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Entrevista con dos de los directores del documental El Almafuerte

«El encierro sigue más allá de la cárcel»

Fuentes: Revista Sudestada

El Almafuerte es un documental que expone la creatividad de muchos jóvenes que padecen el encierro, cuyos gritos rebotan contra los muros de la prisión y los discursos convencionales que imperan del otro lado de las rejas. En esta charla con Sudestada, dos de sus directores hablan del proyecto, de los jóvenes, del Estado ausente, […]

El Almafuerte es un documental que expone la creatividad de muchos jóvenes que padecen el encierro, cuyos gritos rebotan contra los muros de la prisión y los discursos convencionales que imperan del otro lado de las rejas. En esta charla con Sudestada, dos de sus directores hablan del proyecto, de los jóvenes, del Estado ausente, de las cárceles y del cambio social como única instancia superadora.

Jonathan carraspea. Se lo nota un poco nervioso. Enfrente suyo, separados únicamente por una mesa, se encuentra el subdirector del Instituto de Menores de Máxima Seguridad «El Almafuerte». Las cámaras ya están colocadas en el lugar previsto. Jonathan comienza:

-Y bueno, en estos veintisiete años que laburás…

-No, no, empezá preguntándole: ¿cuánto hace que estás laburando? Que él te lo diga -corrige alguien.

Jonathan ríe, y vuelve a preguntar, ésta vez con la corrección. El subdirector responde con un breve repaso de su trayectoria, pero rápidamente señala que lo que estaba ocurriendo en el penal era algo que nunca había visto, porque siempre se estaba pendiente del tema de la fuga, en primera medida. Por lo tanto, llegar a la instancia en la que se encontraban en ese momento era producto únicamente del esfuerzo de los chicos.

-Es como vos decís, que la decisión está en uno, pero uno solo no puede -responde Jonathan-. Vos vivís en una villa y vas a buscar un laburo, y en muchos casos pasa que hay discriminación, hay prejuicio, no porque estuviste preso, por la villa nada más.

-¿Pero no hay gente de la villa que trabaja también?

-Sí, hay. Pero no es lo mismo un pibe que un chabón grande.

Los roles de entrevistador y entrevistado iban permutando, pero la charla entre Jonathan y el subdirector continuó, y es una de las tantas escenas que brinda el documental El Almafuerte, un proyecto audiovisual pensado y llevado adelante por tres egresados de Comunicación Social de la UBA: Santiago Cabrera, Roberto Persano y Andrés Martínez Cantó, hoy sumergidos en la postproducción de un documental sobre el rol de los militantes argentinos en el Frente Sandinista de Liberación Nacional, en Nicaragua.

Por su parte,  la propuesta de El Almafuerte rompe ciertos moldes y estereotipos y también propone ir más allá, con el registro de un Taller Audiovisual que tenga a los chicos como principales protagonistas, primero como alumnos y luego como los realizadores exclusivos de un cortometraje. Por un momento, los jóvenes no son tomados como objeto de estudio, sino como los creadores de un espacio que les es propio, donde pudeden trabajar y desarrollar sus capacidades creativas, dentro de un contexto de trabajo que nunca tomó como eje ni tampoco como punto de mención el por qué del encierro de esos chicos.

  «Del otro lado de la reja está la realidad, del otro lado de la reja también está la realidad: la única irreal es la reja», escribió el poeta y escritor Francisco Paco Urondo, en 1973. Estas mismas palabras son las que eligieron los realizadores para dar comienzo al documental, que dentro de poco tiempo será lanzado en formato DVD para su distribución.  

-¿Por qué la frase de Paco Urondo en el inicio?  

-Roberto: Ese poema lo pensamos para el festival La Jaula, un festival de cine sobre temáticas del encierro y derechos humanos. Fue el primer eslogan del festival.

-Andrés: En cada edición tenemos un poema distinto. El que vamos a hacer ahora, en diciembre, es de Camilo Blajaquis: «Después de la jaula, ¿qué?» O sea, qué pasa después cuando salís, si hay algo más allá de la jaula. En el pasado trabajamos con otra especie de idea fuerza que fue: «Si hay algo peor que estar preso es ser mujer y estar presa». Es un poema de Alejandra Pizarnik.

-¿Cómo surge la idea del proyecto?

