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El establishment se lleva bien con el gobierno pero los ganaderos hacen paros

Fuentes: La Arena

Los sectores más numerosos del empresariado no tienen demasiados motivos para romper lanzas con el gobierno. Ellos aprovechan de la reactivación, los bajos salarios, los subsidios y exportaciones. Pero los ganaderos están furiosos y lanzaron el paro.En política siempre es importante la distinción entre la parte y el todo. El todo, o en todo caso, […]


Los sectores más numerosos del empresariado no tienen demasiados motivos para romper lanzas con el gobierno. Ellos aprovechan de la reactivación, los bajos salarios, los subsidios y exportaciones. Pero los ganaderos están furiosos y lanzaron el paro.

En política siempre es importante la distinción entre la parte y el todo. El todo, o en todo caso, la mayoría del empresariado, tiene una postura de apoyo -no exento de algunas críticas- a la política del gobierno nacional. Algunas partes, al menos la del segmento ganadero representado por Confederaciones Rurales Argentinas y su rama bonaerense Carbap, generalmente secundado por la cúpula de la Sociedad Rural Argentina, en cambio, mantiene una postura crítica.
Un racconto del diferendo nos remonta a enero de este año, cuando la vicepresidenta de Carba, Analía Quiroga, declaró que al presidente Kirchner le faltaba «materia gris». En las asambleas de productores que se hicieron en los primeros meses del año, al compás de camionetazos y otras expresiones de disconformidad, se escucharon críticas a «la patria montonera» supuestamente personificada por el patagónico. Otros asambleístas alertaron que se venía una serie de ocupaciones de tierras similares a las verificadas en Brasil, con lo que la «seguridad jurídica» no existiría más.

Mugía el ganado y mugían los ganaderos, luego que el Ejecutivo ordenó suspender por seis meses las exportaciones cárnicas como forma de presionar a la baja el precio de la carne para la población. Los documentos firmados por las entidades y el gobierno se quedaron sin la mitad de los suscriptores, encabezados por CRA y Sociedad Rural.

En la medida que se lograron pactar los precios de cortes populares, Felisa Miceli fue flexibilizando las prohibiciones de exportación, sin cesarlas por completo. Tampoco eliminó las retenciones a las ventas al exterior, ni de las carnes ni del resto de los productos del campo, que era la bandera unificadora de los reclamos del sector.

El incendio se había apagado pero el ambiente era de sequedad total y el fuego podía retornar en cualquier momento. Ahora se ven las primeras llamaradas, patentizadas en que la dupla de entidades citada, más la Federación Agraria Argentina -que tiene otro perfil, chacarero y democrático-, lanzaron un paro de actividades de una semana.

El enojo de la «patria ganadera» se desbordó cuando tuvo la certeza, luego del debate de la ley de presupuesto y la prórroga de la emergencia, que las retenciones a las ventas externas seguirían en 2007. Y peor aún, que para estabilizar los precios del trigo y el maíz, se elevarían esos tributos para armar un fondo compensador de 450 millones de dólares orientado a contener, por ejemplo, la suba de la cotización del pan.

Lo saliente de esta polémica es que la Sociedad Rural adhirió al paro, por tercera vez en veinte años. Y, aunque Luciano Miguens lo niegue, tal giro hacia la medida de fuerza tuvo fundamentos políticos e ideológicos, como bien le enrostraron el subsecretario de Agricultura, Javier Urquiza, y la propia Miceli.

Oportunidad para derecha

Independiente del nivel de adhesión que recoja el paro agropecuario de «tranqueras adentro» y sobre las ventas y envíos de hacienda, esa crítica frontal de una porción del campo al gobierno tratará de ser capitalizada por la oposición política.

Roberto Lavagna -feliz por la asunción de Gerardo Morales al frente de la UCR- y Mauricio Macri, por nombrar sólo a los dos precandidatos más expectables de la derecha y el centro, ven con muy buenos ojos esa embestida de los ganaderos. Es que la jugada de éstos deja mejor resonancia a sus críticas más generales a la marcha de la administración, de cara a determinados sectores de la sociedad. La derecha política y la derecha social se necesitan mutuamente: los dirigentes de CRA y la SRA necesitan de legisladores y candidatos que amplifiquen sus demandas; y éstos precisan de aquéllos la provisión de material vivo para hacer más creíbles sus críticas al kirchnerismo.

