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El largo vuelo de Edward Snowden

Fuentes: revistadebate.com.ar

Como ex topo del Departamento de Estado, pienso mucho en Edward Snowden. No lo puedo evitar. Mi amistad con otros topos como Tom Drake, Jesselyn Radack, Daniel Ellsberg, y John Kiriakou me llevan a creer que, no importa lo diferente que podamos ser como individuos, nuestros actos nos brindan muchas cosas en común. Sospecho que […]

Como ex topo del Departamento de Estado, pienso mucho en Edward Snowden. No lo puedo evitar. Mi amistad con otros topos como Tom Drake, Jesselyn Radack, Daniel Ellsberg, y John Kiriakou me llevan a creer que, no importa lo diferente que podamos ser como individuos, nuestros actos nos brindan muchas cosas en común. Sospecho que eso incluye a Snowden a pesar de que nunca he tenido el menor contacto con él. Aun así, al tomar su largo vuelo desde Hong Kong hacia lo desconocido, no pude evitar sentir que él estaba pensando como yo, o yo como él. He aquí cinco cosas que imagino tenía en su mente (habrían estado en la mía) al despegar su avión.

20 de mayo

El «topo» de la CIA Snowden voló desde EE.UU. a Hong Kong, desde donde comenzó a filtrar documentos secretos sobre programas de espionaje masivos norteamericanos.

23 de junio

Snowden huyó a Moscú. Se refugió en la zona de tránsito internacional, donde no necesita documentación y EE.UU. no puede reclamar a Rusia su extradición.

25 de junio

Además de a Ecuador, Snowden solicita asilo a 21 países. Washington presiona para que rechacen la presentación y califica el accionar de Snowden como «criminal».

1° de julio

Putin reiteró que no entregará al ex técnico de la Agencia de Seguridad Nacional, pero advirtió que «si quiere quedarse en Rusia, debe dejar de perjudicar a nuestros socios americanos».

3 de julio

Francia, Portugal, Italia y España negaron el aterrizaje del avión del presidente boliviano Evo Morales por sospechar que Snowden viajaba a bordo. Se desencadenó un conflicto diplomático.

6 de julio

Nicolás Maduro le ofreció «asilo humanitario» a Snowden. Ecuador, Nicaragua y Bolivia también se expresaron a favor de darle refugio al «topo».

17 de julio

El canciller brasileño Antonio Patriota dijo a la prensa que «Brasil está preocupado por el espionaje de EE.UU. La explicación fue insuficiente».

TENGO TEMOR

Los informantes actúan por conciencia porque encuentran algo tan horrible, inconstitucional, fraudulento o mal manejado que se sienten sobrepasados por la necesidad de contarlo. Siempre se sopesa el dolor y la ganancia (para los demás, si no es para uno mismo), pero los primeros pensamientos son acerca de lo que han descubierto, la información que se sienten obligados a sacar a luz, y no tanto las propias circunstancias.

En mi caso, ignoraba lo que pasaría luego de filtrar la verdad. (nota del editor: el autor de esta nota hizo pública su experiencia laboral como uno de los ejecutores de la «reconstrucción económica e infraestructural» de Irak. Señaló cómo esta tarea implementada por el gobierno de Estados Unidos en suelo iraquí se caracterizó por el despilfarro y la corrupción). No esperaba que el Departamento de Estado me atacara. El topo de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA por sus siglas en inglés) Tom Drake tampoco se encontraba preparado. En un principio creyó que, cuando el FBI viniera a entrevistarlo, estarían de su lado, deseosos de averiguar más acerca de los actos delictivos que él había descubierto en la NSA. Snowden fue diferente. Él tenía el ejemplo de Bradley Manning, el analista de inteligencia que filtró documentos a WikiLeaks, y otros de los que aprender. Él claramente nunca dudó de que todo el peso del gobierno de Estados Unidos caería sobre él.

Sabía qué temer. Sabía que el gobierno de Barack Obama estaba decidido a hacer que cualquier denunciante pagara, probablemente a través de otro procesamiento bajo la Ley de Espionaje (con la potencial pena de muerte). También sabía lo que su gobierno había hecho desde el 11 de septiembre sin escrúpulos: había torturado y abusado de personas con el propósito de quebrarlas; había sometido a los que consideraba enemigos a años de prisión indefinida, creando celdas de aislamiento para los sospechosos de terrorismo y denunciantes antes de un proceso legal. Había matado ciudadanos estadounidenses sin el debido proceso legal, y luego, por supuesto, estaban las entregas extraordinarias en las que agentes de Estados Unidos secuestraban a los considerados enemigos y los entregaban al archipiélago de los horrores posteriores al 11 de septiembre.

