El gobierno de Evo Morales, apoyado por una base masiva popular en la cual la mayor parte es la gente pobre e indígena del país, es muy diferente al liderazgo en su mayoría de clase blanca y burguesa del MNR. Una gran parte del disgusto actual de la administración Bush es que el presidente boliviano […]
El gobierno de Evo Morales, apoyado por una base masiva popular en la cual la mayor parte es la gente pobre e indígena del país, es muy diferente al liderazgo en su mayoría de clase blanca y burguesa del MNR.
Una gran parte del disgusto actual de la administración Bush es que el presidente boliviano Evo Morales ha estado haciendo enormes esfuerzos para separar a su país de la dependencia económica con los Estados Unidos. Sus esfuerzos en reforzar a la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y la reciente firma de el «Tratado de Comercio de los Pueblos» con Venezuela, Nicaragua y Cuba indican el deseo del partido político boliviano Movimiento Al Socialismo (MAS) de enfrentarse a Washington mediante un reforzamiento de las alianzas económicas y políticas que trabajan fuera de la influencia directa de los EEUU.
Bolivia recibe actualmente $120 millones de ayuda al año por parte de los Estados Unidos, lo cual es un suplemento importante para un país de nueve millones de habitantes con un ingreso per capita de tan solo $1000 anuales. El ministro presidencial Juan Ramón Quintana ha acusado a la Agencia de Desarrollo Internacional de los EEUU (USAID por sus siglas en inglés) de utilizar parte de este dinero para apoyar a líderes de oposición prominentes, como parte de una «iniciativa de la democracia» a través de la firma consultora Chemonics International.
Un cable de la embajada de Estados Unidos en Bolivia que describía un «proyecto de reforma al partido político», patrocinado por la agencia USAID, fue revelado recientemente; dicho comunicado señaló un objetivo de: «ayudar a construir partidos políticos moderados y pro-democráticos que sirvan como un contrapeso al radical MAS o a sus sucesores». Quintana advirtió que «si la cooperación estadounidense no se ajusta a las políticas del Estado boliviano, las puertas están abiertas para que se vayan del país».
Para entender las sensibilidades bolivianas hacia la ayuda estadounidense y sus condiciones, es importante mirar hacia atrás a lo que le pasó al gobierno de izquierda anterior en ese país, el cual se ajustó sus políticas a las de la cooperación estadounidense.
La revolución del MNR
En enero de 1954, mientras en Washington los funcionarios estadounidenses planeaban como derrocar al gobierno nacional izquierdista de Guatemala, una política muy diferente se había estado desarrollando hacia el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) de izquierda que gobernaba Bolivia en ese entonces. Los funcionarios de EEUU reconocían que cierto nivel de reforma radical era necesario en ese país, la cual podría tocar ciertos intereses por parte de la élite, quienes tenían buenas relaciones con el gobierno americano.
A primera vista, podría parecer que el enfoque que las administraciones de Truman y Eisenhower tomaron para manejar al gobierno revolucionario boliviano representó un episodio excepcionalmente instructivo en la historia de la intervención injustificable de los EEUU contra movimientos nacionalistas en el hemisferio. Sin duda, es citado algunas veces como una manifestación positiva de la Política del Buen Vecino, la cual respetó la integridad nacional de naciones latinoamericanas y prometió resolver las diferencias sin el uso de la fuerza militar.
Sin embargo, si se mira de cerca, la política estadounidense hacia el gobierno MNR aparece más bien como una forma alternativa de intervención.
Estados Unidos demostró su habilidad para influir profundamente las políticas del partido gobernante en Bolivia, para manipular el equilibrio de fuerzas de la república, y para aprovecharse de la relación económica entre los dos países como un medio de lograr las metas de política exterior de EEUU sin un derrocamiento directo del gobierno.
La tolerancia relativa del gobierno de EEUU hacia la revolución boliviana fue hecha posible en parte por una comprensión de que los Estados Unidos podrían quizás alejar la revolución de una dirección más radical debido a la dependencia económica extrema de Bolivia hacia los Estados Unidos y otros poderes del exterior. Los funcionarios del Departamento de Estado juzgaron también que el equilibrio de fuerzas fragmentado dentro del MNR podría ser cooptado hacia los intereses estratégicos y económicos estadounidenses.
