Los principales sectores económicos del país están sufriendo el efecto de la pandemia: los precios del crudo del petróleo se han desplomado, las cancelaciones han llegado a las zonas de turismo internacional, y la cotización de la moneda mexicana frente al dólar ha disminuido.
El Estado mexicano declaró el primer caso de coronavirus el pasado 28 de febrero en Ciudad de México, confirmado por el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER). El paciente fue un joven de 35 años de edad que acababa de regresar de un viaje a Italia. Durante ese mismo viernes se confirmaron dos casos más, otro en Ciudad de México y un tercero en la ciudad de Sinaloa. Estos tres primeros casos confirmados en el país coincidieron en Bérgamo, Italia, en una convención celebrada la tercera semana de febrero. Desde el primer momento el gobierno de México afirmó que iba a monitorear el avance de la infección tanto a nivel nacional como a nivel mundial mediante su Secretaría de Salud.
Desde inicios de marzo y tras darse los primeros casos, la Secretaría de Salud abrió un espacio de interacción con medios de comunicación. El virus no tuvo un avance tan acelerado como en países europeos, confirmándose únicamente once pacientes durante las primeras dos semanas. Sin embargo, a finales de abril había más de 17.000 contagiados y alrededor de 1700 muertes. Este espacio mediático, disponible en directo cada tarde desde la plataforma online YouTube, no solo sirve para informarse de las medidas adoptadas por el gobierno federal frente a la pandemia, sino además, da la oportunidad de denunciar carencias dentro del sistema sanitario tanto generales como específicas. Como en muchos otros países, el coronavirus ha puesto en evidencia las carencias en el sistema de salud mexicano.
Inicialmente la estrategia del gobierno mexicano estaba basada en difundir información y consejos sobre las técnicas adecuadas del lavado de manos, a promover que se evitara el contacto entre las personas así como asistir a lugares concurridos, e instar a la población a identificar los síntomas que presenta la infección por coronavirus para quedarse en sus casas en caso de que éstos aparecieran. Pero tras entrar en la fase 2 el pasado 24 de marzo se incrementaron las medidas establecidas por el gobierno.
Sin embargo, son las autoridades de cada estado las que implementan sus protocolos de seguridad sanitaria partiendo de las recomendaciones federales y siguiendo lo ya establecido en otros países como el cierre de los colegios y universidades así como varias empresas o el bloqueo de las entradas y salidas de los distintos pueblos y ciudades evitando los desplazamientos internos. Se ha denunciado que el crimen organizado a nivel regional podría estar influyendo en la toma de estas decisiones. Finalmente llegó lo inevitable y el pasado 21 de abril, el Subsecretario de la Salud, Hugo López Gatell, decretaba oficialmente que la República de México entraba en fase 3.
Son las autoridades de cada estado las que implementan sus protocolos de seguridad sanitaria partiendo de las recomendaciones federales y siguiendo lo ya establecido en otros países
Como consecuencia de la emergencia sanitaria, un escenario aún más crudo parece visibilizarse en el horizonte social y económico para los mexicanos. El covid-19 deja en evidencia la distinción de clases en las sociedades que golpea, una división que en México opera también en clave territorial. La población chiapaneca alerta de que si el virus llega al estado de Chiapas podrían morir en silencio ya que ninguna autoridad sanitaria acudió con prontitud a sus comunidades, a lo que se le añade la falta de información en las lenguas de los pueblos originarios así como de los servicios médicos y de medicamentos. Este es un escenario que se repite reiteradamente en las comunidades apartadas de la República Mexicana.
Los principales sectores económicos de México están sufriendo ya las repercusiones negativas que deja esta pandemia: los precios del crudo del petróleo se han desplomado hasta alcanzar niveles negativos por primera vez en la historia, en zonas de turismo internacional como el Caribe mexicano y los Cabos las cancelaciones se han generalizado mientras que la cotización de la moneda mexicana frente al dólar ha disminuido. La situación de aparente tranquilidad y normalidad mostradas tanto por la población como por su gobierno hasta hace unas semanas contrasta con el escenario previsto en un país cuyos pilares económicos ya se están viendo afectados.
