Recomiendo:
0

Álvaro García, vicepresidente de Bolivia

El marxista subversivo de siempre

Fuentes: La Prensa

Quiero hablar un momento contigo. El rostro de Evo Morales Ayma cambió de aspecto. La reunión de los asesores de campaña del Movimiento Al Socialismo (MAS) había terminado otra vez sin resultados: no habían conseguido al acompañante de Evo para las elecciones de diciembre de 2005. Álvaro García Linera le siguió al pequeño dormitorio de […]

Quiero hablar un momento contigo. El rostro de Evo Morales Ayma cambió de aspecto. La reunión de los asesores de campaña del Movimiento Al Socialismo (MAS) había terminado otra vez sin resultados: no habían conseguido al acompañante de Evo para las elecciones de diciembre de 2005.

Álvaro García Linera le siguió al pequeño dormitorio de su departamento, aquel situado en el segundo piso de la casa 917 en la avenida Busch. Evo se sentó en la cama y le lanzó una confesión: Hay dificultades para encontrar al compañero de fórmula. Cada vez mandamos a los compañeros a buscarlo y no hay respuesta. ¿Cómo verías tú si eres mi vicepresidenciable?

El matemático quedó tieso. La invitación le había caído como balde de agua fría. Hasta hoy se eriza al recordar ese momento de shock. Sonrió y atinó a responder: Compañero Evo, está un poco complicado, jamás me he imaginado como funcionario público. Yo me imagino en la batalla por un gobierno indígena, pero no en la gestión.

Pero Evo insistió en su requerimiento. La preocupación se le notaba en el tono de su voz porque faltaban pocos meses para los comicios.

Compañero Evo -le comentó García-, sigamos haciendo el esfuerzo para conseguir un candidato. Y si todo falla y no hallamos al ideal para la Vicepresidencia de la República, entonces habremos de asumir esa responsabilidad, por defecto.

A los pocos meses, García tuvo que cumplir su promesa: fue anunciado como el compañero de fórmula de Evo y el nexo del partido masista con la clase media. Han pasado cinco años desde esa reunión. Han pasado cuatro años desde que Álvaro García Linera es el vicepresidente de Bolivia.

EL «VILLALÓN»

La dupla presidencial formada entre Evo y Álvaro ha sido calificada como el pacto del «indio y el blanco», del «poncho y la corbata», pero la definición dada por el Primer Mandatario es la que manda. Él considera que son como una yunta que es jalada por un toro negro y un toro blanco, que caminan y trabajan lado a lado por el bien del Estado.

Pero ambos comparten mucho más que la administración de Bolivia. Por ejemplo, son solteros; aunque Evo tiene dos hijos y Álvaro, no. Además, ambos cumplen años en el mismo mes, octubre. Evo nació el 26 de octubre de 1959 en Orinoca, Oruro, y es del signo zodiacal de Capricornio; mientras Álvaro llegó a este mundo el 19 de octubre de 1962, pero es del signo de Escorpio.

El Vicepresidente es natural de Cochabamba y desde niño era un goloso empedernido, tanto así que galletas, dulces y chocolates son bocados infaltables en las gavetas del escritorio de su despacho. Pero ahora tiene una limitación: guarda chocolates blancos sólo para invitarlos, pues dejó de saborearlos cuando una noche hace dos años y medio le ocasionaron una ataque en la vesícula biliar.

Según dijo su madre, Mary Linera Pareja, en una entrevista con El Deber, en la infancia de Álvaro sólo había un juguete que le ponía feliz en Navidad: los dinkies o autitos, especialmente los camiones y autos deportivos. Él es el menor de cuatro hermanos: María del Carmen (1956), Raúl (1958) y Mauricio (1960). Su progenitora los crió valiéndose por sí misma y con los ingresos de su trabajo en la Corporación Boliviana de Fomento. Fue ella quien los empujó a leer filosofía desde adolescentes: destinaba parte de su sueldo para la compra de libros.