Durante los años 1950s, Bolivia demostró cómo tal dependencia determinaba el éxito o fracaso de una revolución. Quizás de manera más significativa, la política estadounidense hacia Bolivia en ese periodo sirvió como un antecedente importante de la política futura por parte de los Estados Unidos, de otras potencias del Occidente, y de sus instituciones financieras internacionales aliadas, para asegurarse que tanto las naciones latinoamericanas como las otras del tercer mundo sigan políticas exteriores y prioridades económicas domésticas de acuerdo a los intereses Occidentales.
La respuesta estadounidense a la revolución
Cuando el MNR subió al poder, mediante un levantamiento sangriento en abril de 1952, algunas campanas de alarma sonaron en Washington. Una preocupación en particular fue la orientación ideológica del partido, el cual era explícitamente revolucionario y nacionalista, teniendo una influyente ala izquierdista. Además, se temía entre los que hacían política en EEUU que campesinos fuertemente armados y milicias de trabajadores, bajo una fuerte influencia marxista, pudieran acabar por controlar el país a la fuerza.
La popularidad del gobierno del MNR, el desmonte sistemático de las fuerzas armadas, y el poder político erosionado de los oligarcas, dieron a EEUU poco apalancamiento para construir una alianza con las fuerzas políticas tradicionalmente conservadoras como medio para imponer un cambio en el gobierno, manera cómo la cual Estados Unidos había tratado con frecuencia en otros países latinoamericanos que experimentaban agitaciones nacionalistas y desafíos de izquierdista. Como hoy, la desigualdad flagrante en la sociedad boliviana había ocasionado movimientos políticos de campesinos y de trabajadores militantes e influyentes. Y, también como hoy, el nuevo programa del gobierno era ampliamente nacionalista, especialmente con respecto a los recursos naturales del país, en los cuales los inversionistas estadounidenses tenían intereses abundantes.
Aun así, poco tiempo tomó para que Estados Unidos pudiera forzar un cambio dramático en las prioridades del régimen. Con una posición sin acceso al mar, reservas de oro disipadas, costos de producción e importación incrementados, y un gran déficit en su balanza comercial de pagos, el régimen revolucionario de Bolivia tenía poco para contrarrestar al poder económico de los Estados Unidos.
Casi desde el principio, el ala pragmática del MNR reconoció que ninguna revolución boliviana podría alejarse de Washington. Su temor derivaba no solo de la amenaza de una intervención directa, sino también del temor de la venganza económica-preocupación no poco importante dada la dependencia de Bolivia con Estados Unidos en que comprara su estaño y proporcionara las importaciones necesitadas. Como resultado, había mucha presión dentro del MNR por moderar su política y seguir vigorosamente alentando a Estados Unidos mediante canales diplomáticos.
Los funcionarios de la administración Truman reconocieron la situación precaria de Bolivia. Rollin Atwood, director de la Oficina del Departamento de Estado sobre Asuntos Sudamericanos, notó cuán dependiente era «la porción políticamente articulada de la población» de la industria minera, la cual a su vez dependía de Gran Bretaña y Estados Unidos.
A diferencia de la importación de café de Guatemala, el cual era controlado por empresas privadas, las compras de estaño boliviano para las reservas estratégicas venían directamente del gobierno de EEUU. Este usó las políticas de comercio como palanca para ganar los objetivos políticos de manera mucho más fácil.
El asunto de la compensación y la dependencia en exportaciones
La decisión de expropiar, en lugar de confiscar, las minas -a pesar de la enorme presión de los mineros y otros bolivianos por la segunda opción- fue relacionado directamente a preocupaciones del MNR de que debían reconocer que por lo menos alguna forma de compensación era necesaria, de otro modo temían que EEUU los tachara de comunistas y les negaran la ayuda del exterior.
La exportación de estaño representó un 70% de las ganancias de divisas de Bolivia y el 90% de los ingresos del gobierno; Estados Unidos compraba alrededor de la mitad de las exportaciones de estaño de Bolivia. El Subsecretario de Estado para Asuntos Económicos, Willard Thorp, había informado inicialmente a Acheson que EEUU tenía suficientes reservas para sobrevivir a Bolivia si las negociaciones se prolongaran y que no importaba el precio ni arreglo para el estaño, al fin que «es casi seguro que vamos a tener el estaño boliviano eventualmente. Ellos no tienen ningún otro lugar para venderlo».
