Agustín Prieto se define como militante político, escritor y periodista -en ese orden-. «Por diferencias personales con Jorge Rafael Videla debí abandonar mi país en 1977». Ha cursado Historia del arte, Estudios literarios y Comunicaciones en la Université du Québec à Montréal. Ha ejercido el periodismo en varios periódicos de la comunidad hispanohablante de Canadá […]
Agustín Prieto se define como militante político, escritor y periodista -en ese orden-. «Por diferencias personales con Jorge Rafael Videla debí abandonar mi país en 1977».
Ha cursado Historia del arte, Estudios literarios y Comunicaciones en la Université du Québec à Montréal. Ha ejercido el periodismo en varios periódicos de la comunidad hispanohablante de Canadá y en CINQ FM Radio Centre-Ville, Montreal.
Su novela, Fotografías de gusanos, fue publicada en La Habana en 1995.
En 1996 se lo incluyó en A Baker’s Dozen, antología en inglés de autores hispanoamericanos en Canadá.
En 2003 fue primer finalista del Certamen Iberoamericano de Relato Breve Julio Cortázar. En 2006 fue finalista en el Primer Certamen de Cuento Breve «Cuentos del Sur». En 2012 integró una antología tras ser seleccionado por el XXVI Certamen Internacional de Poesía y Narrativa Breve «El Decir Textual 2013».
Su novela La ruelle está siendo traducida al francés. En septiembre de 2011, el Senado de la Provincia de Buenos Aires presentó un proyecto de ley para que esta obra sea declarada de Interés Provincial y Cultural por el Poder Ejecutivo.
Ferviente cinéfilo, ha cubierto más de sesenta festivales internacionales de cine. Ha sido productor del programa radiofónico Magia y mentira. En 2003 fue jurado del VI Festival Ibéro-américain du film à Montréal. Ha sido coguionista de tres relatos suyos llevados a la pantalla.
E. M.: Estuviste en Buenos Aires en pleno debate parlamentario sobre la Reforma del Poder Judicial argentino y de cambios en el Consejo de la Magistratura. ¿Cómo has sentido el termómetro político-social en el epicentro de las decisiones políticas de ese país?
A. P.: Por lo que he visto, creo que el tema se divide entre una ciudadanía que aprueba las iniciativas del gobierno y una oposición, dirigida por el poder mediático, que impugna de cualquier modo toda propuesta oficial. Quienes claman «justicia independiente», por ejemplo, lo hacen repitiendo esta consigna de la prensa corporativa: un disparate si se considera que aún hay jueces de la dictadura, o que el Poder Judicial es un servidor del poder económico.
Lo que sí se destaca es la violencia desatada desde esos medios que manipulan muy hábilmente a sectores de ínfimo nivel político, aglutinados por su extracción social. Ves entonces a personas completamente desencajadas que repiten como loros el guión que les bajan esos medios lanzallamas; a señoras muy elegantes, que quizá fueron a colegios privados, que putean con un odio descontrolado. Todos con argumentos terminantes, descalificadores, copiados y violentos; argumentos que evitan y anulan el pensamiento crítico y la reflexión.
La presidenta mostró la necesidad de democratizar la justicia, un tema que como la Ley de Medios politiza a la sociedad, instala ideas, se somete a la crítica, propicia debates, y aunque yo mismo tenga mis reparos, no siento que nadie me amordace. Por otra parte, no parece haber una oposición capaz de discutir o de desplegar argumentos mejores, de oponerse sin mala leche y sin sofismas, lo que demuestra que para ellos la democracia es más bien un obstáculo.
E.M.: Los medios corporativos, de tanto machacar, le vendieron a la ciudadanía un imaginario falaz, como es el que el Poder Judicial es un ente apolítico, desideologizado, un grupo de vestales impolutas e incontaminables.
A.P.: Más bien se lo vendieron a sectores de la pequeña y mediana burguesía que quieren comprar ese buzón. Y se lo vendieron recurriendo a argumentos políticos disfrazados de sentido común, de una lógica formal barata, porque la política y la ideología existen más allá de nuestra voluntad.
Es cierto, el Poder Judicial no es un grupo de ángeles que vela amorosamente por todos sin distinciones. Tiene una marca de clase muy clara desde que la Revolución Francesa instauró este paquete jurídico que privilegia los intereses de la burguesía en detrimento de los pobres.
E.M.: Otra de las matrices impuestas a base de propaganda ideológica, no desde la asunción de este gobierno sino desde mucho antes, por parte de la prensa del establishment, es la de mimetizar los intereses sectoriales de los grandes propietarios argentinos con los intereses de la sociedad como un todo homogeneo y hasta con los intereses de la Nación.
A.P.: Claro, eso se lo cree el medio pelo y los pobres que piensan como ricos, y no es nada nuevo. En 2008, durante las discusiones para aplicar impuestos a la producción de soja, muchos defendían al «campo» haciendo suyas las posiciones de los enemigos históricos del pueblo argentino: se comieron esa onda anti-política, metafísica que tanto deteriora el nivel del debate.
