El pensamiento, las ideas, el método, incluso la figura y la vida personal de Carlos Marx ha estado en cuestión desde hace muchos años.
En México existen varios campos diferenciados respecto a este tema: el campo del marxismo, propiamente dicho, con varias tendencias, el campo de la llamada “izquierda” y los intelectuales orgánicos de los dueños del poder.
Por lo que respecta al primer campo, una tendencia de plano declara su extinción, señalando que el marxismo en México se ha convertido en una lengua extranjera, sin traducción posible, incluso “habrá que pensar en otra cosa”, aseguran, sus principales exponentes son ahora parte del gobierno de la transformación.
La antigua izquierda mexicana sí que se ha transformado, ahora se expresan en clave socialdemócrata, bueno digamos de una “neo socialdemocracia”. Esta corriente política se ha expresado y se expresa con diferentes matices, desde la tradicional como la española, la alemana, un poco la sueca, hasta la “neo socialdemocracia” representada por gobiernos que rayan entre el populismo y la evangelización, pero todos con un claro objetivo: salvara al sistema capitalista, mejorándolo, administrándolo “mejor” o de plano “transformarlo”.
La llegada de una buena cantidad de partidos europeos al poder permitió a muchas organizaciones de “izquierda” situarse en ese nicho ideológico, que busca mantener un equilibrio entre “lo mejor del capitalismo y lo mejor del socialismo”, aunque sus dirigentes más connotados nunca explicaron que sería lo mejor de cada término y como combinarlo en un ejercicio de poder.
Las experiencias de Inglaterra, Alemania, España, Finlandia, Holanda, que fueron las que obtuvieron mayores repercusiones mediáticas, han demostrado que esta aspiración sólo ha quedado en el papel, ya que sus resultados sobre todo en materia de política social, seguridad y combate a la pobreza sólo igualan, (aunque en algunos países empeoran) lo que han desarrollado los partidos conservadores y de derecha en esos países.
Para estos partidos que se simulan “de izquierda”, el marxismo no existe, es una corriente ideológica del tiempo de las cavernas, obsoleta, con un lenguaje incomprensible. Y en esta visión se hermanan con los intelectuales orgánicos de los dueños del poder que destilan un anticomunismo que envidiarían los dictadores y los fascistas.
En México, la mayoría de los grupos, organizaciones y partidos que, por generalizarlos les llamaremos de “izquierda”, y que tenían como objetivo general, en ocasiones muy general, la lucha por el socialismo, se decantaron también.
Muchos grupos de izquierda que en la década de los ochenta aún defendían en sus tesis programáticas los términos: “marxismo”, “leninismo”, “dictadura del proletariado”, “socialismo”, etc., buscaron rápidamente transmutar sus objetivos y contenidos por algo “diferente”, “nuevo”, aunque pocos, muy pocos, atinaron a definir estas nuevas palabras.
Esa izquierda ha desaparecido. Quedan sí, algunos membretes, algunos hombres y mujeres bien intencionados, pero las organizaciones, los grupos que decían luchar por el socialismo han sido deglutidos por el tsunami de Morena y la “cuarta transformación”.
La llamada “izquierda electoral” tampoco existe ya. El PRD se ha consolidado como una organización de centro, casi de centro derecha. El Partido del Trabajo nunca fue una organización de izquierda, fue creado como satélite de los grupos de poder que necesitaban una cobertura “izquierdista” y Alberto Anaya y sus compinches se la dieron, como se la dan ahora a AMLO.
Y Morena, bueno Morena es sólo un instrumento electoral de esta “neo socialdemocracia” que busca reconvertir, mejorar, darle un rostro humano el sistema capitalista.
Esa supuesta izquierda electoral (PRD, PT, Morena) está ensimismada, regodeándose en su propio cretinismo parlamentario, alejada de las demandas más sentidas por las masas trabajadoras, con una interpretación muy sui generis de democracia, en todo caso luchan por “su” democracia, una que le permitirá mantener sus privilegios, sus canonjías, sus cotos de poder.
Pero son grupos incapaces de defender las conquistas más generales de amplios sectores sociales, simplemente porque están alejados de ellos. También porque su organización, su estructura y su militancia esta sólo preparada para la actividad electoral. Las burocracias partidarias han generado una vida propia, que casi siempre se impone y devora cualquier intento de cambio y renovación.
Es una socialdemocracia pragmática, sin principios, sin programa, pero que se ha adaptado muy bien a las dinámicas del desarrollo del capitalismo de nuestra época. Ha gobernado, gobierna y gobernará con la aceptación de las trasnacionales, de la oligarquía financiera y sus socios nacionales, regionales y estatales.
Gobierna con el objetivo declarado de desarrollar “gobiernos eficientes”, garantizar la gobernabilidad y asegurar la reproducción del sistema en las mejores condiciones. La “neo socialdemocracia” compite sólo para demostrar a los detentadores de los medios de explotación que son una “opción de gobierno”, pero para el movimiento de transformación revolucionaria no representan una opción de cambio.
Pero ¿porque traer el tema del debate del marxismo en momentos en que pareciera fuera de lugar, incluso obsoleto? Cuando se discute sí la propuesta de gobierno que encabeza el actual presidente y su partido, propuesta llamada “cuarta transformación”, derivará en un cambio, cambio que supuestamente beneficiará a “los más pobres”, es decir a los explotados.
Pero cabe preguntarse: ¿esta propuesta, es decir, la de la “transformación”, sobre qué base ideológica se asienta?, es más ¿tiene una base ideológica? Porque hasta ahora, López Obrador, presidente y dirigente político de la llamada transformación, ha señalado con reiterada insistencia que su movimiento no es de izquierda, también ha dicho que no tiene ideología, en tanto son ya obsoletas para entender el verdadero objetivo de su programa de “transformación”.
Una transformación sin ideología en un país con un modo de producción basado en la propiedad privada de los medios sociales de producción, que explota mano de obra y que genera pobreza, desigualdad y marginación para la mayoría de la población, sólo tiende a apuntalar a este sistema degradante, no a “transformarlo”.
La lucha de clase está ahí, en las calles, en las escuelas, en los comercios, en las industrias, en el campo, pero la socialdemocracia no la ve, la niega, se voltea disimulada ante el incremento de la explotación y ante la arremetida de la burguesía y sus aparatos de dominación para cercenar derechos.
La pobreza del debate político, la miseria de la ideología se observa desde el terreno de la pobreza ideológica y la miseria del debate. Este ha sido monopolizado por los intelectuales orgánicos de los dueños del poder, que se regodeándose y destilando su anticomunismo, denostando banderas que el gobierno de AMLO no levanta.
Ante esto, sostenemos que es el momento de la reflexión, el debate de las ideas, de recuperar ideologías y debatirlas abiertamente, sin hipocresías, sin miedo. La ideología marxista es la ideología de las masas trabajadoras, de los obreros, de los campesinos, de los estudiantes. Decirse marxista no debe ser una afrenta, por el contrario, debe constituirse en una distinción.
Parece momento para que los comunistas mexicanos, los marxistas revolucionarios expresemos abiertamente nuestras opiniones, defender las causas que dieron origen históricamente a nuestro movimiento, que cómo el viejo topo escarba y sale a la luz y llama a la lucha combativa. Por el momento los grandes consorcios de comunicación tienen cerradas las puertas para nuestras expresiones, luchemos por abrirlas, es parte de la auténtica transformación.