integrada por un jefe, 33 oficiales y 60 agentes; para el Estado de México, fue creado el Batallón de Radio Patrullas del Estado de México ( BARAPEM ), perteneciente a la policía estatal; y, por último, por agentes asignados de la Policía Judicial Federal (PJF) y del Distrito Federal (PJDF).
Dichas corporaciones hacían investigaciones por separado y guardaba con celo sus pesquisas, ya que las capturas logradas figuraban como beneficios políticos para los altos funcionarios de cada dependencia, aspecto que derivo en que el combate a la guerrilla fuera disperso y desordenado.
Causando la falta de coordinación caos en las investigaciones; la Policía Judicial Federal buscaba a guerrilleros que habían muerto a manos del Ejército Mexicano, además de que el Ejército, no transfería detenidos a la DFS para interrogarlos, por lo que los agentes debían ir a los cuarteles militares a tomar sus propias declaraciones.
En otras ocasiones, los agentes Judiciales llevaban a cabo operativos aparatosos que ponían en alerta a los militantes, lo cual les permitía su fuga; los agentes de la DIPD se concentraban en obtener información que les permitiera saber dónde estaba el dinero de la guerrilla, posibilitándole a los detenidos ganaran tiempo y sus compañeros abandonaran las casas de seguridad [20].
Respecto a los agentes comisionados a la Brigada Especial, estos serían en su mayoría jóvenes con edades entre los veinte y treinta años, lo cual les permitió pasar desapercibidos al realizar sus patrullajes. Así como, fueron sujetos que contaban con experiencia como policías políticos, infiltrándose en organizaciones estudiantiles de izquierda o participando en la destrucción violenta de ellas, como fue el caso de Max Toledo y Carlos Morales García, golpeadores y pistoleros al servicio de la Federación de Estudiantes de Guadalajara, por lo que no necesitaron algún tipo de adoctrinamiento, excepto clases sobre cómo se originó la LC23S basadas en el Libro Blanco de la Liga Comunista, hecho para tal efecto.
En el caso de los salarios de los agentes, estos eran bajos, pero en contra parte recibían importantes prestaciones sociales como un bono mensual de $3,000.00, armas, artículos personales a bajo costo, gratificaciones por parte de empresarios, corporaciones y políticos, además de un codiciado botín de guerra, en que se convertían las pertenencias de militantes de la LC23S y sus familiares, a quienes dejaban sus casas vacías y en caso de que los ocupantes murieran o desaparecieran, también se quedaban con las casas.
Y se encontrarían entre los miembros más destacados de la Brigada: Rafael Moro Ávila, nieto del ex gobernador de Puebla; Maximino Ávila Camacho, hermano del ex presidente Manuel Ávila Camacho; Julián Slim Helú, subdirector de la DFS en diciembre de 1976, hermano de Carlos Slim Helú, beneficiado en los años 90′ con la privatización de Teléfonos de México; Andrés Quintanar Reyna, hijo del General Alberto Quintanar López, uno de los dirigentes del Batallón Olimpia.
Dentro de las actividades que realizo la Brigada se encontrarían el espionaje, realizado hacia familiares y amigos de los militantes identificados, mismos que podían permanecer durante días o semanas detenidos e incomunicados en el Campo Militar Número Uno o en los reclusorios de la ciudad.
Además, los actos de espionaje convirtieron en marginados sociales a algunos militantes, puesto que sus familiares, ante el terror de ser detenidos o el odio de perder sus bienes materiales los dejaron en el olvido presos. Mientras que otros exmilitantes y sus familiares ante el temor de que alguien algún día fueran a buscar información acerca de lo que callaron o negaron, se convirtieron en ermitaños, de suerte que algunos, desilusionados y en soledad, cayeron en alguna adicción o se suicidaron [21].
Así también, la Brigada realizaría patrullajes, que le serían posibles gracias a que jamás fue expuesta oficialmente por las autoridades gubernamentales y sus miembros, mantenidos en absoluto secreto, pudieron movilizarse por todos los rincones de la ciudad e infiltrarse como estudiantes, obreros, albañiles, taxistas y vendedores ambulantes, con el único fin de detectar las repartizas del Madera.
