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El Frente Popular, la burguesía argentina y las capas medias

Fuentes: Rebelión

Los pequeños y medianos empresarios y las capas medias históricamente han apoyado proyectos políticos retrógrados, objetivamente contrarios a su interés. Para la clase trabajadora y sus expresiones políticas es imprescindible dar la batalla ideológica para atraer a la pequeña y mediana burguesía y capas medias hacia el proyecto popular progresista, alternativo al neoliberalismo, que es […]

Los pequeños y medianos empresarios y las capas medias históricamente han apoyado proyectos políticos retrógrados, objetivamente contrarios a su interés. Para la clase trabajadora y sus expresiones políticas es imprescindible dar la batalla ideológica para atraer a la pequeña y mediana burguesía y capas medias hacia el proyecto popular progresista, alternativo al neoliberalismo, que es la expresión del actual depredador capitalismo financiero especulativo.

Ante la proximidad de las elecciones presidenciales de este año, se vuelve a plantear el tema de la relación del espacio político que intenta representar los intereses del campo popular, que aquí genéricamente denominamos Frente Popular, con la burguesía argentina y las capas medias.

El asunto es importante, ya que la disputa que atraviesa nuestra historia es entre el proyecto basado en producir y exportar materias primas, alimenticias y otras, e importar todo el resto que necesitemos, y el proyecto que intenta desarrollar integralmente nuestra economía impulsando para ello una industrialización con inclusión social.

Para el proyecto industrialista es fundamental que las clases y capas sociales objetivamente interesadas en ello tomen subjetivamente conciencia de dicho interés y aporten consecuentemente su indispensable apoyo.

En ese sentido, la clase trabajadora, aun con sus limitaciones, mayoritariamente ha apoyado el proyecto industrialista y a los espacios políticos que intentaron impulsarlo.

Queda por ver el importante tema de la actitud de la burguesía y las capas medias ante tal proyecto. Al respecto, Arturo Jauretche había caracterizado lo que consideró tres fracasos históricos de la burguesía argentina en cuanto a transformarse en lo que denominó «burguesía nacional», entendiendo por tal la que fuera capaz de liderar un proyecto nacional de desarrollo económico integral, utilizando las herramientas del Estado, siendo en ello fundamental impulsar el desarrollo industrial. Es lo que hicieron las burguesías de aquellos países capitalistas que hoy son desarrollados, donde, entre otras cosas, fue fundamental la distribución democrática de la tierra en unidades económicas entregadas a los productores directos, lo cual creó las bases de un población demográficamente equilibrada, sustento del mercado interno necesario para el desarrollo industrial.

Jauretche situó esos tres fracasos de la burguesía argentina en tres oportunidades históricas que juzgó propicias para realizar la gran tarea mencionada: Primero en la generación que después de la batalla de Caseros creó la Constitución Nacional de 1853, luego en la denominada «generación del ochenta» hacia fines del siglo 19 y finalmente en la generación de los años 1945 a 1955. No voy a explicar aquí el contenido de estos conceptos, remitiéndome al autor al respecto en, por ejemplo, «El Medio Pelo en la Sociedad Argentina».

Actualmente podríamos agregar un eventual cuarto fracaso histórico de la burguesía argentina, en la posibilidad de transformarse en «burguesía nacional», durante el período 2003 al 2015. Claro que en el contexto contemporáneo de la sociedad argentina, donde el capital oligopólico internacional, principalmente el financiero especulativo, hegemoniza la economía, los medios de comunicación y el poder judicial, la burguesía argentina no tiene ya la posibilidad de liderar un proyecto de desarrollo económico, social, cultural y político que nos haga dar un salto cualitativo hacia adelante como nación y nos saque del actual estado de país semidesarrollado y dependiente. Pero sí podría apoyar un proyecto político que lo intente, donde ya sería la clase trabajadora su principal motor impulsor, pero que, por su magnitud y desafíos, requeriría del apoyo de aquellos sectores de burguesía argentina que objetivamente se beneficiarían del mismo, sobre todo los industriales y muy particularmente los pequeños y medianos empresarios de todo tipo de actividades, industriales, agropecuarias, comerciales y de servicios. Es también muy importante sumar el apoyo de las numerosas capas medias de nuestro país.

