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El MAS, entre la utopía indigenista y el pragmatismo económico

Fuentes: Revista Viento Sur

El artículo que publicamos fue escrito inmediatamente antes de la impresionante victoria del MAS en las elecciones bolivianas del pasado 18 de diciembre. Precisamente la fuerza de esta victoria, es en sí misma, un dato nuevo y muy importante para el futuro de Bolivia, dato con el que evidentemente este artículo no podía contar. Pero […]

El artículo que publicamos fue escrito inmediatamente antes de la impresionante victoria del MAS en las elecciones bolivianas del pasado 18 de diciembre. Precisamente la fuerza de esta victoria, es en sí misma, un dato nuevo y muy importante para el futuro de Bolivia, dato con el que evidentemente este artículo no podía contar. Pero el análisis que se realiza en el texto del programa y la organización del MAS mantiene todo su interés y es una excelente introducción para entender la dinámica del proceso, esperanzador y complejo, que se ha abierto en el país. El autor es doctor en ciencias políticas, y corresponsal de la revista Inprecor (Francia). Estuvo en diversas ocasiones en Bolivia y conoció, directamente, el proceso de las luchas populares y el desarrollo de los movimientos sociales en los últimos años.
 
 
Apenas tres años después de haberse quedado a las puertas de la presidencia en las elecciones de 2002, el dirigente de los cultivadores de coca y del movimiento campesino e indígena boliviano, Evo Morales, ve como se le ofrece una nueva oportunidad de convertirse en el primer indígena presidente de la República. Las elecciones generales del 18 de diciembre de 2005, fruto del compromiso sellado entre el presidente Rodríguez y los movimientos sociales a la salida de la crisis de mayo-junio. /1 podrían desembocar en la victoria del presidente del MAS-IPSP (Movimiento hacia el Socialismo-Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos), que encarna para muchos las luchas sociales que conoce Bolivia desde 2000 y la «guerra del agua» de Cochabamba.
 
Una victoria del MAS significaría la vuelta al poder de una izquierda, que está apartada de él desde el fracaso del gobierno de la UDP (Unión Democrática Popular) frente a la crisis económica en 1985, pero se trata de una izquierda de facetas infinitamente más diversas de aquella, una parte de cuya herencia, a pesar de todo, reclama.

Los éxitos electorales logrados por el MAS en las elecciones generales de 2002, y luego en las municipales de 2004 (a pesar de no haber ganado ninguna gran alcaldía), si bien expresan la popularidad innegable de que goza Evo Morales, son también y sobre todo el símbolo de la irrupción en el campo político de un movimiento campesino e indígena en consolidación. Este movimiento, nacido a comienzos de los años 1990 es, de alguna manera, el fruto de un proceso de creación de un «instrumento político» que permita la representación directa de las organizaciones campesinas e indígenas bolivianas /2. Los sindicatos de cultivadores de coca, comprometidos desde finales de los años 1980 en un conflicto con el Ejército boliviano, que cuenta con el apoyo de la DEA (Drug Enforcement Agency) estadounidense, forman parte de sus fundadores.

Cruce de tradiciones

El objetivo de este «instrumento político» es, entre otros, favorecer una representación llamada «orgánica» de estos militantes sindicales, a través de la adhesión colectiva de sus organizaciones. La puesta en marcha de este dispositivo estructural puede ser interpretado, mirando a la historia de este movimiento, como una medida de precaución en dos aspectos. En primer lugar, en relación al movimiento katarista /3, movimiento inicialmente cultural que emerge a comienzos de los años 1970, cuyo principal objetivo era rehabilitar una identidad indígena percibida como oprimida y negada. Los dirigentes kataristas, entre los cuales hay que señalar a Genaro Flores y Víctor Hugo Cárdenas, logran hacer del sindicalismo campesino un bastión de la resistencia a las dictaduras militares, cuando había sido hasta entonces uno de sus más fieles pilares /4. Sin embargo, inmediatamente después de la democratización, la entrada en la política de los dirigentes kataristas conlleva una división continua de este movimiento y no engendra más que una amplia estela de partidos políticos sectarios, con una afiliación infinitamente más reducida que la de la Confederación Sindical Unificada de los trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB). Ideológicamente influenciados por el katarismo, principalmente en su defensa de una Bolivia multiétnica y pluricultural, los dirigentes del MAS habrán considerado también a esta corriente como un contraejemplo desde el punto de vista organizativo.

