El movimiento social mexicano lo va a extrañar de veras. Enrique Cisneros Luján fue un teatrero infatigable, ingobernable. Creía que el arte popular de las calles y para las calles era no sólo posible, sino necesario. Como necesidad, lo vivía; como posibilidad, lo construía. El llanero soilitito fue el personaje que Enrique encontró para hacer […]
El movimiento social mexicano lo va a extrañar de veras. Enrique Cisneros Luján fue un teatrero infatigable, ingobernable. Creía que el arte popular de las calles y para las calles era no sólo posible, sino necesario. Como necesidad, lo vivía; como posibilidad, lo construía. El llanero soilitito fue el personaje que Enrique encontró para hacer vibrar lo mismo teatros que alamedas desde los que movía y conmovía a más de uno de sus escuchas. La figura irreverente del llanero con su melena enrulada y cana, con pantalones desgastados y una playera casi transparente de tanto uso era, por sí misma, una imagen de activismo cotidiano las veinticuatro horas del día.
El Centro Libre de Expresión Artística y Teatral (CLETA) se convirtió en un referente de su actividad desde el arte y por el arte. Enrique supo de la importancia de mantener una organización como el CLETA siempre alerta y lista para dar cobijo y voz a innumerables movilizaciones sociales. Para el llanero, la solidaridad del arte popular rebasaba los desacuerdos políticos. En el abajo del México bravío, nunca faltó el llanero solidario. Así en las victorias como en las derrotas, así en los avances como en las adversidades. Por su tesón, por su necedad acerca de la valía del arte independiente y de combate, por su solidaridad férrea fue, en múltiples ocasiones, señalado por las fuerzas del Estado como «guerrillero», «peligroso» y «provocador». La verdad, no obstante, era que Enrique nunca pudo ser callado, ni encarrilado a las instituciones vetustas de la «cultura» del poder que niega y desprecia las manifestaciones artísticas de quienes resisten.
Además de su labor teatral y de poesía, El llanero solitito impulsó también publicaciones cuyo objetivo era, aunque se tratara apenas de un pequeño sueño, fisurar la barrera que los medios de comunicación imponen ante el espectador y la realidad. Su nombre y la de El Machetearte -periódico satírico y de combate- son inseparables, como inseparables son éstos del movimiento estudiantil del Consejo General de Huelga (CGH) que detuvo la privatización de la UNAM entre 1999 y el año 2000. Como José Revueltas, Enrique Cisneros sabía que los estudiantes tenían el privilegio de la honradez y la independencia ante su sociedad. Aun antes de iniciar la huelga, el llanero puso todo su empeño en explicar, a través de sus monólogos y presentaciones en distintas explanadas de las escuelas y facultades, la necesidad de combatir el plan de privatización. El CLETA hizo suyo el movimiento, lo arropó, lo defendió y aportó su energía para tamaña empresa. El Machetearte se convirtió, por mérito propio, en el periódico que más se identificó con el movimiento: su frescura, sus caricaturas, su manera de presentar las noticias y apelar al público lo hicieron una fuente de información, de opinión y humor obligada que resistió, en gran medida, por el tesón de Enrique Cisneros. Por esa terquedad, por caminar con la huelga cuando ésta fue tachada de «ultra», Enrique fue acusado un 12 de agosto de 1999 de pertenecer al EZLN y a Sendero Luminoso. Y como sabía de la justeza de la huelga y de lo importante que era resistir para el CGH, escribió «Los únicos ‘delitos’ que reconozco son: que no comparto las formas de lucha legaloides que han llevado a tantos movimientos al fracaso y que estoy seducido con la combatividad, frescura y resistencia de los huelguistas. Confieso que mis únicas armas son las ideas, las que se han potenciado con las vitaminas de la credibilidad, pues muchos de esos chavos y chavas conocen mi trayectoria (y la de mi organización CLETA). Ellos y ellas saben que a pesar de los errores somos consecuentes y que no estamos en esta lucha para convertirnos en diputados o funcionarios […]».[1]
Cuando la huelga fue rota y encarcelados los estudiantes, Enrique vivió para la libertad de ellos. Y cuando la izquierda bien portada y domesticada renegaba de la huelga y se sumaba al coro que pedía el olvido para los ultras, Enrique no perdía un solo espacio para gritar y mover conciencias. Improvisaba como nadie; convertía una pequeña baldosa en un escenario monumental. Cuando muy pocos querían reivindicar lo que la huelga plebeya significaba, Enrique ponía la voz y el alma.
El movimiento social mexicano perdió al más emblemático de los impulsores culturales; el movimiento estudiantil universitario a uno de sus más honestos y joviales compañeros; el teatro callejero al más terco e incansable de sus hacedores. Pero la voz y la estampa de Enrique Cisneros Luján, nuestro llanero solidario serán, sencillamente, imperdibles. Enrique deja un hueco hondo solamente capaz de ser llenado por lo hondo de su amor por el teatro, la poesía y el sueño de la libertad de su México rebelde y plebeyo al que tanto dio.
Nota:
[1] Enrique Cisneros Luján, Guerrillero Ja, ja, ja. Respuesta Poético Periodística a una difamación, Colectivo Editorial Vanegas Arroyo, México, 2000, p. 3.
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