«La democracia es buena si es de elite, o si sirve para mantener y acrecentar los poderes económicos instituidos. Si no, es totalitarismo o populismo demagógico». Tal es el una de las concepciones dominantes en Argentina sobre la democracia y el voto popular, aunque rara vez se expresará con esa claridad. La antipolítica, como estrategia […]
«La democracia es buena si es de elite, o si sirve para mantener y acrecentar los poderes económicos instituidos. Si no, es totalitarismo o populismo demagógico». Tal es el una de las concepciones dominantes en Argentina sobre la democracia y el voto popular, aunque rara vez se expresará con esa claridad.
La antipolítica, como estrategia de dominación, tiene su correlato en un modelo de democracia que en vez de posibilitar a los sectores populares participar y ejercer alguna cuota de poder, sirve para quitárselos y para legitimar medidas en contra de ellos.
El último proceso electoral nos da una oportunidad única para poner en evidencia de qué manera, durante estos últimos 100 años, se han construido dispositivos que quitan el poder a la gente común, e incluso la manera que esta gente común cede su poder a los grandes grupos dominantes.
¿Democrático? ¿Antidemocrático?
No había nacido o era demasiado pequeño para entender el surgimiento del fenómeno peronista, pero tengo algunos recuerdos, como el temor de mis padres por mis abuelos, no porque tuvieran algún tipo de participación en algo, sino porque vivían casi enfrente de la estación de trenes de Alta Córdoba. El temor era pertinente: aquel verano, cuando viajamos desde Concordia a visitarlos, pude ver los agujeros y roturas que los disparos dejaron en el frente de su casa, estación y casas vecinas.
También recuerdo haber escuchado por la radio más de una vez sobre el tirano depuesto, aquel que hasta su nombre estaba prohibido; sus partidarios perseguidos. Sentí hablar luego de la resistencia. Y cuando había elecciones, escuchaba por la radio la avalancha de votos en blanco. Pero no entendía nada.
Años después, ya estudiante universitario, con la politización y radicalización acelerada por la época, y en lucha contra la dictadura de Onganía, me fui enterando de la historia política argentina y de las distintas realizaciones de Perón y Evita; entre otras el voto a la mujer, el estatuto del peón, las leyes laborales y sociales, viviendas para trabajadores, construcción de miles de escuelas, establecer la gratuidad de los estudios universitarios, mejoramientos en los ingresos e infinidad de medidas en beneficio de gran parte de la población.
No entendía cómo a Perón se le decía tirano, y en cambio se ponía como ejemplo de democracia a Hipólito Irigoyen, cuando este último tiene en su «haber» las represiones más sangrientas que sufrió Argentina, exceptuando la de la última dictadura militar: las horrendas masacres a obreros en la llamada «Semana trágica», donde Irigoyen instruyó al coronel Dellapiane, que con sus tropas puso a Buenos Aires en estado militar y produjo en pocas semanas más de mil muertos (1919). O el mismo Irigoyen cuando dos años después manda a la Patagonia al teniente Héctor Benigno Varela, que caza y fusila a más de 1500 trabajadores y deja varios miles de heridos, siendo recibido con todos los honores en Buenos Aires y su «hazaña» festejada exultantemente por la Sociedad Rural y las «fuerzas vivas». (Esto sin desmerecer las virtudes que pudo tener Irigoyen y los avances que produjo en algunos campos sociales, como la Reforma Universitaria, la aceptación del reclamo obrero por la ley de la jornada de 8 horas y la ley del descanso en los domingos, entre otras.)
Tampoco entendía como era bien visto el otro presidente radical, Alvear, y nadie parecía saber o recordar de la Liga Patriótica y el grupo de Vittorio Valdani que organizan un antecedente de la Triple, un ejército parapolicial que realiza actos terroristas contra anarquistas, judíos, sindicalistas, siendo el responsable de los primeros progroms antisemitas que hubo en Argentina. Este empresario, Valdini, vicepresidente de la UIA , era el encargado del partido fascista italiano en Sudamérica y fue premiado por los radicales. Alvear lo designa director administrativo de YPF.
Me costaba entender los vivas y aplausos a los bombardeos de Plaza de Mayo y al derrocamiento de un gobierno elegido mayoritariamente por el pueblo. O la preparación y apoyo a varios intentos de Golpes de Estado contra Perón, que finalmente se coronaron de éxito en el 55, bombas, masacres y fusilamientos mediante. No me cerraba que radicales, socialistas y otros partidos integraran la «Junta Consultiva» del gobierno militar que presidía el almirante Isaac Rojas: todos -ellos- felices y contentos.