El sector terciario, que ejecuta la prestación de servicios, ha sido el más afectado en México desde que la pandemia del coronavirus llegó al país. El turismo y el comercio son dos de las actividades económicas más importantes, son muchos los trabajadores del sector que viven al día sin la posibilidad de ahorrar.Los vendedores ambulante están presentes en todo el país, comerciando con distintos bienes de consumo en los conocidos tianguis, mercados tradicionales que han existido en Mesoamérica desde la época prehispánica y que han ido evolucionando formal y socialmente a lo largo de los siglos.
Alberto, un vendedor ambulante de ropa del tianguis de Las Torres en el sur oriente de la Ciudad de México (barrio de Iztapalapa), cuenta que la venta de sus productos ha bajado un 80% desde el inicio de la pandemia. Afirma que el año 2019 fue un año difícil en el que la venta ya descendió un 40%. Sin embargo, es consciente de que este semestre va a ser incluso peor dado que será muy difícil recuperar las pérdidas porque no va a haber inversión suficiente al reiniciar su negocio. “Buscaré un empleo con el cual poder pagar mis gastos tratando de invertir una parte pequeña en mi negocio de comerciante semanalmente”, resuelve Alberto, ante la situación. Asegura que les va a costar tiempo a los comerciantes conseguir los materiales y recursos esenciales para sus productos una vez termine la crisis del coronavirus: “La materia prima se está agotando y además, muchos de estos insumos son importados desde China”. Como Alberto, son muchos los vendedores ambulantes que están tratando de buscarse la vida con trabajos alternativos temporales para sobrevivir.
Barra de Potosí, un pueblo de pescadores situado en el estado de Guerrero y considerado por Martín —habitante del pueblo— “un pequeño paraíso olvidado”, es una de las zonas turísticas del país. Martín forma parte de una cooperativa dedicada a deportes acuáticos en la que se encarga, junto a Abraham, de la parte especializada en buceo. La economía de esta área depende mayoritariamente del turismo siendo una zona repleta de pequeños bungalós en alquiler para visitantes así como enramadas (restaurantes en primera línea de playa construidos con palapas, hojas de palma típicas de la costa).
Abraham cuenta que el 2019 fue un buen año. “El turismo fue más fluido que en años anteriores”, reafirma Doña Mari, encargada de una de las enramadas. Sin embargo, ambos constatan que dichos beneficios económicos se han visto ya reducidos desde el inicio de la pandemia en el país. Aunque Doña Mari lamenta que, “la falta de trabajo está reduciendo nuestros ingresos económicos”, entiende las medidas tomadas por el gobierno mexicano ya que antes de proclamar que estaban en la fase 2 de la pandemia, vivían con la incógnita de saber si los clientes recibidos estaban sanos o no. No cuentan con alternativas de trabajo fuera del turismo, no obstante, Abraham cuenta que la forma de evitar el máximo de pérdidas consistirá en economizar los gastos, unos gastos que serán estrictamente los necesarios. Doña Mari explica que el pescado no es el problema sino la falta de salida a los mercados exteriores así como la disminución del número de turistas que son quienes lo consumen. Pero el coronavirus ha tejido en el pueblo de Barra de Potosí una organización incluso más comunitaria que antes. En palabras de Abraham, “todo lo que pescamos ya no tiene salida. Así pues, intentamos reducir la actividad pesquera y lo que sacamos lo regalamos a las familias del pueblo”.
Fronteras
El coronavirus ha supuesto el cierre de fronteras a nivel mundial. Sin embargo, las fronteras llevan años cerradas aunque de forma selectiva. Estados Unidos considera a México un país seguro al que pueden ser deportados los migrantes y desplazados. La frontera norte de México que delimita con los Estados Unidos ha dado mucho que hablar tras la propaganda electoral del presidente estadounidense Donald Trump y su apuesta por el muro, que seguiría construyendo para evitar que ciudadanos mexicanos así como centro-americanos puedan cruzar.
Una de las políticas migratorias que adoptó el gobierno de Trump, fue amenazar al gobierno de México con subir un 5% el coste de sus exportaciones. En consecuencia, el gobierno mexicano decidió mandar alrededor de 6.000 policías nacionales a la zona fronteriza de Chiapas para detener a todos aquellos desplazados y migrantes que llegaban con el objetivo de moverse hacia la frontera norte del país, después de cruzar la frontera terrestre de Guatemala.