Motivos por los cuales, de pronto durante algún enfrentamiento con la guerrilla, aparecían vendedores callejeros de fruta, trabajadores de Telmex, de la compañía de luz, taxis con antenas de radiotransmisión en el toldo, turistas, clientes de una tortería y encuestadores. Todos portando armas cortas automáticas listas para enfrentamientos callejeros, y entre el equipo del disfraz (puestos de fruta, cajas de herramienta) armas largas, como los fusiles Fal M-1 y M-2.
Y durante los enfrentamientos en las casas de seguridad, los agentes tomaban rehenes, casi siempre familiares o militantes detenidos, para utilizarlos como escudos humanos y que los atrincherados dejaran de disparar, pero si tal no ocurría, comenzaban a ejecutarlos como medio de coacción y terror.
Posteriormente lanzaban bombas de gas dentro de la casa y disparaban a todo aquél que saliera, principalmente en las piernas para poder llevárselo vivo y torturarlo para obtener información. Después del enfrentamiento llegaba un segundo grupo al lugar de los hechos y se encargaba de conducir a los detenidos, quienes eran vendados rápidamente de los ojos y aventados al piso en vehículos distintos, en donde los agentes se subían en ellos para que no pudieran moverse y en el camino eran golpeados.
Por otro lado, otra forma de control ejercida por el gobierno sobre la población, sería el uso de los jefes de manzana, elegidos por medio de planillas entre los vecinos de una calle para, al menos en teoría, apoyar el cumplimiento de planes y programas del gobierno o bien realizar obras y acciones de beneficio entre vecinos [22].
Pasando los nombres de todos los jefes de manzana a formar parte, a través del PRI, del sistema de informantes de la Brigada Especial, siendo que debían avisar inmediatamente sobre movimientos sospechosos de vecinos o casas de apartamentos.
La aplicación de tales acciones fue llamada por los franceses Dispositivo de Protección Urbana y los estadounidenses Aldea Estratégica. Además, la Brigada también se valdría de encuestas falsas, hechas casa por casa, con las que contabilizaba el número de habitantes, la escolaridad, ocupación y si había miembros de una familia que se encontraran en otro Estado de la república.
Conocimiento sobre la población, dentro de una determinada zona geográfica, que les sería fundamental para preparar patrullajes, ya que, al tener una idea de quiénes habitaban en determinada zona, les era más fácil ubicar y detener a personas sospechosas.
Dentro de la misma lógica, se encontrarían grupos que patrullarían alrededor de las escuelas de nivel medio superior, llevando en sus vehículos fichas con los nombres y fotografías de todos los estudiantes sospechosos de militar o simpatizar con organizaciones sociales y armadas.
Así, se les facilitaba detener a los estudiantes en cualquier momento, para obtener información que pudiese llevar a la detención o eliminación de algún guerrillero. Mientras que las fotografías, generalmente fueron extraídas de los expedientes escolares, en complicidad con las autoridades escolares, generalmente de la UNAM e IPN, con los servicios policiacos en el combate a la guerrilla.
Dentro de tal entramado, los empresarios también fueron excelentes proveedores de información, facilitando expedientes laborales, así como realizaron informes sobre quienes simpatizaban con ideas comunistas e informaron sobre la aparición de pintas y repartizas en los alrededores de sus fábricas o empresas [23].
Además de que, cuando encontraron propaganda dentro de sus empresas o dirigida a sus trabajadores, los empresarios infiltraron agentes de la Brigada Especial para ubicar a los militantes y las fechas de las repartizas del periódico Madera. Hechos ante los cuales, algunas veces, los agentes extendieron su ayuda, deteniendo a todo aquel obrero que intentara llevar a cabo algún tipo de organización laboral.
Cabe señalar además que, independientemente de la infiltración a las fábricas, había patrullajes intensos en las zonas industriales durante todo el horario laboral de diecinueve horas, permaneciendo las patrullas observando e intimidando a los trabajadores.
Ayuda ante la cual los empresarios a cambio, financiaron a la Brigada Especial, presentándose los casos de sobre sueldos que recibían agentes de la Brigada Especial como Nazar Haro. Incluso algunos empresarios lo solicitaron para realizar ‘trabajos’ de investigación como el robo de mercancía, espionaje corporativo, negociación ante secuestradores y demás.
De forma que, pese a ser disuelta la DFS y con ella la Brigada Especial, algunos comandantes y agentes encontraron protección, trabajo y financiamiento en el seno de los grupos empresariales de todo el país, particularmente para la conformación de empresas de seguridad, ante los cual los empresarios señalaron que dichos agentes fueron patriotas al servicio de la nación.