Thorp reconoció que dejar a Bolivia sin ninguna otra opción era bastante deliberado: «al construir el horno de fundición «Texas City» y comprando estaño boliviano durante muchos años, hemos desalentado a que los bolivianos, o cualquier otro país, construyan hornos de fundición de estaño que usen los concentrados bolivianos. Previniendo la compra privada en Estados Unidos y permaneciendo fuera del mercado por tanto tiempo, hemos evitado que la competencia determine el precio del estaño. En efecto, hemos usado nuestras reservas para forzar la baja del precio, ya que en ausencia de éstas nunca hubiéramos podido estar fuera por tanto tiempo como lo hicimos».
Basado en este poder económico, Estados Unidos forzó a Bolivia a ir a la mesa de negociaciones. El presidente boliviano Víctor Paz Estenssoro anunció que «Estados Unidos nos ha avisado que no podrán comprar estaño de nosotros en tiempo de largo plazo a menos que hagamos un acuerdo con los accionistas norteamericanos». Dada la dependencia de la nación en ventas de estaño, el nuevo gobierno accedió.
A diferencia de cobre en Chile o el petróleo en Venezuela durante ese período, el recurso natural líder en Bolivia no era controlado directamente por alguna corporación extranjera. Sin embargo, dados que los minerales de estaño no tienen valor sin hornos de estaño de fundición, y que tales refinerías estuvieran en el extranjero, el nivel de la dependencia era bastante grave. Sobre todo, Estados Unidos era el único país capaz de procesar el estaño boliviano ya que Bolivia no tenia la capacidad de fundición propia y el único horno de fundición fuera de EEUU capaz de aceptar el mineral boliviano de baja calidad-localizado en Gran Bretaña y parcialmente propiedad de un ex-minero cuya mina había sido tomada-se negó a aceptarlo.
José Núñez Rosales, vicepresidente de una compañía minera dirigida por el gobierno, indicó que Bolivia acordó en compensar accionistas de EEUU «sólo porque Bolivia tenia que comer». El partido líder izquierdista boliviano denuncio al acuerdo como «imperialismo yanqui» el cual, argumentaban, buscaba «matar de hambre a Bolivia para que se volviera sumiso». Carlos Montenegro, ideólogo importante del MNR, en 1954 acusó públicamente a Estados Unidos de «fomentar la oligarquía y esclavizar a las clases populares para el beneficio de Wall Street».
Mediante el condicionamiento de la ayuda extranjera en compensación por las minas de estaño, el gobierno de EEUU forzó al liderazgo revolucionario a sucumbir a las exigencias que resultaron de agotar los recursos del gobierno. En un punto crítico del esfuerzo de la nación para hacerse más autosuficiente, el gobierno de EEUU forzó a Bolivia a utilizar su escaso capital no para su desarrollo propio, sino para compensar a los anteriores dueños de minas y a pagar sus deudas externas.
La economía boliviana y el impacto de ayuda extranjera de EEUU
En enero de 1953, la Embajada inglesa podría informar al Ministerio de Asuntos Exteriores que el Presidente Paz Estenssoro estaba «consiguiendo demasiada ayuda y consejos de los Americanos y sabía cuando doblar la rodilla». Así, fue claro desde el principio de la revolución que la debilidad económica de Bolivia, combinada con el poder económico de los Estados Unidos, permitió al último establecer claros parámetros para la revolución. La influencia estadounidense sobre Bolivia aumentó considerablemente cuando, entre marzo y julio de 1953, el precio del estaño cayó una tercera parte. Los bolivianos estaban desesperados por ayuda financiera a gran escala.