Debido al coronavirus, Guatemala fue de los primeros países en cerrar sus fronteras. El pase oficial desde Guatemala a México quedó totalmente cerrado, sin embargo, esto no implica que población centro-americana siga intentando cruzar camino hacia al norte. Así pues, mientras el intercambio de mercancías sin pase por aduana sigue ocurriendo a través del río Usumacinta, que separa México de Guatemala, los migrantes siguen con sus intentos de llegar a los Estados Unidos.
Muchos migrantes intentan regresar a su país de origen a través de las fronteras terrestres de México, al tiempo que llegan diariamente desde los Estados Unidos aviones de deportados.
Sin embargo, desde la ONU informan que se están dando dos fenómenos nuevos y particulares: muchos migrantes intentan regresar a su país de origen viniendo de las fronteras terrestres de México. Por otro lado, llegan diariamente aviones de deportados desde los Estados Unidos. Michelle Bachelet, la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, declaró el pasado 15 de abril que, “las autoridades estatales y locales deben garantizar un regreso seguro a sus lugares de origen y ayudarlos a reintegrarse en sus comunidades”.
En los últimos cuatro años, ha habido el doble de deportaciones desde México respecto a las que parten desde los Estados Unidos. Los albergues de ayuda al migrante siguen presentes en la República Mexicana, sin embargo, sufren constantes amenazas tanto del crimen organizado como de la población local más extremista. A estas amenazas se le suma la presión ejercida por el Estado; el nuevo gobierno ha declarado que ya no transferirá recursos a las organizaciones civiles, incluyendo también a las que trabajan en proyectos de ayuda humanitaria.
El coronavirus ha dado giro irónico a la situación: muchos estadounidenses intentan cruzar su frontera sur rumbo a la República Mexicana por miedo a contagiarse de coronavirus, sabiendo que la incidencia de la pandemia en el país vecino es mucho menor. Las personas migrantes ven empeorada su situación como consecuencia de la emergencia sanitaria. “Con el pretexto del covid-19, la mayoría de citas en la corte han quedado pospuestas dejando atrapados en tierras mexicanas a migrantes y desplazados que buscan asilo en los Estados Unidos”, denuncia Eli, un habitante de la ciudad de Tijuana que forma parte de un colectivo de ayuda al migrante. Además, las autoridades federales se han tomado el derecho de anular ciertas leyes de inmigración existentes, lo que agiliza los procesos de deportación.
Eli también explica que, “a los detenidos en los centros de detención, que no cuentan con los recursos necesarios para sobrellevar la crisis, les han puesto en cuarentena privándoles de ser liberados por ‘los riesgos’ que esto podría conllevar. Algunos de ellos están en huelga de hambre y presentan ciertos problemas de salud, aún así, sus abogados se encuentran con obstáculos que les obligan a hacer peticiones de habeas corpus”. A través de dichas peticiones que se oponen a detenciones ilegales, algunos detenidos en estado vulnerable han podido ser liberados.
Tejiendo redes
Pero todas las crisis resultan también en la construcción de proyectos y propuestas positivas. Si algo ha dejado claro el aislamiento provocado por la pandemia del coronavirus, es que el apoyo mutuo existe, y cuando el sistema falla, la humanidad tiene la gran capacidad de tejer redes solidarias entre individuos para superar la situación.
Esta capacidad de organización ha quedado ya demostrada a lo largo de los años en las comunidades existentes en México, no únicamente en las comunidades indígenas sino también en las formadas por individuos de procedencias diversas pero con objetivos comunes. Un claro ejemplo de ello es Gaia, un espacio situado en un oasis en el pueblo de Santiago a Baja California Sur.
Karen, habitante de Los Cabos (municipio localizado en el extremo Sur del estado) y responsable del espacio Gaia, es una de las impulsadoras de la cooperativa “Mujeres Floreciendo”. El objetivo es enseñar a las mujeres a trabajar y a sembrar la tierra así como la creación de un flujo económico dentro de la comunidad. En palabras de Emmanuel, originario de la capital pero instalado y enamorado de Los Cabos desde hace unos años, “se busca compartir el conocimiento y por esto queremos abrir el huerto e invitar a la comunidad. Con el respaldo constante de la cooperativa, la mujer obtendrá el conocimiento para después activar sus tierras así como su propio banco de semillas”.