La reconfiguración de la Brigada Especial.
Ante la desarticulación y debilitamiento militar de la Liga, el gobierno de José López Portillo permitió la competencia directa de funciones entre la Brigada Especial y un nuevo grupo represivo dependiente de la Dirección de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia (DIPD): el Grupo Jaguar.
Dicho grupo sería más brutal y sanguinario que la Brigada Especial, y serían ellos los que eliminarían al último dirigente histórico, Miguel Ángel Barraza García, durante un enfrentamiento en las inmediaciones de Ciudad Universitaria en el Distrito Federal, el 23 de enero de 1981, así como detuvieron – desaparecieron a la última dirigente, Teresa Gutiérrez Hernández, el 12 de enero de 1982.
No obstante tales hechos, pervivirá del deseo de exterminio por parte del gobierno de la guerrilla durante los gobiernos de Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo, Miguel de la Madrid y hasta la fecha.
De suerte que, si la competencia entre la Brigada Especial y el Grupo Jaguar provoco la disminución de la operatividad del grupo. Por otra parte, se ha podido continuar con la estrategia contrainsurgente, pero a principios de los ochenta toma más un carácter de guerra psicológica diseñada por el Ejército Mexicano, por lo que en 1982, el presidente José López Portillo, declara una amnistía a los guerrilleros que continuaban en prisión, en tanto que la Brigada siguió activa, al menos hasta 1984.
Hechos que también coincidirán, en los años ochenta, tras el triunfo de la Revolución Sandinista en Nicaragua, con la modificación de las estrategias contrainsurgentes en todo el mundo, que a partir de entonces recurrirá con mayor prioridad al paramilitarismo como forma de combate, aspecto que se expresa hoy en día en el narcoparamilitarismo.
Aspecto que ha tenido su expresión más acabada en Colombia, donde los grupos económicos y políticos afectados por la guerrilla, han financiado a grupos mercenarios, también conocidos como autodefensas, y que reconociéndolos como organizaciones políticas beligerantes, han podido recibir beneficios e inmunidad otorgada a través de amnistías.
Expresándose en México también en años recientes, particularmente en el estado de Michoacán, toda vez que una vez desarticulada la guerrilla urbana mexicana, resurgió la guerrilla rural con los grupos que pudieron sobrevivir a la persecución de los años setenta y ochenta, y éstos utilizan nuevas estrategias en las que el uso de las armas es casi simbólico y cuenta más la penetración mediática entre la población [24].
De manera que el Estado mexicano ha continuado con su línea represiva, a partir de que las torturas, desapariciones y ejecuciones siguen presentes en los grupos policiacos y militares. Máxime cuando, quienes exterminaron a la guerrilla de los setentas y ochentas se convirtieron en comandantes e instructores de nuevos grupos represivos, a pesar de que la mayor parte de sus miembros sufrieron el mismo final que los demás grupos clandestinos de represión, señalados y repudiados por la sociedad.
Hechos que se articularan que el conocimiento exclusivo adquirido por algunos comandantes y agentes, sobre como operan la política y los empresarios, es decir, la corrupción, y se valieron de ésta para enriquecerse o participar en actos criminales.
Más aun cuando durante la represión hacía la guerrilla, se entretejieron alianzas con algunos narcotraficantes, hecho reconocido por el General Mario Arturo Acosta Chaparro, quien declaro que: «Los impuestos de los narcos crearon fortunas… y otra parte del dinero… fue destinado a la lucha contra los movimientos subversivos» [25].
Aspecto que contribuirá para que algunos agentes se dedicaran con especial énfasis al negocio del narcotráfico como Arturo Moreno Espinoza, quien ofrecía protección a narcotraficantes en Sinaloa donde era jefe de la Policía Judicial en 1988. Así como Manuel Cavazos Juárez y Rodolfo Reséndiz Rodríguez, mismos que participarían en la matanza de doce asaltantes colombianos y un mexicano cuyos, restos fueron arrojados al Río Tula en 1981.
Y que de ahí dieran de nuevo el salto a la represión contrainsurgente, pero esta vez mediante el narcoparamilitarismo.
Hemerografía.
