La economía en la cuerda floja. La democracia sin maquillaje. El pueblo trabajador irrumpe en el escenario. ¿Hay un helicóptero en el horizonte -tal como en el 2001- como final de la obra?
Primer acto: la economía en la cuerda floja
El gobierno publicó un DNU que le permite endeudarse con el FMI, que fue avalado rápidamente por el Congreso. Un acuerdo que no se firmó aún y del que nada se sabe de las condiciones.
Este nuevo decretazo no se debió a la ansiedad típica de un presidente desequilibrado pero funcional al poder económico, sino de la urgencia por sostener una estabilidad económica que pende de un hilo y que lo obligó a vender, en apenas una semana, más de 1100 millones de dólares de las reservas del Banco Central. Reservas de las que depende una inestable y ficticia estabilidad de precios obtenida gracias a planchar el dólar y hundir el consumo popular.
El “experto en crecimiento con o sin dinero” implora desesperadamente los dólares que nunca entraron por las inversiones que anunciaba que llegarían a borbotones. Y como no le alcanza con los del FMI, negocia también con el Banco Mundial. Los necesitan para evitar el derrumbe de lo único que puede mostrar como un logro, el descenso de la inflación, y para garantizar el pago de los intereses de la deuda. La mayor parte del préstamo, unos 12 mil millones, se supone serán asientos contables con ese destino, no para obra pública, ni aumento de salarios, ni jubilaciones ni para salud, ni para educación, ni vivienda para el pueblo.
Tras mendigar y arrastrarse hasta mas no poder, tal vez logren algunos dólares que le permitan ganar tiempo para llegar a las elecciones, así como avanzar en transformaciones estructurales de fondo que agravarán la crisis general del país más temprano que tarde. No hace falta conocer la letra chica del acuerdo con el FMI -garante de la dominación del poder económico en general y de los Estados Unidos en particular- para suponer, sin temor a equivocarse que apuntará a mayores ajustes, medidas cambiarias que faciliten la toma de ganancias financiero-corporativas y asegurar el saqueo de los recursos naturales que el imperio requiere. Para nuestro país significará la destrucción de la estructura económico social, más pobreza y destrucción ambiental, mientras se naturaliza que importan más los índices de la “macro” o del “riesgo país” que los del riesgo alimentario, habitacional y laboral de nuestro pueblo, en especial el de nuestras niñeces, adolescencias, jubilados y jubiladas.
El objetivo final es una Argentina similar a la agro-exportadora del siglo XIX -en esta ocasión esencialmente de soja, maíz, minerales, gas y petróleo- en las que las protestas del pueblo trabajador sean reprimidas brutalmente, como retrató magistralmente Osvaldo Bayer en la Patagonia Rebelde, cuyo monumento fue destruido en estos días por orden gubernamental. El coronel Varela, responsable del fusilamiento de los trabajadores rurales en huelga de la Patagonia, reencarna en la figura de Patricia Bullrich.
De lograr este objetivo –que el poder económico persigue desde la dictadura cívico-militar-empresaria del ‘76-, la recurrente crisis por la falta de dólares se agravará, más allá de coyunturales calmas. El gobierno, con sus instrumentos de desregulación, el RIGI y los acuerdos con el FMI está echando más leña al fuego de la crisis, al destrabar, más que la entrada de dólares, su huida.
Por lo pronto, la mano tendida de Trump hacia el gobierno de Milei resulta un salvavidas de plomo. La suba de los aranceles amenaza con agravar la escasez de divisas, por la doble vía de afectar las exportaciones de Argentina y encarecer el crédito. Milei queda cada vez más ridículo en su obsecuencia sin límites, mientras descubre (aunque no le importe) que EE.UU. no tiene amigos sino intereses.
Mientras los sucesivos gobiernos –sean neoliberales o neodesarrollistas- creen poder conjurar la crisis generando una corriente de dólares hacia el país, estos fugan a cada vez mayor velocidad. En los 20 años transcurridos entre 2002 y 2023 la Argentina tuvo un gran superávit comercial de 276.319 millones de dólares, al tiempo que la salida de divisas por el pago de intereses de la deuda, la remisión de utilidades de las corporaciones y la formación de activos externos (fuga de divisas) fue de 349.205 millones de dólares, es decir, casi 72.000 millones de dólares más que los que entraron por el saldo comercial i.
