Eran las siete de la mañana, estábamos en la caseta de peaje de Chiapas de Corzo-Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, para realizar una actividad política de denuncia y difusión sobre la exigencia de juicio y castigo a los responsables de la ejecución extrajudicial del niño Humberto Morales Sántiz, compañero nuestro del FNLS. Esta actividad se programó en […]
Eran las siete de la mañana, estábamos en la caseta de peaje de Chiapas de Corzo-Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, para realizar una actividad política de denuncia y difusión sobre la exigencia de juicio y castigo a los responsables de la ejecución extrajudicial del niño Humberto Morales Sántiz, compañero nuestro del FNLS. Esta actividad se programó en el marco de la exhumación del cuerpo, que peritos del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) realizó, para conocer a través de estudios técnico-científicos las causas que dieron muerte a nuestro compañero, toda vez que los peritos oficiales de la Procuraduría General de Justicia del estado de Chiapas (PGJCH), por negligencia y omisión no realizaron la necropsia de ley.
Ante esta omisión, exigimos justicia por el crimen cometido, se enjuicie y castigue a los responsables materiales e intelectuales. En ese sentido, en la caseta de peaje estábamos alrededor de 40 compañeros, con volantes y manta en mano para informar al pueblo la actitud indolente y negligente del gobierno de Manuel Velasco Coello ante este crimen de Estado.
Los automovilistas que pasaban se detenían a escuchar la información, su rostro reflejaba asombro, recibían el volante y expresaban échenle ganas, otros decían suerte, no se dejen, algunos pasaban y decían ahí viene un camión grande de policías, tengan cuidado muchachos, sabíamos que en cualquier momento podían venir los cuerpos policíacos, porque existe una política de gobierno de reprimir toda acción de protesta y denuncia.
Aproximadamente a las 7:48 de la mañana llegó un camión con policías, en sus playeras negras decía mando único, eran cerca de cien elementos, portaban largas, palos, escudos, gas lacrimógeno. Descendieron y de inmediato se fueron encima de nosotros, con amenazas y agresiones físicas nos decían, ¡sáquense a la verga! ¡Que no entienden se los va a cargar la verga! ¡Órale a la verga cabrones! ¡Pinches viejas putas, ya se las llevó la verga!
Empezaron a golpear a dos compañeros, intenté protegerlos con la manta, pero con sus escudos nos empujaron. A otro compañero varios policías lo rodearon y le pegaban con los palos y el escudo. En la mano izquierda tenía la manta, con violencia la arrebataron entre dos policías y se la llevaron; uno de ellos me pegó en el hombro con un palo y con su escudo me aventó, al caer en el suelo inmediatamente me atacaron 5 policías más.
A las mujeres nos arrastraban y jalaban de los cabellos, la blusa me la subieron hasta arriba del pecho, mientras otro me pisaba el pie derecho con su bota, de la fuerza rompieron mis zapatos, le gritaba ¡Déjenme! ¡Déjenme! Ustedes también son pueblo, son empleados y están del lado equivocado. A la gente que pasaba con sus autos les pedía ayuda, pero era evidente que también temían de la actitud prepotente de los policías, por lo que no se detenían, aceleraban su marcha.
Entre los jaloneos escuché a un policía que gritó ¿Qué hacemos con esta pinche vieja?, ¡traigan la patrulla!, me levantaron entre todos como si fuera un costal de maíz y me aventaron a la patrulla, intenté poner resistencia, pero no pude soltarme de ellos. Se acercó un policía como de 1.85 metros de alto, cabello negro crespo, cara cuadrada, labios gruesos, ceja semipoblada, nariz grande ancha, uniforme azul marino con galones blancos en los hombros, una placa de metal con su nombre J.A.SILVA en el lado derecho, un pin de metal en forma de estrella con escudo de la policía del lado izquierdo, iba en la patrulla federal con número 11595, en tono amenazante dijo ¡Pinche vieja te sientes mucha verga no!
Pensé que me iba a golpear, con su celular se acerca y toma una fotografía directo al rostro, luego ordenó que me subieran a la patrulla número PCC0012, cuando me subieron vi que tenían a tres compañeros Francisco, David y Roberto, éste último los cuestionaba, ¿por qué nos detienen?, le gritan agáchate cabrón, le ponen playeras en la cara y le empiezan a pegar en el rostro. Les grité que ya no le pegaran, sin embargo, eran inútiles mis gritos, seguían con más saña los golpes.
Subieron a un señor que no tenía nada que ver con nosotros, lo golpearon y le lanzaron gas lacrimógeno, él explicaba que sólo pasaba por el lugar y le pareció injusto lo que hacían, sobre todo porque golpeaban a las mujeres, después de tanto alegar lo bajaron de la patrulla.
A otros compañeros los tenían uno encima de otro en la patrulla 40030, alcance a ver que uno de los policías tenía una placa en su uniforme que decía S. Salinas. Era de complexión delgado, moreno, corte de mesa, ojos cafés, ceja semipoblada, nariz media, labios delgados, cara alargada, aproximadamente 1.65 metros de estatura. Al momento de trasladarnos, con violencia me introducen a la cabina, ahí sólo iba el conductor y copiloto, pude ver por dónde nos llevaban, alcancé a observar un letrero que señalaba Fiscalía de Distrito Centro Jardines de Grijalva, Chiapa de Corzo, Chiapas.
En esos momentos me acordaba de todos, mis hijos, mis padres, mis compañeros de lucha, porque el gobierno reprime, detiene y desaparece de manera forzada, ejecuta extrajudicialmente a todo aquel que exija sus derechos y libertades políticas. Para ellos no existen los derechos humanos, nosotros somos «delincuentes» según su lógica, ese trato es el que nos dan, amenazas, gritos, golpes y tortura psicológica.
