«Los pueblos que no se conocen han de darse prisa por conocerse, como quienes van a pelear juntos… los árboles se han de poner en fila para que no pase el gigante de las siete leguas. Es la hora del recuento y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado como la […]
Desde 1823 cuando se declaró la Doctrina Monroe hasta nuestros días, EEUU ha desplegado una sistemática agresión contra los procesos democráticos y revolucionarios de nuestra Patria Grande. Ningún país se ha escapado del intervencionismo imperial; sea vía anexión, ocupación, agresión militar, golpes de Estado, ahorcamiento económico, el sabotaje, campañas de desestabilización, y asesinatos de luchadores/as revolucionarios y nacionalistas.
La permanente intervención en los asuntos internos de los países de nuestro sub-continente por parte de Washington ha tenido nefastas consecuencias, impidiendo una y otra vez, la posibilidad de construir alternativas políticas y económicas sostenibles que garantizarían el bienestar de las mayorías y que éstas tengan la posibilidad de convertirse en el sujeto político conductor de los procesos políticos nacionales. Cuba, es el único país que ha podido resistir a lo largo de seis décadas la sistemática agresión imperial, un ejemplo heroico de consecuencia revolucionaria.
El último ciclo de golpes de Estado se ha dirigido contra los gobiernos progresistas de nuestra Patria Grande; Haití (2004) ,Honduras (2009) Paraguay (2012),Brasil ( 2016), Honduras, (2017 vía fraude), el intento golpista en Nicaragua (2018) y Bolivia (2019), al que deben sumarse la densa estrategia de guerra no convencional que el imperio desata contra la República Bolivariana de Venezuela, así como el recrudecimiento del bloqueo criminal contra Cuba
Los Golpes de Estado patrocinados por Washington restablecen y robustecen el poder de la clase dominante local, restauran los privilegios para el capital norteamericano despojando al país de sus bienes estratégicos, subordinan el país a su órbita de influencia y resquebrajan los sistemas políticos democráticos mediante la instauración de regímenes dictatoriales, autoritarios o «democracias» de fachada. Mediante intervención directa, o asesoría a los organismos de seguridad es co-participe y co-responsable de la represión fascista, asesinatos y violencia estatal que se desata contra las fuerzas democráticas y movimientos sociales.
Cada golpe implica retrocesos económicos, perdida de bienes estratégicos estatales que son transferidos a capitales privados nacionales e internacionales para reforzar la dependencia e impedir procesos de desarrollo endógeno, la disminución o destrucción de derechos económicos-sociales de la clase trabajadora, incremento en la tasa de explotación, pobreza de las mayorías y enriquecimiento para la clase dominante. El golpe siempre fue y es hasta el día de hoy un mecanismo de reconfiguración del dominio clasista y de despojo. ¡Cuánta riqueza nacional y bienes públicos se han perdido y nunca fueron recuperados debido a las rupturas de los procesos democráticos!
La ofensiva imperial contra los procesos democráticos de izquierda constituye un factor casi determinante en el momento histórico actual. La compleja estrategia intervencionista desplegada para recuperar control político y recolonizar la Patria Grande.se ha convertido en la principal amenaza para la estabilidad de la región y clausura cualquier posibilidad de poder entablar una relación armoniosa, de respeto y cooperación con los EEUU.
La bien planificada y articulada estrategia golpista que se está ejecutando contra el gobierno de Evo Morales en Bolivia nos revela la profunda gravedad del momento histórico que vive nuestra región. Grave, porque los soportes sociopolíticos regionales para frenar el golpismo, intervencionismo y el crecimiento de fracciones cada vez más radicalizadas y fascistoides de la derecha regional, son débiles, e insuficientemente articulados. A pesar del contundente rechazo de las fuerzas políticas de izquierda y movimientos populares de nuestra Patria Grande y del Mundo, el golpe avanza paso a paso, con un saldo creciente de víctimas de la represión policiaca-militar, azuzada por un grupúsculo de fanáticos racistas y fascistas, apoyados por Washington. Los objetivos de esta nueva agresión contra nuestros pueblos y gobiernos democráticos y legítimamente electos son evidentes: a) Apropiarse del litio y del gas de Bolivia; b) Alinear a Bolivia a la órbita de Washington en materia de política exterior; c) Destruir el proceso revolucionario mediante una violenta contrarrevolución, y si fuera necesario dictadura militar; d) Consolidar la presencia militar en la región. De no poder revertirse el golpe, tendrán aliados incondicionales y control sobre los territorios de Ecuador, Bolivia, Colombia y Perú.
