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El largo y sinuoso camino hacia la construcción de una herramienta política-social desde los sectores populares

Fuentes: Rebelión

La conformación del Frente Popular Darío Santillán – Corriente Nacional (FPDS – CN) es, sin dudas, una compleja coyuntura en el extenso camino que las organizaciones populares debemos recorrer, para construir una herramienta organizativa útil para construcción de una alternativa superadora del actual modelo socio-económico. El balance de este proceso se impone como necesario, máxime […]

La conformación del Frente Popular Darío Santillán – Corriente Nacional (FPDS – CN) es, sin dudas, una compleja coyuntura en el extenso camino que las organizaciones populares debemos recorrer, para construir una herramienta organizativa útil para construcción de una alternativa superadora del actual modelo socio-económico. El balance de este proceso se impone como necesario, máxime cuando se reconoce la importante referencia que el FPDS significaba (y significa) para esa «nueva» izquierda autónoma, independiente y popular.

Lejos de ser patrimonio exclusivo del FPDS, el surgimiento de nuevas organizaciones como desprendimientos de otras preexistentes es una recurrencia al interior de la izquierda argentina; pero más allá de esta consideración general y abstracta, se impone el deber de profundizar en el análisis y bajar estos enunciados al desarrollo real de las cosas. Y aquí, sin lugar a dudas, se evidencian diferencias con el artículo «La izquierda fragmentada» (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=163393), donde se omite toda referencia a lo concreto, y no se fundamentan afirmaciones que resultan demasiado generales y estridentes. No es ésta una mera crítica sobre la argumentación o a la estructura del artículo; tampoco pretendemos desconocer las limitaciones que se imponen en un escrito cuya extensión debe ser acotada y que, por lo tanto, deja sin desarrollar siempre alguna línea o eje de análisis. Lo que se quiere discutir es que al señalarse la relevancia de algunas variables de explicación, se omiten otras que fueron fundamentales e imprescindibles para comprender, evaluar y sacar conclusiones sobre el proceso en cuestión.

La caracterización de los «retrocesos» y de los «errores políticos» al interior del FPDS, y su equiparación con «lo mismo que hizo la izquierda dogmática siempre», aparecen como afirmaciones sumamente generales que simplifican el debate en exceso, exaltan la evitabilidad de lo ocurrido, y sobredimensionan una aparente incomprensión al interior del FPDS de las implicancias de las fracturas en la izquierda. Sin dejar de considerar la importancia de la unidad de las organizaciones populares, y asumiendo el enorme trabajo que se tiene por delante, creemos necesario complejizar la mirada a través de los siguientes interrogantes: ¿Existen algunas rupturas inevitables? ¿Hay ciertos momentos -tardíos, por cierto- en que puede haber rupturas inevitables? Dicho de otra manera: ¿toda, absolutamente toda ruptura es evitable? ¿El hecho de que la izquierda haya tenido en el pasado una tendencia a la fragmentación, nos obliga a considerar toda ruptura a futuro como resultado lógico de esa misma tendencia? Nuestra respuesta es que -sin dejar de lamentarnos, sin dejar de reflexionar acerca de los porqués, y sin dejar de asumir las responsabilidades que nos tocan- debemos aceptar que existe la posibilidad de que algunas divisiones se presenten como el inevitable resultado del desarrollo interno de las organizaciones. Resta, por supuesto, evaluar si la del FPDS corresponde a una de ellas, o si por el contrario, es una más de las muchas que conoció nuestra izquierda.

Para avanzar en este sentido es imprescindible evaluar el proceso concreto que tuvo lugar en el FPDS, para cuya explicación el artículo recurre a las siguientes variables: falta de humildad, estrechez de mirada, dogmatismo y sectarismo. Es cierto que, en alguna medida, este desenlace es fruto de errores y de opciones no del todo felices a lo largo del tiempo, que de haber sido advertidos en su momento, podrían haber sido enfrentados de otra manera para llevarnos a un resultado un poco más deseado; no menos cierto es que resulta fácil describir esto ante los hechos consumados, y que es bastante más difícil protagonizarlos e intervenir en ellos sin error alguno en el momento mismo de su desarrollo. Esto último no ocurrió, y otras coyunturas y procesos se volvieron determinantes y no pudieron ser enfrentados con las herramientas necesarias. Precisamente, en esas coyunturas y procesos, y en su vinculación conflictiva con la herramienta organizativa de que disponíamos -el FPDS- radica el núcleo sobre el cual debemos -sobre todo quienes nos reconocemos dentro del campo de la izquierda- enfocar el análisis y extraer nuestras conclusiones.