Es así que Álvaro conoció desde los 13 años a Kant, Engels, Hegel, Gramsci, Nietzsche… y a los 15 ya había terminado de «comerse» los tres tomos de El Capital de Karl Marx. En esa época vivía en la avenida Juan de la Rosa, cuando su cabello comenzó a pintarse de gris por alguna deficiencia alimentaria, y también practicaba básquet y fútbol en el puesto de defensor. Tan buen futbolista sería que, dice, le llamaban «Villalón», por Víctor Eduardo Villalón, el recordado jugador chileno de Wilstermann que tras ser naturalizado fue parte de la Selección Nacional.

EL MATEMÁTICO APLAZADO

Álvaro es licenciado en Matemática. Aunque una de las paradójicas anécdotas de su época estudiantil es que tuvo su primer y único aplazo precisamente en esa materia, cuando era un alumno que, por su disciplina y lecturas, no precisaba esforzarse demasiado para sacar buenas notas.

Sucedió en segundo medio, en el colegio San Agustín, cuando le dio el despertar de adolescente, de enamoradizo. «Con un compañero, en vez de estudiar nos íbamos a ver chicas a las plazas, solamente las mirábamos, no las abordábamos porque éramos muy tímidos», relata. Y se fue al desquite.

La reacción de su madre al revisar su libreta de calificaciones le dejó una huella de por vida en su memoria, cuando le dijo más o menos estas palabras: Yo trabajo, te doy el mejor colegio, no te falta para tus libros, ni alimento, ni ropa; yo hice todo lo que puedo. Yo he cumplido pero tú no has cumplido.

«Para mí eso fue demoledor, hubiera preferido que me riña, que me castigue, que me pegue; no que me haya hecho reflexionar. Fue la peor de las críticas», rememora. Y en esas vacaciones se dedicó con otros amigos a alistarse para el desquite.

Fue así que conoció al cura Jaime, un holandés que le ayudó a no repetir el año escolar e hizo que la matemática le fascinara. Entonces, Álvaro decidió dejar su interés por la química y descubrió que los números formarían parte de su vida profesional, tanta fue su obsesión que desde tercero medio comenzó a resolver los ejercicios que eran propuestos en las universidades.

EL MARXISTA SEDUCIDO POR LOS INDIOS

Corría el año 1977, el Gobierno de facto de Hugo Banzer Suárez tambaleaba y los partidos políticos iniciaron su rearticulación, sobre todo los de izquierda, que vieron en las escuelas y colegios los sitios perfectos para reclutar adeptos y abrir debates del futuro de Bolivia, debates a los que asistió Álvaro, en su calidad de «autodidacta del marxismo».

«Pero quedé decepcionado porque las discusiones eran tomadas por los jóvenes como moda, yo quería algo más profundo». Hasta que ocurrió un hecho crucial en 1979. La Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia liderada por Genaro Flores organizó un bloqueo en el altiplano que desconoció el poder omnipotente de la Central Obrera Boliviana y de Juan Lechín Oquendo.

Álvaro quedó impactado con la rebelión de indígenas aymaras que cercaron la ciudad paceña. «Armé una imagen epopéyica de lo que sucedía. Era el despertar indígena. Se me convirtió en una obsesión entender qué significaba eso, era y hasta ahora soy un marxista seducido por la insurgencia indígena». Desde ese momento, su meta giró en torno a promover la toma del poder por este sector.

En 1981 partió con destino a México para continuar con su especialización en matemática. En la Universidad Nacional Autónoma de México obtendría su pregrado y postgrado. A la par, allí encontró más respuestas a su obsesión, influido por las guerrillas indígenas campesinas de El Salvador, Guatemala y por el movimiento nicaragüense.

«En ese periodo hallé otra veta. Encontré explicaciones a muchas cosas que no pude con la izquierda boliviana de la Unidad Democrática Popular (UDP), del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), del Partido Socialista 1 (PS-1)». Trabajaba y estudiaba, hasta que, en 1985, retornó a Bolivia con un grupo de amigos que compartía su ideología. «La UDP iba a caerse y había que alistar una gran rebelión y sublevación».

EL «SEGUIMIENTO» A EVO MORALES

Álvaro retornó al país con bríos renovados, con compañeros que acariciaban su obsesión y con el amor que le acompañaría durante más de 15 años: Raquel Gutiérrez Aguilar, matemática y socióloga mexicana. Con ellos comenzó a entablar contactos con mineros y campesinos del Movimiento Indio Túpac Katari (Mitka).