Era una idea de la democracia muy rara la de los radicales, socialistas, progresistas y demás: avalaban -y estimulaban- las proscripciones políticas y las aprovechaban para participar de las elecciones ganándolas o repartiéndose puestos. Puestos que nunca podrían alcanzar si se llamaban a elecciones limpias y sin proscripciones, dicho sea al pasar….
No entendía cómo ellos se consideraban los verdaderos defensores de la democracia y de la república, cuando por ejemplo, el presidente Frondizi (radical), bajo su presidencia (1958-1962) entre otras represiones estableció un decreto secreto (9880/58) creando el Plan Conintes (Conmoción Interna del Estado) (idem el 2628/60) que restringía los derechos y garantías constitucionales y le daba a las fuerzas armadas carta blanca para allanar, arrestar, reprimir, y mantener preso sin ninguna causa ni defensa judicial. Y subordinaba a la policía a las fuerzas armadas, para reprimir a obreros, sindicalistas y estudiantes. Incluso a los propios estudiantes radicales que se oponían a las resoluciones privatistas respecto a la universidad que instauró Frondizi, en aquella lucha conocida como «Educación laica o libre».
Conintes fue un plan represivo ideado principalmente contra los obreros portuarios, de ferrocarriles, metalúrgicos, en lucha contra las quitas de las conquistas sociales que habían conseguido bajo el peronismo y de resistencia a su proscripción como movimiento político y sindical.
Y podría seguir la lista de ejemplos de cosas que no entendía de esos discursos contra el peronismo, por qué era democrático abolir la constitución de 1949, eliminando el divorcio, la igualdad plena del hombre con la mujer y otras conquistas sociales y laborales.
No ignoraba que durante la primera etapa del gobierno peronista existieron cuestiones autoritarias, persecuciones y arrestos a algunos dirigentes opositores, actos de discriminación. También estaba enterado de la tortura y asesinato por la policía rosarina, de Juan Ingallinella, militante comunista, detenido el 17 de junio de 1955. Pero comparando esas cuestiones condenables del gobierno peronista, con las atrocidades, en magnitud, calidad e impunidad con los adalides democráticos mencionados, seguía sin entender por qué se justificaban los golpes de estado contra el peronismo, su proscripción absoluta, total, hasta mencionar sus nombres y se reivindicaban a los otros.
Tanta acusaciones abominables contra Perón sólo eran superadas con las cosas que llegué a oír contra Evita. El odio contra ella de ciertos sectores era tan grande («Viva el Cáncer», por ejemplo), al punto de mancillar y hacer desaparecer su cadáver, que contrastaba con la idolatría que tenían de ella cientos de miles de personas de todo el país , que consideraban a Evita, a pesar de su juventud, como si fuera su madre, y más aún, su santa. Un amor colectivo nunca visto.
Me costaba entender como estos partidos democráticos, radicales, socialistas, progresistas, no sólo los oligarcas de La Rural, podían asociarlos a los peores personajes de la humanidad.
Comencé a entender toda esta historia con Néstor Kirchner.
Kirchner sube como presidente muy condicionado por el bajo porcentaje de votos, el 22%, por la influencia de Duhalde en su candidatura, y sin ningún aparato nacional en qué apoyarse, porque en realidad dentro del mismo peronismo dominante de entonces, era visto como «zurdo» (de hecho Menem le gana en las elecciones). Sólo contaba con 14 diputados que respondían directamente a él, 70 a Duhalde y unos cuantos a Menem y otros caudillos peronistas provinciales.
Y tenia como ministro de economía -ya sabíamos el poder que concentraba ese cargo- un personaje del riñón de Duhalde, que en la elección siguiente fue el candidato de los radicales, dicho sea al pasar.
Mientras eso fue así, las grandes corporaciones, entre otras el Grupo Clarín, lo dejaron hacer. Pero fue mostrando que no era uno más de los políticos funcionales a ellos: no era fácil de controlar, y para colmo tenía ciertas ideas de justicia, igualdad y libertad que empezaron a esperanzar a sectores populares. Entonces empezó a ser demonizado.
Y así llegamos a la etapa que arbitrariamente sitúo cuando rompe con Lavagna (fines del 2005) y cada vez más se lo empieza a calificar de autoritario, de antidemocrático, de peligro para las instituciones y la república, psicópata, bipolar, insano, y comienza una campaña muy dura contra él en la prensa hegemónica. Que va in crescendo.