Si no es el pueblo trabajador el que finalmente, como tantas veces, le baje el telón a este primer acto, cortando el chorro de la expoliación, nadie lo hará, más allá de bonitas palabras y discursos de ocasión.
Segundo acto: la democracia sin maquillaje
Si algo temen algunos sectores del poder es que tanta brutalidad sin disimulo erosione los dispositivos institucionales y los consensos “democráticos” con que vienen garantizando su dominación desde hace 40 años. Varios editoriales de La Nación reflejan esos temores. Clarín aminoró sus críticas sólo porque parece haber llegado a un acuerdo con Milei acerca de la propiedad de Telefónica.
Tras 40 años de experiencia con las instituciones de la “democracia”, seguir afirmando que el Congreso se compone de “representantes” del pueblo resulta un chiste sin gracia. La rapidez con que blindaron a Milei para que el Criptogate no devenga en Kriptonita para los superpoderes que le concedieron, contrasta con la lentitud o inmovilidad hacia los temas de interés popular.
Con el cheque en blanco que le facilitó el Congreso para el acuerdo con el FMI, los y las legisladores de la mayoría de los Partidos fueron cómplices de la ofensiva de Milei, lo que revela el entramado institucional que impide cualquier democrática incidencia popular. No casualmente, en las encuestas, a la pregunta de quien encarna la oposición, la respuesta mayoritaria viene siendo “nadie”.
Las decisiones sobre el rumbo del país se delegan en el directorio del FMI -que elabora el plan económico y lo monitorea permanentemente- y en los CEOS de las corporaciones, quienes redactaron la Ley Bases que el Congreso aprobó.
Las izquierdas, siendo de las pocas que acompañan al pueblo tanto en las calles como desde el Congreso, resultan maniatadas por esa trama, invisibilizadas por los medios y debilitada por dificultades y errores propios, que es necesario revisar colectivamente, sin que nadie se crea a salvo de los mismos.
La Justicia no se queda atrás y evidencia que es ciega sólo hacia los intereses populares mientras la venda de sus ojos cae para tomar nota de los requerimientos del poder económico y político. Los jueces Lijo y García Mansilla son apenas una mancha más en una vitalicia institución corrupta hasta la médula.
El diario La Nación, del que nadie puede dudar su carácter de vocero de las clases dominantes, viene expresando su preocupación y temor por el agravamiento de la crisis política, debido al avance del capital global rompiendo su matrimonio con la democracia y con un Estado supuestamente mediador, para lanzar una guerra contra los pueblos. Por el momento, la crisis que amenaza a Milei lo debilita, pero asimismo, paradójicamente, lo fortalece. Porque todos los sectores del poder –sea por acción u omisión- lo sostienen, temerosos de a dónde conduciría un agravamiento de la situación. Por el momento, el “palacio” se muestra decidido a no abrirle brechas a la “calle”.
Tercer acto: el pueblo trabajador comienza a irrumpir en el escenario
En los meses transcurridos del 2025 se lograron masivas convocatorias autoconvocadas y auto-organizadas -como las de la Asamblea Antifascista y Antiracista LGTBQ+, el 8M y el 24 M, o la confluencia de las organizaciones de jubilados con las hinchadas y organizaciones sociales- sin constreñirse a esperar convocatorias de estructuras burocráticas como las de la CGT o el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), que fueron la tónica del 2024. Sin dudas, el llamado al paro que lanzó la CGT para el 10 de abril -preocupada por no perder totalmente el control de la calle- será acatado y aprovechado por sectores masivos para avanzar en la recomposición del pueblo trabajador y expresar la creciente bronca. Asimismo, en el transcurso de este año, se comenzaron a esbozar objetivos independientes a los habituales reclamos frente al Congreso, que se demostraron mayormente inútiles.
También a nivel local o sectorial comenzaron a darse dificultosos avances en la auto-organización de base, como en algunos sectores de trabajadores estatales, el Hospital Laura Bonaparte o en la docencia de Jujuy y de Misiones, entre otros. Transfeminismos y asambleas socio-ambientales recuperaron iniciativas, así como organizaciones culturales.
Si en la rebelión popular del 2001 la consigna de “piquete y cacerola la lucha es una sola” no pasó de ser una expresión de deseos rápidamente abortada, la brutalidad de los ataques de Milei en todos los terrenos incentiva que comience a gestarse la comprensión de la necesidad de articular sectores y reclamos. Son pasos embrionarios, pero como bien dice un conocido refrán, toda larga marcha comienza por el primer paso.