Tarde o temprano, si usted es un topo, se asusta. Es humano. En ese vuelo, imagino que Edward Snowden, a pesar de su confianza y valentía juvenil, tenía miedo. ¿Los rusos lo entregarían a Washington como parte de algún pacto secreto, tal vez del tipo de intercambio de espía por espía que se remontaba a la era de la Guerra Fría?

Foto 1 JULIAN-ASSANGE-EDWARD-SNOWDEN

Julian Assange, que asesoró a Snowden, dijo que «con el intento del gobierno de Obama de aplastar a estos jóvenes informantes con acusaciones de espionaje, está destruyendo a una generación».

Aun si lograra salir de Moscú, no pudo haber dudado de que todos los recursos de la NSA y otras partes del gobierno de Estados Unidos se volcarían a él. ¿Cuántos oficiales de la CIA y comandos de operativos especiales Estados Unidos tenía encubiertos en Ecuador? Después de todo, el juego sucio ya había comenzado. Al compañero del periodista de The Guardian Glenn Greenwald, que dio a conocer la historia de Snowden, le robaron su computadora de su residencia en Brasil. Esto ocurrió sólo luego de que Greenwald le dijera vía Skype que le mandaría una copia encriptada de los documentos de Snowden.

«La idea de que los filtradores actuamos principalmente para nuestro propio beneficio es un absurdo».

En dichos momentos, tratas de alejar la sensación de paranoia que te invade el cerebro cuando te das cuenta de que estás siendo monitoreado, seguido, observado. Es incómodo, atemorizante. Tienes que preguntarte cuál será tu destino luego de que los medios de comunicación se aburran de tu historia, o cuando el gobierno que te ha otorgado asilo político cambie su postura frente a Estados Unidos. Cuando golpeen la puerta, ¿quién te protegerá? Entonces, ¿quién puede dudar de que el temor hizo el viaje con él?

 

¿PODRÍA VOLVER A ESTADOS UNIDOS?

Amnesty International estuvo en lo cierto cuando declaró que Snowden «podría encontrarse bajo riesgo de maltrato si fuera extraditado a Estados Unidos». Como para darles la razón, meses, si no años, antes de cualquier juicio, el presidente de la Cámara de Representantes John Boehner llamó a Snowden «traidor»; el congresista Peter King lo llamó «desertor»; y otros ya exigían su ejecución. Si eso no fuese suficiente, el maltrato que sufrió Manning ya había convencido a Snowden de que un juicio justo y un trato humano eran sueños imposibles para un denunciante de su especie. De hecho, él específicamente citó a Manning en su pedido de asilo a Ecuador.

Por lo tanto, en ese vuelo él sabía -como hacía mucho- que el deseo natural de volver a Estados Unidos y presentarse era insensato. De todos modos, la necesidad de retornar al país que ama debe de haber viajado con él también. Tal vez, en ese vuelo se encontraba tristemente divertido porque, luego de años de ver pisotear las normas internacionales -llámense Abu Ghraib, Guantánamo, «técnicas de interrogatorio mejoradas», «sitios negros»-, Estados Unidos tuvo el descaro de reprender a Hong Kong, China y Rusia por no respetar la ley. Con toda seguridad sabía que sus propias revelaciones acerca del masivo espionaje cibernético de la NSA en Hong Kong y China habían avergonzado profundamente al gobierno de Obama. Habían reclamado, después de todo, a los chinos por el espionaje a las computadoras militares y empresariales de Estados Unidos. Él mismo se aseguró de que los chinos no lo entregarían, del mismo modo que la historia de décadas de presiones estadounidenses en América Latina le garantizaron un futuro en algún lugar como Ecuador.