Un ejemplo es cuando una revista saca una tapa que lo caricaturiza como Mussolini y Hitler. Se lo llama dictador, se lo compara, con Ceausescu, presidente rumano que ordenó entre otras disparar contra la población que manifestaba. Finalmente derrocado, él y su esposa son «juzgados» y fusilados, por genocidas y daño a la economía nacional. («Miren como terminó Ceausescu en Rumania: durante muchos años mintió, engañó, él y su esposa, a todos los rumanos; ahora después terminó siendo víctima, y eso es lo que está sucediendo en Santa Cruz», dijo Carrió a la prensa durante un desayuno en una confitería del barrio de Recoleta; http://www.perfil.com/contenidos/2007/05/15/noticia_0031.html)
Mariano Grondona le discute a Carrió el término de dictador y dice que tal vez sea más apropiado hablar de tirano. Y realizando un conjunto de consideraciones históricas de griegos y romanos termina diciendo: «Desde antiguo, muchos autores, como el propio Santo Tomás de Aquino, admitieron que era legítima «la resistencia a la opresión» del tirano; llegaron otros pensadores escolásticos, como el padre Mariana, al extremo de admitir la licitud moral del tiranicidio.»
Gracias a lo que se decía y actuaba contra Kirchner, empecé a entender aquella historia del peronismo-antiperonismo, del gorilismo. Y lo que sabía de aquella historia me permitió entender mejor lo que estaba pasando ahora, especialmente la etapa que se abrió con la Resolución 125 y el intento destituyente de la Sociedad Rural y ciertos grupos de poder, especialmente los medios hegemónicos, apoyados por gran parte de dirigencia política desde la derecha, el centro y la izquierda.
No haber vivido aquella época del peronismo, me impedía entender lo que significaba llamar a Perón tirano, dictador, antidemocrático, etc, etc. Pero sí sabía lo que había hecho NK y lo que no había hecho.
Y concretamente NK hizo algo ningún presidente de Argentina, -y no sé si de algún país del mundo- hizo. Una medida que para mi fue si no la más importante, una de las más importantes: se negó a reprimir cualquier conflicto social.
Recordemos. NK asume como presidente en un país casi en llamas, al borde de la disolución, con grandes masas de la población marginadas, hambrientas, desocupadas y subocupadas, en la miseria. Y los piquetes y conflictos, corte de calles, rutas, tomas, florecían de a decenas por día, en distintos lugares del país. Al negarse a reprimir obligó a todos a buscar el diálogo, a atender los problemas y a buscarles soluciones. Y a aquellos que sus problemas no podían resolverse de un día para otro, estas actitudes les dio esperanza: no es lo mismo estar frente a quien postula palos, rejas y metralla, que otro que se niega a usar esas herramientas del Estado y asume incluso las responsabilidades de los que le precedieron en generar esta situación.
Esa medida al menos a mi, junto al «proceda» ordenando al Jefe máximo del Ejército a bajar los cuadros de Videla y Bignone, me hizo comprender que NK no era uno más. Y que no era uno de ellos.
Él era tirano, dictador, autoritario, según los que participaron del gobierno de la Alianza (radicales, frepaso, socialistas, etc) con la presidencia de De la Rúa. Curioso. Esa Alianza decretó el 19 de diciembre de 2001 el estado de sitio y ordenó una represión asesinando a por lo menos 27 personas sólo en los días 19 y 20 de diciembre. 39 en todo el país, incluyendo 9 menores de edad.
Otros de los que acusaban de lo mismo eran Duhalde -y sus aliados-, que tiene en su haber su propia cosecha de muertos, entre otras la llamada masacre de Avellaneda (22/06/2002), con dos muertos y 33 heridos de bala. Y los demás integrantes del Peronismo Federal otro tanto. Por ejemplo en Santa Fe, bajo Reutemann, hubo en el 2001 proporcionalmente una represión más violenta, con más muertos que en Capital Federal.
Y toda esta gente llamaba con aquellos calificativos a NK, que como dije, dio la orden de no reprimir jamás y como tal fue criticado por la oposición y gran parte de la sociedad, molesta con los piquetes, reclamando orden y mano dura. Pero NK pensaba que el conflicto social se tenía que resolver de otra forma a palos, gases y balas.
Y allí, junto con lo ocurrido durante la 125 y después, todo quedó claro para mi.
Para todos ellos, la democracia sólo es democracia cuando el gobierno elegido no defienda los intereses de los sectores mayoritarios. O mejor aún, cuando los sectores mayoritarios no tienen forma de expresarse, defender sus intereses a fondo, y ejercer poder. Si los sectores mayoritarios logran cierto poder, ese gobierno no es democrático, es una dictadura, una tiranía, es autoritarismo, es un régimen totalitario frente al cual hay que resistir, como manifestó Carrió luego de su estrepitosa caída electoral en octubre de 2011.