Entre estos últimos se hallaba Felipe Quispe Huanca, quien en los años 90 adoptaría el denominativo del «Mallku» y pasaría a ser el líder campesino más influyente. Las visitas a los villorios altiplánicos se hicieron recurrentes para imbuir a los campesinos con los postulados de Marx y la tesis de la sublevación armada obrero-indígena para la toma del poder. De esta forma nació en la clandestinidad el grupo de los «ayllus rojos», cuyos brazos se extendieron por Potosí, Sucre, el Chapare.

«Seguía buscando en Marx elementos para entender la insurgencia indígena aymara, el tema de las naciones y la identidad, del campesino como fuerza revolucionaria. Me peleé con toda la izquierda boliviana». Sus primeros artículos eran contra los trotskistas, los comunistas, los maoístas, los miristas. «Eran mamotretos que cinco jóvenes repartíamos en congresos mineros y campesinos».

Aparte, informes de líderes emergentes indígenas y campesinos en el país llegaban a Álvaro. Se entabló cercanía con ellos. Fue así que, sin que lo sepa Evo Morales, Álvaro averiguó su vida y trayectoria sindical en la Federación de Carrasco, del Trópico cochabambino. «Él no me conoció a mí, pero yo lo conocí entonces al compañero Evo», revela.

Dos años después se creó el Ejército Guerrillero Túpac Katari (EGTK), con la misión de apoyar militar y organizativamente a la insurgencia indígena; con reclutas no sólo en el área rural, sino también en las urbes. Álvaro y el «Mallku» hicieron su cuartel general de la provincia Omasuyos, Achacachi. Por ello, en un discurso de 2007 en ese pueblo, aseveró: Aquí aprendí a amar, aquí aprendí a matar.

Hoy, cuando se le pregunta sobre si caminaba con su poncho rojo y su fusil Mauser por esa tierra altiplánica, Álvaro es más cauto en sus respuestas:

-Y caminábamos con poncho rojo…

-¿Pero caminaba con su fusil Mauser?

-Y caminábamos con poncho rojo…

EL ESCRITOR EN CHONCHOCORO

«El EGTK fue la estructura política militar más grande de cuadros políticos indígenas en los últimos 40 años en Bolivia, hasta que el MAS ganó las elecciones en 2005», sostiene. Y lo que hizo este frente guerrillero puso en ascuas a la población paceña y al Gobierno de Jaime Paz Zamora.

En septiembre de 1991, un atentado del EGTK contra dos torres de alta tensión causó la muerte de dos de sus camaradas por la mala sincronización en el explosivo. Incluso, según la prensa de entonces, un año después se llegó a planear el ataque a las embajadas de Estados Unidos y España, como una forma de hacer escuchar su rechazo al «colonialismo» en una fecha clave: el Quinto Centenario del descubrimiento de América por parte de Cristóbal Colón.

Pero ello quedó sólo en plan, porque en abril Álvaro y su pareja, el «Mallku» y unos 20 guerrilleros fueron detenidos bajo los cargos de sublevación y alzamiento armado. Él desapareció durante siete días, periodo en que se asegura fue torturado por la Policía. Posteriormente, su destino fue la cárcel de máxima seguridad de Chonchocoro. Allí permaneció por cinco años, hasta que fue liberado por falta de pruebas y sin que la justicia lo procesara.

En Chonchocoro, afirma que fue su mejor momento de reflexión intelectual. «Claro, qué más puede pedir un investigador si la penitenciaría tiene comida gratis y tiempo», dice sonriente. Allí escribió el que considera su mejor libro, Forma valor y forma comunidad. «Es como el ADN de mi pensamiento. Es demasiado abstracto. Siento que mis otras obras son derivaciones de éste».

En su encierro aprendió igual a entender más la naturaleza humana. «En la cárcel uno puede ver todas las miserias y virtudes humanas como en un microscopio. Allí lo vi todo y entendí mejor al ser humano. Ahora puedo asumir cualquier cosa de las personas con paciencia franciscana, y lo que hacen no me sorprende mucho, ni lo bueno ni lo malo, porque se me vuelven las cosas muy previsibles». El penal fue el sitio donde leyó casi un millar de libros y creó tres de su autoría.

