El griterío, las amenazas y las patotas, que la burocracia sindical descarga en contra de los trabajadores del subte -como hace apenas unos días descargaban en contra de la lucha de los obreros de Terrabusi-Kraft- son una manifestación del cambio de etapa que comienza a operarse en el panorama político. El kirchnerismo, completamente perdido en […]
El griterío, las amenazas y las patotas, que la burocracia sindical descarga en contra de los trabajadores del subte -como hace apenas unos días descargaban en contra de la lucha de los obreros de Terrabusi-Kraft- son una manifestación del cambio de etapa que comienza a operarse en el panorama político.
El kirchnerismo, completamente perdido en su rumbo demagógico, pasó del supuesto discurso nacional y popular a ser un aliado incondicional del grupo de las dos ancianas mediáticas que vienen reclamando a la hora del almuerzo represión en contra de cualquier lucha popular, denunciándolas, a la hora de la siesta, como intentos «desestabilizadores» encargados de generar caos.
Que las ancianas, «chiqui» y «su», le marquen la agenda represiva al oficialismo y a la derecha no es más que el registro del termómetro que marca la temperatura de la descomposición política de los partidos del régimen.
La burguesía, pretende que la sociedad vislumbre detrás de la lucha por la independencia y la democracia sindical, el caos provocado por la bancarrota social y económica de la cual es responsable.
La queja histérica explota desde los fumadores de paco hasta los sicarios y chorros rentados por las fuerzas de seguridad, que cuentan con la complicidad de intendentes y punteros que utilizan el delito como una forma de financiar la caja política. El tiro es por elevación y la estrategia repetida, se trata de juntar las luchas obreras, que se manifiestan con independencia de las instituciones sindicales oficiales y de los partidos del régimen, con el caos y el delito.
Donde está que no se ve
La burocracia sindical peronista comenzó su batalla desigual en contra de los sectores obreros antiburocráticos desde hace mucho tiempo; desigual, porque la burocracia siempre contó a su favor con los resortes que el Estado, la patronal y las fuerzas represivas (oficiales y parapoliciales) le brindaron para separar a los obreros con conciencia de clase de sus lugares de trabajo.
Esta estrategia de «aniquilamiento» del pensamiento independiente y antiburocrático, no ha cambiado a través de los años; la diferencia, si quiere encontrarse alguna en la actualidad, estriba en que ahora, aunque los jerarcas sindicales estén dispuestos a llevar esta lucha a fondo y sin eufemismos, tienen en contra, que «el modelo sindical tradicional» se enfrenta a tendencias clasistas entre las nuevas generaciones obreras, que creen que el «general Perón» es la principal avenida de su ciudad.
El hecho de que tanto Daer, del gremio de la alimentación, como Fernández de la UTA y Moyano de la CGT hayan auspiciado grupos de rompehuelgas, que funcionaron en conjunto con las fuerzas de represión, retrata una situación sin retorno ante la conciencia obrera sobre el repugnante rol de la burocracia sindical.
La UTA llego a pedir públicamente, unificando su discurso con el del ministro de trabajo Tomada, los principales voceros del oficialismo y de la patronal, que se garantice la «libertad de trabajo», lo cual significa, simplemente, terminar con el paro a cualquier costo, y esto, en medio de un conflicto obrero que concentró la atención pública como si se tratara de la final de un mundial de futbol.
La mafia
Los Daer, los Moyano, los Fernández y el resto de la patota sindical han perdido completamente la compostura (el caso del sindicalista Juan Belén de la UOM es paradigmático de la locura que recorre a los jerarcas sindicales) y es que el conflicto del subte, como antes el conflicto en la ex Terrabusi, ponen de manifiesto tendencias antiburocráticas que anidan profundamente entre los trabajadores que relacionan a los capitostes de los sindicatos con los intereses de la patronal, cuando no son, ellos mismos, la patronal.
Tomado de conjunto, el fenómeno del nuevo clasismo apunta a transformarse, aunque incipientemente aun, en un nuevo modelo de sindicalismo que disputará métodos, discursos y estrategias a una política sindical, hegemónica en las últimas 5 décadas, con un extraordinario vigor. Y cuenta con la simpatía de diferentes sectores democráticos, entre los que sobresalen: los estudiantes, los desocupados y los sectores medios empobrecidos, porque además de mostrar una extraordinaria voluntad para la lucha, va ganando la batalla cultural en contra de una burocracia vetusta y mafiosa.
Las nuevas generaciones obreras repudian las prácticas mafiosas de esos burócratas ricachones que afincados en los sindicatos desde hace décadas, son capaces de inyectar agua o suero fisiológico a los afiliados que recurren a ser atendidos en sus obras sociales; que aceptan el trabajo en negro; los salarios a la baja; los despidos y las suspensiones. Estas cuestiones plantean tareas urgentes, la primera de ellas es desplazar a las direcciones burocráticas de los sindicatos.