Desapropiando poder a la gente
Para ver cómo montan el dispositivo para quitar el poder a la mayoría, tomemos una frase repetida hasta el cansancio por todos los opositores al kirchnerismo, políticos, intelectuales, «periodistas» y formadores de opinión de los medios hegemónicos:
«Para la democracia es imprescindible que haya equilibrio y control, que haya posibilidad de alternancia en el ejercicio del poder»
Esa frase, con todas sus variantes, formulaciones y complementos, encierra el secreto de 100 años de dominación política e ideológica de una minoría sobre la mayoría. Y lo peor es que algunos intelectuales pro kirchneristas admiten o repiten muchas veces parte de ella, fortaleciendo dicha estrategia.
Analicémosla.
Equilibrio: Divide y reinarás
Para ellos, en la democracia «es imprescindible que haya equilibrio»
Veamos cómo se expresa en concreto esa idea:
«Dos palabras comienzan a leerse y a escucharse en estas horas: una es «hegemonía»; y la otra, vinculada directamente con ésta, es «peligro».
«Esta «peligrosa» situación le abriría la puerta a una nueva «hegemonía» del kirchnerismo, que podría gobernar en soledad con unos bloques legislativos convertidos en mera escribanía para aprobar los proyectos del Ejecutivo.
http://www.gacetamercantil.com/notas/8032/la-nueva-hegemonia-un-peligro-llamado-cristina.html
Y también dirán:
«Es malo que haya un partido que tenga la mayoría absoluta del parlamento», «corremos el peligro del Partido Único».
En realidad lo que están estableciendo es que es malo que el pueblo esté unido y pueda defender sus intereses y expresarse orgánicamente a través de un partido, movimiento y líderes. Es malo que la mayoría de la clase obrera, sectores trabajadores, estudiantes, amas de casa, pequeños empresarios, -entre otros- puedan coincidir con un mismo proyecto político y apoyarlo de diversa forma. Es malo que apoyen mayoritariamente sus militantes políticos, sindicales, sociales, culturales y estudiantiles para que puedan ocupar puestos ejecutivos y legislativos pues implica «romper el equilibrio de fuerzas (o poderes)».
Claro, no es malo si esa mayoría apoya a un partido, frente o proyecto liberal, neoliberal o conservador (llámese socialista, socialdemócrata, progresista, radical, peronista , comunista, el nombre no importa). La palabra totalitarismo sólo aparece cuando la mayoría apoya, adhiere, vota a un partido, movimiento y líder -o líderes- que moleste o limite los grandes negocios y negociados de la clase dominante. Y peor aún si le disputa un cachito de poder, no digamos todo, sólo un cachito.
La misma estrategia que se usó para debilitar los movimientos emancipatorios latinoamericanos y para controlar los recursos naturales y humanos de este continente: dividir en distintos países, fomentar el conflicto y cuanto más cercano estén, más enemigos deben ser. No es necesario aclarar que mientras tenemos en la historia a la Argentina cometiendo sangrientos atentados contra países que deberían ser hermanos, como las dos guerras contra el Paraguay, y que nuestros enemigos naturales siempre fueron Brasil y Chile, mientras que nuestros amigos naturales eran Gran Bretaña y EEUU, Néstor Kirchner se puso en las antípodas, como también antes Perón, en otro contexto. Nada es casual.
Lo mismo con el movimiento político: hay que evitar que las mayorías se unan en un mismo movimiento y orientación política. Nadie debe tener la mayoría absoluta, es decir, nadie que represente o canalice, o se arrime -y anime- a representar a los intereses de esa mayoría.
Control: La gente no está preparada para decidir por sí misma
La frase que mencionamos sigue con el control. «Para la democracia es imprescindible que haya control».
Naturalmente no se refiere al control que todo gobierno, institución, ciudadano debe someterse, que está marcado por la Constitución y por las diversas instituciones y organismos encargadas de ejercerlo. No se refiere al respeto de las leyes y normas que debe cumplir cualquier gobierno. No. Se refiere a controlar que las acciones del gobierno no salgan del corralito que los verdaderos poderes -nacionales e internacionales- establecen o quieren establecer.
Debe haber un control sobre las cosas que se pueden hacer, y las que no, respecto a esos intereses.
Pero claro, Kircher muchas veces era «políticamente incorrecto» y este gobierno se salteó ese corralito en muchos casos (la 125, que lo obligaron a dar marcha atrás; la ley de medios, que aún está en disputa y lo estará por un tiempo, pero no pudieron hacerle dar marcha atrás y perdieron; y así una larga lista).