Se mantiene la especulación de si todas estas vertientes van a converger o no en un frente electoral para las presidenciales del año próximo, tal como las alienta «La Nación» y el flamante embajador estadounidense en Buenos Aires, Earl Wayne. El matutino que expresa a la Rural y la Bolsa de Comercio no se limita a editoriales con esa bajada de línea sino que también hace gestos prácticos. Por ejemplo, unificó con Clarín para hacer una sola mega muestra agropecuaria en marzo próximo, Expoagro, en reemplazo de Expochacra y Feriagro que patrocinaban respectivamente ambos medios.
Pero independientemente de si todo eso confluirá en una fórmula presidencial, lo cierto es que todos avivan el paro agropecuario. Presentan a los ganaderos como un sufrido sector que trabaja a pérdida, lo que no es cierto, y que aporta casi todo a la recaudación fiscal. Esto último fue desmentido enfática y puntualmente por Miceli, quien precisó que del conjunto de la recaudación, las retenciones a las exportaciones suponen el 10 por ciento, del cual sólo la mitad es aportada por el campo, y el resto por la sociedad en su conjunto.

Desde 2004 se vio que la derecha alentaba el movimiento de la clase alta y media alta expresada por Juan Carlos Blumberg y sintetizado en el pedido de más policías y penas más duras como forma de dar seguridad a aquellas capas pudientes.
Eso va a continuar porque el «padre del dolor» no tomará nota de los reproches de los camaristas que juzgaron y condenaron a los asesinos de su hijo Axel. Blumberg seguirá adelante como un energúmeno pidiendo hacer del país una cárcel grandota y sin fisuras, casi con seguridad corriendo con los colores partidarios del PRO en Buenos Aires.

Pero tanto o más importante que el agua que pueda aportar esa corriente, el molino conservador será movido por reclamos sociales como el paro ganadero, ámbito donde ha avanzado bastante. Necesita sumar a las centrales industriales y de servicios, por ahora más cerca del gobierno que les provee de negocios y contratos. De allí la insatisfacción de Macri, que lo predispuso a no concurrir al coloquio de Idea en Mar del Plata, semanas atrás. «Se quejan en privado del gobierno pero lo apoyan públicamente», rumió el niño Mauricio sin reparar que con eso ofendía a su propio padre.

Disputa del centro

La oposición en busca de motivos para disparar dardos a Kirchner también se monta en el diferendo con Montevideo por el tema pasteras. Ya lo había planteado Macri hace un par de semanas y lo retomó Lavagna en estos días, burlándose de las derrotas de la postura argentina en La Haya, el tribunal arbitral del Mercosur y el buró del Banco Mundial. Ahora aguardan otro traspié en Holanda, ante el reclamo uruguayo contra los nuevos cortes de ruta.

Es que además de las medidas adoptadas por los vecinos de Gualeguaychú, ahora comenzaron los cortes de seis horas diarias por parte de los de Colón. Se supone que esa metodología, que ganó terreno en las asambleas por la desesperación ante el avance de la construcción de Botnia, puede perjudicar la posición nacional ante la Corte Internacional.

Macri, Lavagna y Elisa Carrió se burlan de la desgracia de Kirchner en esos foros internacionales, sin reparar que esas derrotas son también del país. ¿O acaso creen que los reclamos de Entre Ríos son de unos pocos ambientalistas y entre ellos algunos «eco terroristas» como la versión lanzada por un medio estadounidense sobre la mujer-bomba que se inmolaría frente a la planta en cuestión?

Lamentablemente la situación es cada vez peor. En lo inmediato es así para Argentina porque todo indica que las plantas van a implantarse con cobertura internacional. Y en lo mediato para Uruguay, cuando se advierta que la pureza del río se perdió para las dos orillas.

Un síntoma es que de aquel lado del río patrulla el Ejército, una decisión de Tabaré Vázquez que su colega Kirchner juzgó como «una afrenta».

Los desairados entrerrianos han votado ir a la Plaza de Mayo el 12 de diciembre pero es improbable que tengan buena acogida en el PEN. No la tuvieron los piqueteros que acamparon dos días en ese lugar, sin ser recibidos por autoridad alguna. El desaire ya había sido del ministro del Interior para con los organismos de derechos humanos que querían hablar con él del caso López.

Es que hoy el gobierno no está interesado en dialogar con movimientos sociales y populares. Está en un giro al centro o a la derecha, según se lo juzgue, que se mantendrá hasta iniciada formalmente la campaña electoral. Es que su receta para acotar el crecimiento de Macri y Lavagna es tomar parte de sus banderas, tales como mostrar más firmeza, incluso policial, ante las manifestaciones callejeras; poner límites a la amistad con Hugo Chávez, tensar la relación con Irán siguiendo la pauta envenenada de las embajadas de Israel y Estados Unidos, candidatear al mediocre Daniel Scioli en Buenos Aires, etc.

Dicho en otros términos. Para evitar que la oposición de derecha y centro crezca, el gobierno puso el guiño en esa dirección y transita por ese carril, con la idea de que, una vez que bloquee ese avance, retomará su senda del medio a la izquierda.