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El día que Goebbels revivió

Fuentes: Rebelión

Combate al enemigo insignia. Bajar la guardia y sentir que un escalofrío recorre la médula espinal de un soldado que no despierta de la noche de vigilia. La noche adormece el sentido patriótico y cuenta los segundos de valentía de héroes de papel. El significado queda entramado en una hojarasca de seda, que muestra puntas […]


Combate al enemigo insignia. Bajar la guardia y sentir que un escalofrío recorre la médula espinal de un soldado que no despierta de la noche de vigilia. La noche adormece el sentido patriótico y cuenta los segundos de valentía de héroes de papel. El significado queda entramado en una hojarasca de seda, que muestra puntas aterciopeladas en la corrida final, en la huida. Dos centenarios que se parecen a una batalla de soldaditos de plástico en un fuerte al descubierto, como una burda imitación marca acme, de algún fortín del lejano oeste, pero es tan sólo una simulación en una ordenada cancha de polo. Sí, el deporte más popular del país, tan popular como la accesibilidad a una cancha de golf en la etapa menemista. La tortilla se da vuelta, aunque es la misma cara tostándose sin freno alguno.

Los actos del bicentenario terminaron con una fiesta que dejó de serlo desde el minuto cero de partida. Sin empacho y dilaciones, la avanzada cara pintada, payasesca, daltónica presumió el avance de una derecha que busca ocupar un espacio más hegemónico que nunca. Aldo Rico al frente de la retaguardia y la sonrisa cínica propia de la posmodernidad que vivimos. El mismo que mostró su ineptitud en Malvinas. El mismo que hoy es festejado como héroe de una supuesta gesta, como lo hiciese también Raúl Alfonsín luego del levantamiento carapintada y su discurso oficial desde la Casa Rosada: ni felices pascuas, ni la casa en orden. Alfonsín decía unas palabras enmarañadas donde reconocía a héroes de Malvinas en ese levantamiento. Algunos sectores le atribuyeron un reconocimiento a Rico, que no le correspondía. El periodista Enrique Vazquez escribió en su cuenta de facebook un texto que desnuda lo que sucedió con el valeroso carapintada:

«Héroe, las pelotas»

Hay mucha gente convencida de que el repugnante

Cierta frase confusa del presidente Raúl Alfonsín, al clausurar la Semana Santa de 1987 -«los amotinados, algunos de ellos, héroes de Malvinas»- les permitió a los acólitos del carapintada inferir que uno de esos supuestos «héroes» era, precisamente, el canalla Aldo Rico.

Nada más lejos de la verdad.

Cuando se produjo el desembarco, el 2 de abril de 1982, Rico permaneció en Campo de Mayo a cargo de la instrucción de un grupo de noveles comandos del batallón 602. Los veteranos viajaron a las islas bajo la jefatura de Mohamed Alí Seineldín.

Rico llegó a Puerto Argentino a bordo del último Hércules que pudo aterrizar en la capital isleña, el 25 de mayo. Estuvo «aclimatándose» unos días y el 8 de junio le asignaron la que sería su primera y única misión de combate: proteger la ladera oriental del monte Harriet. Llegó a la elevación a media tarde del día 9, al mando de un comando mixto del ejército y la gendarmería. El 10 amanecieron rodeados de comandos británicos, que mataron a dos subalternos de Rico: los sargentos Mario Antonio Cisneros y Ramón Gumersindo Acosta. O sea: mandaron a Rico para evitar sorpresas, y les coparon el monte. ¿Qué pasó? Rico y los suyos se quedaron dormidos. Cuando vio caer a los dos sargentos pegó el raje hacia Puerto Argentino, donde se rindió junto al general Menéndez cuatro días más tarde.