Si hubiese sabido su historia de extradiciones, Snowden también podría haber pensado acerca de otro momento en que Washington se retorció cuando un hombre que quería dejó un país amigo en busca de asilo. En 2004, Estados Unidos tenía al gran ajedrecista Bobby Fischer detenido en Japón bajo acusaciones de haber asistido en 1992 a un partido en Yugoslavia en violación a una prohibición comercial de Estados Unidos. Otros sugirieron que el motivo real por el que Washington lo perseguía pudo haber sido la declaración de Fischer luego del 9 de septiembre: «Es momento de terminar con Estados Unidos de una vez por todas. Esto sólo demuestra que lo que se hace, vuelve».

El pasaporte norteamericano de Fischer fue revocado al igual que el de Snowden. Como Hong Kong recientemente, los japoneses liberaron a Fischer bajo un tecnicismo inmigratorio, y voló a Islandia donde le otorgaron la ciudadanía. Yo era diplomático en Japón en ese momento y participé en las negociaciones. Deben de haber encontrado un paralelo con lo que sucedió en Hong Kong: las apelaciones a los tratados y leyes internacionales; los diplomáticos estadounidenses sonando como padres desilusionados que retan a un niño; las pocas esperanzas de tener buenas relaciones futuras; la búsqueda de un oído comprensivo entre los organismos locales de cumplimiento de las leyes; los organismos de inmigración y el ministerio de relaciones exteriores -cualquiera, en realidad- y finalmente, el intento desesperado de reclamar favores personales con el fin de ganar tiempo para algún tipo de Plan B. Al igual que con Snowden, al final Estados Unidos se quedó inmovilizado viendo cómo su presa desaparecía.

 

¿CÓMO VIVIRÉ AHORA?

En algún momento, todo filtrador nota que su vida nunca será la misma. Para mí, esto significó perder mi trabajo de 24 años en el Departamento de Estado. Para Tom Drake, significó la ruina financiera ya que el gobierno intentó mandarlo a la quiebra con infinitos litigios. Para el agente de la CIA John Kiriakou, pudo haber sido el momento en que, condenado por revelar información clasificada a los periodistas, se despidió de su familia e ingresó en la Institución Correccional Federal de Loretto.

Snowden no pudo haber evitado tener ansiedad acerca del futuro. Dondequiera que terminara, ¿cómo viviría? ¿Qué trabajo haría? Acaba de cumplir 30 años y enfrenta, en el mejor de los casos, una vida en algún país extranjero que nunca ha visto, cuyo idioma no conoce y muchas otras cosas.

Por lo tanto, nuevamente el temor de un modo levemente diferente. Nunca te abandona, no cuando te enfrentas al gobierno más poderoso del mundo. ¿Algún día volvería a ver a su familia y amigos? ¿Lo abandonarían por temor a una venganza o a verse afectados por una campaña de desprestigio? ¿Sus padres/ mejores amigos/ novia llegarían a pensar que fue un traidor, desertor, un hombre peligroso? Todo topo ve sus relaciones personales afectadas. Los matrimonios son sometidos a prueba o se destruyen, los amigos se pierden, los niños son burlados o intimidados en los colegios. Sé por mi propia experiencia que es un castigo cruel alentado por el gobierno por actuar bajo conciencia.

Si tiene un conocimiento de la historia, a Snowden pudo haberlo divertido el modo en que el gobierno de Obama optó por revocar su pasaporte justo antes de que abandonara Hong Kong. Después de todo, en los años de la Guerra Fría, era el «imperio del mal», la Unión Soviética, el que se negaba a entregar pasaportes a los disidentes, mientras que Estados Unidos pasaba por alto dichos requerimientos cuando se fugaban a Occidente.

Para profundizar la ironía del momento, tal vez pudo buscar por Google las cifras de los años 2009-2011 de otorgamiento de asilo: 1.222 rusos, 9.493 chinos, y 22 ecuatorianos, sin incluir a los miembros de sus familias. Tal vez se haya enterado de que, a pesar de las quejas de los funcionarios estadounidenses con respecto a la obligación internacional de Rusia de extraditarlo, Estados Unidos rechazó recientemente los pedidos rusos de extraditar a dos de sus ciudadanos.

Snowden pudo haber meditado entonces sobre el pedido explícito del entonces candidato Obama de proteger a los informantes. «A menudo el método de información acerca del fraude y abuso en el gobierno es un funcionario comprometido con la integridad pública y dispuesto a hablar. Dichos actos de coraje y patriotismo deben ser alentados y no reprimidos como lo han sido durante el gobierno de Bush», dijo el mandatario en aquel momento. Tal vez ésta haya sido la única risa de Snowden durante el vuelo.