Por eso el control no se expresa en participar la oposición de los organismos de control o en hacer que funcionen mejor, sino en impedir que el ejecutivo pueda sacar leyes con mayoría propia.
Todos los mensajes luego del triunfo -inesperado para muchos- de Cristina en las primarias por más del 50% se reducían a: «que sea presidente, sí ((gracias por el permiso)), pero que no tenga mayoría en el Congreso, vótenos a nosotros en los puestos parlamentarios, que somos los únicos que podemos controlarlos. Es malo para la democracia que el gobierno tenga la mayoría en el Congreso».
Claro, las mayorías no pueden controlarse a sí mismas, necesitan que no se expresen como mayorías, que acepten ser asistidas. Como no pueden plantear el voto calificado abiertamente (a Pino Solanas se le escapó su elitismo y así le fue), lo plantean de otra manera pero en realidad lo que dicen es: hay que controlar lo que votan las mayorías. Y como no podemos evitar que voten a alguien para presidente, al menos logremos que voten a otra cosa para diputados. Y convenzámoslo que es mejor para ellos, para Argentina, para el país, para la democracia, si cortan boleta, y voten para presidente a los que ellos quieren y para diputados a otro que está en contra. Con eso se consigue el equilibrio y control…
Alternancia: El justificativo para todo Golpe de Estado
Terminemos de analizar la frase: «para la democracia es imprescindible (…), que haya posibilidad de alternancia en el ejercicio del poder»
Lo que le falta a la frase es su colorario inevitable: si no existe posibilidad de alternancia en el ejercicio de poder, no es democracia, es totalitarismo.
Ahora bien. ¿Que tiene de malo que la mayoría vote a un partido o frente y siga satisfecho año a año con él y lo siga votando?
En realidad lo que esto esconde es que si la mayoría alterna su voto entre dos partidos (o tres) que se van alternando en el poder, lo más probable es que dichos partidos o frentes no expresen los intereses de esas mayorías sino que expresan los intereses de una minoría, y que la mayoría de votantes terminen eligiendo al menos peor.
Esto se ve claramente en EEUU con republicanos y demócratas. Parecen distintos, y son en algunas cosas distintos, pero en la esencia coinciden. Muchos pueblos del mundo pueden dar dolorosa fe de ello: las bombas y asesinatos no son distintas si el gobierno es republicano o demócrata. En Argentina también tenemos el único ejemplo real de alternancia: Raúl Alfonsín (radicalismo), Carlos Menem (peronismo), De La Rúa (radicales, socialistas, frepaso). Alternamos del desastre que terminó en la hiperinflación para caer en lo peor del neoliberalismo (pero sin inflación) rematando Argentina y nos salvamos de ello para caer al abismo. Bárbara la alternancia.
Para que haya alternancia es necesario que los gobiernos no sean muy buenos, no resuelvan los problemas de las clases populares. Así, al cansarse de un gobierno que no resuelve sus problemas, votará al otro y le dará un compás de espera hasta descubrir que no era muy distinto, y tal vez el otro no era tan malo. Y vota entonces al primero, y así sucesivamente.
Hay que sacar las caretas en todo esto.
A Perón no había con qué darle con el voto. Mientras Perón y el peronismo siguieran con la misma política, con su mismo programa transformador y de defensa de la justicia social, la independencia económica y la soberanía política, no perdían ni perderían ninguna elección. Y a pesar de que esa política no afectaba la esencia del poder y la explotación de la clase dominante, sí afectaba sus negocios, ganancias extraordinarias e impunidad por lo que había que estigmatizarlo para así luego derrocarlo.
Hay que decir las cosas con claridad: desde que se instauró el voto en Argentina hasta 1983, ningún partido, salvo el peronismo, ganó ninguna elección universal, libre y sin proscripciones.
Ni el mismo icono de la democracia, H. Irigoyen, primer presidente electo con el voto secreto, ganó con los votos de la mayoría de la población. Esta mayoría seguía impedida de votar. Ganó con 370.000 votos, contra 340.000 del resto. En ese entonces la población superaba los 7 millones…
Mientras vivió Perón, nunca pudieron ganarle ninguna elección, y todos los presidentes electos lo fueron gracias al fraude o el impedir votar a una parte de la población o a la proscripción. O todo a la vez. A aquel peronismo que incluso podía ganar sin Perón de candidato y exiliado o estando proscripto, era improbable que se le ganara alguna vez. Por eso fue necesario derrocarlo. Recordemos: si no hay alternancia es totalitarismo, y por ende hay que terminarlo de una manera u otra, reza el axioma subyacente.