En un memorándum al Presidente Dwight Eisenhower, el Secretario de Estado John Foster Dulles argumentó que los préstamos adicionales a Bolivia debían ser aplazados aún más hasta que hubiera una visión más clara sobre la dirección política y prospectos de pagos del país. Durante una preparación para una reunión con el Ministro de Asuntos Exteriores boliviano Walter Guevera, Dulles fue aconsejado por el Subsecretario de Estado para Latinoamérica, John Amarra Cabot, que hiciera saber al Ministro de Asuntos Exteriores que las oportunidades de Bolivia para obtener la ayuda aumentarían si llevaba a cabo las siguientes acciones:
– a) Disipar las fuertes sospechas, todavía entre algunos sectores de la opinión americana, de que el gobierno boliviano estuviera dominado por la influencia comunista;
– b) Alcanzar una respuesta y arreglo final a los reclamos surgidos de la nacionalización de propiedades mineras en las que hubiera un interés americano.
A raíz de una amenaza estadounidense de retener cualquier ayuda futura hasta que los radicales percibidos fueran quitados del gobierno, Paz anunció cambios de gabinete hacia finales de octubre 1953, cambiando la composición ideológica del gobierno a la derecha. Como resultado, un funcionario del Departamento de Estado indicó «la Embajada tiene la evidente impresión de que la acción del Gobierno de Estados Unidos para proporcionar las becas de alimento a Bolivia han comenzado a pagar los dividendos».
El Ministro boliviano Guevera confirmó a los funcionarios estadounidenses en Washington que la ayuda americana era la responsable de colocar los elementos pro-Estados Unidos «en una posición predominante». De igual forma, una Estimación Nacional de Inteligencia notó que el gobierno del MNR había llegado a ser cada vez más amistoso con Estados Unidos debido al apoyo de EEUU hacia el régimen. Para entonces, la Embajada podría comenzar a influir algunos cargos del gobierno, aún para puestos relativamente secundarios.
Por ejemplo, en noviembre de 1953 el Departamento de Estado podría informar que el nombramiento de un presunto comunista para enseñar en la recién abierta Academia Militar fue cancelado cuando la embajada de EEUU expresó sus objeciones. Asegurado de su influencia, el Embajador Eduardo J. Sparks podía predecir con confianza que «la Embajada espera que el gobierno del MNR limite progresivamente las oportunidades para los partidos comunistas…»
Además de usar la amenaza de retirar la ayuda para empujar al gobierno boliviano a tomar una posición anticomunista más fuerte y estableciendo arreglos tentativos de compensación con antiguos dueños mineros, EEUU insistió también en que su ayuda debía ser supervisada por funcionarios de estadounidenses en todos los niveles. Esta ayuda no fue suficiente para mejorar el nivel de vida en Bolivia-el entonces, como hasta ahora, país más pobre de Sudamérica-pero hizo a la nación más dependiente.
Un informe de la Junta Boliviana para la Planificación notó que «en lugar de un impulso a la mejora, la ayuda ha representado sólo un medio para prevenir un deterioro aún peor de la situación que ya existía». Como resultado, en los años siguientes la influencia estadounidense podría soportarse para concesiones económicas más grandes también. Por ejemplo, el Código de Petróleo de 1955, escrito por funcionarios de EEUU y decretado sin ningún debate público o modificaciones por autoridades bolivianas, forzó al gobierno boliviano a renunciar a su monopolio del petróleo.
Ofertas por parte de la Unión Soviética para ayudar a Bolivia con su industria de petróleo nacionalizada fueron recibidas bajo la amenaza de una retirada de ayuda económica estadounidense. De manera semejante, Estados Unidos y Bolivia firmaron un acuerdo en 1955 para alentar la inversión extranjera. Fue debido sólo a esta necesidad desesperada por divisas y por la presión del gobierno americano que el MNR-alguna vez totalmente nacionalista-accedió a estas concesiones.
En 1954, EEUU tomo aun más autoridad para dirigir la economía Boliviana con el nombramiento de George Jackson Eder para hacerse cargo de un programa económico de estabilización. Eder mismo reconoció que el gobierno del MNR acordó con esta decisión «prácticamente bajo presión, y con repetidas insinuaciones del acortamiento de la ayuda estadounidense».