Otro factor decisivo ha sido el deseo de construir una relación de fuerzas con una izquierda que percibía, y percibe aún, al movimiento campesino como un lastre para su propia emancipación. Este desdén casi sistemático hacia un movimiento considerado incapaz de conducir las luchas sociales del país puede ilustrarse por los estatutos, aún vigentes, de la Central Obrera Boliviana (COB) que atribuyen el papel dirigente de la entidad sindical a los mineros, entronizados como vanguardia del proletariado boliviano. Una paradoja, cuando se sabe hoy que los mineros, laminados por las reformas neoliberales de 1985, se han visto reducidos a la mínima expresión, mientras que los campesinos, reforzados numéricamente por cocaleros, una buena parte de los cuales proviene… de las minas, tienen una representatividad en el seno de la COB inversamente proporcional a su peso en la arena política.

La casi ausencia de aparato partidario, querida y teorizada por los dirigentes del «instrumento político» en nombre de las relaciones «orgánicas» mantenidas por el MAS con las organizaciones que son miembros de él, ha tenido sin embargo efectos inesperados sobre la composición social del partido y de sus instancias de dirección.

Al acercarse las elecciones generales de 2002 /5, la falta de cuadros políticos tanto como el deseo de atraerse los votos de la «clase media urbana» han incitado a Evo Morales en persona a lanzar numerosas invitaciones a intelectuales provenientes de la izquierda. A título de ejemplo, elige a Antonio Peredo, periodista y antiguo guevarista del Partido Comunista, hermano de Inti y de Coco Peredo, que habían participado en la guerrilla del Che, como candidato a la vicepresidencia.

El éxito electoral de 2002 (el MAS obtiene más del 20% de los votos, y 35 parlamentarios, convirtiéndose así en el segundo partido boliviano) tiene por tanto, como consecuencia inesperada, la puesta en primer plano de personalidades salidas de la izquierda clásica, exteriores a las corrientes indigenistas, en el seno de un partido que mezcla de forma atípica dos tradiciones políticas que hasta ahora se cuidaban mucho de conservar su independencia una respecto a otra.

Estas dos tradiciones, sin embargo, permanecen sólidamente amarradas una a la otra por un fuerte sentimiento nacionalista, nacido en los campesinos de la oposición a las ingerencias de Estados Unidos en la vida política boliviana en general y en el tema de la coca en particular, y de la tradición antiimperialista en el seno de la izquierda. De alguna forma, el MAS ha recuperado a su cuenta el «nacionalismo revolucionario», defendido durante años por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) hasta que se convirtiera al neoliberalismo en 1985, a la vez que lo articula a los pensamientos katarista y, en un grado menor, marxista /6.

Movimientos sociales divididos

A pesar del peso preponderante del MAS en el campo político de la izquierda, los movimientos sociales bolivianos permanecen muy divididos /7, principalmente en razón de lógicas corporativas ligadas a temas locales, y algunos aparecen a veces radicalmente críticos hacia el partido de Evo Morales. Sin embargo, es la unidad de los movimientos sociales a través de la firma de un pacto de unidad revolucionaria que reagrupa al MAS, al Movimiento Indígena Pachakuti (MIP), la COB, los dos CSUTCB /8 y las organizaciones de El Alto, en marzo de 2005, la que ha estado en el origen de la caída del gobierno de Carlos Mesa /9. Una unidad que ha saltado inmediatamente en pedazos, en razón de las disensiones relativas a la nacionalización del gas (el MAS ha permanecido favorable mucho tiempo a una solución «50/50» antes de sumarse al objetivo de la nacionalización tardíamente), y de la tradicional competencia de direcciones, tan características de los movimientos sociales bolivianos.

