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El espacio público, patrimonio de monopolios

Fuentes: Rebelión

El motivo de estas líneas es ponerle voz y legitimar el fastidio que muchos sentimos por la apropiación de nuestros símbolos patrios perpetrada por publicistas privados, en particular en estos días del mundial de fútbol. Uno de los momentos sobresalientes de los recientes festejos del bicentenario, fue cuando la multitud coreó la introducción al himno […]

El motivo de estas líneas es ponerle voz y legitimar el fastidio que muchos sentimos por la apropiación de nuestros símbolos patrios perpetrada por publicistas privados, en particular en estos días del mundial de fútbol.

Uno de los momentos sobresalientes de los recientes festejos del bicentenario, fue cuando la multitud coreó la introducción al himno nacional con un oooooo emotivo y elocuente, difícil de olvidar. Lo unánime y entusiasta del coro sonaba como expresión (no de una multitud sino más bien) del pueblo congregado. Y cuando el pueblo se congrega -pensamos por aquí- es para algo. Por eso resulta difícil de olvidar ese coro.

Ahora nos dicen, algunos publicistas y sus patrones, que el pueblo se convoca para enviar mensajes de texto (por celular) y compartir su felicidad brindando (con gaseosa). Y también, que los colores rojo y blanco de monopolios internacionales, combinan perfecto con el azul y blanco de nuestra bandera (juntos dan la bandera de Francia, ¡que es tan chic!). A falta de otra exégesis, propia, los mensajes publicitarios funcionan como tal.

Esta apropiación simbólica es una expropiación «en regla», porque en el espacio público que poluciona la publicidad, no tenemos ninguna posibilidad de disputar ni el significado ni la propiedad de nuestros símbolos.

Ante la falta de legislación y jueces que protejan este derecho nuestro, recuerdo la imagen de un judío perseguido, expulsando a latigazos a los mercaderes del templo -porque la acción directa denuncia las instituciones faltantes, los derechos no reconocidos, el espacio público usurpado (vale decir, apropiado sin «contraprestación»).

Pero «derecho nuestro» ¿de quiénes?

Del pueblo, esa extraña clase de «sujeto expreso compuesto» de la sintaxis política. El pueblo somos la sede del poder político, el que decidimos a dónde vamos, aunque en sociedades complejas sólo operamos por medio de nuestros representantes. Y no parece estar en la agenda de nuestros representantes la reglamentación del espacio público usurpado por la publicidad privada (no es  privatizado, porque aún ese procedimiento neoliberal supone una contra prestación).

Debe ponerse límites, orden, condiciones al interés particular, de manera que su ingreso al espacio público no sea para colonizarlo, vale decir, para reemplazar al sujeto originario por otro que además, impone su ley -tanto tienes, tanto vales- y sus símbolos/fetiche (gaseosa, celular) de facto.

Otro momento sobresaliente de los festejos del bicentenario fue el ingreso de los pueblos originarios a la plaza pública con sus ropas, su música y su mística, y las lágrimas del resto de los presentes que espontáneamente hicimos de público a fin de completar el espectáculo.

Insisto, cuando el pueblo se congrega es para algo; de eso, prácticamente no se ha hablado luego de los festejos del bicentenario, y por eso parece un mal augurio, es una impostura que fastidia, la de estos días, donde a cuenta de la fiesta de todos vuelven a cambiar nuestro oro (nuestros símbolos) por sus espejitos de colores.

La nueva ley de medios de comunicación, así como la nueva ley nacional de educación, señalan el camino para modificar la legislación y las prácticas relativas al espacio público. En él es donde nos encontramos, nos vemos y reconocemos nosotros mismos. Lo que vemos y sentimos allí, es consecuencia directa de cómo lo utilizamos.

Está claro para qué lo quieren y cómo lo usan los monopolios. Lo que hay que modificar es la poca importancia que le hemos dado hasta ahora nosotros, por medio de nuestros representantes.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.