Hace 29 años, las madrugadas de invierno eran tan frías como ahora en La Paz. Lo eran menos en las tierras calientes de la amazonia. Aquel amanecer del 17 de julio de 1980, era particularmente diferente porque impactaría a Bolivia y al mundo. A las cinco de la mañana, varias camionetas cargadas de hombres uniformados […]
Hace 29 años, las madrugadas de invierno eran tan frías como ahora en La Paz. Lo eran menos en las tierras calientes de la amazonia. Aquel amanecer del 17 de julio de 1980, era particularmente diferente porque impactaría a Bolivia y al mundo. A las cinco de la mañana, varias camionetas cargadas de hombres uniformados y con pasamontañas que les cubrían los rostros llegaron hasta la plaza principal de la ciudad de Trinidad.
De pronto, comenzaron los disparos y las explosiones. Los pocos madrugadores, buscaron inmediato refugio, pues los enmascarados disparaban a todo cuanto se movía. Varias tiendas y casas fueron saqueadas. Estos rufianes, no eran bolivianos, tenían acento alemán, francés, italiano y argentino. (1)
Eran los «Novios de la Muerte», que de esa manera iniciaban el golpe de la cocaína, que a su vez era el cuartelazo número 189 en siglo y medio de historia en Bolivia. Detrás estaban el nazi Klaus Altman Barbie, los neonazis Stefano Della Chiaie, Mario Mingolla y varios argentinos, que totalizaban 600 paramilitares, al mando del Cnl. Luís Arce Gómez y Luís García Meza.
La fuerza naval, estaba comprometida en la interrupción del proceso democrático que a duras penas se intentaba sobrellevar. Los soldados de esa fuerza tomaron a su cargo las diferentes radioemisoras para leer proclamas anticomunistas. Las noticias del golpe, promocionaron la declaratoria de un estado de emergencia.
En las afueras de La Paz, paramilitares con pasamontañas controlaban numerosas ambulancias de la Caja Nacional de Seguridad, esperando que una reunión convocada en La Central Obrera Boliviana (COB), reuniera a dirigentes políticos y sindicales, para asesinarlos juntos.
Con la minuciosa coordinación de Klaus Altman Barbie, se asaltó a bala el edificio de la COB y el palacio de gobierno. Los sobrevivientes del edificio de los obreros y los presos del palacio de gobierno fueron llevados al Gran Cuartel del ejército, para ser vejados y asesinado el socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz, quien había llegado herido en la cabeza.
PROTECTORES DE LA DIOSA BLANCA
Al atardecer del 17 de julio, ya se sospechaba que los golpistas estaban decididos a proteger la industria de la «diosa blanca», la cocaína que era la más cara de las divinidades. Por entonces su costo era cinco veces el oro y en Estados Unidos, existían por lo menos diez millones de devotos dispuestos a matar por ella.
Cada año, la «diosa blanca» veía treinta mil millones de dólares echarse a sus pies. El negocio era enorme. A cambio, la diosa prometía a sus devotos convertirlos en superhombres, por un rato. (2) Este multimillonario negocio, creó una «cocacracia» que a estas alturas, tiene inversionistas, convertidos en «honestos» empresarios jubilados de tan combatida actividad.
ERA UNA FRAGIL DEMOCRACIA
Lidia Gueiler, presidenta nombrada por el Congreso Nacional, había conducido el proceso electoral que el 1º de julio enfrentó en las urnas a la Unidad Democrática y Popular (UDP) de Hernán Siles Zuazo, la coalición MNR-H de Víctor Paz Estenssoro, Acción Democrática Nacionalista (ADN) de Hugo Banzer Suárez y al Partido Socialista Uno (PS-1) de Marcelo Quiroga Santa Cruz.
Siles Zuazo, ganó las elecciones, pero sin sobrepasar el porcentaje requerido para llegar directamente al gobierno. El nuevo presidente sería designado nuevamente por el Congreso. Los movimientistas anunciaron entregar sus votos a favor de Siles y lo mismo anunció Quiroga Santa Cruz.