Para enfrentarse a este problema, Evo Morales creyó haber encontrado al candidato que le permitiría atraer a los últimos movimientos reticentes, en al persona de Álvaro García Linera. Este sociólogo, que se ha hecho popular principalmente gracias a sus intervenciones televisadas como analista político, es en efecto un antiguo camarada de lucha de Felipe Quispe, el dirigente del MIP, encarcelado a comienzo de los años 1990 por sus actividades en el seno del Ejército Guerrillero Tupac Katari (EGTK). Desde entonces se ha limitado a actividades esencialmente académicas, manteniendo contactos con todos los movimientos sociales bolivianos, sin exclusivas.

Cuando aceptó ser el candidato del MAS a mediados de agosto, fue con la ambición de reagrupar en una misma lista, pero tras Evo Morales, a todos los movimientos con el objetivo de garantizar la unidad más amplia de la izquierda obrera, indígena e intelectual.

Hoy, la apuesta de Álvaro García y de Evo Morales sólo parece haber tenido éxito a medias. Las alianzas realizadas por la dirección del MAS van, en efecto, más allá de los aliados tradicionales del partido: entre ellos, se cuenta así al Movimiento Sin Miedo (MSM) del alcalde de La Paz, Juan del Granado; numerosos pequeños partidos de izquierda como el Partido Socialista Democrático (PSD) o el Partido Comunista marxista-leninista de Bolivia (PCMLB, maoísta), implantado en El Alto, y de los sectores obreros como la Confederación de los Jubilados de Bolivia, la Confederación Nacional de los Micro y Pequeños Empresarios (CONAMYPE) o también los mineros cooperativistas (FENCOMIN).

Sin embargo, si esta unidad electoral de la izquierda es sin duda la más amplia desde la lograda por la UDP en 1982, los mayores dirigentes sociales han permanecido al margen de ella: Felipe Quispe se presenta de nuevo bajo la etiqueta del MIP, pero sin grandes esperanzas de renovar el resultado obtenido en 2002, es decir, el 6%; la división de la CSUTCB parece haberle debilitado de forma considerable. Roman Loayza aparece ya como el dirigente legítimo de los campesino, incluso en el altiplano tradicionalmente favorable al «Mallku» /10. Jaime Solares, el secretario ejecutivo de la COB, ha estado a punto, por su parte, de convertirse en el candidato a vicepresidente del MIP, pero el riesgo de perder su mandato en el seno de la Central parece haberle incitado a dar marcha atrás. Por otra parte, éste parece apostar por la construcción de un «instrumento político de los trabajadores» propio de la COB y del movimiento obrero, considerando, según una visión marxista muy ortodoxa, que «la clase obrera sigue siendo la única clase capaz de conducir al pueblo boliviano hacia su emancipación, no el campesinado» /11.

Ambos han sido llamados por Álvaro García para unirse a las listas del MAS, pero el fracaso de esta alianza no tiene las mismas causas para unos y otros. Mientras que Quispe y Solares plantean las divergencias expresadas en la crisis de mayo-junio, García habla por su parte de un simple problema de posiciones en las listas… Una versión que sigue siendo en definitiva bastante creíble, si se ve la forma en que las negociaciones con la Central Obrera Regional (COR) y la Federación de Comités de Barrios (FEJUVE) de El Alto, ampliamente comentadas por los medios, han fracasado /12.

A pesar de haber estado a punto de representar al partido de Evo Morales, los dirigentes de la COR y de la FEJUVE multiplican ahora las críticas hacia el MAS, reprochándole principalmente no privilegiar la puesta en marcha de la Asamblea Constituyente.
 