El analfabeto político es el peor, decía Bertold Brecht. El que dice que odia la política, y no piensa que la injusticia depende de decisiones políticas; que la delincuencia, los niños abandonados, la guerra y todos los males sociales arrancan desde la política, que si no la hacemos todos queda en manos de esos «especialistas» que la niegan para seguir vendiéndonos buzones.
Esa prensa, esos grandes propietarios que contrabandean entre la sociedad temas como el libre comercio, otro sofisma de la propaganda ideológica, fueron refutados por Perón, cuando afirmaba que si la economía no la maneja el Estado para favorecer al pueblo, entonces la manejan las grandes corporaciones para seguir embromándolo.
E.M.: Casi simultáneamente con los cacerolazos en la Argentina se produjo el desenfreno de hordas fascistas en Venezuela, luego del llamado de Henrique Capriles a descargar la «arrechera» a posteriori de su derrota electoral. ¿Ves similitudes ideológicas entre el Jefe de la Ciudad de Bs. As. Mauricio Macri con el Gobernador del Estado Miranda?
A.P.: Sí, comparten la misma mentalidad fascista, promueven una violencia profundamente reaccionaria que sustituye el debate. Pero este par de incapaces que citamos, pésimos gobernantes creados y sostenidos por los medios, son igualmente peligrosos por su papel de títeres del Departamento de Estado para desestabilizar los nuevos procesos que se están dando en la región.
E.M.: Uno de los logros del actual gobierno es haber abierto los canales de participación política y social (la militancia) a un amplio sector de la sociedad argentina, los jóvenes. ¿Cómo has visto esto en tu reciente visita de dos meses a Buenos Aires?
A.P.: Espectacular. Una gran conquista kirchnerista. Estuve en actos donde la mayor parte eran jóvenes, pero muy jóvenes, ¿eh? También fui al acto por la nacionalización de una parte de YPF, en Vélez, donde la gran mayoría eran jóvenes, algunos que recién entraban en la adolescencia. Muy reconfortante.
E.M.: Qué impresión te merecen los sectores de la izquierda electoralista argentina, como el FAP, el socialismo de Binner, el Partido Obrero, el PST. Pareciera que Cristina ha hegemonizado el discurso contestatario al poder. Eso no es negativo, a tu criterio, para profundizar en un proyecto de mayor justicia social, independencia económica y soberanía política.
A.P.: Lenin se haría un festín analizando a esta izquierda, o gauche. Para ellos, el peronismo siempre ha sido un misterio, y hasta un radical como Raúl Scalabrini Ortiz fue capaz de analizarlo de un modo más ecuánime. El kirchnerismo tampoco entra en la lógica de sus manuales. Por eso lo consideran un enemigo a la par de la derecha más reaccionaria, cuando podría abrirse un debate muy fructífero. No ven diferencia entre un gobierno democrático burgués y los sectores destituyentes que se le oponen.
Es cierto que Cristina ocupa un lugar que quizás preferiría compartir con una izquierda que no reduzca todo en términos voluntaristas, que aporte a la democracia sin dogmatismo, porque no se puede equiparar a la oligarquía con el kirchnerismo, no se puede etiquetar tan irresponsablemente al gobierno como «enemigo del campo popular».
E.M.: Como hombre de la cultura, que impresión te merece la Ley de Medios o Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
A.P.: Justamente, como ya dijimos, esta ley debe servir también para frenar esa incitación a la violencia que los medios corporativos difunden de modo criminal, irresponsable; que desgraciadamente prende tan fuerte en ciertos sectores. Esos medios mienten, inventan una realidad virtual, en una actitud claramente delictiva.
La Ley de Medios es ejemplar, como lo reconocen varios países de la región que han empezado a implementar los suyos basándose en el modelo argentino. Es que por primera vez se crea una legislación que le da valor a la diversidad informativa. Y no se impuso verticalmente, sino que ha pasado por un proceso democrático que incluyó varias discusiones. La Ley hace de la comunicación un derecho humano, no un negocio. Por eso los monopolios están que hierven, y patalean por la «libertad de expresión» porque ven amenazada su libertad de negocio.
E.M.: ¿Cómo definirías -desde tu visión de perseguido y exiliado- la política del FpV (Frente para la Victoria) con respecto a «Memoria, Verdad y Justicia» y de «Juicio y Castigo» a los responsables del genocidio de la ύltima dictadura militar?
A.P.: Esa política rescata un consenso social que hace suyas esos principios de justicia, los mismos que impulsaron las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, los organismos que nunca pidieron venganza, sino justicia. Durante la regresión de los 90, encarcelar a los dictadores y ahora a sus cómplices civiles parecía un sueño, pero ahora los criminales están empezando a pagar sus delitos. Ese oficial bajando el cuadro de Videla ante Néstor Kirchner es la consumación de esos sueños.
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