LOS «GUERREROS» DEL AGUA

En 1997, cuando Evo llegaba por fin al Parlamento con Izquierda Unida, tras obtener la votación más alta en el país de un diputado uninominal, con 61,8 por ciento de votos en la circunscripción cochabambina 27 de las provincias Carrasco y Chapare, Álvaro abandonaba su celda en Chonchocoro.

Su autoformación en sociología lo llevó a ser docente universitario de esta carrera en la Universidad Mayor de San Andrés y a formar parte de Comuna, un grupo de intelectuales de izquierda. Sus enseñanzas se propagaron a otras casas de estudio de Europa, lo que le valió el premio de Sociología Agustín Cueva, en Ecuador. Así, se convirtió en uno de los analistas de izquierda más leídos, escuchados y vistos en los medios de comunicación del país.

Pero en ese interín, más de una década después de haber «vigilado» el crecimiento de Evo Morales como dirigente, llegó el momento en que lo conoció en persona. Sucedió en los preludios de la «guerra del agua» en Cochabamba, en enero del año 2000. «El compañero Evo ya era el líder de las seis federaciones de cocaleros del Trópico y un referente de la lucha contra el modelo neoliberal».

En una de las tantas asambleas de las organizaciones sociales que avizoraban un conflicto por la privatización del abastecimiento del agua municipal a manos del consorcio transnacional Aguas del Tunari, Álvaro por fin estrechó la mano derecha de Evo. «Lo saludé, yo no le dije quién era». En la mesa de evaluación se definió el apoyo a cualquier resistencia iniciada por el pueblo cochabambino.

Y todo estalló en abril, por el alza de las tarifas. Comenzaron las manifestaciones y los enfrentamientos civiles con las fuerzas del orden. El objetivo inicial fue la toma de la plaza principal 14 de Septiembre. Álvaro formó parte de la resistencia y en medio de la lluvia de gases por la calle Oquendo tuvo su tercer encuentro con Evo, quien llegó a la zona junto a miles de cocaleros.

«Lo vi en el campo de batalla, en primera fila. Llevaba una pañoleta porque el gas le hacía llorar y agarraba un poco de sal en sus manos, para ponérsela por los ojos y evitar el efecto de los gases». La «guerra del agua» se extendió hasta el 23 de abril y culminó con la expulsión de la multinacional. Se puede decir, quizás, que fue la primera victoria de Evo y Álvaro, juntos y acompañados por miles.

DE ANALISTA A VICEPRESIDENTE

Fue así que Evo invitó a Álvaro meses después para que dicte una charla ante los sindicatos de productores de coca: un diagnóstico y evaluación de cómo apreciaba el país, sobre todo después de lo acontecido en abril. El Chapare cochabambino fue el lugar donde cultivaron mayor amistad con el tiempo.

Los movimientos sociales, dentro de ellos los cocaleros, se convirtieron en objeto de análisis continuo de Álvaro. No en vano les dedicó un libro de más de 500 páginas, Sociología de los movimientos sociales en Bolivia, que, lógicamente, se halla presente en la biblioteca que actualmente adorna su departamento de la avenida 6 de Agosto, donde según calcula tiene una colección de más de 10.000 volúmenes de variados autores.

Pero volviendo al comienzo de esta crónica, a esos meses previos a las elecciones de diciembre de 2005, ¿quién se analizaba como posible acompañante de Evo? Según Álvaro, sonaba bastante el nombre del líder de la Unión de Cañeros Guabirá, Guillermo Aguilera. Es que la idea de los asesores de la campaña era que el vicepresidenciable debía provenir de la clase media, y mejor si era del oriente.

Hasta ahora Álvaro recuerda, aunque no con lujo de detalles, esa conversación que tuvo con Evo en el pequeño dormitorio de su departamento de la avenida Busch, cuando le ofreció la Vicepresidencia, la que hoy ostenta y que reafirmará en la posesión de este 22 de enero. Más aún, sigue sin creer que Evo lo eligió, y que él terminó aceptando su propuesta.