 

AMO A MI PAÍS PERO PERDIÓ SU RUMBO

En ese vuelo, Snowden se llevó su amor por Estados Unidos con él. Es lo que todos nosotros compartimos: el amor por el país, y no necesariamente por el gobierno, sus militares o sus servicios de inteligencia. Nos preocupa lo que nos sucede a nosotros, a la gente. Ésa debe de haber sido su ancla en este viaje incierto. Habría sido la mía. Recuerden, si estuviésemos trabajando en el gobierno, como todo empleado federal, soldado y muchos contratistas gubernamentales, habríamos jurado: «Respaldaré y defenderé la Constitución de Estados Unidos contra todos los enemigos, extranjeros y locales; tendré fe y lealtad a ella». Nosotros no prometimos lealtad a un gobierno o presidente o partido, sólo -como lo aclara la Constitución- a la suprema fuente de legitimidad de nuestra nación, «el pueblo».

En una entrevista, Snowden señaló que se contuvo de revelar lo que sabía durante un tiempo con la esperanza de que Obama pudiera mirar hacia el abismo y decidir ser el presidente más valiente de nuestra historia revirtiendo el curso del país. Sólo cuando el coraje e inteligencia del presidente demostraron no ser tales, me convertí en un informante.

Algunos expertos afirman que Snowden no merece nada porque no ha ido por «los canales adecuados». Están absolutamente equivocados y Snowden lo sabe. Como muchos de nosotros que enfrentamos a un gobierno que actúa en oposición a la Constitución, Snowden fue a través de los canales que más importan; utilizó a una prensa libre para hablar a su verdadero jefe, el pueblo norteamericano. En ese sentido, sea cual fuere el temor o ansiedad acerca de su vida y futuro, debe de haberse sentido cómodo con sus actos. No traicionó a su pueblo, buscó informarlo.

Al igual que con Manning, el gobierno de Obama sostiene que Snowden tiene sangre en sus manos. Como no podía ser menos, el secretario de Estado John Kerry sostiene: «Hay gente que puede morir como consecuencia de lo que hizo este hombre. Es posible que Estados Unidos sea atacado porque hay terroristas que ahora saben cómo protegerse de un modo u otro que no sabían antes». Snowden oyó lo mismo acerca de Manning: que había puesto a la gente en peligro. Luego de las guerras en Irak y Afganistán, para no hablar de la guerra contra el terrorismo, es cuando menos demasiado cínico que se pronuncien de ese modo. Al volar a lo desconocido, Snowden debió de sentirse seguro de haber arriesgado todo para mostrarles a los estadounidenses cómo su gobierno y la NSA manipulaban o quebraban las leyes para obtener información sobre la ciudadanía en franca oposición a las protecciones de la Cuarta Enmienda. Amnesty International señaló que la sangre en las manos no era el tema. «Parece que se lo procesa fundamentalmente por revelar medidas ilegales que violan los derechos humanos tanto de Estados Unidos como de otros países». Estos murmullos de respaldo son algo que debes llevarte contigo a la incertidumbre.

  MÁS ALLÁ DE LO INDIVIDUAL

Algunas de las acusaciones contra Snowden harían que cualquiera se pusiera a pensar: aquélla, por ejemplo, de que hizo lo que hizo en busca de publicidad, por narcisismo o por sus propias razones egoístas. A cualquiera de los miembros del club de informantes posteriores al 11 de septiembre, la idea de que actuamos principalmente para nuestro propio beneficio nos parece un teatro del absurdo. Habiendo atravesado esa experiencia, los sentimientos negativos expresados no suenan valederos.

El mismo Snowden se rió de la idea de haber actuado para su propio beneficio. Si hubiese querido dinero, un buen número de países extranjeros habría pagado generosamente por la información que él le entregó al periodismo gratuitamente y nunca habría tenido que embarcarse en ese vuelo desde Hong Kong. Si hubiese querido fama, había potenciales contratos editoriales o de películas. No, fue conciencia. No me sorprendería si Snowden en algún momento hubiese leído la Declaración del Tribunal de Crímenes de Guerra de Nuremberg: «Los individuos tienen obligaciones internacionales que trascienden a las obligaciones de obediencia con su nación. Por lo tanto, los ciudadanos tienen la obligación de violar las leyes locales para evitar crímenes contra la paz y la humanidad».

