«Nuestra patria es la dignidad» Ignacio Del Valle La votación ocurrida en la Asamblea ejidal de Atenco que, el pasado 1 de junio, aprobó el cambio de uso de suelo no es, ni mucho menos, una derrota para el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT). Es, en realidad, la declaración de guerra […]
«Nuestra patria es la dignidad»
Ignacio Del Valle
La votación ocurrida en la Asamblea ejidal de Atenco que, el pasado 1 de junio, aprobó el cambio de uso de suelo no es, ni mucho menos, una derrota para el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT). Es, en realidad, la declaración de guerra de un conflicto que el FPDT buscó frenar llamando a la sensibilidad y la cordura a quienes desgobiernan nuestro país. Ni los empresarios que añoran los ejidos de Atenco, ni el priismo hoy instalado en la silla presidencial, pueden echar las campanas al vuelo. La organización de los macheteros atenquenses es el vivo ejemplo de que los decretos y las sentencias que parecen invencibles caen ante la solidaridad y la firmeza de quienes pelean con toda justeza defendiendo el derecho a su vida y su historia.
Los priistas en todos los niveles de gobierno pudieron ahorrarse un conflicto que se adivina largo y difícil. Sin embargo, peones al fin y al cabo de los grandes intereses empresariales, han preferido abrir un nuevo episodio de batallas por las tierras a la orilla del agua. Ellos son los responsables de todo lo que en adelante ocurra en Atenco. Nada está aún decidido, el optimismo de quienes votaron por el dominio pleno, en una Asamblea por demás ilegítimamente convocada e ilegalmente realizada, se esfumará entre la tensión de sus fuerzas para hacer valer lo arbitrariamente aprobado. Lo doblemente paradójico está en que pretenden presentar lo ilegal como una cuestión jurídicamente válida en nombre del pueblo de Atenco cuando éste fue ignorado en su mayoría. Desde el 2001, los priistas de siempre, cuestionan -como uno de sus mayores argumentos-, la solidaridad de distintas organizaciones sociales con el FPDT, en cambio nada dicen de la intromisión del gobierno federal, del gobierno estatal, de CONAGUA, que han trabajado con particular ahínco para su «victoria» de papel. Más aún: el pasado domingo, la Asamblea mencionada estuvo resguardada por policías vestidos de civil y miembros de organizaciones de choque como Antorcha Campesina. Además, en el interior del recinto donde se realizó la votación, hubo no pocas irregularidades: se duplicaron las firmas de asistencia y, sobre todo, votaron personas ajenas a los ejidatarios con capacidad de decisión sin permitir la participación de los ejidatarios que se oponen a la venta de las tierras. Hay, además, otro elemento digno de destacar. Con su maquinaria partidista a todo vapor, el PRI demuestra cómo está el país. Como gobierno tiene en su haber la aniquilación del campo mexicano. Su accionar gubernamental lo destruyó y ahí donde, a fuerza de tesón e imaginación, de trabajo constante, sigue en pie y es productivo como en Atenco pretende darle la estocada final. Mientras el engominado Peña Nieto edulcora sus discursos hablando de progreso e igualdad social en el campo, su accionar está encaminado a la destrucción de las tierras y la entrega de éstas a los magnates empresariales como los que encabezan el proyecto de Ciudad Futura.
El 1 de junio, de manera simbólica, en Atenco se reflejó lo que el PRI quiere no ya para el campo sino para todo el país. Unos cuantos, atrincherados, de espaldas a la población, decidiendo el futuro de la mayoría. Unos cuantos, protegidos por grupos de choque, hablando de «Paz y progreso» -como rezaba el estampado en las playeras que portaban-, negando la posibilidad de una discusión seria y a profundidad. Unos cuantos que, por dinero y el goce de cierto poder, hipotecan el futuro y la vida de un pueblo entero. Del otro lado, la solidaridad, la exigencia de discutir, la exigencia de que la Asamblea sea realizara como legalmente se debe. Del otro lado, el llamado constante a la conciencia, al amor a la tierra, a no cerrar la posibilidad de diálogo. Lo que el país es actualmente, entre la clase política y el hartazgo de la población, quedó plasmado en Atenco.
Sería absurdo, además de una irresponsabilidad combinada con cierta estulticia, atribuir lo sucedido en la Asamblea a un desgaste del FPDT. Quizá no exista organización social en todo el país que haya sido capaz de soportar lo vivido por los dignos macheteros; de la incesante lucha en 2001 al mayo rojo del 2006; de la cárcel en 2006 a la libertad de los presos en 2010; la resistencia del FPDT se narra ya en más de una década, en sangre y en la más noble solidaridad con otras luchas. Lo único cierto es que Atenco sigue existiendo gracias a la titánica pelea del FPDT y hoy, incluso los más obcecados priistas del municipio, y todos sus habitantes, queriéndolo o no, deben reconocerlo.
El FPDT se crece al castigo. Está hecho de una extraña materia que encarna historia, fortaleza, dignidad y amor a su tierra. No está de más reiterar lo que sus integrantes, en más de una ocasión, han declarado: «la tierra no se vende, se ama y se defiende». El nuevo episodio de esta larga lucha apenas inicia. No es casual que, otra vez, sea en Atenco donde se muestre lo mejor de nuestro México bravío.
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