Pero ocurre que, aun cuando pequeños y medianos empresarios y capas medias se beneficiaron ampliamente cada vez que se intentó un proyecto industrialista, liderado por espacios políticos representativos del ancho sector popular, la gran mayoría de aquellos no solo no apoyó sino que se opuso y contribuyó activamente a su discontinuidad. Es que la subjetividad de estos sectores ha estado y está ganada por los intereses y la prédica de los sectores oligárquicos contrarios al proyecto transformador y que desde la última dictadura militar, pasando por el menemismo, la Alianza y el gobierno de Cambiemos, aplica la política denominada neoliberal, herramienta que sirve al interés del gran capital oligopólico internacional, en especial a su sector principal que es el financiero especulativo, cuyos desastrosos resultados para los sectores populares, es decir, trabajadores, capas medias, campesinos y pequeños y medianos empresarios estamos sufriendo.

Que los grandes empresarios industriales argentinos se opongan a un plan industrialista que los beneficia, puede entenderse por su desconfianza de clase social, ante la evidencia de que eso desarrollaría y fortalecería a la clase trabajadora. También es entendible la oposición del grueso de las capas medias, ya que su inserción en el proceso económico realizando actividades económicas individuales, básicamente sin cooperación con otros, les genera una subjetividad individualista, propensa a tener un «sentido común» hegemonizado por la intoxicación mediática de los sectores oligopólicos (1). Pero más difícil es entender que los pequeños y medianos empresarios, supuestamente obligados a tomar decisiones racionales en sus actividades, no logren ver el panorama económico global y su evolución histórica y terminen apoyando el proyecto político que, una y otra vez, los perjudica e incluso los hace desaparecer como empresarios, destacándose dolorosamente el caso de los vinculados a la industria. Claro que hay honrosas y valiosas excepciones, como los pequeños y medianos empresarios agrupados en cámaras progresistas de pymes, como por ejemplo APYME, PYMES SUR y otras.

Es que un proyecto industrialista, que emplee políticas de orientación keynesiana, tiene que aplicar desde el Estado regulaciones sobre actividades tales como comercio exterior, mercado cambiario, sector financiero y otras, que objetivamente molestan el accionar empresario, con lo cual los empresarios pymes no logran ver que esas regulaciones son indispensables para proteger el mercado interno, impulsar la demanda y apoyar la industrialización, todo lo cual les conviene. Lamentablemente el árbol les impide ver el bosque.

La relación de fuerzas actual para la clase trabajadora y demás sectores populares mencionados, lo que posibilita objetivamente en lo político es enfrentar al enemigo principal, que es el neoliberalismo, como herramienta expoliadora del capital oligopólico multinacional. Para ello hay que llegar al gobierno y aplicar un plan alternativo de protección del mercado interno, industrialización con activo apoyo a la ciencia y tecnología y, sobre todo, con indispensable inclusión social lo cual incluye desarrollo de la educación y salud públicas. Pero para lograrlo es indispensable sumar al proyecto a los pequeños y medianos empresarios y a las capas medias, para lo cual es fundamental desarrollar el debate ideológico con esos sectores sociales, aportando argumentos históricos y actuales, para ayudarlos a que su interés subjetivo coincida con su interés objetivo y se sumen al proyecto popular alternativo al neoliberalismo.

El capitalismo, a nivel mundial, se encuentra sumido en una grave crisis estructural de tendencia permanente y genera la necesidad objetiva de su superación por un sistema de carácter social cualitativamente más elevado. Aun en este caso, los pequeños y medianos empresarios y las capas medias no tendrían nada para perder y mucho para ganar, ya que a nadie se le ocurre racionalmente que el sistema superador necesite eliminar la pequeña y mediana empresa o las actividades económicas individuales, sino todo lo contrario, ya que se integrarían en una actividad donde solo son los principales medios de producción y circulación de bienes y servicios los que deben pasar a formas sociales de propiedad, con participación democrática en la gestión de los mismos y el todo racionalizado e impulsado por sistemas de planificación central. Un ejemplo claro de ello es China, con su extraordinario crecimiento, modernización y elevación permanente del nivel de vida de los trabajadores y campesinos y donde juegan un rol importante y crecen las actividades de capas medias y pymes.

Para ganar la crucial batalla contra el neoliberalismo, expresión a nivel mundial del capitalismo financiero parasitario, la clase trabajadora y sus expresiones políticas progresistas, deben esforzarse por conseguir el apoyo consciente de capas medias y pequeñas y mediana burguesía, para lograr la relación de fuerzas necesaria.

Nota:

(1) Ver: Las clases sociales y la salida de la crisis – Carlos Mendoza – Revista Tesis 11, nº 128.

Carlos Mendoza, ingeniero, especializado en temas políticos y económicos, escritor, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.