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El Estado es parte del problema de la violencia feminicida, afirma Marcela Lagarde

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El Estado mexicano es parte del problema de la violencia feminicida y del feminicidio, el cual no es solo el acto de matar: es el acto misógino de matar a una mujer, con una enorme tolerancia social, señaló Marcela Lagarde, en el Conversatorio «La Violencia Feminicida y el Feminicidio», en el que participaron legisladoras, académicas y consejeras del Instituto Nacional Electoral (INE).
Ante un auditorio de cerca de 450 personas, la académica relató que transformó el concepto de femicidio al de feminicidio, porque -de acuerdo con los resultados de una investigación científica en todo el país- se encontró que no solo se trata de la misoginia de hombres contra mujeres, sino que incluye al Estado como parte de los componentes de esta violencia feminicida.
Lo anterior, narró, fue confirmado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el juicio de Campo Algodonero, cuando consideró culpable al Estado mexicano por no haber garantizado la vida de tres mujeres, que fueron los casos que aceptó revisar la Corte. Fue el primer veredicto de ese tipo en el mundo: ningún Estado había sido sentenciado por omisión, por negligencia, por colusión.
«Qué sería de las mujeres víctimas de feminicidio sin la voz de otras mujeres exigiendo justicia, como lo hacemos hoy desde esta tribuna. Estamos aquí para exigir justicia, para construir justicia, porque también nos compete. Lo hemos hecho a lo largo de décadas», expresó previamente.
La violencia contra las mujeres y niñas no tenía esa centralidad como ahora. Ha sido producida por la brutalidad del trato a las mujeres: «Nuestro país da vergüenza del maltrato a las niñas, a las mujeres jóvenes, a las adolescentes, casadas, obligadas a las maternidades evitables». Pero también tenemos un país fincado por mujeres y hombres que han ido construyendo la igualdad.
Consideró que la sociedad ha permitido la violencia contra las mujeres todo el tiempo: en espacios cuerpo a cuerpo, persona a persona, en espacios privados, públicos, institucionales; incluso, como lo vimos ahora -refiriéndose al caso de la niña Fátima Cecilia-, en espacios educativos, los que deberían ser la vanguardia de cambios importantísimos de la cultura política del país.
La erradicación del feminicidio, dijo, solo se puede lograr con la erradicación de la violencia feminicida, que es la categoría mayor: «Esta es el conjunto de hechos que violentan los derechos humanos de las mujeres y las niñas y las colocan en una condición de fragilidad brutal, al punto de que, siguiendo nuestras investigaciones, podemos saber dónde habrá un feminicidio, podemos preverlo, porque ya tenemos instrumentos de medición, ya tenemos georreferenciada la violencia contra las mujeres y las niñas».
Si analizamos sujetos, podemos saber si cada persona puede cometer actos de ira brutales, misóginos, como son los actos que conducen al feminicidio, aseguró la feminista académica en el acto, organizado por el INE, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la Cátedra UNESCO de Derechos Humanos y el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (ambos, de la Universidad Nacional Autónoma de México), la Red de Investigadoras por la Vida y la Libertad de las Mujeres y la Cámara de Diputados.
Tenemos un Estado que, en muchos casos, algunas de sus instituciones se vanaglorian de no tener política de género, pero incluimos al Estado -en el concepto de feminicidio- para modificarlo. Lo que contiene la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia es una visión epistemológica del problema de la violencia contra las mujeres y niñas.
Creamos, amplió, categorías para identificar los fenómenos y teoría para no aislarlas unas de otras, y poder decir hacia dónde hay que ir y qué hay que desmontar, para transformar radicalmente al Estado y que sea un Estado democrático, de género, para que en nuestro haya democracia genérica, y no limitemos la democracia a otros aspectos y que solo pensemos que la violencia la viven mujeres pobres, solas, de clases baja o que no tienen que las acompañen, pues mujeres famosas y poderosas han sido víctimas de violación y acoso.
Tenemos que identificar al Estado que no propicia ni garantiza la seguridad para la vida de mujeres y niñas. Tenemos que impulsar una gran transformación del Estado con perspectiva de género, como se ha hecho desde hace 20 años: formar a funcionarias y funcionarios, a políticos y partidos políticos. Que tengan la responsabilidad de que, como instituciones, también formadoras de conciencia, requieren tener una visión de igualdad de género y propiciarla, y no que cada vez haya que volver a empezar a explicarles por qué la igualdad, la paridad, la equidad.
Queremos que eso sea un sustrato cultural, compartido, como elementos de unión. Qué maravilla sería que este país, de la tragedia feminicida, logremos convertirlo en el país que logre erradicar la violencia feminicida contra mujeres y niñas.
Anteriormente, Lagarde había comentado que hoy podemos diferenciar a hombre pro igualdad, pro democracia, pero también podemos identificar aquellos que insisten en vilipendiar a las mujeres. Cada vez más mujeres tenemos conciencia de género, positiva. Nos dedicamos cada día a erradicar esa plaga nefasta y terrible. Cada día nos levantamos con nombres de mujeres y niñas víctimas de feminicidio por el solo hecho de ser mujeres.
La teoría feminista, historia, ciencia política, la antropología indican que sí se erradica la desigualdad, se erradica la violencia. Entonces, no vengan a decirnos ni siquiera de mañana, ni siquiera muy tempranito que vamos a cambiar la moral y que vamos a hacer buenas costumbres. Es al revés. De ahí se desprenderá una ética para vivir conforme a la libertad, a la igualdad y al desarrollo de cada quien.
Al aludir al presidente Andrés Manuel López Obrador, manifestó: que no se nos diga que hay mano negra en este movimiento feminista en México. Hizo un reconocimiento a las jóvenes que marchan en las calles y pintan paredes.
«Esas jóvenes merecen todo nuestro reconocimiento, nuestro apoyo. Las convoco a que seamos voz, sustento, apoyo, certeza para estas jóvenes que están tomando la estafeta. Llegaron y la arrebataron con ese brío maravilloso que tienen las jóvenes. Merecen nuestra escucha, nuestra ponderación, la exigencia, junto con ellas, al lado de ellas, de los derechos humanos para las mujeres y para los hombres también».
Al hacer entrega de libros y documentos sobre el feminicidio y la violencia contra las mujeres para que se puedan consultar en el INE, la académica feminista reclamó nuevamente al gobernante mexicano que haya dicho que antes no se hacía nada sobre el feminicidio, aunque reconoció que se ha fallado porque «no hemos logrado que el Presidente de la República se exprese con una visión respetuosa y democrática sobre las mujeres y las niñas víctimas y sobre nuestros movimientos legítimos, públicos».
Pero para eso estamos aquí, dijo, para proponernos, por ejemplo, «hablarle al oído para que le caiga el veinte (abrir los ojos) de qué se tratan los derechos humanos de las mujeres y las niñas».