Ya lo leíamos antes a Grondona. En 1962 fue el redactor del Comunicado 150, la proclama militar del grupo militar que derrocaría al radical Arturo Illia en el 66, y fue uno de los mentores del golpe civil destituyente cuando la 125. Se entiende su desesperación de estos años contra Kirchner, por no poder tocar la puerta de los cuarteles -pues hoy en Argentina por ahora no está esa posibilidad-, y fracasado el intento destituyente con la Sociedad Rural, la Mesa de Enlace y los partidos opositores, incluyendo al sector peronista defensor del neoliberalismo: lo que le queda es el tiranicidio, es decir, matar al tirano.
No habiendo logrado el golpe cívico cuando la 125, su esperanza estaba en un nuevo intento de golpe civil aprovechando la posible derrota electoral del 2009 (que ocurrió). En el mismo artículo que citamos, donde habla de tiranicidio, dice:
Kirchner no fue ni es un gobernante democrático. Pero tampoco es fácil encuadrar a Kirchner en los ejemplos clásicos de la tiranía. Debe anotarse que el inmenso poder «indirecto» del que goza Kirchner a través de su mujer, los gobernadores y los legisladores que le obedecen tiene un origen electoral y sólo podría ser inhibido por otra elección adversa, recién a partir de 2009. Si esta elección adversa se concretara de aquí a once meses, sólo entonces un Congreso eventualmente antikirchnerista podría someter a la señora de Kirchner a juicio político por no exhibir independencia respecto de las órdenes de su marido, discurriendo en tal caso el poder legítimo en dirección de Cobos.
Y a pesar que no le salió, tuvo suerte, en realidad Argentina tuvo suerte al decir de él, pues NK se murió imprevistamente, lo que fue gran motivo de alegría para muchos como él. Y dijo:
«El destino, o la Providencia, le está tendiendo no una sino dos manos a la Argentina. La primera es el hecho de que los famosos términos del intercambio, es decir, la relación entre el precio de nuestras exportaciones y el precio de nuestras importaciones que desde 1930 nos había desfavorecido, en la última década ha pasado a favorecernos. (…)».
A esta circunstancia económica acaba de sumarse una segunda circunstancia, esta vez política, que apunta hacia la consolidación de la república democrática. Es que el obstáculo que se interponía entre nosotros y la república democrática de la que ya gozan otros países latinoamericanos como Brasil, Chile, Uruguay y Colombia, era la pretensión de lograr reelecciones indefinidas que albergaban los Kirchner a través del mecanismo dinástico de la alternancia conyugal. La muerte de Néstor Kirchner ha trabado este mecanismo porque Cristina Kirchner, aun de ser reelegida en 2011, ya no tendría por delante más que otros cuatro años, según la Constitución.
Es decir, la muerte de NK es una mano que da la Providencia (Dios) para que se pueda consolidar la república democrática en Argentina.
Asumiendo que siempre van a perder
Cuando se analizan los dichos de los principales formadores de opinión, dirigentes políticos e intelectuales cipayos , previo a las elecciones de octubre de 2011, pueden observarse las afirmaciones y denuncias de que Cristina quiere reformar la Constitución para poder ser reelecta de nuevo en el 2015. O modificar el régimen presidencialista y cambiarlo al parlamentarista (como algunos países de Europa, con Primer Ministro elegido por el Parlamento), para lograr igual propósito. Aún no se había elegido en el 2011 y ya estaban preocupados con que perderían en el 2015…
Evidentemente ellos están convencidos que mientras el kirchnerismo siga por la misma senda que se auto trazó, Cristina ganará todas las elecciones futuras. Esto habla a las claras de que en su fuero íntimo saben que sus discursos serán poco creíbles si existe un movimiento que realmente tenga en cuenta, aunque sea un poco, los reclamos populares, y construya soberanía.
Con su odio visceral lo deja claro Luis Majul, días previos a las elecciones:
Está claro que al kirchnerismo no le alcanza con un par de mandatos. Que vinieron para quedarse, si es posible, para siempre. (…) Si la astucia y la seducción de Néstor Kirchner primero y su esposa después lograron incorporar al «proyecto» a decenas de intelectuales, periodistas, filósofos y actores que todos los días se la pasan repitiendo que el actual y el anterior son los mejores dos gobiernos en toda la historia, ¿adónde nos terminará llevando, como país, esta suerte de pensamiento único, masificado y acrítico? Si continúan repartiendo millones y millones de pesos desde el Estado a los empresarios, sindicatos amigos, organizaciones no gubernamentales, medios y productoras de radio, televisión y cine que simpatizan con la causa y al mismo tiempo se discrimina y persigue a las pocas organizaciones e individuos que todavía mantienen intacto su espíritu crítico, ¿la Argentina seguirá siendo una República o se transformará en Kirchnerlandia o en Cristinalandia, con todo lo (malo y peligroso) que esto puede significar?
