El sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos, quien coadyuvó a incluir el reconocimiento de 36 naciones en la Constitución boliviana, sostuvo: «Yo he propuesto en La Paz la idea de que esta Constitución corresponde a un Estado experimental. Si estamos en un proceso de refundación, nadie tiene las recetas, todas las soluciones pueden ser perversas […]
El sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos, quien coadyuvó a incluir el reconocimiento de 36 naciones en la Constitución boliviana, sostuvo: «Yo he propuesto en La Paz la idea de que esta Constitución corresponde a un Estado experimental. Si estamos en un proceso de refundación, nadie tiene las recetas, todas las soluciones pueden ser perversas y, en esas circunstancias, lo mejor es experimentar». («Plurinacionalidad, Democracia en la Diversidad». Ediciones «Abya-Yala», Quito, Feb. 2009, Página 52).
Los experimentos permiten el avance de las ciencias, aunque, como es obvio, no es lo mismo experimentar con ratones o conejos, que con seres humanos o in constituidos Estados nacionales, como Bolivia, en el que las fuerzas centrífugas amenazan con sobrepasar a las centrípetas. Dudamos que Boaventura se atreva a impulsar recetas que pudieran disgregar a su país.
Los experimentos sociales no deberían arrancar sólo de utopías del indigenismo a ultranza, usadas por las potencias para eternizar su dominio, ya que en tanto esas utopías se impulsan en las periferies, las transnacionales y países poderosos se aferran a reservas mineras y petroleras y continúan comprando tierras en regiones atrasadas. China ha adquirido dos millones de hectáreas (Ha) en Australia, Kazajistán, Laos, México, Brasil y Surinam. Corea del Sur hizo lo mismo en Kuwait, Qatar y Arabia Saudita. La enajenación de tierras a favor de consorcios también se ha incrementado en África.
La italiana Benetton compró 900.000 Ha en Argentina, donde tiene 280.000 ovejas. Después de llegar a una transacción con familias mapuches a las que había expulsado, financió una sede en 6 Lodge Street, en Bristol, Inglaterra, destinada a crear la nación mapuche, a la que ya se dotó de una bandera. También tienen propiedades en la Patagonia el multimillonario húngaro estadounidense George Soros y la Tompkins de EEUU. Y todo esto muy cerca de las Islas Malvinas ocupadas por los británicos. Indígenas del norte de La Paz pretendían que sus abogados asentados en Bruselas negocien con el gobierno la autorización que se necesita para la exploración petrolera, según reveló en vicepresidente García Linera.
La nueva Constitución de la Unión Europea (UE) considera parte de su territorio a los enclaves coloniales de ultramar. En forma previa, destruyó la capacidad negociadora de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), a fin de que sus integrantes, Colombia, Perú, Bolivia y Ecuador negocien por separado. Lula, además de asociarse con los acreedores del FMI, ha invitado a Sarcozy a la reunión de presidentes amazónicos, con lo cual otorgó validez moral y jurídica al enclave colonial de la Guayana francesa. Hasta ahora, los presidentes del ALBA no se han pronunciado sobre el papel del ultra indigenismo que está minando nuestras patrias.
No es lo mismo corregir los defectos de construcción de una casa, que usar una bomba de demolición, para partir de cero. El primer camino consiste en mostrar, junto a las deficiencias, lo rescatable de nuestra historia, llena de injusticias, amarguras y frustraciones, pero también de logros, conductas heroicas y sacrificios que nos enorgullecen. La bomba de demolición se alimenta con el odio entre regiones y de indígenas y mestizos. La remodelación constructiva pasa, junto con la toma de conciencia de nuestras falencias, por la voluntad de edificar un destino común, del que no forman parte transnacionales u ONG, cuyos aparatos mediáticos califican de «etnocida» a todo aquel que se opone a sus designios. Por uno de estos caminos transitará el segundo gobierno de Evo Morales a instalarse el 22 de enero próximo.
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