A nadie le cabe duda que, el gas, es el tema que está en la mente, la palabra, la acción y la pasión de todos los bolivianos. Pero no es menos cierto que es preocupación de los gobiernos y las empresas de países tan cercanos y fuertes como Brasil, Argentina y Chile. El intento de […]
A nadie le cabe duda que, el gas, es el tema que está en la mente, la palabra, la acción y la pasión de todos los bolivianos. Pero no es menos cierto que es preocupación de los gobiernos y las empresas de países tan cercanos y fuertes como Brasil, Argentina y Chile. El intento de aislar a Bolivia mediante lo que se llamó «anillo energético», hace unos tres años, ha pasado a la historia de los intentos perversos que no fructificaron. Ahora, la tónica corre pareja por la ruta de la integración que va, más que recorriendo, estremeciendo al continente desde El Labrador hasta Tierra del Fuego.
A duras penas, con marchas y contramarchas, hemos completado el primer año desde aquel 1 de mayo en que, el presidente Evo Morales, tomó posesión personal de los campos petroleros. Garantizó la propiedad de las inversiones extranjeras, pero recuperó la propiedad total de los hidrocarburos. Pero, como lo dijo entonces, el proceso apenas se iniciaba. Y tan cierto fue esto que, sólo un año después, se logró perfeccionar los instrumentos de esa recuperación. Las marchas las dio el gobierno y las organizaciones sociales; la contramarcha fue el inútil propósito de las transnacionales y sus corifeos neoliberales de los comités cívicos y los reagrupamientos políticos.
El tiempo no se detiene
La mitad de este año que hoy se cumple, fue el lapso que dio el gobierno, a todas las empresas que explotan los hidrocarburos, para firmar nuevos contratos, habida cuenta que los que tenían, habían perdido validez. Apostaron -y la apuesta fue fuerte y sostenida- que el plazo se cumpliría y no habría contratos. Se proclamó que las empresas se irían, que se cortaría la inversión y Bolivia quedaría aislada. El 28 de octubre, todos los contratos fueron firmados.
Es cierto que las empresas pugnaron hasta el último minuto, por quebrar la voluntad del gobierno. No pudieron hacerlo. La aceptación, en las últimas horas, provocó errores de forma que, posteriormente hubo que enmendar. Las fallas fueron aprovechadas por la derecha para hacer escándalo, sin otra consecuencia que dejar al descubierto su intención obstruccionista.
Ahora, definitivamente, se cumplieron todos los pasos formales y la ejecución de los contratos no tiene ningún obstáculo.
Un buen uso de recursos
Buena parte de los recursos que hoy se obtienen por regalías, impuestos y participaciones por la explotación de los hidrocarburos, va directamente a las nueve prefecturas, 327 municipios y diez universidades públicas que tiene el país. Cubrir las necesidades de la población es una tarea de la que éstas son responsables. Empleo, salud, educación, vivienda y red vial son las prioridades.
Muchos sectores plantean resolver sus problemas particulares, convencidos de que «ahora, nos toca a nosotros». Y, si bien es cierto, la solución no pasa por la satisfacción inmediata de los requerimientos particulares. Se requiere una planificación concertada que haga posible el desarrollo del país.
Pero, del mismo modo que ha surgido las demandas particulares de algunos sectores, también se manifiesta una suerte de reivindicación territorial. De pronto, algún departamento se siente propietario de una porción de esta riqueza, sobre todo en esta etapa en que la exploración ha cubierto menos de la décima parte de la extensa franja diagonal que cruza el país y, en la cual, hay indicios ciertos de que se encontrarán campos ricos en hidrocarburos. Por si fuera poco, en los límites de un departamento, se producen confrontaciones entre provincias. Es como si no se entendiese que, el progreso de una parte del país, es imposible sin la suficiencia del hermano e incluso del vecino.
Si no cortamos a tiempo esas malas apetencias, volveremos a la vieja historia de comernos hoy día nuestro beneficio, para subsistir en la miseria el resto del tiempo.
Las grandes proyecciones
Pero, como dijimos, esas son tareas de corto y mediano plazo. En la proyección amplia, que abarque las generaciones venideras, debemos crear las condiciones para el bienestar futuro. Por supuesto, quienes siempre apostaron al presente, quienes propiciaron el pragmatismo y creyeron en el fin de la historia, son incapaces de ver en perspectiva. Les pusieron anteojeras y no saben ni pueden quitárselas. Fueron los dueños del poder durante tanto tiempo, condicionados por esa visión teledirigida, que están convencidos de que hay un solo camino: el que les señalaron los poderes imperiales desde los tiempo de la colonia.
La tarea a largo plazo tiene dos niveles: uno interno que es la industrialización y otro supranacional que es la integración.
Industrializar es, para decirlo en términos simples, «sembrar los hidrocarburos». Es decir, se está planificando la conversión de estos recursos en productos industriales que se empleen, tanto en su venta con alto valor agregado, cuanto posibilitar otras actividades productivas autosostenibles en el largo plazo.
La agricultura y la ganadería exigen una atención especial que sólo es posible en la medida de una inversión de gran envergadura. Miles de kilómetros cuadrados de tierras de pastoreo, representan una riqueza inexplotada que debe albergar millones y millones de hatos ganaderos. En cuanto a tierras cultivables, ni la cuarta parte de las disponibles, están en producción por falta de vías de comunicación; sin embargo, cientos de campesinos sin tierra vagan intentando llamar la atención de las autoridades o, en el colmo de la exasperación, asentándose en propiedades que ni siquiera pueden cultivar. A esto se suma una riqueza forestal que se ignora o, peor aún, se explota en forma torpe e ilegal.
Pareciera que hay muchas cosas por hacer, para lo cual sería importante encerrarnos en nosotros mismos, con la idea de «salir al mundo» cuando seamos suficientemente fuertes para enfrentarlo. Sería una equivocación, una tremenda equivocación. El desarrollo de Bolivia sólo es posible en un proceso de integración con el resto de nuestro continente, este continente indígena que se comunica en una lengua, más allá de las fronteras que nos impusieron.
La Comunidad Sudamericana de Naciones, el comercio entre los pueblos que ahora están forjando su futuro, con una alianza económica solidaria, un banco que nos libere del sometimiento financiero a los organismos dependientes de Washington, con medios de comunicación que dirijamos nosotros, estamos en condiciones de construir un futuro digno.
La contribución de Bolivia es el gas. Estando en el centro de esta América del Sur, somos los proveedores de este energético comprado y vendido solidariamente. Usado, interna y externamente, en el desarrollo de nuestros países. «Sembrado» para que nos beneficie ahora y beneficie a nuestros hijos y nietos.
Seguramente cometeremos muchos errores. Pero esta vez no podemos equivocarnos.