¿Cómo se fundamenta la afirmación de que el nacimiento de la Corriente Nacional del FPDS fue fruto de una «pulsión repetitiva, obsesiva, innecesaria, deformante, dogmática y sectaria«? ¿Qué porción de la realidad sustenta esta aseveración? ¿En qué se respalda la creencia de que «era posible» mantener una orgánica común en un marco de profundas diferencias? No puede pretenderse una respuesta sólida a estas preguntas sin siquiera mencionar los motivos de las divergencias internas, el carácter de las diferencias políticas, el funcionamiento real de la organización, las dificultades para afrontar colectivamente las discusiones que imponía la coyuntura, ni sin tener en cuenta la incapacidad -estructural y prolongada- que se estaba evidenciando por traducir en políticas concretas, aquellas definiciones y principios que se levantaban de manera genérica.

No pueden dejar de considerarse las diferencias existentes sobre la definición de las tareas necesarias para esta etapa de nuestro país, sobre las estrategias y herramientas concretas para el desarrollo de una propuesta alternativa, sobre los sujetos de cambio, sobre las instancias de disputa de la estatalidad y los mecanismos de intervención sobre las instancias institucionales; todo esto, en el marco de una crisis interna que minaba la existencia real de la orgánica del FPDS. Esto se expresaba, de manera inevitable, en una parálisis política y en una incapacidad por desarrollar iniciativas que pudieran interpelar efectivamente al conjunto del pueblo, o al menos a la izquierda y a la militancia que nació después de las luchas de los ’90. Al observar esta imagen, la construcción de dos orgánicas nuevas e independientes se presenta más como la expresión superestructural de una situación real, que como el resultado del sectarismo o de la falta de vocación de unidad de los militantes del FPDS; en efecto, quizás esta separación permita (a ambas fracciones) el desarrollo de políticas mucho más consistentes, coherentes con los proyectos sustentados, con más capacidad para interpelar al conjunto de la sociedad y, quizás, con más potencialidad de promover nueva y más sólida militancia popular.

Es necesaria una aclaración: bajo ningún punto de vista esto es una reivindicación de la ruptura como mecanismo de superación de conflictos internos. Se intenta, en cambio, correr el eje de análisis desde el desenlace final, para remontarnos más atrás y hacer foco en la estructura, la composición y propuesta política del FPDS, y en su relación con los cambios en la estructura social, económica y política de la Argentina. Este análisis se presenta como más pertinente para poder evaluar si el mantenimiento de una única orgánica era la estrategia más apropiada para emerger de la marginalidad y consolidarse como proyecto político, o si por el contrario, la conformación del FPDS – Corriente Nacional significa el desarrollo de un proyecto sólido, con mayores capacidades de dar respuesta a la dinámica actual, y, por lo tanto, con mayores potencialidades de presentarse como una herramienta capaz de contribuir a la elaboración una alternativa superadora del actual sistema. No pretendemos dictar sentencias que, en definitiva, serán elaboradas por los sectores populares a través de su experiencia de apropiación de la dirección del presente proceso histórico; mas sí creemos que se ha valorado la adecuación de la organización a la construcción de esa experiencia, y que a su luz se ha tomado la difícil decisión de la conformación del FPDS – Corriente Nacional. En este sentido, creemos que es necesario poner el acontecimiento en el marco del proceso más amplio del que forma parte: ¿qué implica, en vistas al futuro, la conformación de la Corriente Nacional? ¿Es realmente un freno, o puede implicar el avance de otros procesos, cualitativamente más ricos, potencialmente más amplios, y con expectativas de masificarse?