-A: Había varios proyectos que venían dando vueltas y queríamos laburar con minoridad en riesgo, con juventud en conflicto con la ley penal. Y en un momento nos pareció bueno presentar un proyecto al INCAA sobre la vida de un pibe que se llamaba Ulises, que es el típico caso del pibe que entra en el sistema burocrático penal, que el sistema lo deglute y se lo chupa. Entonces, una compañera nuestra de facultad nos pasó la data de Marcelo Arizaga, periodista y docente del instituto El Almafuerte, que nos dijo: «lo que ustedes quieren hacer es una locura, pero yo estoy más loco que ustedes. Vamos para adelante».

-R: Ahí hubo como una mutación en el proyecto. En vez de tratar de hacer la película sobre un pibe, pasó a hacer una película con los pibes.

-A: El Almafuerte era, hasta ese momento, el único instituto de máxima seguridad para menores, adolescentes y jóvenes que quedaba en la provincia de Buenos Aires. Nos asombró que desde ahí adentro se hacía una revista, que se llamaba Seguir Soñando, y Marcelo era el coordinador junto a Emiliano Andertegui. Entonces nos sorprendía que los pibes, dentro de ese contexto hostil, pudieran sacar una revista. Y ahí, esa mutación: rompamos con esa lógica de facultad de Ciencias Sociales, con el objeto de estudio y esas cosas, y vamos más a ver cómo generar un marco intersubjetivo, con todo el grupo. No sólo éramos nosotros yendo a filmar el proyecto de la Revista, sino generar con ellos un proyecto audiovisual. En algún punto, hacer una transferencia para que ellos se empoderen de la herramienta audiovisual, con sus propios elementos y que puedan ellos contar su propia historia.

-Alguno de los comentarios de los chicos apuntaban a eso, a la posibilidad de olvidarse a través del proyecto que están en el penal, a dejar de verse como presos, que los demás no piensen siempre lo malo…

-R: Es algo que se venia laburando desde el taller de Marcelo, y lo queríamos laburar nosotros, porque todo el tiempo se compran el discurso de pibes chorros.

-A: Como compran este discurso, también hay que tener mucho cuidado con el discurso autorreferencial de la reinserción, de «yo de acá voy a salir, voy a ser diferente»; porque, por un lado, eso es lo que ellos piensan que quiere escuchar aquel que les puede dar la libertad. Es el famoso discurso de buena conducta. Y eso a veces se lo terminan creyendo, que son los pibes especiales que van a poder salir, que «a mí no me va a pasar, no voy a volver». Es complejo. Porque muchos vuelven, terminan en mayores, muertos… Es otra variable que hay que esperar, y para eso falta Estado; y para el Estado, tiene que haber una conciencia ciudadana que no hay ahora, y no creo que vaya a haber.

-En un momento del documental, surge esa contradicción entre la gente del penal, de plantearse: «está bien, yo le digo al chico que hay otro camino posible, otra salida, ¿pero si luego ellos no lo ven, al salir?». Es decir, le creo un mundo de posibilidades para que cuando salgan terminen viendo y sintiendo la misma clase de problemas.

-A: Bueno, hay una parte cuando Jonathan va al barrio, y el decía que no quería salir. Resulta que él dice que en el barrio se siente seguro, que es un lugar en el que puede caminar. Ahí nos dimos cuenta que no es que hay que cambiar a los pibes de barrio, sino cambiar el barrio de los pibes.

Hay que embarrarse. Cuando empezamos el proyecto, nosotros fuimos al SERPAJ, el Servicio de Paz y Justicia. Nos atendió una persona que estaba a cargo de los institutos, y poco mas nos apuntó con el dedito: «ustedes lo que quieren hacer con ese taller es ser funcional al sistema, están legitimando los institutos». Y le dijimos, «bueno, ¿mientras tanto qué hacemos?». Está bien, esperemos la revolución, acá sentados en una mesa. Sentémonos a debatir y hacemos proyectos maravillosos. Y si es una ilusión o no, no lo sabemos. Nosotros hacemos todos los años el festival La Jaula, y nosotros decimos: ¿le cambió algo al pibe que le llevamos y le pasamos unos cortos? No sé, capaz fueron 30 minutos en los que pensó otra cosa. No sé si le habrá cambiado algo en la vida o no. O si se habrá generado una ilusión de otros mundos posibles, en los cuales él no está, o no están dados los mecanismos para que él esté. No lo sabemos, pero nosotros lo vamos a seguir haciendo, porque realmente lo sentimos. No sé si el curso le cambio la vida a los chicos, sí nos la cambió a nosotros.