«Asumí la responsabilidad por defecto. Desde la adolescencia me imaginaba como un subversivo más, o sea pelear y morirme en la lucha por un gobierno indígena, que soñé desde mis 18 años. Ser ante todo uno de los ladrillos para construir esa sublevación. Pero me tocó ayudar al presidente Evo, y lo hago con orgullo y mucha responsabilidad».

Responsabilidad con la cual seguirá trabajando junto a Evo Morales, como si fueran una yunta de dos toros, por lo menos por cinco años más.

«En 1988, sin que lo sepa Evo Morales, Álvaro García recibía informes sobre su vertiginoso ascenso como líder de la Federación cocalera de Carrasco, en el Trópico cochabambino»

» Evo lo invitó a ser su candidato vicepresidencial en el dormitorio de su departamento de la avenida Busch. Él no aceptó la invitación, lo hizo después porque el MAS no halló en meses al acompañante ideal»

» Se puede decir que la primera victoria de Evo y Álvaro juntos, acompañados por miles, fue en la ‘guerra del agua’ de 2000″
«En 1979, el bloqueo de campesinos que desconoció el poder de la COB y Juan Lechín Oquendo lo sedujo para que iniciara una lucha aparte para que los indígenas tomen el poder»

El «escorpión», otra vez enamorado

El actual Vicepresidente de Bolivia no se considera muy romántico, sino práctico en cuestión de amores. «Pero todos tenemos nuestro corazón», asegura. Sin duda, una mujer que dejó huella en su vida fue Raquel Gutiérrez Aguilar, matemática y socióloga mexicana que conoció en sus estudios en la Universidad Nacional Autónoma de México, durante 1981 y 1985. Con ella compartió sus ideales de sublevación armada obrero indígena para la toma del poder en Bolivia, con ella formó parte del Ejército Guerrillero Túpac Katari (EGTK) y con ella cayó preso en 1992 y fue encerrado por los delitos de sublevación y alzamiento armado: él en la cárcel de Chonchocoro y ella en el Centro de Orientación Femenina de Obrajes, en la ciudad de La Paz.

Su relación duró 15 años; no obstante, acabó tras salir ambos de sus reclusiones. Ella prefirió el retorno a su natal México, y él se quedó en Bolivia. Hasta ahora, Álvaro la considera, como sostuvo en una entrevista anterior, «el gran amor de una parte de mi vida». A la par, en sus relaciones sentimentales recuerda más los que perdió que los que entabló, por ser demasiado tímido. No obstante, este personaje que está marcado con el signo zodiacal de Escorpio confiesa que el amor ha vuelto a tocar las puertas de su corazón. «Nunca había vuelto a tener tanto interés, poner tanto empeño para buscar la respuesta positiva de otra mujer, como ahora. En 15 y 20 años no me volvió a pasar. Es la segunda vez que siento afecto emotivo por otra persona». Eso sí, prefiere guardarse para sí el nombre.

Se habituó a tomar agua caliente en la cárcel

Un hábito de Álvaro García Linera es tomar agua caliente. Sí, tal como lo lee, caliente. Porta la costumbre desde 1993, al año de haber ingresado en la cárcel paceña de Chonchocoro por acusaciones de sublevación y alzamiento armado. Sucede que allí los reclusos sólo consumían agua helada, por lo que Álvaro quedó dañado de la garganta. Es así que cuando se dio un motín contra los policías, lo primero que hicieron los presos fue meter calderas a sus celdas. «Hervimos el agua y desde ese momento se me volvió un hábito. Hoy tomo agua tibia y caliente durante todo el día», confiesa.

En cuanto a otras aficiones con los alimentos, acepta que desde niño era goloso. Hasta hace dos años y medio comía una tableta de chocolate blanco diaria, pero tuvo que dejar este «vicio» porque una noche le ocasionó un ataque a la vesícula biliar. Actualmente sólo guarda tabletas de chocolate blanco en el escritorio de su despacho de la Vicepresidencia, los que son repartidos a quienes lo visitan. Eso sí, galletas y dulces siguen formando parte de su alimentación cotidiana.