Asimismo, otra cuestión debe ser debatida con mucha más profundidad para evitar la comodidad de un lugar cada vez más común entre algunos militantes: la exagerada recurrencia al argumento del «centralismo de Buenos Aires» como factor explicativo de los debates actuales de la izquierda. Si bien es un eje de análisis que no se puede menospreciar, y si bien el desarrollo de una política local y federal -combinada con una nacional- es una tarea que debemos encarar necesariamente, es difícil asignar un papel determinante a este «centralismo» en el reciente proceso del FPDS, y es poco sustentable la hipótesis de que la dinámica bonaerense habría jugado un papel determinante para la crisis nacional de la organización. Una mirada de este tipo omite por completo la referencia a la situación real y regional del FPDS: en muchas provincias la separación ya existía en la práctica, y precedía en meses -o en años- a la conformación de la Corriente Nacional. Además de esta cuestión cronológica, el origen de esas diferencias se encontraba en situaciones locales y concretas, independientes de lo que ocurría en la Capital Federal y en el Gran Buenos Aires. No es necesario desarrollar aquí los debates que tenían lugar en cada regional, pero sí creemos que una interpretación que desconozca su existencia -y, sobre todo, su preexistencia- carece de un elemento central y pierde solidez en su pretensión explicativa.

Alejándonos un poco de la situación concreta del FPDS, creemos que es necesario pensar acerca de cuáles son y deben ser las estrategias necesarias hoy para avanzar hacia el cambio social. El trabajo de base, el crecimiento de las organizaciones locales y la consolidación de su anclaje territorial, se vuelven imprescindibles y siguen siendo ejes constitutivos de las organizaciones de la izquierda autónoma que nacieron en las luchas de los ’90 y que se vieron marcadas por la experiencia del 19 y 20 de diciembre 2001. Pero entendemos que el contexto actual de nuestro país es distinto a aquel que vio nacer a los movimientos piqueteros y asamblearios, y esta nueva etapa nos presenta desafíos que debemos saber afrontar. El crecimiento del trabajo asalariado -con fuerte presencia del empleo informal y precarizado-, el mayor peso de las estructuras sindicales, la relegitimación de algunos espacios institucionales, la revitalización del papel del Estado en la resolución de ciertos conflictos sociales, y la recuperación de las estructuras tradicionales de participación política, son, entre otros, algunos de los cambios que han ocurrido en los últimos años, y que interpelan con eficacia a nuestra propias bases desde espacios ajenos a nuestra construcción, exigiéndonos respuestas nuevas, cualitativamente distintas, que contemplen una disputa más amplia e integral, y que permitan dar la pelea también en el plano superestructural, tanto en lo cultural e ideológico como en las instancias específicamente políticas.

Más que preguntarnos si «¿Ayuda a una organización de un pueblo de cualquier provincia tener que pensar si es mejor articular con el FPDS o con el FPDS-CN? ¿Ayuda a la creación de un espacio realmente nacional, o siquiera, a que muchas de las organizaciones que no tienen una pertenencia a un proyecto más amplio puedan discutirlo?«, vemos necesario reflexionar acerca de la adecuación de nuestras instancias organizativas a las demandas históricas que nos plantea nuestro presente. La conformación del FPDS – CN, es un intento por lograr esa adecuación, que sin duda tiene (y tendrá) cuestiones por madurar al calor de las luchas, pero que se hizo cargo de la difícil tarea de salir de la parálisis en la que se encontraba, para tratar de generar herramientas acordes a las exigencias actuales e intentar dar respuestas a algunos interrogantes que interpelan al conjunto de las organizaciones populares:

¿Es posible avanzar en la conformación de herramientas de organización popular desconociendo los debates que atraviesan a la izquierda autónoma?

¿Es posible proyectarse al margen de las experiencias organizativas de los sectores populares que pretenden un alcance federal?

¿A qué responsabilidad histórica nos enfrentamos las organizaciones con fuerte anclaje local?

¿Nos asumiremos como protagonistas de la construcción actual de esas experiencias, o esperaremos a elegirlas cuando se adecuen, por obra y gracia de otros, a nuestras situaciones locales?

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.