Estas intenciones, precipitaron una santa alianza entre la burguesía, los narcotraficantes y los militares de ultraderecha para ejecutar el golpe y tomar el Poder para impedir que las fuerzas populares de izquierda asuman la conducción del país.
LA REPRESION
Los golpistas, impusieron un toque de queda que inicialmente comenzaba a las ocho de la noche y terminaba a las seis de la mañana. Políticos y sindicalistas fueron sañudamente perseguidos, arrestados, torturados y muchos de ellos eliminados físicamente.
Las fronteras fueron cerradas el 18 de julio, todo el territorio declarado zona militar y el tándem de los «luises», confirmados como líderes del golpe. Luís García Meza se auto nombró presidente de la república y Luis Arce Gómez Ministro del Interior. Argentina fue el primer país en reconocer al nuevo gobierno.
Desde un principio, los golpistas declararon que su régimen era anticomunista y los militantes de partidos de izquierda tipificados como extremistas que debían caminar con el «testamento bajo el brazo». Aunque hubo resistencia, a mediados de agosto, ésta estaba camino de su extinción en tanto se había allanado el negocio de la cocaína administrada por el nuevo «ministro de la cocaína», Arce Gómez.
LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Los medios de comunicación, fueron reprimidos y sus periodistas perseguidos. Los primeros medios allanados y silenciados fueron las radios: Fides, Cruz del Sur, Yungas, San Gabriel (La Paz), Pío XII (Potosí), Loyola (Sucre), San Miguel (Riberalta), San Rafael (Cochabamba), el periódico Presencia y la imprenta Don Bosco de La Paz.
Posteriormente se impuso una «Cadena Nacionalista» a la que estaban obligadas todas las radioemisoras del país. Era el único informativo que escuchaba el pueblo boliviano. El gremio de los periodistas fue selectivamente reprimido por los golpistas.
30 periodistas fueron detenidos el 17 de julio en el palacio de gobierno, 5 en el ataque al edificio de la COB, otros 30 en redadas a sus domicilios y centros de trabajo. (3) Numerosos corresponsales de la prensa internacional, fueron detenidos, torturados y expulsados del país.
Circulaban únicamente los periódicos «El Diario» y «Hoy». Un miembro de la familia propietaria del primero de los dos periódicos, ocupó el Ministerio de Informaciones, en tanto que los periodistas de «Hoy» fueron obligados a la autocensura. La verdad de los acontecimientos, llegaba entonces desde los medios de comunicación del exterior.
REPRESION A LOS TRABAJADORES
El 21 de julio, los golpistas entregaron el decreto 17531, suspendiendo los derechos y libertades sindicales. La sede de la COB fue intervenida. Un mes después del golpe, el decreto ley 17610 establecía un «pacto social entre empresarios y trabajadores» de los sectores público y privado, imponiendo las bases para la vigencia del sindicalismo libre.
Se retomó también la vigencia de «coordinadores laborales», en reemplazo de los dirigentes sindicales, en la misma línea que años antes había seguido el dictador Hugo Banzer. En esta ocasión, 600 de estos funcionarios fueron posesionados.
PERO NO DURO MUCHO
El golpe de los traficantes de cocaína, duró poco. Se estrenaron asesinando a Marcelo Quiroga Santa Cruz, se repartieron las ganancias del polvo blanco a manera de «bonos de lealtad» y esperaban mantenerse en el gobierno por unos veinte años.
No llegaron a completar un año en el poder, cuando cayeron estrepitosamente. Las cuentas que abrieron en bancos de Suiza, engordaron enormemente. Millones de dólares fueron enviados allí por Roberto Suárez Gómez, Luis Arce Gómez y Luís García Meza.
Los dineros acumulados por los narco-dictadores y otros traficantes, permanecen en esas financieras descansando al amparo del «secreto bancario». Los golpistas de uniforme son, por ahora, obedientes de la Ley, pero los inversionistas en el despreciable negocio, no abandonan esa lucrativa actividad, aunque lo hacen convenientemente encubiertos.
La lucha no ha terminado, la lucha sigue, hasta conseguir una verdadera democracia popular, revolucionaria y libre de narcotraficantes.