Falleció de cáncer el general Francisco Quirós Hermosillo – La Jornada
www.jornada.unam.mx ‘ Inicio ‘ Política
Falleció de cáncer el general Francisco Quirós Hermosillo – La Jornada
www.jornada.unam.mx ‘ Inicio ‘ Política
www.cedema.org/uploads/Ortiz_Rosas-2014.pdf
Una ola de saqueos pone en alerta al Estado de México – El País
https://elpais.com ‘ Internacional
El policía – Rafael Rodríguez Castañeda – Primer capítulo …
https://www.megustaleer.com/libro/el-policia/MX7645/fragmento/
Asesinan al general Mario Arturo Acosta Chaparro – Proceso
www.proceso.com.mx ‘ Nacional
Acosta Chaparro: Las deudas de un boina verde – Animal Político
https://www.animalpolitico.com ‘ Seguridad
Notas
[1] En octubre de 1961, año en que la Revolución Cubana se asume socialista, oficiales del Ejército Mexicano fueron enviados a tomar el Primer Curso Interamericano de Guerra Contrarrevolucionaria celebrado en la ciudad de Buenos Aires, Argentina.
Ahí aprendieron tácticas y estrategias de guerra no convencional, también conocidas como de Guerra Sucia, desarrolladas por el ejército francés tras la derrota sufrida en las guerras de liberación de Indochina y Argelia; mismas que estaban basadas en nueve puntos: La creación de escuadrones de la muerte, encargados de asesinar a miembros de la subversión y sospechosos; la desaparición de detenidos a los que ya se les había arrancado información a través de la tortura; el Dispositivo de Protección Urbana, diseñado para controlar los movimientos de la población; el patrullaje sorpresa, consistente en la detención violenta y sorpresiva de individuos en zonas de afluencia masiva, con el fin de atemorizar a la población; conformación de grupos paramilitares para que la población civil atacara a los grupos subversivos; Acción Psicológica, con la que se llevaban a cabo actividades tendientes a desprestigiar a los grupos subversivos; creación de campos de concentración en los que se obtenía el arrepentimiento de militantes revolucionarios para infiltrar sus antiguas organizaciones; la utilización de la tortura como forma de obtener información, misma que era vista como una «constructiva razón de Estado»; Por último se encontraba el golpe de Estado o guerra total, con la que se obtenía el pleno dominio militar sobre la población y con ello se procedía al desplazamiento de poblaciones para asegurar un máximo control y la eliminación de cuadros revolucionarios como táctica para eliminar a la subversión.
Algunos de estos nueve puntos de la guerra contrarrevolucionaria o contrainsurgente fueron aplicados en el combate contra los grupos armados mexicanos, en especial el asesinato, la tortura y la desaparición de militantes detenidos, sin atacar por ningún motivo las causas que le dieron origen. Extraído de: T esis – Cedema.org
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Para información más detallada sobre el concepto de Guerra Sucia también se puede consultar en Rebelión: México arde al calor empresarial (IX y último). El vínculo indisoluble entre el proyecto empresarial y la contrainsurgencia. Ramón César González Ortiz. 04-09-2017
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[3] Falleció en un hospital militar, en 2006. Implicado en presuntas desapariciones forzadas ocurridas en el estado de Guerrero, además fue sentenciado por las autoridades militares por ser penalmente responsable de haber dado protección al extinto Amado Carrillo Fuentes, creador y líder del cártel de Juárez, de acuerdo con información de inteligencia gubernamental
Falleció de cáncer el general Francisco Quirós Hermosillo – La Jornada
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[4] Acosta Chaparro: Las deudas de un boina verde – Animal Político
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[5] Acosta Chaparro sería asesinado en 2012, baleado luego de que descendió del vehículo en el que se transportaba, una camioneta Explorer azul marino, placas 275-UBK del Distrito Federal.
Hecho que ocurre, en momentos en que el general investigaba el secuestro del panista Diego Fernández de Cevallos y se crea la «comisión de la verdad», que estaría encargará de investigar las desapariciones durante la «guerra sucia» en el estado de Guerrero, de las cuales uno de los principales implicados era el general Arturo Acosta Chaparro.
La comisión tendría una vigencia de dos años para su funcionamiento y facultades para acceder a los archivos judiciales de la época, con el objetivo de «procesar judicialmente» a los responsables de las violaciones a derechos humanos durante las décadas de los 70 y 80.
Asesinan al general Mario Arturo Acosta Chaparro – Proceso
www.proceso.com.mx ‘ Nacional
[6] 1947, el presidente Miguel Alemán Valdés crea por decreto creó la Dirección Federal de Seguridad (DFS), adscrita a la Secretaría de Gobernación.
