Recomiendo:
0

A tres meses de la desaparición de Julio López

El fracasado gobernador Solá

Fuentes: Rebelión

El gobernador Solá, a casi tres meses de la desaparición del compañero Jorge Julio López, ha declarado una verdad de Perogrullo. En un acto de hipócrita constricción señaló:  «Mientras no tengamos datos concretos sentiremos el gusto del fracaso y decirlo no significa otra cosa que asumir la realidad frente a un caso que no podemos […]


El gobernador Solá, a casi tres meses de la desaparición del compañero Jorge Julio López, ha declarado una verdad de Perogrullo. En un acto de hipócrita constricción señaló:  «Mientras no tengamos datos concretos sentiremos el gusto del fracaso y decirlo no significa otra cosa que asumir la realidad frente a un caso que no podemos resolver». El mandatario expresó además: «sentimos que lo que tiene que averiguarse, no lo estamos pudiendo averiguar hasta  ahora, me refiero a toda la nación y a los que estamos golpeados y dolidos por esto» (Telam). Solá, al formular estas declaraciones, no hace más que cerrar el caso López; un caso que su gobierno «no puede resolver».

La impotencia de la que dan muestra las declaraciones del estanciero, frente al accionar de  las patotas terroristas, es una pauta de la desvergonzada y patética política de Derechos Humanos de los gobiernos nacional y provincial. Que semejantes declaraciones hayan sido hechas al presidir un acto en donde distinguió a funcionarios judiciales que se destacaron por su trabajo en los Juicios por la Verdad, dan cuenta de la hipocresía electoral que rodea todos los actos de gobierno, de un lado y otro del riachuelo.

El gobernador Solá utiliza mal las palabras

No se trata del fracaso de una investigación, porque está jamás fue seria. Se trata de conciliación con los grupos de tareas, negociación con los dueños de los chupaderos. Se trata de una connivencia manifiesta, que se expresa en la propia carátula del caso resumida a una investigación «de paradero».  Se trata de connivencia, al ejecutar la orden que sirvió para descargar una feroz represión, el martes 28 de noviembre, en contra de los manifestantes de diversas organizaciones populares de La Plata, las que, en el marco de la campaña por la aparición con vida del compañero Jorge López, fueron a escrachar al represor Rodolfo González Conti, Director de Seguridad de la bonaerense en los años 1977 y 1978, estrecho colaborador de Camps y de Etchecolatz.

La desaparición del compañero López se ha transformado, desde los primeros momentos, en una fuente de crisis política, tanto para  los ocupantes de la Rosada, como para el estanciero bonaerense. No hay que olvidar que, aunque hoy en día se encuentre cada vez más en desuso, la estrategia mediática del kirchnerismo pasaba esencialmente por mostrarse diferente en el campo de los derechos humanos a sus antecesores  radicales, menemistas y aliancistas (ya que de conjunto en el resto de políticas es pura continuidad). «No debe resultar una tarea difícil», pensó el avivado santacruceño, montarse en la voluntad democrática surgida del Argentinazo y laborar con ella a favor de la reconstrucción del estado.

La tarea estaba casi hecha, teniendo en cuenta las leyes de impunidad del alfonsinismo; los indultos y asesinatos de luchadores bajo el menemismo; los muertos que la Alianza regó por todo el país, a sólo cinco días de asumir (en Corrientes) y a pocas horas antes de huir, luego del sitio al estado por parte del pueblo. La desaparición del compañero López demolió toda esta estrategia de tramoyista profesional.

El compañero Jorge López fue desaparecido, por segunda vez, el 18 de setiembre de 2006; contra esto no hay descuelgue de cuadros que valga, ni museos estériles. El gobierno nacional y su socio provincial demostraron que sus objetivos en torno a los derechos humanos no pasan de una farsa para tiempos electorales normales. Porque la crisis descargada por el «desaparecido en democracia» demuestra algo con claridad: que estos recién llegados, «adalides de la defensa de los derechos humanos», se congelan en la impotencia y la pasividad cómplice con los grupos de tareas en momentos de apuro.

¿A quién se detuvo? ¿Qué líneas investigativas se destinaron a la patota bonaerense? ¿Por qué  se reprime a militantes populares, para defender a un estrecho colaborador de Camps y de Etchecolatz? ¿Por qué la reaparición de las patotas que, con o sin uniforme, son cada vez más ostensibles, cuentan con el aval del ministro del interior?

Solá no puede declararse fracasado y hacer participe de su fracaso «a la nación toda». Tiene que aclarar porqué, después de más de dos meses sin ninguna pista sobre Jorge Julio López, sorpresivamente aparecieron en el jardín de su casa el llavero y la llave que utilizaba habitualmente el albañil desaparecido. Tiene que aclarar porqué la familia López, que tiene custodia de la Bonaerense, de la Federal y hasta de agentes de la SIDE, halló accidentalmente un llavero que debería marcar un cambio radical en el curso de la causa y no declaraciones de fracaso.

El gobernador de la provincia de Buenos Aires y el presidente Kirchner tratan de posar como victimas en este caso. Pero no hicieron nada en contra de los secuestradores del compañero López. La precariedad de la investigación oficial roza con la cobardía y la conciliación con los dueños de los chupaderos.

A casi tres meses de la segunda desaparición del compañero Jorge López, las centrales sindicales siguen sumidas en el silencio más oprobioso. ¿Quien duda a esta altura de los acontecimientos sobre la gravedad de esta desaparición? Es necesario que el próximo 18 la jornada de lucha por la aparición con vida encuentre a los trabajadores interviniendo con sus métodos en esta crisis y que se repudie a los que se declaran fracasados. Con vida lo llevaron, con vida lo queremos.