Esta semana el gobierno intentó una contraofensiva para tornar el fracaso en “triunfo”. El fallecimiento de Jorge Bergoglio le quitó protagonismo a la algarada triunfalista y forzó al presidente a contemporizar. El enfrentamiento entre Javier Milei y Mauricio Macri.
El estentóreo respaldo del poder capitalista mundial a Javier Milei fue uno de los rasgos preponderantes de esta semana. Primero habló el secretario del Tesoro de Estados Unidos Scott Bessent. Aseveró que si hubiera un “shock externo” que afecte a Argentina podría abrirse una línea de asistencia al país, brindada de modo directo por el tesoro norteamericano.
Un mecanismo excepcional del que sólo se recuerda el antecedente del préstamo recibido por México en la década de 1990, en medio del formidable sacudón internacional conocido como “efecto Tequila”. Claro que en esa instancia lo búscado era conjurar una crisis que podía ser de alcance mundial.
Un par de días después llegó el curioso respaldo electoral de la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Krystalina Georgyieva. Que llamó a votar a La Libertad Avanza (LLA) en las elecciones de 2025. Lo hizo exhortando a que “no se descarrile la voluntad de cambio” para luego decir “…insto a Argentina a que mantenga el rumbo”.
Se cobijó también en una consigna del gobierno al afirmar “la Argentina ha demostrado que esta vez es diferente” Hasta se colocó sobre el pecho un pin de LLA. que le facilitó el ministro de Economía argentino, presente en la llamada “reunión de primavera” del F.M.I y el Banco Mundial.
Así se ve al capital internacional cada vez más enfilado a la defensa incondicional del gobierno actual. Desde la certeza de que éste sigue la “política correcta” para el punto de vista de los ricos y poderosos del mundo. Poco importa en cuánto se endeuda y si puede pagar. No es una cuestión sólo financiera sino más que nada política e ideológica.
El gobierno de Javier Milei encarna un experimento de nueva relación entre Estado y capital que los organismos internacionales y el gobierno estadounidense atesoran como un potencial modelo a trasladar a otros países en un futuro cercano. Para concretarlo se requiere presentar su gestión como un éxito.
“Todo marcha según lo planeado”.
El presidente argentino y sus colaboradores persisten en trasmitir euforia por la atenuación del “cepo”. E inducen al convencimiento de que, al contrario de la mayoría de las previsiones, el dólar oscilará hacia arriba y abajo y terminará fijándose en valores cercanos a los mil pesos. Lo que confirmaría el aserto de que no hubo devaluación
Han presentado como triunfo un fracaso: El parcial abandono de su política de control de cambios, con el dólar anclado como principal herramienta antiinflacionaria que se tornaba insostenible.
Lo hizo sobre todo ante la no confirmación, por lo menos en la primera semana, de los pronósticos de que el dólar iba a subir con rapidez a la “banda superior” de 1400 pesos. Con el shock inflacionario consiguiente y una atmósfera general de mayor inestabilidad e incertidumbre.
Agrega la actual administración otras afirmaciones más que controvertible., Como que los salarios reales y las jubilaciones están en crecimiento. Hasta sostuvo que no hay caída del consumo sino aumento de compras vía plataformas, que no quedarían computadas en las cifras oficiales.
El presidente y sus colaboradores han aprovechado la oportunidad para salirse de la atmósfera de seguidilla. Errores propios, aumento de la conflictividad social y pérdida de popularidad que lo afectan desde febrero. La durabilidad de ese clima estará atado a la cotización del dólar y al avance mayor o menor de la conflictividad social.
En torno al Papa.
La muerte y el homenaje generalizado al papa Francisco ha teñido el acontecer público y la circulación mediática como muy pocos sucesos pueden producirlo. Proliferó el elogio desmesurado en una virtual “cadena nacional” a jornada completa. Burocracias políticas, emporios mediáticos, el establishment ponen todo su esfuerzo en apropiarse de la figura papal.
Desde las visiones críticas a la iglesia institucional y al pensamiento y práctica religiosa en general se le hacen múltiples objeciones al itinerario del pontífice.
Se puntualiza que sus políticas reformistas y sus repetidas expresiones críticas a los peores extremos del capitalismo fueron en el fondo tentativas de reconstruir el crédito social del catolicismo. El que se hallaba en retroceso frente a otras confesiones cristianas. Y amenazado por ataques radicales en el propio seno eclesiástico.
Se ha señalado que la llamada “teología del pueblo” tiene el propósito de priorizar el costado social del catolicismo sin incurrir en influencias del marxismo. O en “basismos” de “excesiva” autonomía frente a la institucionalidad eclesiástica como los que tuvieron su auge en las décadas de 1960 y 1970.
Asimismo se remarca que no introdujo cambios decisivos como hubieran sido la aceptación del sacerdocio de las mujeres o el abandono del celibato eclesiástico.
En sentido contrario sus partidarios han exaltado su prédica contra el deterioro ambiental, a favor de los migrantes, en solidaridad con el pueblo palestino, trato más benévolo hacia los homosexuales. Además de sus críticas contra el espíritu mercantilista y el individualismo absoluto al que propenden las corrientes “ultraliberales” que hoy atraviesan un momento de auge.
Más allá de la evaluación rigurosa de su pontificado se debe tomar nota del valor simbólico que toma en el contexto actual.