«Que vuelvan los sojeros»
La burguesía sufre este nuevo parto, que encuentra al kirchnerismo en caída libre y a la oposición burguesa discutiendo sobre el evangelio de la moral republicana sin atinar a constituirse en una oposición que garantice la gobernabilidad o, en todo caso, la transición, con verdadera desesperación.
El diario Ámbito financiero, en medio de la munición gruesa que disparó todo el día de paro en contra de los «delegados de izquierda», se animó a lanzar una encuesta para saber la opinión de sus lectores con respecto a si se le debía conceder o no la personería al nuevo sindicato del subte; sorprendentemente, casi un 70% de los encuestados respondió favorablemente. Lo mismo pasó con otras páginas derechistas.
El problema, es que la caída del kirchnerismo y el patetismo que representa una oposición que le gana las elecciones y no sabe que hacer con su triunfo, coloque a los trabajadores como una alternativa consecuente para enfrentar las políticas de entrega nacional que instrumenta el kirchnerismo. Al final Kirchner y Cristina van a desear que vuelvan los sojeros a ocupar la escena.
La lógica ilogica
La burocracia sindical peronista, una vez evaluada la situación, decidió salir a la calle para enfrentar las tendencias «desestabilizantes» de los delegados de izquierda y, «el día de la soberanía», planificó una «marcha en contra de los marxistas». El problema es que esta marcha representaba la más ilógica de las lógicas; si el «movimiento obrero peronista» necesita movilizarse en contra de los que «no existen» en el movimiento obrero: la izquierda, se plantea el siguiente interrogante, o los dirigentes sindicales burocráticos deliran como Belén, o la importancia de la izquierda dentro del movimiento obrero es superior a lo que se quiere reconocer.
La suspensión del acto de la CGT en contra de «la izquierda desestabilizante», a pedido de la presidenta, es el momento fundacional de la izquierda como una representación legitima dentro del movimiento obrero. La presidenta y la burocracia temieron que la contramarcha que se anunció en defensa de la democracia sindical, polarizara la situación y que finalmente las tendencias antiburocráticas lograran duplicar, y hasta triplicar en número, a la ancien burocrática peronista.
La lucha por las personerías: sindicato del subte y CTA
La lucha del Sindicato del subte supera por mucho otros pedidos de personería jurídica o gremial. Simplemente, porque al darle un carácter activo de las medidas de fuerza para conseguirla, demuestra con claridad la unidad que se arma entre explotadores y jerarcas sindicales para minar el terreno a cualquier manifestación democrática de los explotados.
La CTA, que plantea un reclamo al Estado por su propia personería gremial, está en las antípodas de lo que se desarrolla en el conflicto de los trabajadores del subte; porque por más alboroto que esta central haga en contra de «la falta de democracia sindical», al demandar la personería en términos formales se sabe destinada al fracaso.
El yaskismo prioriza su relación con el oficialismo a su propio reclamo. Se trata de que el gobierno dé un gesto de buena voluntad, que pueda ser mostrado a los trabajadores como progresista.
La CTA, haciendo buena letra y sin sacar los pies del plato, intenta embellecer al kirchnerismo que, decreto mediante, realice lo que la burguesía ya rechazó por ley (Mucci)
La CTA, usa el pedido de personería para vestirse como una victima de la burocracia de los gordos y de esta manera «ganar» a algunos ingenuos progresistas. Mientras tanto, ejecuta fraudes a diestra y siniestra en sus entidades de base, que le sirven para coexistir pacíficamente con la burocracia sindical peronista; en el presente le toca el turno a la filial platense del Suteba.
Mientras tanto pone un huevo en cada canasta: De Elia y Yasky se reúnen con Moyano; De Genaro y Buzzi con los sojeros y Pino Solanas; en la provincia negocian con los barones del peronismo del conurbano (Scioli)
Lo que viene
Lo que viene demandará de los trabajadores y activistas clasistas una fuerte conciencia y un creciente proceso de politización para defender su derecho a establecer su propia organización sindical y política, y lograr, de esta manera, convencer a numerosos sectores de la sociedad para que los acompañen en esta tarea.
La batalla es desigual porque el estado ha puesto en funcionamiento una enorme campaña destinada a demostrar que los reclamos obreros son equiparables a reclamos de delincuentes que atentan contra el derecho de los demás.
Los trabajadores en lucha deberán convencer al conjunto social de que el sacrificio de un viaje no hecho, un premio perdido, una falta justificada, es el precio por la construcción de un nuevo sindicalismo que luche por los intereses de los trabajadores.
A la larga, si ganan los trabajadores del subte, ganamos todos.
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.