Eder era el Director Ejecutivo de la Comisión de Estabilización, de la cual cada miembro debía ser «persona grata a la embajada de EEUU». El programa, que tenía sorprendente semejanza con los Programas de Ajuste Estructural que habían sido impuestos en docenas de países agobiados por las deudas en Latinoamérica y demás lugares, consistió en la devaluación del boliviano; un fin al control de la exportación e importación, a los controles de precios y a las subvenciones estatales en bienes de consumo; a la congelación de sueldos y salarios; a las reducciones mayores en el gasto para la educación y la asistencia social; y un fin a esfuerzos en la diversificación industrial.
Subsecretario de Estado Richard Rubottom, con respecto a un plan de desarrollo boliviano que sostiene a campesinos. «Tuvimos que decir al gobierno boliviano que ellos no podrían invertir su dinero en ello y que nosotros tampoco lo íbamos a hacer».
Aunque nominalmente un consejero técnico, Eder, un fuerte defensor del monetarismo, creyó que Bolivia estaría mejor si dejaba la economía completamente en manos de la industria privada. Fue contratado y pagado por el gobierno de EEUU a instancias del Fondo Monetario Internacional para adquirir el control administrativo directo de la economía. Esto dio al gobierno de EEUU el poder inaudito para controlar el curso de la revolución boliviana.
Eder ha escrito un reporte detallado sobre como-como agente del gobierno de EEUU -fue capaz de implementar un programa que, en sus propias palabras, «significa el repudio, casi tácitamente, de prácticamente todo lo que el gobierno revolucionario había hecho durante los cuatro años anteriores.» Describió también cómo su meta fue convencer a la nueva administración del MNR que esa estabilización sólo sería posible por una transición total a una economía de libre mercado.
Además, Eder insistió en que las empresas del Estado debían ser devueltas a manos privadas, esa compensación iba a ser garantizada en caso de alguna nacionalización futura, y que los controles de precios fueran revocados. Su receta para un clima favorable de inversión que creía necesario era que el gobierno boliviano ofreciera un ambiente político fijo, una moneda fuerte, y las condiciones laborales que aminoraran los riesgos de cualquier intromisión del trabajo o líderes.
El impacto de las recomendaciones de Eder no fue sólo el desvío de las prioridades económicas de la revolución, particularmente sobre los esfuerzos en la diversificación de producción, sino también la alteración de la estructura política de la revolución mediante una limitación efectiva del poder de los sindicatos y el desplazamiento de los líderes socialistas del MNR. El MNR fue muy lejos, como el admitir a representantes de trabajadores en el gobierno mientras sus sindicatos apoyaran el programa de estabilización. Bajo el ejército reconstituido, motivado y subsidiado por Estados Unidos, las milicias hostiles de los sindicatos podrían ya ser neutralizadas.
La ruptura resultante en el MNR redujo dramáticamente su base masiva, convirtiendo al liderazgo aún más dependiente del apoyo financiero y político estadounidense. Los lideres del MNR, sintiéndose amenazados por el movimiento izquierdista y enfrentando resistencia de los mineros a los que traicionó, se inclinó cada vez más hacia el ejército resucitado, e incluso mandó una unidad de ejército de élite a La Escuela del Ejército de las Américas en Estados Unidos para instruirse en contra-insurgencia.
De este modo, se hizo practicamente imposible para el MNR equilibrar su independencia, sus creencias en la redistribución de la riqueza, y su retórica «anti» imperialista con las realidades de la dependencia, exacerbado por la crisis económica de 1956-57. El campesinado, cada vez más distanciado y apático, manipulado por las facciones políticas, era bastante impotente en desafiar este cambio dramático a la derecha.
Además de varios programas en el desarrollo agrícola, construcción, asistencia técnica, y ayuda en alimento, el gobierno de EEUU proporcionó también apoyo financiero directo al presupuesto general. En menos de diez años, Bolivia había ido de un régimen revolucionario amenazado a un «modelo de Alianza para el Progreso». Sin lugar a dudas, hacia finales de la década, los programas de ayuda de EEUU hacia Bolivia fueron los más grandes en Latinoamérica y los de más alto per capita en el mundo, creciendo de $1,5 millones en 1953 a $22,7 millones en 1959.
La revolución boliviana giró hacia la derecha durante la presidencia de Siles Zuazo en 1956-1960 y continuó esta pauta con el segundo mandato de Paz Estenssoro en 1960. La base popular masiva de apoyo, que había defendido previamente al MNR de ataques del ala derecha y de los conservadores tradicionales, se esfumó. Cuando el ejército tomó control en 1964, había poco para detenerlo.
