¿A quién le importa que vayas a votar o no? ¿A quién le importa por quién se vote? Sabemos que los candidatos de los distintos partidos electorales no nos representan, nosotros no los elegimos, no los conocemos, ellos tampoco nos conocen, ni tienen el menor interés en resolver los problemas del país, ni en responder […]
¿A quién le importa que vayas a votar o no? ¿A quién le importa por quién se vote? Sabemos que los candidatos de los distintos partidos electorales no nos representan, nosotros no los elegimos, no los conocemos, ellos tampoco nos conocen, ni tienen el menor interés en resolver los problemas del país, ni en responder a nuestras aspiraciones. No les interesa que no tengamos agua, no les interesa que los productos básicos sean cada vez más caros, no les importan los ejecutados, ni los desaparecidos, no les interesa el pueblo trabajador. Sin embargo, nos dicen que «las elecciones son una oportunidad para participar en la toma de decisiones«. ¿Alguna vez un funcionario electo te ha preguntado tu opinión acerca de temas importantes? ¿Nos preguntaron si nos alcanza nuestro salario cuando aprobaron esos gordos aumentos a los impuestos? ¿Nos preguntaron nuestra opinión cuando decidieron reprimir a los estudiantes de Ayotzinapa o a los jornaleros de San Quintín? Si nadie nos consulta, si no les interesa lo que queremos, si no quieren saber nuestra opinión ¿por qué insistir en que participemos en las elecciones?
Cada vez que hay elecciones oímos los mismos argumentos, las mismas consignas y las mismas propuestas. Por un lado están quienes proponen no participar en las elecciones, ya sea anulando el voto o no votando. En esta posición tenemos a quienes opinan que como «todos son iguales» y por eso no vale la pena molestarse en participar. Están también los antipartidos, los que llaman a abstenerse o anular el voto sin embargo, la acción se queda únicamente en la negativa individual a participar, atrapada nuevamente en la coyuntura y resulta intrascendente.
Por otro lado, quienes alientan la participación electoral, proponen que se vote, que se participe individualmente, dicen que no podemos «permitir que otros decidan por nosotros«, los portavoces de la participación electoral quieren convencernos de que si queremos cambiar la sociedad, el único camino, la única manera aceptable de participar es ésta, de manera individual, desorganizada, controlada y delegándole las decisiones a los «líderes» a «los que saben», a los corruptos aunque de ellos sea «el menos peor».
En ambas posturas hay personas que por supuesto quieren cambiar la situación del país, que están inconformes con la austeridad, la explotación, la represión; podríamos pensar que la diferencia son las formas en las que creen que es mejor mostrar su descontento sin embargo, comparten un rasgo muy particular, ambas apelan a la acción de las personas en tanto individuos, no están llamando a realizar acciones organizadas. El dilema de votar o no votar se reduce a lo mismo: que cada individuo haga lo que considere correcto, que actúe de manera aislada esperando que su ejemplo sea suficiente, no sólo para provocar que otros también actúen, sino que además, en un acto de auténtica ingenuidad, creen que la suma de muchísimas acciones individuales puede provocar auténticos cambios, pero ¿qué pasa si la suma de las acciones individuales no tiene ningún efecto en la clase en el poder? Qué pasa si como sea, gane quien gane, impongan a quien impongan, el régimen le está apostando al individualismo, a que no nos organicemos, qué pasa si en lugar de promover un auténtico cambio, nuestras acciones individuales no son más que eso, una válvula de escape para el descontento.
¿Hay alguna manera de salir airosos de esta coyuntura? Sería mejor para el movimiento popular si nuestros esfuerzos se avocaran a la definición e impulso de una plataforma unitaria de lucha, que fuera capaz de reunir todos los arroyuelos del descontento en un gran torrente de lucha. Lo cierto es que los burgueses son los que ganan con las elecciones, el problema no es participar o no participar en el ejercicio electoral, de lo que se trata es de plantear alternativas que nos permitan luchar por los cambios que necesitamos, que no dejen para «después de las elecciones» nuestras demandas, nuestras aspiraciones para una vida digna.
Al Estado no le conviene que el pueblo trabajador se organice, a los poderosos les conviene que permanezcamos en calidad de individuos aislados, desorganizados, inconformes pero incapaces de plantear alternativas reales a la situación de miseria en la que vivimos millones de trabajadores.
Participar o no en estas elecciones realmente no cambia nada, quienes estamos convencidos de que el cambio no sólo es necesario sino posible, y que para ello debemos cambiar no sólo el gobierno sino las bases mismas de la sociedad capitalista, queremos que sean los trabajadores quienes decidan, no sólo quien va a administrar los recursos, sino en qué se van a gastar esos recursos, no sólo quién va a gobernar, sino cómo debe gobernar. Desde FRAGUA llamamos a tomar la coyuntura como una oportunidad más para organizarnos y luchar unidos, bajo un mismo programa que corresponda a nuestras necesidades, todos tenemos que participar en esta lucha contra los opresores y los explotadores, esta lucha en la que estamos dispuestos a vencer para arrebatarle a los burgueses, a los poderosos nuestra libertad y nuestro derecho de elegir nuestro camino y la manera de gobernarnos a nosotros mismos, es decir, construir con la lucha popular una nueva sociedad sin explotación, sin miseria ni opresión.
NOTA:
Este artículo fue publicado como parte de la sección DEBATE del No. 7 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), en circulación desde el 29 de abril de 2015.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.