Nuestra Carta Magna dice que están prohibidos los tratos crueles inhumanos y degradantes, sin embargo, el Estado mexicano a través de sus fuerzas policíaco-militares, coarta el derecho a la protesta, libertad personal, libertad de asociación, libre manifestación de las ideas, libre tránsito, el respeto a la vida, el acceso a una justicia pronta y expedita.
El gobierno mexicano violó nuestros derechos humanos, hizo caso omiso al artículo 1º de la Constitución General de la República Mexicana, que en su párrafo tercero dice: Todas las autoridades en el ámbito de sus competencias tienen la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad. En consecuencia el Estado deberá prevenir, investigar, sancionar, las violaciones de derechos humanos, en los términos que establezca la ley.
Al llegar a la fiscalía permanecimos en las patrullas como una hora aproximadamente, a las 9:00 de la mañana nos dieron a firmar nuestros derechos, la firmamos con la siguiente anotación: bajo protesta, leyeron nuestros derechos hasta las 9:00 horas, no han dicho el motivo de nuestra detención. Un policía ministerial dijo así no sirve saca una copia y que la vuelvan a firmar sin hacer anotaciones, le volvimos de decir, si trae otra hoja de todas maneras anotaremos lo mismo, él contestó trae otra y la firmas tú y esa rómpela.
Después de media hora nos metieron a todos a una oficina y ahí el personal de la policía ministerial nos pidió datos generales, llenó documentos sobre la detención. En el piso extendieron una de las mantas que nos quitaron para que la vieran los policías, después la guardaron.
La policía que nos trasladó estaba en la oficina, un tipo alto nos grabó con su celular y tomó fotografías, después otro policía ministerial pasó a los compañeros Manuel y Jacob a la pared, les tomó una foto a la altura de la cara, intentamos evitar que lo hiciera, pero quiso tomarme del brazo, me hice a un lado, le pedimos una explicación y con coraje tomó del brazo a Ollín para que lo acompañara, entonces dos compañeras nos paramos enfrente para evitar que se lo llevara.
Desde temprano exigimos que nos permitieran hacer la llamada telefónica por derecho y ley, pero fue inútil, no nos la dieron. A las once de la mañana nos llevaron desayuno, algunos teníamos hambre, esa comida apremiaba el estómago, pero por dignidad no lo probamos hasta que se acercara un compañero de la organización para decirle que estábamos bien.
A las 14:00 horas llegó un integrante del Comité Cerezo México con un visitador de la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) y un médico. Con la presencia de ellos, el trato hacia nosotros fue totalmente distinto. El visitador de la CEDH tomó la queja de todos y nos pasaron de uno en uno a un cuarto para que nos revisara el médico. Hasta esa hora decidimos comer, cuando vimos a compañeros de nuestra plena confianza.
Más tarde llegaron los abogados, hicieron los trámites que corresponden, primero nos pasaron con el fiscal para que nos dijeran de qué se nos acusa, ahí nos enteramos que era por pandillerismo y ataque a las vías de comunicación; luego nombramos a nuestro abogado y leyeron nuestros derechos, así nos reservamos el derecho a declarar. Teníamos la plena confianza en la organización, no nos dejarían solos, sabíamos que realizarían acciones políticas para exigir nuestra libertad.
El fiscal de asuntos indígenas llevó un médico de la PGR, sólo nos dio analgésicos, por si teníamos dolor, llegaron tres peritos intérpretes de tzeltal y cho’l porque tres compañeros eran monolingües. Por todas las acciones políticas simultáneas que realizaron los compañeros de los distintos estados donde tenemos presencia y arraigo, los buenos oficios del Comité Cerezo México, de Kinal Antzetik A.C., la solidaridad de la Sección 40, y las acciones jurídicas de los abogados mejoraron el trato hacia nosotros. En cuanto nos localizaron estuvieron todo el tiempo al pendiente de nosotros en la fiscalía.
A las 00:50 horas fuimos traslados a través de un fuerte operativo de seguridad a las instalaciones de la PGR, como si fuéramos los más peligrosos delincuentes del país, las mujeres en una camioneta de la policía ministerial y los hombres distribuidos en diversas patrullas. En el lugar bajaron primero a las mujeres y luego a los hombres, nos formaron en filas escoltados por policías. Nos ingresaron a los separos en una celda mujeres y en otra los hombres, ahí pasamos la noche en condiciones no muy dignas.
Al día siguiente 30 de junio, a los compañeros varones les tomaran la ficha, a las mujeres no nos tomaron esa foto. A las 13:00 horas el abogado nos informó que tal vez nos trasladarían al reclusorio porque el gobierno no cumplía los acuerdos, no nos desanimamos, porque sabíamos que el gobierno mexicano iba a hacer lo imposible por evitar que saliéramos, pero nuestros compañeros no nos iban a dejar solos.
A las 14:00 horas, llegó nuevamente el abogado y personal de la fiscalía con papeles en mano, nos informan que ya íbamos a salir, la organización logró nuestra libertad. Firmamos un documento, donde dejamos nuestras huellas de ambos pulgares, entregaron nuestras pertenencias, afuera nos esperaban.
Salimos con una enorme alegría, consignamos ¡Nuestros compañeros, no son delincuentes, su único delito es ser consecuentes! ¡Ni perdón, ni olvido, castigo a los asesinos! Nos abrazamos con ese calor fraterno que nos distingue entre compañeros.
Esta experiencia reafirma mis convicciones de lucha, sólo la organización del pueblo y la solidaridad de organizaciones hermanas, abogados y defensores de los derechos humanos hace posible desenmascarar la política represiva del gobierno mexicano. Me fortalece esta vivencia. Agradezco a los compañeros de todos los estados que actuaron de manera rápida y simultánea para que todos saliéramos libres.