Karen y Emmanuel tienen claro que la crisis del covid-19 no va a poner freno al desarrollo de la cooperativa, que está basada en un diseño de economía circular consistente en, “invitar a dos mujeres nuevas cada vez pidiéndoles únicamente que traigan algunas semillas”. De esta forma se conseguirá crear lo que Karen llama “el telar de la abundancia”.
En su línea habitual de ver las cosas positivamente, Karen cuenta que aunque esta situación ha pausado el desarrollo de la cooperativa, también ha permitido activar más rápido la siembra y ha despertado el interés de otras comunidades que piden aprender a sembrar y a activar las huertas. “Gracias al confinamiento establecido llegaron las personas indicadas que necesitábamos para empezar a trabajar la tierra en Gaia. Esta crisis era necesaria para el despertar de la humanidad; debemos vernos otra vez como seres que vivimos en la misma tierra, nuestra madre, debemos vernos como un huerto y nuestra cosecha dependerá de cómo lo cuidemos. Hay abundancia para todos”, reflexiona.
Viajeros varados
Así pues, el covid-19 ha unido a varias personas de procedencias distintas a pasar la cuarentena en tierras de Bajo California. Todos ellos sienten estar en una situación de incertidumbre tanto a nivel personal como a nivel económico. Tanto Xua como Noor, él de Montana y ella de Siria, nos cuentan que están viviendo de los ahorros que guardan de sus últimos trabajos antes de empezar a viajar. Sin embargo, a día de hoy subsisten prácticamente sin dinero y sin ningún tipo de ingresos.
Para todos ellos el principal efecto que ha tenido el coronavirus en sus vidas ha sido el hecho de dejar de viajar, considerándose de forma consciente unos privilegiados. Pero de toda crisis se pueden sacar los puntos positivos para reconstruir aquello perdido. Elena, una colombiana que ha vivido los últimos 12 años en Buenos Aires, explica, “este confinamiento me ha obligado a parar un poco y me ha dado la oportunidad de vivir en comunidad en un sitio donde me siento segura. Aquí podremos aprender a crear una comunidad auto gestionada y auto sostenible”. Así lo siente también Noor, que vive en Berlín desde hace ya siete años y quien agradece verse finalmente “obligada” a reflexionar y a pensar sobre ella misma tras disponer del tiempo necesario.
Es difícil saber cuál va a ser el siguiente paso a nivel individual una vez termine este “arresto domiciliario” y es así como lo sienten todos ellos, coincidiendo en que probablemente regresen a sus lugares de partida para seguir con los proyectos de vida así como laborales que dejaron atrás. Sin embargo, señalan como esta pandemia mundial lleva a pensar mucho más allá de lo personal: El covid-19 ha dejado en evidencia el funcionamiento y la falta de fiabilidad del sistema capitalista en el que vivimos.
En palabras de Elena, “hay que acabar con el trabajo basado en la esclavitud, debemos volver a los orígenes creando comunidad y estableciendo relaciones y contacto entre personas. Este es nuestro futuro soñado, el de los que llevamos tiempo luchando para crear algo nuevo, pero soy pesimista con la realidad”. Emmanuel corrobora las palabras de Elena afirmando que, “el simple hecho de que exista esta crisis ya es un síntoma de que algo está cambiando y este es el cambio que todos aquellos que creemos que otro mundo es posible estábamos esperando”. Xua se manifiesta más optimista creyendo que cuando esto acabe, la población estará más abierta a vivir en comunidad priorizando el establecer una vida sostenible.
Finalmente, Noor recuerda los efectos positivos que deja el covid-19 para el medioambiente, sin embargo, comparte la inquietud de que se extienda el miedo hacia “el otro” resultando en el aumento de actitudes racistas, el cierre de fronteras para los migrantes y el aumento del control sobre la sociedad. “Es la oscuridad versus la luz, y no sé cuál va a prevalecer. Aún así, todos y cada uno de nosotros debe asumir sus propias responsabilidades para transformar esta situación y construir algo mejor”, reflexiona.
Firman este artículo
Coral Salvador María Asensio Lenin Antonio Mejía Jesús Martín Salinas
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/coronavirus/coronavirus-mexico-consecuencias