La historia es que Chiche Gelblung, ni lerdo ni perezoso, lo invita a su programa por un canal de cable. Al presentarlo lo hace con palabras de reconocimiento a su gesta en Malvinas: «tuvo una destacada intervención, una arriesgada intervención». Al consultarle sobre la polémica que había desatado su desfile junto a veteranos de Malvinas al finalizar el desfile militar de los actos del 9 de julio en la CABA, dijo: «Hacía 16 años que las fuerzas armadas no desfilaban (…) no había mucha organización y las unidades se convocaron y desfilaron como lo hicimos nosotros. ¿Por qué le íbamos a pedir permiso? Yo soy un civil, soy un hombre libre. A mí no me da órdenes ni el Ministro de Defensa ni el Jefe del Estado Mayor». Sin dudas Aldo Rico siente que goza de la impunidad del poder. Impunidad que se expresa en un raid mediático por canales, radio y redacciones de periódicos. Aldo Rico un hombre de la democracia dicen algunos: un hombre de una democracia burguesa que reprime y aprieta hacia abajo, hacia las mayorías. Gelblung sabe de eso, sabe de lo beneficioso que es titular para el poder. Lo hizo durante la última dictadura cívico-eclesiástico-militar, desde la revista Gente, donde ocupaba la dirección de un medio que marcó toda una época y encubrió desde cada tapa los asesinatos y las desapariciones de militantes de izquierda en el país. Gelblung y Rico son hijos de la democracia. De una democracia que necesitó de dictaduras para fundamentarse en una forma de distribución de la riqueza donde asegura negocios y rentabilidades fantásticas para los de arriba, que siempre son unos poquitos, y hambre para quienes desde abajo hacen de la subsistencia sus vidas. Ambos conocen bien las ventajas del Ford Falcon, si es verde mejor, para transitar las calles de una ciudad que oscurece sus luces para no ser reconocida. Tal vez, el mismo Falcon que desfiló provocativamente en ese mismo acto por la 9 de julio porteña. Mientras Rico se regodea en su impunidad para aseverar que no necesita autorización de nadie para marchar con los veteranos de guerra, el mismo estado nacional reprime a civiles (como gusta decir al carapintada a grafito) que intentan expresarse en el acto por el día a la Bandera en Rosario. ¿Por qué el gobierno de Macri, en la figura de Patricia Bullrich, reprime a quienes se movilizan en una jornada de festejos cuando se trata de trabajadores, trabajadoras, estudiantes y militantes sociales?, ¿acaso Aldo Rico no es un militante político? Lo dijo con claridad en algunas de las entrevistas que dio y es posible su retorno a la arena política con sus 73 años. Lejos de la condena, el reconocimiento desde el gobierno nacional. El mismo gobierno que habilita una caza de brujas de baja intensidad en los lugares de trabajo dentro del propio estado, como así también fundamenta simbólicamente la represión continua a quienes desde abajo reclaman lo que les corresponde.

Mientras tanto, el macrismo se llena la boca de palabras declamatorias en favor del «combate a la pobreza», sinónimo no reconocido de «pobreza cero». Es que hay muchas relaciones entre ese Falcon Verde en el desfile y las políticas en orden a plantear un esquema bélico en relación a la pobreza. En Brasil es bien conocido este accionar en las favelas: razias y militarización para eliminar y hacer limpieza racial y de clase en asentamientos urbanos, donde el sistema se ha ocupado de crear espacios delimitados para la pobreza. Pero, ¿qué tiene que ver el Falcon verde con el combate a la pobreza? La respuesta es Robert MacNamara. Fue un Harvard boy que sirvió en la Segunda Guerra Mundial a la fuerza aérea de EEUU. Pasada la guerra ingresa a trabajar en la automotriz Ford, donde es el encargado de la expansión de la empresa en la post-guerra y lo erigió como el primer presidente de la Ford que no provenía del linaje familiar. En 1961, Jonh Kennedy lo nombra director del Pentágono hasta 1968, donde es nombrado presidente del Banco Mundial. Durante su paso por el Pentágono, MacNamara planteó el estudio de Mao Tse Tung y el Che Guevara dentro de las lecturas obligatorias en el mundo castrense para comprender la lógica de la guerra de guerrillas, que se extendía por todo el Tercer Mundo como forma de resistencia e insurrección y como vía hacia la revolución socialista. El periodista uruguayo Raúl Zibechi, en su libro Movimientos y Emancipaciones. Del desborde obrero de los ´60 al «combate de la pobreza», dice que «el eje de la gestión de MacNamara en el Banco fue la estrecha conexión que estableció entre desarrollo y seguridad. En su libro La esencia de la seguridad, escrito durante su último año en el Pentágono, sostiene que entre 1958 y 1966 hubo 164 conflictos violentos en el mundo, que sólo 15 fueron enfrentamientos militares entre dos estados y que ninguno fue una guerra declarada. Su conclusión era que <> (Mendes, 2009: 113). Comprendió que la pobreza y la injusticia social podían poner en peligro la estabilidad y la seguridad de los aliados de su país, y convertirse en factores de inestabilidad que le dieran a sus adversarios, la oportunidad para hacerse con el poder». De aquí, las famosas teorías del derrame en el marco del capitalismo que aseguraría a los países del Tercer Mundo salir de la pobreza estructural y neutralizar el avance del bloque socialista, conocido como el segundo Mundo y que amenazaba avanzar a nivel planetario a partir de los procesos revolucionarios que se multiplicaban en los países del sur. Las bases de las dictaduras sangrientas en todos nuestros países estaban sentenciadas desde las recetas del Banco Mundial y su conglomerado de intelectuales, quienes conformaron a partir de esta etapa un verdadero polo de producción de conocimiento y política para el capitalismo, que comenzaba a ser global.