¿Cómo se llama la obra? Dos nombres en danza
Los sectores dominantes y defensores del status quo ya decidieron el nombre con que desean denominar esta obra del drama nacional: elecciones del 2025 como interna para una derecha “sensata” en el 2027. Mientras dejan a Milei hacer el trabajo sucio contra el pueblo, se preparan para contener o para reemplazar al mono con navaja por una derecha que mantenga el rumbo y no arriesgue la dominación. Por el momento, cada cual juega su juego para posicionarse y negociar en mejores condiciones la integración de alianzas que asuma ese rumbo -ya sea rodeando a Milei o reemplazándolo-. Nombres que hoy aparecen enfrentados, como Macri, Pichetto, Larreta, Lousteau o Carrió, así como Massa y una cantidad importante de gobernadores del peronismo, se alistan para integrar futuros frentes de las derechas. Y no sorprenderá que quien hoy figure de un lado, mañana pueda estar del otro.
Por su parte el progresismo -coincidiendo en el dejar hacer y en apostar a las elecciones-, el agotamiento de sus posibilidades de transformación -que se arrastra desde el 2012 y llegó al climax con el gobierno de Alberto Fernández-, se expresa en el enfrentamiento de Cristina Fernández con Kicillof, rodeados de rancios caudillos locales que carecen de propuestas alternativas a las conservadoras de las derechas.
Por el lado del pueblo una imagen recurrente que aparece durante las luchas, intenta nombrar la obra como: “un helicóptero para el monstruo”. El canto “que se vayan todos”, renacido en las luchas, alimenta esperanzas. Pero la historia difícilmente se repite.
Álvaro García Linera, en su reciente visita a Buenos Aires, brindó una clave para entender la dificultad para que brote una rebelión como la del 2001: “la gente no aguanta cuando, además de tener un deterioro de sus condiciones de vida, hay una esperanza por la cual vale la pena unirse, reunirse, gastar tiempo, caminar, marchar y protestar”.
Hoy en día, el deterioro de las condiciones de vida existe por demás. Pero la esperanza se encuentra ausente o muy débil. No alcanza con saber que no queremos más vivir como lo hacemos, necesitamos trazar algunos rasgos de cómo queremos vivir y cómo podremos lograrlo colectivamente. Ante la ausencia de una agenda colectiva, brotan las ilusorias salidas individuales y “emprendedoras”. Tendremos que construir esa agenda del pueblo trabajador, desde abajo, como objetivo de las luchas populares y como esperanza. Evitaremos así, que las derechas se aprovechen de nuestras luchas para mostrarse como alternativa, incluso invocando un supuesto frente antifascista.
Habrá que tomar en cuenta un escollo extra para su construcción. Ya hace mucho tiempo que, ante las crisis, los gobiernos se llevan toda la bronca popular, pero el empresariado zafa.
Seis de los empresarios de Argentina vienen escalando en el ranking de las principales fortunas del mundo. El primero de ellos, Marcos Galperín, aumentó su fortuna durante el 2024 en 1.700 millones de dólares. Eso sí es con la nuestra.
Los nombres de los otros cinco son Paolo Rocca (con 11 funcionarios en el gobierno de Milei), Eduardo Eurnekian (creador y mentor del lanzamiento de Milei), Eduardo Constantini, Ezequiel Carballo y Alejandro Bulgheroni. Vienen creciendo a nuestra costa, gobierno tras gobierno. Hay otros más. Pero por lo menos de estos, sus nombres deben quedar grabados en la memoria. Y sus fortunas y empresas pasar a estar al servicio y bajo el control de los sectores populares. Ya es hora de que los “sacrificios” que siempre nos piden, esta vez lo asuman ellos y no el pueblo.
Nuestro digno pueblo ha sabido siempre construirse y reconstruirse ante las ofensivas del poder, hoy en manos de un puñado de criminales que ostentan crueldad y odian todo lo que sea popular. Esta vez no será la excepción y el tiempo de descuento ha comenzado.
Nota
i F. Cantamutto, M. Schorr y A. Wainer, Con exportar más no alcanza (aunque neoliberales y neodesarrollistas insistan con eso), Siglo Veintiuno, 2014.
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