El fin de la revolución … y el comienzo de una nueva
Al final, los Estados Unidos pudieron derrocar la revolución boliviana sin tener que derrocar al gobierno. El alto nivel de dependencia de la nación hizo posible para Estados Unidos el guiar la revolución hacia una dirección más compatible a intereses de EEUU tanto en Bolivia como en el hemisferio. El traslado fue facilitado por la orientación predominantemente burguesa del MNR y la incapacidad de sus facciones más radicales de jamás poder dominar el partido por completo.
Mientras la revolución consiguió minar mucho del anterior orden mediante la separación del sistema de hacienda y la nacionalización de las minas de estaño, no logró realmente desarrollar un nuevo orden para tomar su lugar. Esto hizo posible que los Estados Unidos, en las palabras de Anthony Freeman de la oficina del Departamento de Estado de Bolivia, «encauzar la revolución en direcciones constructivas».
Estados Unidos decidió influir la dirección del MNR a través del apoyo financiero a gran escala al gobierno revolucionario. En realidad, la influencia de EEUU sobre el MNR era, de hecho, aun mayor antes de la revolución, desde que la clase gobernante anterior-vinculada a los barones del estaño-tuvo conflictos de intereses con los Estados Unidos sobre el precio del estaño. El Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos vio el manejo exitoso de la situación boliviana como un modelo para hacer del apoyo estadounidense un criterio de ayuda. Estados Unidos explotaría al máximo este modelo en sus relaciones futuras con países en Latinoamérica y demás lugares.
En muchos aspectos, la política de EEUU hacia Bolivia resultó ser un heraldo de la política contemporánea de EEUU hacia Latinoamérica en la época presente de globalización. El tan llamado «Consenso de Washington,» respaldado por instituciones financieras internacionales con dinero estadounidense, ha servido como el eje para institucionalizar el apalancamiento económico hasta el punto de que formas más abiertas de intervención para avanzar intereses estratégicos o económicos ya no son necesarios.
La política de EEUU hacia Bolivia en los años 1950 ha sido considerada un gran éxito de política exterior. Y aunque el resultado final de la política de Estados Unidos no fue tan dramático como lo que se dio en Guatemala durante ese mismo período, el impacto en las personas de Bolivia -en cuanto a los costos humanos de vivir en un sistema donde los derechos sociales, económicos y políticos, que alguna vez se les prometió, posteriormente fueron negados a la mayoría de la población- no fue menos severo.
Con la globalización de la economía, la mayoría de los países latinoamericanos ahora tienen tan pocas elecciones para escoger sus políticas económicas como lo hizo Bolivia en aquellos tiempos. Quizás la mayor importancia del papel de EEUU en el domesticar de la revolución boliviana fue que probó un terreno de entrenamiento para desarrollar el modelo para lo que le sucedería al hemisferio. El gobierno de Evo Morales, apoyado por una base masiva popular en la cual la mayor parte es la gente pobre e indígena del país, es muy diferente al liderazgo en su mayoría de clase blanca y burguesa del MNR. De igual forma, el apoyo económico del rico en petróleo Venezuela, y sus intentos por reforzar las relaciones económicas con sus vecinos latinoamericanos y con Europa, hace también mucho menos probable que el gobierno de hoy sucumbirá a la clase de presión impuesta por los Estados Unidos medio siglo antes.
Al mismo tiempo, a menos y hasta que las políticas de Washington hacia Latinoamérica sean desafiadas exitosamente dentro de los Estados Unidos, hay límites reales en cuanto al mejoramiento de las condiciones económicas que el gobierno de Bolivia puede proveer a su pueblo.
*Stephen Zunes: Profesor de Política en la Universidad de San Francisco y colaborador del Programa de las Américas del CIP, www.ircamericas.org.
Fuente: «El legado de la usurpación estadounidense de la Revolución Boliviana de 1952,» Programa de las Américas Reporte Especial (Washington, DC: Center for International Policy, 27 de noviembre de 2007). Versión original: The United States, Bolivia, and Dependency
Traducción por: Gracia Tenorio-Pearl