La derecha continental es cada vez más servil a los intereses imperiales y revela una profunda degradación de sus prácticas políticas, permeadas por la corrupción, la arbitrariedad e ilegalidad. La auto-proclamación de «presidentes» títeres,reconocidos posteriormente por los lacayos regionales, demuestra el descaro y cinismo que ya no tiene límite alguno. Washington articula y le da direccionalidad a su política exterior, le proporciona la narrativa, los recursos y espacios para incorporarse a la estrategia de desestabilización contra los gobiernos progresistas y de izquierda de la región, a cambio de poder enriquecerse con negocios lícitos o ilícitos.
Las campañas de odio, la difamación de líderes y lideresas de la izquierda y de los movimientos populares, que se divulgan sistemáticamente en los medios de comunicación nacionales, regionales y globales, se refuerzan con el trabajo de las sectas fundamentalistas evangélicas pentecostales, neo pentecostales y la teología de la prosperidad. Estos florecieron en el marco de los impactos generados por las políticas neoliberales que reconfiguraron profundamente las sociedades latinoamericanas y caribeñas y por ende las prácticas e imaginarios socio-culturales y políticas. Mientras este modelo robusteció las resistencias y luchas populares que permitieron indudablemente las eventuales victorias electorales del progresismo; la desigualdad, violencia e incertidumbre de ascenso social potenció a su vez el crecimiento del conservadurismo y fundamentalismo, sobre la que se han nutrido las opciones políticas de derecha y ultraderecha, que respaldan o toleran el intervencionismo imperial en la región. Son millones de dólares que EEUU destina a operativos para preservar su hegemonía ideológica, a las guerras sucias y el intervencionismo.
En el corazón de este ciclo golpista se sitúa una ofensiva sin precedentes contra la Revolución Cubana. La ultraderecha norteamericana y regional, en un manifiesto odio hacia Cuba quiere causarle a Cuba el mayor daño posible en corto plazo. Es una venganza histórica, porque nunca han podido, ni podrán doblegar al digno pueblo cubano con sus chantajes, amenazas, el bloqueo criminal y ahora con la expulsión de las brigadas médicas cubanas por parte de los gobiernos lacayos del imperio. No le perdonan a Cuba haber salido invicta de sus agresiones, no le perdonan a Cuba el reconocimiento mundial, no le perdonan a Cuba por su solidaridad infinita demostrada y su continuado aporte al pensamiento crítico y las resistencias mundiales.
Tanto Cuba como la República Bolivariana de Venezuela han dado enormes lecciones de dignidad ante la permanente agresión internacional que ha buscado resquebrajar los procesos revolucionarios. El blindaje jurídico-político, la permanente movilización del pueblo convertido en sujeto de transformación, emancipación y guardián del proceso, una fuerza armada formada y leal a la revolución, una estrategia internacional amplia, tácticamente flexible pero coherente con los principios antiimperialistas, de la solidaridad activa y de la conformación de un mundo multipolar, un despliegue político en los escenarios estratégicos internacionales para crear muros de contención, pero sobre todo una conducción política revolucionaria impecable constituyen indudablemente ingredientes claves de su fortaleza y victorias.
A pesar de los retrocesos y la gravedad del momento que vivimos, desde los pueblos originarios, movimientos y las izquierdas se han tejido una memoria común de los agravios imperiales, del saqueo transnacional, de las rebeliones y revoluciones, de las derrotas y victorias; se ha construido pensamiento crítico, perspectivas estratégicas de cambio social, agendas comunes, actualizando una rebeldía histórica que no se doblegará ante las gastadas recetas de la cada vez más criminal y corrupta derecha latinoamericana. ¡Que vivan los pueblos rebeldes de nuestra Patria Grande!
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.