Una postura incomprendida por parte del MAS, como explica el actual diputado y candidato Gustavo Torrico: «una ley de convocatoria de la Asamblea Constituyente elaborada por el actual parlamento tendría todas las oportunidades de favorecer el mantenimiento de la presencia de los sectores sociales más conservadores en los sitios de poder».

Las críticas incesantes contra el MAS han llevado incluso a algunos dirigentes a relativizar la oposición entre Evo Morales y los candidatos de la derecha, Samuel Doria Medina (Unidad Nacional, UN) y Jorge Tuto Quiroga (Poder Democrático Social, PODEMOS), dando de esta forma la impresión de que la radicalidad de su discurso no está forzosamente seguida de una actitud consecuente en la práctica.

Así ocurre con Edgar Patana, dirigente de la COR de El Alto, que no votará «ni por Tuto, ni por Evo. Ambos deben dar pruebas». Una postura que no es sin embargo compartida por todos, como prueba Jaime Solares que, si no da su apoyo a Morales, afirma sin embargo que «los principales enemigos del pueblo boliviano son los neoliberales y proimperialistas, representados por las candidaturas de Doria Medina y de Tuto Quiroga».

Un programa electoral de contornos ambiguos…

Si Álvaro García no ha triunfado del todo en su tentativa de atraerse los favores de los dirigentes de los movimientos sociales más significativos al margen del MAS, ha logrado en cambio lo que era, de alguna forma, el segundo objetivo de su candidatura: implicar a intelectuales de «clase media urbana» en la campaña del MAS.

Alrededor de Álvaro García se ha dibujado, en efecto, un equipo de economistas y de sociólogos (Carlos Villegas, Juan Ramón Quintana, Elisabeth Salguero…) encargados de elaborar lo esencial del programa del MAS, bajo la dirección del candidato a la vicepresidencia. No han sido pues los principales dirigentes del partido los que han llevado a cabo esta tarea, aunque han estado integrados en las comisiones de trabajo relativas al programa.

Así, el fenómeno de «delegación» del trabajo político a individuos cuyo origen es exterior al partido, ya presente en 2002, parece haberse acentuado más aún con ocasión de esta campaña en 2005. Poco numerosos son los «intelectuales orgánicos» salidos del movimiento campesino e indígena. En cambio, la llegada de intelectuales, algunos provenientes de la izquierda como Álvaro García, tiende a modificar, a veces sustancialmente, las orientaciones programáticas del MAS, dándole a menudo un «toque tecnocrático». Sin embargo, no se puede concluir en un «malabarismo» por parte de intelectuales que se habrían apropiado del partido. Se trataría más bien de lo que se podría llamar un «intercambio de legitimidades recíproco»:

Evo Morales que, en sus discursos, no ha dejado de celebrar «la alianza entre los campesinos y los intelectuales», intenta por este medio hacer creíble la perspectiva de un gobierno del MAS; para los intelectuales, se trata de legitimar en el campo político un saber a menudo puramente «técnico» por desconexión -a veces a causa de su propia ausencia de experiencia militante- de toda implicación política (principalmente en el terreno económico).

El programa del partido retoma un buen número de las aspiraciones de la mayoría de los movimientos sociales: convocatoria de la Asamblea Constituyente, nacionalización de los hidrocarburos y de los recursos naturales, defensa e industrialización de la hoja de coca, definición de las políticas, tanto nacional como extranjera, independientemente de los designios de Estados Unidos (reivindicación expresada por el eslogan: «¡Nacionalizar el gobierno!»). Otros tantos puntos que, en sí, van en contra de los intereses del vecino norteamericano, así como de las multinacionales extranjeras implicadas en el negocio del gas, de la madera o del agua.

