En el mejor de los casos el presidente se ha empecinado en promover un megaproyecto que al parecer le ha sido heredado e impuesto por la «mafia del poder» que le está cobrando las facturas con las que negoció el ascenso de éste a Palacio Nacional por un lado; y desde las transnacionales, Washington, la […]
En el mejor de los casos el presidente se ha empecinado en promover un megaproyecto que al parecer le ha sido heredado e impuesto por la «mafia del poder» que le está cobrando las facturas con las que negoció el ascenso de éste a Palacio Nacional por un lado; y desde las transnacionales, Washington, la Casa Blanca, Donald Trump, con sus intereses hegemónicos pretenden cerrar la pinza del polémico y mal llamado Tren Maya.
Desafortunadamente todas y cada una de las advertencias realizadas hace poco más de un año por el EZLN sobre los megaproyectos de la 4T se han estado confirmando en algunas comunidades indígenas in situ que resienten y resisten tales planes, que lo mismo por sus implicaciones integrales recuerdan al plan Mérida, al Puebla Panamá o para no ir tan lejos a las Reformas Estructurales que impulsaron los gobiernos neoliberales, cuyo modelo económico AMLO asegura haber abolido para México.
La mayoría de los medios de comunicación e influencers en las benditas redes sociales, en su cruzada contra el neozapatismo, omiten y ocultan las cifras de la presente administración como el asesinato de 21 activistas y líderes defensores de su territorio. Curiosamente dichos dirigentes perecieron en Chiapas, Oaxaca, Veracruz y Guerrero estados en los que se implementarán algunos de los megaproyectos, mismos que concentran los destacamentos de la recientemente creada Guardia Nacional, que lejos de combatir a los cárteles del narcotráfico o al huachicoleo, se han convertido en el verdadero muro de Trump que nuestros impuestos están solventando. Once de esos activistas muertos pertenecían al Congreso Nacional Indígena.
Andrés Manuel López Obrador ha desoído a más de una centena de ecólogos, antropólogos, biólogos, geógrafos, botánicos, juristas, sociólogos, historiadores, filósofos, economistas, artistas y creadores quienes mediante cartas y manifiestos le han pedido detener la implementación de la obra por sus implicaciones; sin embargo el presidente se niega realmente a consultar a los supuestos beneficiarios de la obra, es decir, a las comunidades indígenas.
El ahora presidente, entonces electo, en su primera carta a Donald Trump divulgada el 25 de Julio de 2018 informó a su homólogo sobre el tren que ahora podemos denominar con su verdadero nombre. Más grave aún fue su ofrecimiento para «facilitar el transporte de mercancías entre los países de Asia y la costa este de los Estados Unidos.» Refiriéndose al corredor del Istmo.
Desde entonces la autodenominada 4T ha implementado, si se le puede llamar así, varias «consultas» (incluso antes de asumir la presidencia como la del 24 y 25 de noviembre de 2018), el problema es que en todas ellas no han cumplido con los requerimientos mínimos establecidos por el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo para los pueblos indígenas, que obliga a los Estados a llevar a cabo dichos procesos de forma «libre, previa, informada y culturalmente adecuada».
Por si quedaba alguna duda el 13 de abril de 2019 el presidente de gira por Campeche afirmó «el secretario de Comercio, Wilbur Ross, me transmitió un mensaje del presidente Donald Trump de que están dispuestos a invertir y ayudar a que se construya el Tren Maya y otras obras de infraestructura en el sureste.» Pero el Trump Maya es impulsado en México por una serie de personajes que será preciso revisar para comprender mejor al megaproyecto en cuestión.
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