Edward Snowden se consoló al saber que un creciente grupo de estadounidenses se encuentra lo suficientemente indignado como para resistir que un gobierno se vuelque contra su propio pueblo. Sus pensamientos se vieron reflejados en los de Julian Assange, quien dijo: «Con el intento del gobierno de Obama de aplastar a estos jóvenes informantes con acusaciones de espionaje, está destruyendo a una generación, a una joven generación de personas a las que les parece inaceptable la violación masiva de los derechos a la privacidad. Al hacerlo, el gobierno del presidente Obama sólo enfrenta su propio fracaso». Snowden con seguridad esperaba que el mandatario se preguntara por qué había puesto en marcha el doble de actos de espionaje que todos los presidentes que lo precedieron, y por qué casi todos los procesamientos fracasaron.

En ese vuelo, Edward Snowden debe de haber reflexionado sobre lo que había perdido, incluyendo su alto salario, la dulce vida de Hawaii y Suiza, las relaciones personales y la emoción de estar por dentro de las cosas, así como lo bueno de saber las noticias que se darán a conocer al día siguiente. Él ya ha perdido mucho de lo que importa en la vida de una persona, pero no todo lo que importa. A veces, y cualquier informante lo llega a saber de manera profunda, uno tiene que creer que otras cosas más profundas y mejores que nosotros mismos son las que importan. Tienes que creer que un acto de valentía de conciencia puede marcar la diferencia en una América que se ha extraviado o simplemente que, sea importante o no, hiciste lo correcto para tu país.

*Fue funcionario del Departamento de Estado norteamericano durante 24 años. Escribió el libro We Meant Well: How I Helped Lose the Battle for the Hearts and Minds of the Iraqi People.

 

Traducción: Jorge Reparaz

Copyright: OpenDemocracy / TomDispatch.com

La norma y lo anómalo «Por Tom Engelhardt*

A veces es difícil entender cómo se ha transformado nuestro mundo desde el 11 de septiembre de 2001. En una breve conversación en el noticiero de la señal estadounidense NBC -que de algún modo me llamó la atención-, el conductor Brian Williams y la corresponsal en jefe de asuntos externos Andrea Mitchell estaban discutiendo cómo el gobierno de Barack Obama estaba manejando el tema de Edward Snowden, ubicado en algún lugar del aeropuerto internacional de Moscú. Éste fue el intercambio:

-Williams: «Estados Unidos puede decir lo que quiera y el secretario de prensa puede enojarse, pero ¿cuál es el poder real que Estados Unidos tiene en esto?»

-Mitchell : «Tiene mucha presión contra Rusia y China. Se encuentran trabajando detrás de escena, pero con una entrega pobre. De tal modo que sólo tienen que esperar que la diplomacia funcione, pero Vladimir Putin es un cliente difícil».

Fue la referencia a «entrega» lo más significativo. Esa palabra representa el secuestro de sospechosos de terrorismo por parte de las fuerzas estadounidenses (por lo general de la CIA) de las calles mundiales o autopistas y su «entrega» a Estados Unidos, o a los barcos de la Marina norteamericana en aguas internacionales o a las prisiones de regímenes aliados dispuestos a torturar a cualquier «sospechoso» y compartir con Washington todo tipo de información (o desinformación) que pudiese ser obtenida. Durante un tiempo, esta práctica fue denominada «entrega extraordinaria», pero ahora se encuentra tan profundamente arraigada en nuestro mundo estadounidense que se ha tornado una entrega bastante ordinaria. En cualquier caso, la implicancia del comentario al pasar de Mitchell fue que Estados Unidos no «entregaría» a alguien desde un aeropuerto en la capital de una potencia importante. Creo que es difícil no completar la oración de Mitchell con algo del estilo de «puede ser una opción perfectamente razonable para Washington en, digamos, Ecuador». Estamos, en otras palabras, en un mundo donde prácticas que alguna vez hubiesen shockeado, se han vuelto la norma de las noticias y el palabrerío. Sin embargo, muchos de nosotros nos negamos a considerar que algo de esto sea «normal».

*Escritor y periodista estadounidense. Fundador de TomDispatch.com

Fuente: http://www.revistadebate.com.ar/?p=4165