Es más que un detalle que haya vivido su período papal en una discutible y sin embargo verosímil posición de combatiente activo contra el neoliberalismo. Y a favor de un orden social más justo, Aún de contorno imprecisos y sin cuestionar al sistema capitalista en su conjunto se lo percibe por parte de amplios sectores populares como un mensaje con el que pueden identificarse.
Por su parte el presidente argentino viajó a Roma para el funeral del fallecido ex arzobispo de Buenos Aires. Con el oportuno “equilibrio” que casi nunca muestra en otros asuntos, fue a rendir reverencia a quien definiera como “representante del maligno en la tierra”. El demonio se volvió santo y el mandatario demostró que no come vidrio, al menos no todo el tiempo.
Llegó tarde y no pudo darle el último adiós al papa. Dadas las circunstancias es lo de menos.
Los hermanos ¿enemigos?
De regreso a los asuntos terrenales, otro escenario que llamó la atención estos últimos días fue el choque entre Milei y Mauricio Macri. El líder de PRO reaccionó en contra del propósito activo de LLA de negarse a una alianza con el partido del expresidente, con la apuesta a deshilacharlo con la generalizada conversión de dirigentes a las huestes “libertarias”.
Macri acusó a sus ex correligionarios que se pasaron al actual oficialismo de haber sido “comprados”. En otra de sus peculiares ocurrencias el jefe de Estado le pidió que muestre la factura de adquisición. Un nuevo intercambio de ofensas que dista de ser decisivo.
Quien fuera dos veces jefe de gobierno de CABA aparece acorralado. Sabe que no tiene muchas cartas en sus manos. Una de ellas es que la alianza entre las dos fuerzas puede ser el único instrumento disponible para derrotar al kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires.
LLA confía hasta ahora en que, con PRO muy disminuido, tiene posibilidades de derrotar a las huestes de Cristina Fernández de Kirchner y Axel Kicillof en la provincia de Buenos Aires, sin necesidad de una alianza formal.
El pase de las figuras destacadas del macrismo en la provincia; Cristian Ritondo, Diego Santilli y Guillermo Montenegro, aún no confirmado, podría ponerle el moño a la operación.
Nada de esto altera la tendencia principal, que se manifiesta no sólo en Argentina: La más bien rápida absorción de la derecha “tradicional” por la nueva derecha extrema. Ambas corrientes coinciden en sus postulados fundamentales.
La versión más radical allega una agresividad y un tono plebeyo que el conservadorismo no posee. Además de redondear mejor una propuesta que exceda el economicismo para articularse en una visión integral.
Los conservadores aplauden sus políticas “extremistas” en beneficio del capital frente al trabajo y la retirada del Estado a favor de los mismos intereses. No tienen nada distintivo para ofrecer como alternativa.
Sobre todo aquéllos que, como en Argentina, resultan poco creíbles a la hora de postularse a “institucionalistas” (está claro que los “libertarios” no lo son) debido a sus iniciativas o complicidades en anteriores maniobras “antirrepublicanas”.
En las calles.
Ya se vuelve una condenable rutina que las fuerzas federales y locales repriman a jubiladas y jubilados los días miércoles en las cercanías del Congreso Nacional. Ocurrió esta semana como tantas otras veces.
La semana próxima lo distintivo será la coincidencia con la gran movilización que planifica para ese miércoles la Confederación General del Trabajo (CGT). El fallecimiento del papa le servirá a la Confederación para escamotear en parte el contenido de reivindicación gremial y protesta social del acto.
Al parecer han decidido oficiar una misa de homenaje póstumo a Francisco ese día. La amplia masa de trabajadores y militantes que no profesan ninguna fe religiosa o que teniéndola no aprecian la labor papal deberán asistir a una ceremonia cuyo sentido y ritual no comparten. O mantenerse en una actitud distante y tal vez incómoda.
Lo más probable es que poco les importe a los dignatarios sindicales. Los satisface teñir de conciliación y hasta de mansedumbre lo que debería ser airada protesta contra los múltiples y crecientes padecimientos de la mayoría de la población.
Podrían rendir un sobrio homenaje al fallecido, están en su derecho. Y dar toda la prioridad al reclamo por salarios, jubilaciones, trabajo formal y estable. Pronunciar un no sonoro al desmantelamiento de las políticas sociales.
Y manifestar el repudio al despido de trabajadores públicos y al cierre de organismos que cumplen funciones más que necesarias.
Con todas sus falencias un gran acto cegetista puede marcar una continuidad de las reacciones poderosas contra el gobierno de los últimos meses. Más todavía si no se impone del todo el tono casi beatífico que parece auspiciar la CGT.
La iniciativa popular se ha volcado últimamente a las calles. La apuesta obvia es que no la contrarresten los artilugios del gobierno: Ni la estabilidad más o menos provisoria del dólar ni que la inflación se empareje en niveles de por sí muy altos. Con efectos agravados por el freno puesto a la recomposición de los ingresos.
Instituciones representativas anquilosadas y oposiciones fragmentadas y en gran parte timoratas cada vez despiertan menos expectativas. Se acentúa un vacío que debería ser pasajero. Los poderosos pueden llenarlo con apelación al disciplinamiento y la represión.
La movilización popular de espíritu independiente y con vocación de unidad y organización apostarán a darles la disputa.
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