En cuanto a comidas, no se considera «buen diente», como se caracterizan todos los cochabambinos. «Soy un poco antipático, medio espartano en este sentido. Pero me gustan más las comidas húmedas. Un majao, un asado en olla». Su dieta diaria consiste en un desayuno compuesto por jugos de limón y de naranja; un buen almuerzo: sopa, segundo y postre, y por la noche, solamente yogur y un poco de queso con dulce.

«En el almuerzo que me den lo que sea, y todo lo que está en la mesa desaparece, porque mi mamá decía que hay que comer calladito y todo, sin sobrar nada. Es una ética del consumo silencioso de la comida que aprendí con ella». Al final sentencia: «O sea que conquistarlo al Álvaro por el estómago no funciona, ni siendo q’ochala».

Su actual apego a Gramsci

Álvaro García Linera ajusta su discurso presidencial marxista a los tiempos que vive Bolivia. «Estamos en la etapa gramsciana», afirma sin dubitar. Antes, desde la rebelión iniciada en 2000, comenta, el país pasó por una fase más jacobina, en alusión a Maximilien François Marie Isidore de Robespierre y el Club de los Jacobinos, el grupo de los republicanos de la Revolución Francesa. «Robespierre era el maestro en el momento de la lucha. Dijo que un Estado constitucional tiene por objeto defender al ciudadano de los abusos del poder, pero un Estado revolucionario tiene por objeto defender al Estado de los enemigos públicos. Eso fue lo que pasó en Bolivia en los últimos años, porque había que ser un guerrero de la construcción del nuevo Estado. Había que ser robespierrano».

Para el Vicepresidente, luego vino la etapa leninista, con la incursión de los luchadores en la gestión pública de la economía y la política. «Se pasó de un grupo de resistencia a uno de gestores». Y ahora, sostiene, «estamos en la fase gramsciana (en referencia al pensador marxista italiano Antonio Gramsci). Pasaron las dos fases anteriores y viene la consolidación del Estado. Y eso es Gramsci, con el planteamiento del Estado integral como horizonte al socialismo. Es decir, Gramsci nos ayuda a entender la articulación entre democracia y socialismo». Ésta es la explicación por la que en su discurso de posesión de este 22 de enero, en la Asamblea Legislativa Plurinacional, Álvaro García Linera recurrirá a Gramsci.

Su madre dice que no es ateoUn prejuicio que es manejado de manera recurrente sobre Álvaro García Linera es que no cree en Dios, que es ateo, por su ideología marxista. No obstante, ello fue categóricamente rechazado por su madre, Mary Linera Pareja, en una entrevista que concedió al diario cruceño El Deber, apenas su hijo fue electo Vicepresidente de la República. En ésta, asegura que educó a su manera a sus cuatro retoños, sobre todo porque les inculcó en la lectura de la filosofía desde jóvenes. «Ay mi madre, nos permitía leer todo, aunque no estaba de acuerdo con esas ideas. Siempre daba un pedazo de su salario para que me fuera a comprar libros a la universidad: Gramsci, Hegel, Lenin, Marx, lo que hubiera», rememora Álvaro en la actualidad.
Mary Linera dijo a El Deber que educó a sus hijos entre libros, en la iglesia y dejándoles que se recrearan en el tradicional

El Prado de Cochabamba.

«Cuando vivíamos por esa zona, a los cuatro chicos les gustaba jugar con sus amigos, manejar en bicicleta, con avioncitos, con dinkies (autos de miniatura), etcétera». Pero algo que ella no quiere oír hablar es de que a Álvaro lo califiquen de izquierdista. «No creo que Álvaro sea de izquierda. Más bien es socialista. El socialismo es salir a favor de las comunidades sociales». Tampoco le cae bien que lo consideren ateo. «No es ateo, en absoluto. Siempre lo llevé a la iglesia. Hizo su primera comunión. Cuando él está en Cochabamba vamos siempre a misa». Así opina la mujer que nunca imaginó que su hijo menor sería Vicepresidente de los bolivianos.

http://www.laprensa.com.bo/noticias/21-01-10/noticias.php?nota=21_01_10_socd7.php