En estos días, una vez más, el Fondo Monetario Internacional (FMI) tendrá la oportunidad de hacer saber a los argentinos su acuerdo con aquella frase, acuñada por el expresidente Néstor Kirchner: ¡Los muertos no pagan!
En efecto, desde hace años Argentina navega en los límites de su existencia. Sus riquezas se evaporan y el país se sigue hundiendo. Las eternas deudas externas anotadas en los libros del FMI son impagables. Es por eso que la medida más inteligente y soberana del gobierno de Néstor Kirchner fue cancelar las cuentas que teníamos con el mismo. Ello a pesar de haber cometido el error histórico de no investigarlas. “Olvido” que estamos -y seguiremos- pagando muy caro.
Quedar liberados de los controles permanentes y sistemáticos de ese organismo fue la medida más notoria. Pero ella tendría corta vigencia porque recuperar ese cacho de soberanía atentaba contra el orden financiero internacional. No profundizar en esa dirección hizo posible su regreso y nuestra desgracia.
El FMI no solo es el prestador de última instancia, sino que es el encargado de cuidar que los países cumplan sus compromisos y adecúen las políticas a seguir a los intereses del sistema financiero mundial. Por esas mismas razones nunca se derogó la Ley de Entidades Financieras (Ley 21526/77) dictada por Alfredo Martínez de Hoz durante la vigencia de la genocida última dictadura.
El FMI tiene esas funciones, que aún se mantienen vigentes, desde los fines de la Segunda Guerra Mundial. La continuidad del endeudamiento es su principal instrumento para una eficaz aplicación.
Por eso se puede pensar, sin mucho temor a equivocarnos, que aquel inédito préstamo al gobierno neoliberal de Mauricio Macri más que atender a las urgencias forma parte de una política diseñada por los dueños del mundo para domar las rebeldías que estas tierras solían al albergar: la larga neutralidad en la Segunda Guerra Mundial; el intento de equilibrio geopolítico con la Tercera Posición en tiempos de Perón; la desesperada osadía militar, procurando impunidad para sus crímenes, cuestionando a la OTAN con la Guerra de Malvinas.
Todo ello deriva en el cipayismo de buena parte de la dirigencia argentina, profundizando la entrega hasta llegar a la actual realidad. ¿A qué viene todo esto? Al hecho que en los próximos días se verificará un nuevo vencimiento de acuerdos firmados por este gobierno con el FMI, que forman parte de un caudal de vencimientos que todos saben que son impagables. Ellos son la auténtica soga al cuello que nos acogota.
El 21 y 22 de junio se vencen deudas por 2.800 millones de dólares. Los desembolsos a los que aspira el gobierno, serán discutidos por el Directorio del FMI recién el 7 de julio. A no preocuparse. El FMI comprenderá, con algún incremento de intereses –poco publicitados- en el medio, que cumpliremos con esa obligación con algún atraso o el equipo del ministro de Economía (y eventual candidato presidencial) Sergio Massa encontrará la forma de “dibujar” alguna respuesta.
Tras meses de arduas negociaciones, el gobierno asegura un acuerdo global que se anunciaría el 30 de junio, previo adelanto de 1.900 millones de dólares en Derechos Especiales de Giro (DEG).
Todo seguirá como hasta ahora. La delegación argentina que viaja a Washington saludará el “éxito” de las gestiones, el FMI estará satisfecho porque la deuda se continuará honrando y los intereses, objetivo financieros del endeudamiento, traerán tranquilidad… hasta el próximo vencimiento.
A pesar de todo, en el equipo económico reina cierto optimismo. Este deviene de algunos datos económicos. Si bien crece la perspectiva que este año la economía tenga un signo negativo, éste sería de escasa relevancia y el déficit primario, donde no se cuenta los intereses de la deuda, estaría en el orden del 3,5% lejos del 1,9% previsto originalmente.
Se alegran que la inflación que amenazaba llegar a los dos dígitos, con la cifra oficial del 7,8%, para mayo, evidencia una desaceleración. Sus cifras son elevadas, pero bajando. Con estos datos el interanual, para el mes de mayo, llega al 114,2%. Este descenso se estaría continuando en los primeros días de junio.
Desde el Ministerio de Trabajo informan que en marzo se sumaron 14 mil puestos de trabajo formales. Ello compensa la información que los salarios no recuperan su poder adquisitivo, que perdió un 35% en los últimos seis años. El consumo, si bien perdió su ritmo ascendente, no registra caídas a pesar de las señaladas dificultades de los ingresos salariales.
En este marco el gobierno reconoce tener en el sector externo su talón de Aquiles. Sigue perdiendo divisas y la situación futura se vuelve cada día más compleja.
Necesitarían del Fondo algo más de 10 mil millones de dólares. Difícilmente logren que el Fondo adelante ese monto. De todos modos, confían que -en julio- se apruebe una entrega de recursos que les permita cubrir los pagos hasta el 10 de diciembre, día de las elecciones presidenciales, y tener alguna reserva para soportar las corridas, siempre latentes.
Juan Guahán. Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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