La trampa de que es necesario una oposición fuerte
Dentro de este dispositivo que divide y debilita a la mayoría, está la concepción extendida que el gobierno, cualquier gobierno, necesita una oposición fuerte.
Gracias a una oposición fuerte Salvador Allende fue derrocado y asesinado. Cuando más fuerte es la oposición a un gobierno popular, peor será. Hasta en programas como 678, los miembros del programa -salvo Barone- e invitados, repiten la necesidad de una oposición fuerte para mejorar la democracia. Vocación de suicidio. O desconfianza a las mayorías.
Oposición viene del latín, oppositio, que es la acción de oponerse. Poner una cosa enfrente de la otra. Contraste entre dos cosas contrarias.
Y si estamos hablando de un proyecto digamos popular, transformador, la oposición es una fuerza contraria a dicho proyecto popular. ¿Para qué queremos eso? Que exista está bien, porque cualquiera tiene el derecho a expresarse, pero yo al menos quiero que sea débil.
Una cosa es que aparezcan otras propuestas transformadoras, otros movimientos, frentes o partidos que propongan cosas mejores o peores pero en el mismo sentido de justicia social, liberador, igualitario, solidario, latinoamericanista, etc, y que existan discusiones sobre las mejores formas de hacer algo, o para criticar lo que se hace por contradecir los objetivos, pero acordando a dónde se quiere ir. Y esto no es oposición, es la riqueza y amplitud del campo trabajador y popular. Y la diferencia está entre partidos -o congresistas- gubernamentales o del gobierno, y otros que no forman parte de él, pero la identidad de estos últimos está dada tanto por sus proyectos, planes, propuestas, como por no pertenecer al elenco gobernante, pero no por ser «oposición».
Es muy bueno que se desarrollen y fortalezcan distintas alternativas políticas, y otra que es afirmar que es bueno tener una oposición fuerte.
Por último sobre la «alternancia en el ejercicio del poder», señalemos que es una frase ocultativa y engañosa: el poder sigue siendo ejercido por los mismos sectores dominantes, y que yo sepa, en más de 100 años, nunca lo perdieron. La frase «confunde» alternancia de gobiernos, con alternancia de poder.
Lo que puede haber es alternancia es en el ejercicio del gobierno y por supuesto de la cuota de poder -por lo general pequeña, aunque sea muy grande para los sectores desposeídos cuando ese poder del Estado se aplica contra ellos, pero pequeña cuando se aplica contra los poderosos.
Nunca los dueños de las tierras, fábricas, capitales financieros, monopolios internacionales, potencias extranjeras, etc, alternaron el poder con los trabajadores y desposeídos.
El principal poder no es susceptible de cambiar por una votación. Los principales factores de poder de Argentina -y del mundo- no surgen de las votaciones. Y fortalecer a la oposición actual es darle más poder a los que ya tienen el máximo de poder, los grupos corporativos a los cuales la oposición responde o sirve, conciente o inconcientemente.
Por otro lado, si es de una ingenuidad grande asegurar que se necesita una oposición fuerte (con variados argumentos al respecto, incluyendo la locura de afirmar la necesidad una derecha democrática fuerte para que no tenga la tentación de recurrir al golpe de Estado), es una afirmación maliciosa considerar que un ejecutivo es todopoderoso porque tiene una mayoría parlamentaria como la que va a tener el año que viene el kirchnerismo.
Es inventar una realidad inexistente. No sólo por la existencia de otros poderes en la sociedad, más fuertes y estables que el ejecutivo y el legistativo juntos, sino que las propias filas del Frente para la Victoria es muy heterogéneo, y probablemente siempre lo será.
En casos puntuales, generalmente los más importantes, saltarán las diferencias y la tarea será buscar consenso, encontrándose a veces más acuerdos en algún otro diputado de otro sector que en el propio. Es que cada senador y cada diputado responde a muchos intereses, supongamos todos legítimos, pero no por ello menos contrapuestos. Por ejemplo una ley antitabaco encontrará a congresistas vinculados a provincias productores de tabaco oponiéndose, y tal vez sean muy comprometidos y solidarios con otros proyectos. Siempre el Congreso será una caja de resonancias y lugar para el debate, de disensos, la búsqueda de consensos, de negociación, aún cuando el 100% sea de un único movimiento popular.