-¿En qué sentido?

-R: Nos acercó a una realidad que es muy ajena a nosotros. Una diferencia de clase muy importante. Una cosa es laburar en una facultad y otra cosa es saber lo importante que es embarrarse.

-A: Nosotros no nos damos una idea. Y aun así son universos ajenos, porque lo cotidiano nuestro está muy despegado de esa forma de vida. Para mí, Marcelo y Emiliano son superhéroes. Porque ellos no tienen un muerto en el penal, tienen 20. Y están ahí, y ellos forman parte del encierro.

-¿Qué recuerdo se les viene a la cabeza de su experiencia en El Almafuerte?

-R: Lo que me queda muy grato es el día que hicimos el taller con el Chango Farías Gómez y La Chilinga. Estábamos en una cancha de futbol y, sinceramente, por un tema de acústica, le dijimos a Martín Mollo (director de El Almafuerte) para sacar los pibes afuera, sin saber que los pibes hacia dos años que no veían el sol. Entonces hicimos toda una movida, con todo lo que eso implica, y después los chicos no querían entrar otra vez, y fue tan simple como abrirles un portón y que te dé el sol en la cara.

-A: Uno de los momentos que más me marcó fue el ingreso, cuando te das cuenta que estás adentro de una cárcel, a medida que vas pasando y se te van cerrando los portones. Ahí tomás un poco de dimensión. Esto es terrible, y nosotros íbamos a estar nada más una tarde.

-Uno de los chicos dejaba en claro que, en su concepción, ni El Almafuerte ni otras instituciones sirven, porque a pesar que hay gente que quiere ayudar, él no aprendía otra cosa que «códigos tumberos» y «cosas de chorro». Para ustedes, ¿sirven para algo estos institutos?

-R: Te voy a responder con Raúl Zaffaroni: no sirven pero tampoco se pueden suprimir. ¿Qué pasa con un pibe que robó y asesinó a los 17 años? Es también la pregunta que nos hacíamos nosotros: está tres o cuatro años detenido y después, cuando sale en libertad, ¿qué pasa? ¿Vuelve al mismo lugar? ¿Va a cambiar algo positivamente su vida estando ahí adentro?

-A: A ver, la única forma en que cambien las cosas es el cambio social. Pero para el cambio social falta muchísimo. No sé si como Humanidad no podemos darnos cuenta de esas cosas. O sea, algo hay que hacer: con un pibe a los 14 años que mata a tres tipos, nosotros, como sociedad, como Estado, tenemos que hacer algo con ese pibe. Pero al mismo tiempo hay instituciones disciplinadoras y que criminalizan la pobreza, un Estado que tiene un sesgo punitivo. No sirve. Pero hasta hay una cuestión de clase que nosotros no nos damos cuenta. ¿Hay una instancia superadora? La instancia superadora podría estar sólo si la sociedad cambia, pero nosotros somos una sociedad que estamos más dispuestos a votar a Miguel Del Sel que a pensar en un cambio social concreto. Y eso es a nivel mundial, porque ahora en España va a ganar el Partido Popular, Silvio Berlusconi sigue estando, Nicolás Sarkozy sigue estando, Barack Obama no gobierna, gobierna el pentágono… Nosotros íbamos a El Almafuerte con una impronta un poco más de la Pedagogía del Oprimido, de Paulo Freire, y te das cuenta ahí que el encierro te cautiva, que es un mismo instituto social, que el encierro sigue más allá de la cárcel, que los pibes lo sufren en sus barrios. Además, hay una cuestión de clase que nosotros, como personas que accedieron a algún tipo de educación, a algún tipo de competencia, no nos podemos dar cuenta. Yo me acuerdo de una cosa que decía Camilo Blajaquis: «Dentro de lo cotidiano, del imaginario, de la percepción que tienen ellos de realidad, no está mal afanar, es una posibilidad de la vida». Y, al mismo tiempo, esa percepción implica que la muerte puede estar próxima.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.