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El dilema de los «infiltrados» en las movilizaciones

Fuentes: Rebelión

Aunque es bien sabido que la represión forma parte de la política del gobierno en contra de quienes afecten los intereses del orden que prevalece, el tema de los «infiltrados» y «provocadores» ha llegado a causar confusiones en cuanto al papel que pueden llegar a tener estos en la protesta social. Para abordar tal cuestión […]

Aunque es bien sabido que la represión forma parte de la política del gobierno en contra de quienes afecten los intereses del orden que prevalece, el tema de los «infiltrados» y «provocadores» ha llegado a causar confusiones en cuanto al papel que pueden llegar a tener estos en la protesta social.

Para abordar tal cuestión es necesario llevar a cabo una serie consideraciones a partir del ejercicio de la organización y la lucha popular para resolver algunas cuestiones como: ¿son los infiltrados quienes provocan la represión o el despliegue policiaco desmedido? ¿Quién provoca qué? ¿Qué expresiones representan a qué posición política?

El dilema de los infiltrados y provocadores en las movilizaciones ha sido más recurrente desde la manifestación del 1°de diciembre de 2012 en el DF, así como en manifestaciones del 10 de junio, 1° de septiembre, 2 de octubre del presente año; además del viernes 13 de sep tiembre, día en que la policía federal desalojó, el plantón que la CNTE mantenía en el Zócalo (después algunos combates menores).

Existe la posición que considera que los enfrentamientos que se han dado en las manifestaciones responden a grupos de infiltrados que azuzan a los manifestantes a buscar el enfrentamiento con los cuerpos policiacos, «provocando» así la represión, resultado de ello se da la detención o encarcelamiento de manifestantes así como un despliegue policiaco desmedido.

Esta posición es sostenida por distintas organizaciones de izquierda o de personalidadesque así se reclaman. Pero también difundida en los medios de información en la TV, radio, y medios escritos, que además de hacer eco de tales posiciones, estigmatizan a los grupos que tienen enfrentamientos durante las manifestaciones señalándolos como «pseudoestudiantes«, «vándalos«, «flojos«, «encapuchados«, «anarquistas» etc.

Como resultado de la anterior posición, en los medios se va construyendo y difundiendo la percepción de que existen dos tipos de manifestaciones y manifestantes: las manifestaciones buenas, que son pacíficas y coloridas, y las manifestaciones donde se pre sentan grupos de «violentos«, casi siempre, donde están los encapuchados y los que se visten de negro, y además, que estos últimos «arruinan«, «dejan mal» o «perturban» las manifestaciones de los primeros.

Este discurso que se difunde desde los medios de comunicación, es secundado y retroalimentado, total o parcialmente, por algunas organizaciones de izquierda, sea para defender el gobierno del DF, o para intentar desmarcarse de tales métodos. Sea como se elabore tal diferenciación, acaba siendo la misma posición del Estado y los medios de comunicación a su servicio, es decir, la posición de la criminalización de la protesta social.

Para analizar el hecho de manera objetiva, en principio, hay que entender que existen distintas formas de expresar el descontento, así por ejemplo existe la lucha electoral, la vía parlamentaria, la resistencia civil pacífica (actualmente la que predomina en el movimiento social), la autodefensa, la acción directa y/o el enfrentamiento con los cuerpos represivos, y aunque se esté o no de acuerdo con estas formas, son expresiones de la lucha popular.

Los infiltrados, los provocadores y policías están presentes permanentemente en el movimiento social, señalar que estos son los que «provocan» y traen como consecuencia la represión responde a un análisis unilateral, estrecho y bastante corto de miras, pues se elude por completo la estrategia del Estado en contra del movimiento social. Esta desafortunada posición ha generado que las mismas organizaciones y personalidades de la izquierda hagan eco de forma consciente o inconsciente del discurso criminalizador del Estado, ya que al no poderse explicar la existencia y expresión de formas de lucha distintas a las que están acostumbrados recurren a la explicación más simple: «son infiltrados«, y con ello contribuyen a la reproducción de ese discurso desde los medios de información.
La constante represión en manifestaciones responde a la estrategia del Estado para hostigar, reprimir y aniquilar donde le sea posible al movimiento social, así por ejemplo la represión en las manifestaciones que mencionamos al principio no es algo nuevo, ni es lo peor que pueda pasar, es la situación que se vive en gran parte del país en contra de quienes se movilizan.

Estigmatizar estas formas de lucha responde también a defender al gobierno perredista del DF, y expresa también lo pusilánime y cobarde de quienes dicen luchar por cambios profundos pero son temerosos por algunas piedras y bombas incendiarias lanzadas. Estos temerosos del enfrentamiento directo no advierten que la violencia la genera el Estado y que, incluso, sus aliados del PRD capitalino pertenecen a él.

En el imaginario de los izquierdistas tibios existe la concepción de que a lo mejor los enfrentamientos y la autodefensa «algún día serán necesarios«, cuando «las masas lo aprueben«, pero no hacen nada para que llegue ese ansiado día, ni para impulsar el trabajo de masas que tanto cacarean.

Al contrario sólo utilizan esos argumentos como justificación para pavonearse y dárselas de luchadores sociales «buenos» y «experimentados» y para seguir reproduciendo las formas de lucha socialdemócrata y reformista de las que han vivido siempre.

Por otro lado, la acción directa y el enfrentamiento con los cuerpos policiacos como formas de acción política en marchas han demostrado que, por sí solas, no ayudan a elevar el nivel de conciencia de las masas. Para llegar a escenarios más avanzados en la lucha de clases es necesario incorporar primero a más personas a la lucha social, y esta tarea sólo se logrará con trabajo permanente de organización. Para algunos, siempre va resultar más fácil aventar una piedra, que llevar a cabo trabajo de politización para incorporar a cada vez más personas a la organización y la lucha por el socialismo.

Así pues, es cierto que hay infiltrados en las manifestaciones, pero estos no juegan el papel que se les intenta atribuir, como instigadores de los enfrentamientos y provocadores de la represión. El método recurrente del uso de la acción directa y la violencia por parte de los manifestantes es una forma más de expresar el descontento popular, aunque éste sea espontáneo, un estado embrionario de la conciencia proletaria.

También puede explicarse esta actitud de culto a las acciones espontáneas, y la incorporación constante de manifestantes a enfrentamientos con la policía en cada manifestación, por la falta de tareas tácticas concretas para luchar contra el gobierno, o bien debido a que las existentes resultan ser impotentes, tal es el caso de la resistencia civil pacífica.

Condenar, señalar o impedir que no se ejerza tal acción por no estar de acuerdo, eso sí es hacerle el juego al Estado.

Fuente: Este artículo fue publicado en la sección «Reflexiones sobre la organización y la lucha» del No. 3 de ¡Venceremos! órgano de prensa de la Organización de Lucha Estudiantil y Popular (OLEP).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.