El policía – Rafael Rodríguez Castañeda – Primer capítulo …
https://www.megustaleer.com/libro/el-policia/MX7645/fragmento/
[7] Estuvo constituido por «120 elementos provenientes de batallones del ejército de todo el país, elementos de la Dirección Federal de Seguridad, Policía Judicial Federal, Policía Judicial del Distrito Federal e Inspección Fiscal Federal», contaba con un alto número de oficiales, además de depender directamente del Estado Mayor Presidencial (EMP), el que a su vez, es el encargado de la seguridad y logística del presidente de la república. En: T esis – Cedema.org
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[11] La utilización de personas de bajos recursos económicos dentro de los grupos represivos ha sido una constante a lo largo del tiempo. Karl Marx escribió en El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte que la República Burguesa francesa, dirigida por Luis Napoleón, había derrotado la insurrección proletaria de junio utilizando, entre otros, al lumpen proletariado organizado en la Guardia Móvil, creada en 1848 y reclutada con jóvenes de baja extracción social, con la misión principal de reprimir las revueltas populares. En: T esis – Cedema.org
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[12] Similar a lo ocurrido durante el actual mandato priista encabezado por Enrique Peña Nieto, los llamados saqueos a principios de 2018. Actos registrados desde la zona metropolitana de Toluca, la capital del Estado, hasta el oriente en los suburbios de Nezahualcóyotl y Ecatepec. Así como en Michoacán e Hidalgo, y en la Ciudad de México, en las delegaciones Gustavo A. Madero e Iztapalapa. En: Una ola de saqueos pone en alerta al Estado de México – El País
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[15] Desconcierto, mediante el cual, el gobierno ha obtenido tres resultados: elimina opositores, con la aparición del cadáver causa terror en la población, principalmente en los militantes contrarios y, por el otro, la población al especular acerca de la causa de la muerte, la autoriza excusando así la responsabilidad gubernamental. En: T esis – Cedema.org
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[17] La Jornada: Jefe de la Brigada Blanca, persiguió a la Liga Comunista
www.jornada.unam.mx/2012/04/22/politica/004n1pol
[18] Algunos ex militantes de los grupos armados, así como estudiosos, consideran que la Brigada Especial fue una coordinación de los diferentes cuerpos policiacos, lo cual es incorrecto. La confusión parte de que quienes se encargaban del combate contrainsurgente utilizaban casi siempre las mismas técnicas en su labor: torturas, ejecuciones y desapariciones; sin embargo, aunque también las realizó la Brigada Especial, no fueron un grupo constituido exclusivamente para esa tarea, ni actuaron con la misma impunidad ni clandestinaje; de hecho, la brutalidad aplicada por la Brigada Especial provocó temor en los agentes policiacos de otras corporaciones. T esis – Cedema.org
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[19] Más todavía, la importancia en el uso de la policía en el combate a la guerrilla urbana se debió principalmente a que sus elementos se encuentran dispersos en la población, cualidad que les facilita una labor de espionaje; y a diferencia de los militares, eran mejor vistos ante la ciudadanía ya que sus actividades ocultas podían ser enmascaradas con el combate a la delincuencia común (aspecto que se desgasto en los ochentas), aunque como se ha visto antes, esto era difícil de percibir entre la población debido al comportamiento criminal con que operaban; son más baratos de mantener que el ejército, además de que éstos últimos «tienden a exagerar las medidas de mantención del orden, polarizando a la sociedad y creando resentimiento contra la autoridad». T esis – Cedema.org
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[20] Miguel Nazar Haro, agente y directivo de la DFS especializado en contrainsurgencia, se quejó de esta situación y recorrió los estados del país en donde llevó a cabo reuniones para que «sin discolerías, sin celos profesionales, sin envidias, deberá existir una absoluta coordinación entre Ejército y las diversas Policías», para evitar la dispersión de la información y contener principalmente los asaltos bancarios, primordial fuente de financiamiento de los grupos insurgentes.
Abundando en tal sentido, Nazar declaró en el año 2003, durante el proceso judicial que se le siguió por su participación en los delitos de lesa humanidad cometidos durante los años sesenta y setenta que, cuando cometían un delito los grupos guerrilleros, al lugar llegaban diversos cuerpos policiacos y se enfrentaban entre sí creyendo que eran los delincuentes. T esis – Cedema.org
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Ramón César González Ortiz es Sociólogo y Maestro en Estudios Políticos y Sociales por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.