Paradójicamente, en la Argentina de hoy, la mejor forma de conseguir un Congreso que debata más y mejor, ayude más y mejor a encontrar las mejores medidas, es que la oposición sea muchísimo menor, y mayor la presencia de los partidos, frentes y movimientos tanto del kirchnerismo, como de otras fuerzas que buscan avanzar en mejorar la participación en los ingresos, conocimiento, culturas y riquezas de la mayoría de la población.
Hegemonía
Cuando Majul, y tantos otros como él, dicen que «lo que viene no será más de lo mismo; será más de lo peor de lo mismo. Hegemonía», está haciendo la del tero, grita por un lado, para distraer y engañar sobre dónde tiene su nido.
Ya hace más de 100 años que existe una hegemonía en Argentina, pero parece no molestarle a esta gente. ¡Cómo va a molestarle si viven viven de ella, si ayudan a fortalecerla todos los días!
Hegemonía es cuando la clase dominante -o un sector de ella- no sólo es capaz de obligar a una clase o sector social subordinado o minoritaria a que renuncie a su identidad y a su cultura y satisfaga los intereses del dominador, sino que la clase dominante ejerce un control total o casi total en las formas de relación y producción de la dominada y el resto de la sociedad.
El kirchnerismo o peronismo o cristinisno, y todos los grupos y partidos que construyen este proceso, tienen por delante una gran tarea: romper aquella hegemonía, propiciar un contra hegemonismo, por llamarlo de alguna forma. A pesar de haber ganado ampliamente y tener las simpatías de gran parte de la población, aquella hegemonía sigue intacta.
Acusar al kirchnerismo de buscar un hegemonismo es ocultar y defender que hoy hay una hegemonía y que ha sido y es muy dañina para todos nosotros y nosotras, los que estamos del otro lado de aquel poder hegemónico que perdura bajo gobiernos democráticos y militares.
Mayorías
Que la mayoría no tenga siempre la razón es tan verdad, como falaz la afirmación de que el pueblo nunca se equivoca.
Pero admitir que la gente puede votar incluso en contra de sus intereses, y ha dado sobradas pruebas de ello en estos cien años, no invalida que ese es el mecanismo que hemos elegido para designar nuestros gobernantes, al menos el Ejecutivo y el Legislativo (falta el Judicial). Y por ahora no se ha encontrado un mecanismo mejor.
El punto es que cuando esa mayoría vota a un gobierno que afecta, en beneficio de los que menos tienen, aunque sea un poco los intereses de grandes propietarios de tierras y de grandes corporaciones nacionales e internacionales, su voto ya es descalificado, y los gobiernos que de allí resulten electos son tildados de totalitarios, de regímenes antidemocráticos. Es más, pondrán como ejemplo nuevamente a Hitler, que ganó las elecciones en Alemania. Pero se olvidan de comentar que no se mantuvo en el poder -como Perón- ganando elecciones, sino suprimiendo el parlamento, reprimiendo, asesinando, cometiendo un genocidio matando millones de personas. Y que su política respondía a la expansión de los grandes monopolios imperialistas y no a la justicia social.
Quien denomina, domina : Lograr calificar al kirchnerismo de totalitario, autoritario, antidemocrático, etc, le sirve para legitimar la idea de que son susceptibles de ser derrocados por alzamientos cívico-militares, tiranicidios o las nuevas variantes destituyentes , como el que se intentó aquí en el 2008.
No olvidemos otro ejemplo de desconocimiento del voto mayoritario, en Honduras, donde el golpe es calificado como un evento «de iure», es decir, no «de facto» («de hecho») sino «de derecho», «de jure», pues cumplimentaba una orden judicial emitida por la Corte Suprema de Justicia de Honduras, y que sacaba al presidente y ponía en su lugar a quien «legítimamente» le correspondía. Un buen ejemplo de Golpe de Estado Civil
Luego de 8 años de kirchnerismo, que fue dado por muerto muchas veces, el triunfo de Cristina por cifras nunca vistas, salvo Perón, pone de manifiesto que las mayorías populares están encontrando -y construyendo- formas de expresarse y de defender sus intereses.
Cuando eso se profundice y se establezca el vínculo cada vez más fuerte entre la gente, sus movimientos sociales, sindicales, estudiantiles y políticos, y con los miembros del gobierno y parlamento, como a Perón, con el voto no habrá con qué darles. Lo que implica que al mismo tiempo que fortalecer todos los movimientos que tiendan a cambios socialmente transformadores, a reforzar las representaciones en cada elección futura, hay que trabajar para evitar cualquier otro dispositivo o maniobra que desconozca, mancille o impugne la voluntad popular.
Y si no podrán darle con el voto, buscarán otras formas. Y nosotros deberemos construir las maneras de contrarrestarlo.
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