Para los años 80, hay un viraje importante en las políticas del Banco Mundial y pasa de la teoría del derrame al ajuste estructural, que son los prolegómenos del neoliberalismo en la región. Como comenta Zibechi, MacNamara ya estaba en retirada pero aún a esa fecha seguía con el planteo de la pobreza y la equidad, al advertir que podían ser desestabilizantes. Sin embargo, es una etapa de disciplinamiento hacia el campo popular a partir de la irrupción de las ONGs en la vida social, las cuales se convierten, en muchos casos, en las canalizadoras de la protesta social. El periodista uruguayo muestra que a partir de la relatoría sobre Desarrollo Mundial de 1990 del Banco Mundial, «el binomio ajuste/compensación focalizada de la pobreza como dos caras de un mismo proceso de implantación del neoliberalismo, buscando abordar los <> del ajuste para evitar cualquier inestabilidad política». Esto ha tendido a la fragmentación propia del capitalismo a partir de políticas focales que pierden de vista los contextos y, con ello, reproducen las lógicas de dominación a partir de lo que Fukuyama llamó el «fin de la historia», el fin de los grandes relatos. Un paso decisivo hacia la desidiologización a partir del ocultamiento de los procesos históricos y la reafirmación de lo que el filósofo croata Slavoj Zizek llama «cinismo posmoderno».

El Macrismo intenta pisar fuerte y dar un giro hacia una combinación de la primera y segunda etapa que describimos. La vuelta al mundo, como anuncia proféticamente Mauricio Macri, significa una profundización de lo que venía siendo. Una dependencia de los países centrales y, en particular, del Banco Mundial que es quien manda en esta pirámide de poder. La represión comienza a ser moneda corriente en nuestro país y es ocultado por los medios de des-comunicación masiva. La propagandización de las recetas magistrales las conocemos a flor de piel en nuestra historia, en particular en el 2000-2001; que expresó un hartazgo generalizado hacia las políticas de ajuste que sostenía sin pausa el neoliberalismo en Argentina y que mostraba que las compensaciones no resuelven los problemas de injusticia social, porque el tema de fondo está dado por la distribución de la riqueza y ese punto no se discute desde la banca imperial. Han pasado poco más de seis meses desde la asunción de Macri y el cacerolazo, en todos los rincones del país durante el atardecer del día jueves, pone en evidencia que las políticas con recetas de ajuste y compensación ya no dan respuestas, son recetas viejas.

El jefe de Gabinete, Marcos Peña, el Subsecretario de la Juventud, Pedro Robledo, y la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley recibieron en la Casa Rosada a integrantes del partido neonazi Bandera Vecinal, que está encabezado por Alejandro Biondini, conocido por su adscripción al nazismo, para dialogar en la Mesa de Juventudes Políticas Partidarias sobre la necesidad de acortar la brecha generacional entre sociedad y dirigentes políticos. Sarasa en tiempos de ajuste y palo. Tanto Robledo como Peña salieron a despegar al gobierno nacional y dijeron no haber invitado al partido neonazi, sin embargo desde Bandera Vecinal afirmaron haber sido invitados a participar de la mesa por parte de Robledo. Suena todo bastante similar a la controversia pública que tuvo que enfrentar el macrismo por el desfile de Aldo Rico y los planteos de autoconvocación al desfile de parte de Rico para despegar a Macri de la invitación a desfilar. Salta a las luces las complicidades y las relaciones de Cambiemos con la derecha más recalcitrante del país. Biondini y Rico son expresión de esa vieja política que aún se mantiene de pie y domina, pero que justifican esa idea de MacNamara de desarrollo y seguridad. Desarrollo que ha significado dolor en los pueblos del sur, como la represión a los y las trabajadoras de Ledesma en jueves pasado, mientras estamos a pocos días del 40° aniversario del Apagón de Ledesma que es uno de los capítulos más oscuros de la historia del país y del movimiento obrero en lucha. Aranguren es sostenido con el último aliento de un piolín que no sujeta, mientras millones de personas se movilizan en todo el país para decir con indignación y rebeldía: basta de tarifazos, basta de apretar hacia abajo. La sabiduría popular emerge en tiempos de crisis, en tiempos donde la vida se pone en juego y las dignidades intentan ser atropelladas desde el poder. Los versos de Bertol Brech más presentes que nunca: «Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles».

Editorial del programa de radio Percepciones (Mendoza)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.