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El mar abandonado a su suerte

Fuentes: IPS

No hay indígenas, campesinos ni nadie que vele por sus recursos como en los bosques, selvas o montañas. El mar no tiene quien lo defienda, al menos en Argentina, con 4.000 kilómetros de costa oceánica y ninguna reserva específica que proteja su zona económica exclusiva. No es que el área sea pobre en recursos. Una […]

No hay indígenas, campesinos ni nadie que vele por sus recursos como en los bosques, selvas o montañas. El mar no tiene quien lo defienda, al menos en Argentina, con 4.000 kilómetros de costa oceánica y ninguna reserva específica que proteja su zona económica exclusiva.

No es que el área sea pobre en recursos. Una de las mayores pesquerías de merluza y de calamar están en el sur del océano Atlántico, a cuya ribera llegan además miles de turistas cada año para disfrutar de playas, avistar ballenas y recorrer sus múltiples santuarios naturales donde recalan pingüinos, lobos y elefantes marinos.

Por eso, la Fundación Vida Silvestre (FVS), una organización ambientalista que trabaja por la preservación de los recursos naturales, lanzó este miércoles una campaña de difusión en radios de todo el país en busca de generar conciencia sobre la importancia de cuidar el mar que baña las costas.

«Queremos sensibilizar sobre un tema que en general es ignorado, pero que tiene un costado cotidiano cuando la gente disfruta de las playas o cuando come pescado o mariscos», explicó a IPS el director de Conservación de la FVS, Marcelo Acerbi.

En Argentina existen 40 áreas protegidas de costas marítimas que son de jurisdicción comunal, provincial o privada y cuyo funcionamiento en la mayoría de los casos es deficiente o nulo. Sólo una reserva pertenece al estado nacional, pero no es estrictamente marina, y no fue delimitada por voluntad del estado sino de la FVS.

Se trata del Parque Nacional Monte León en la austral provincia de Santa Cruz, con 32 kilómetros de costa. La zona protegida no es un área marina sino costero-marina.

«En rigor, Argentina no tiene ningún parque nacional marino cuyo fin sea exclusivamente el de proteger las aguas», dijo Acerbi.

No es el caso de sus vecinos. Brasil tiene dos áreas marinas protegidas y una en vías de construcción. Chile también tiene una zona creada y otra en proyecto.

Justamente, la que existe en Chile fue tomada como ejemplo en una de las piezas publicitarias para las radios que emite la Fundación como parte de su campaña de difusión.

«En el mar, las áreas protegidas son como una póliza de seguro para los pescadores porque aseguran la reproducción de los peces», remarca el aviso. En Chile, la creación de la reserva «Punto El Lacho» hace cuatro años permitió multiplicar por 10 la captura del «loco», un molusco del océano Pacífico, añade el aviso.

El ejemplo se repite en Estados Unidos, Japón o Sudáfrica, donde la valoración del mar y sus recursos se expresa en la creación de áreas protegidas marinas que dependen del gobierno nacional. En todos los casos, su demarcación y administración contribuyeron a mejorar la calidad y cantidad de los recursos.

«Queremos que haya pesca para siempre. Es necesario crear una red de áreas protegidas marinas y no sólo provinciales sino también federales», termina el anuncio de la organización ambientalista, realizado en conjunto con la Asociación de Radiodifusoras Privadas Argentinas.

La FVS no quiere que la campaña apunte sólo a la conservación sino también a la posibilidad de un uso sustentable de las áreas marinas, especialmente para el turismo y la pesca. Pero ¿cómo hacer para delimitar y preservar una zona marítima?

«Sin dudas, es más complicado que en tierra», admitió Acerbi. Primero se debe determinar cuáles son los recursos que se quiere preservar y luego delinearlo tomando las coordenadas geográficas, explicó el experto.

La vulnerabilidad se determina en función de especies que estén amenazadas o por la necesidad de cuidar un sitio al que acuden a alimentarse. Pero también se apunta a preservar paisajes costeros característicos de algunas regiones con afluencia masiva de turistas como las playas de la oriental provincia de Buenos Aires.

Una vez establecida la reserva en base a información científica se procede a demarcar el área. La zona más sensible se destina a la conservación estricta, otra se dedica a la actividad humana sustentable y controlada, y otra para usos científicos a fin de seguir conociendo los secretos del mar, puntualizó Acerbi.

El manejo de las reservas marinas depende de la jurisdicción, pero la FVS cree que lo mejor es involucrar a toda la gama de actores relacionados con el mar. Autoridades nacionales, provinciales, comunales, miembros de Prefectura Naval, y también científicos, ambientalistas, pescadores y empresarios turísticos.

«Se requieren formas de manejo modernas y participativas», reclamó Acerbi. «Es imposible, por ejemplo, marginar al sector pesquero del manejo de las reservas porque la conservación de los recursos de la pesca es la garantía de sustentabilidad de su negocio», señaló el representante de la FVS.

Las áreas protegidas permitirían delimitar hasta dónde pueden llegar los barcos pesqueros, cuántos pueden permanecer en la zona y en qué época. Lo mismo para el avistamiento de ballenas que debe regularse con cupos de turistas y fijarse la distancia prudente para no invadir la zona a la que llegan los cetáceos para su reproducción.

«Los balleneros son aliados indispensables en la protección del mar, y muchos de ellos están trabajando ya en esta dirección», destacó el experto.