Y es que por si no se han dado cuenta algunos, el futro está entre nosotros: las guerras por los recursos naturales ya empezaron, en algunos casos con la bota militar, en otros agazapadas en privatizaciones que las sociedades hoy rechazan. Si frente a Las Malvinas, Argentina tiene que tragarse la vergüenza de no poder […]
Y es que por si no se han dado cuenta algunos, el futro está entre nosotros: las guerras por los recursos naturales ya empezaron, en algunos casos con la bota militar, en otros agazapadas en privatizaciones que las sociedades hoy rechazan. Si frente a Las Malvinas, Argentina tiene que tragarse la vergüenza de no poder recuperar los recursos ahí existentes, el caso de YPF-REPSOL y todos los incumplimientos y situaciones a que ello ha llevado, le dan la oportunidad de recuperar lo propio.
Basta con elaborar un mapa de la conflictividad social en el mundo, para observar que son los recursos naturales los que vienen generando las disputas más enconadas entre la resistencia social y la voracidad del capital, ésta última apoyada indicativamente por los estados. Mientras tanto, se resquebraja el discurso que convierte al despojo en libertad empresarial o de mercado, y se hacen evidentes en Latinoamérica las componendas que en la mayoría de los casos han nacido de privatizaciones corruptas en los noventa.
Desarrollo social vs Capital
Algunos como Ollanta Humala ingenuamente tratan de edulcorar la arremetida sobre los recursos naturales con creencias como la siguiente: Los intereses del Estado y los del gran capital no son opuestos y pueden convivir, por lo que pueden ser socios. Se equivoca Ollanta y todos los que equiparan el interés del capital al interés social; el interés del Estado es brindar a sus ciudadanos los derechos humanos básicos para el ejercicio de sus libertades, mientras que el interés del gran capital es simplemente reproducir sus ganancias indiscriminadamente sin consideraciones éticas, lo que recorta la posibilidad de ejercer las libertades ciudadanas.
En ese sentido es obvio que para un Estado el interés social debe estar por encima y ser privilegiado frente a los otros intereses; es decir, hoy que el futuro prefigurado por la ciencia ficción sobre los recursos naturales nos toca la puerta, es necesario reconocer la magnitud de la disyuntiva para recobrar una lógica común de desarrollo humano, y superar la extrema ideologización neoliberal que aún se siente hegemónica pero que se halla severamente debilitada.
Uno de los argumentos neoliberales es la corrupción y mal manejo que las empresas estatales han tenido en muchas épocas y zonas del mundo; pero esa constatación no es absoluta como lo demuestra la eficiencia del Estado en diversas áreas, y se puede y debe revertir para enfrentar el control de los recursos naturales y otras urgencias. No es sólo un acto político, sino una necesidad hasta administrativa para transitar en mejor pie hacia el reordenamiento global que hoy se viene dando. Estamos en una época que vertiginosamente devela cambios en la conformación del poder regional y global.
Pre-modernos maquillados
Así las cosas, dos creencias como la que sostiene que para aminorar la pobreza y transitar hacia el bienestar es necesaria la apertura total de los mercados, y la que dice que el acceso y administración de los recursos naturales deba estar a cargo de empresas transnacionales, se convierten en consignas y lugares comunes que esconden lo obvio: ciertos países a través de su avanzadilla empresarial pretenden seguir detentando el poder global y ejerciendo en mayor o menor medida el control de los recursos.
Volviendo a YPF REPSOL, sucede lo que es repetitivo en la mayoría de privatizaciones producidas en el auge del neoliberalismo: el Estado asume las deudas de la empresa, ésta implementa sólo las inversiones necesarias para su interés y obvia el interés general, y ello deriva en situaciones inverosímiles como que países con grandes reservas y potencial de producción energético terminen importando energía a precios mayores de los que les costaría producirla.
La decisión argentina no es un disparate como la prensa aliada al poder económico la presenta, sino una decisión acorde con los tiempos que el mundo atraviesa sobre el reordenamiento del control de los recursos. Esta situación como otras permite observar quiénes son realmente los premodernos que asumen el neo colonialismo extractivista disfrazado de apertura comercial, y los que creemos que con todos sus defectos el Estado nace para servir a la sociedad y no para abogar por el gran capital.
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