Sin embargo, a pesar de esta aparente radicalidad, el MAS no ha dejado, a través de la persona de Álvaro García, de matizar sus tomas de posición proclamando frecuentemente que nadie tiene razones para tener miedo de un gobierno masista, «con la excepción de quienes verdaderamente han engañado al pueblo». Lo que no deja de suscitar tensiones o malentendidos en la propia campaña del MAS: mientras que Morales se manifestaba contra el ALCA al lado de Hugo Chávez en Mar del Plata, Álvaro García explicaba que eso no afectaba a posibles negociaciones bilaterales con Estados Unidos en cuanto a un Tratado de Libre Cambio (TLC), un tratado deseable «mientras no atente contra la soberanía económica de Bolivia» /13; mientras que Morales celebra la fraternidad que le liga a Chávez o a Fidel Castro, Álvaro, por su parte, confiesa su «admiración por la socialdemocracia europea» y piensa que Venezuela, como «cualquier otro Estado, busca ante todo la satisfacción de sus intereses en el marco de relaciones interestatales».

Por tanto, nada de «revolución» en perspectiva, ni de medidas muy radicales como una nueva reforma agraria o un ambicioso programa de ayudas sociales, que podrían sin embargo aparecer como «socialmente necesarias» en un país en el que reina una pobreza extrema. Tanto más teniendo en cuenta que Evo Morales ha indicado que, a pesar de la mención en el programa de la abrogación del decreto supremo 21060, en el origen de las privatizaciones masivas de 1985, un gobierno masista debería, no obstante, comenzar a actuar con leyes neoliberales… Los principales cambios radicales que el programa adelanta están ante todo en la esfera productiva, a través de la rehabilitación del Estado, cuyo papel sería coordinar las diversas plataformas que constituyen la economía boliviana (grandes empresas, comunidades y micro-empresas artesanales), lo que Álvaro García llama el «capitalismo andino-amazoniano», con el objetivo de lograr un «choque productivo» creador de empleos y de riquezas.

Pero a pesar de la moderación aparente del programa y de las garantías constantes ofrecidas por el binomio presidencial al capital nacional y extranjero, sería erróneo anunciar por adelantado un escenario «tipo Lula» en Bolivia en caso de victoria del MAS. Ciertas cuestiones, como la despenalización de la coca propuesta por Morales, polarizan de hecho el tablero político e incitan a la embajada norteamericana a intervenir, ciertamente de forma discreta, pero eficazmente en la vida política local, como lo ha probado el muy reciente «escándalo de los misiles» /14. Además, la polarización que interviene igualmente a nivel regional debería tener efectos sobre un gobierno así, al que puede imaginarse obligado a elegir rápidamente entre Washington y el eje Caracas-La Habana /15.

Lo que parece cierto hoy, es que un gobierno masista, a la inversa de las experiencias de Gutiérrez o Lula, no disfrutaría de ningún respiro tanto de parte de su oposición, como de parte de Estados Unidos. Para estos últimos, una victoria de Evo sería una pesadilla, pues podría poner en cuestión las estructuras de un Estado colonial que les ha beneficiado siempre desde la instauración de la república en 1825 /16. Un gobierno masista tendría también la responsabilidad de no decepcionar las esperanzas que los movimientos populares, los más pobres y los excluidos han depositado en él. En Bolivia, las elecciones llegan precedidas de movilizaciones masivas…

Notas
 
1/ Vermorel, T.»La seconde guerre du gaz: les mouvements sociaux renversent Carlos Mesa», Inprecor, n°507/508, julio-agosto 2005.
2/ Estas organizaciones son la Confederación Sindical Unificada de los Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), la Confederación Sindical de los Colonos de Bolivia (CSCB) y la Federación Nacional de las Mujeres Campesinas de Bolivia (FNMCB), así como la Confederación de los Indígenas del Este Boliviano (CIDOB).
3/ El katarismo, en referencia al dirigente indígena Tupac Katari que dirigió un levantamiento alrededor de La Paz a finales del siglo XVIII, es una corriente que contribuyó a renovar un sindicalismo campesino, hasta entonces aliado a los regímenes militares. Sus dirigentes intentaron luchar contra la cooptación de los dirigentes sindicales y elaborar una ideología indianista sobre la que apoyarse en las luchas. El katarismo ha «reconstruido» una identidad indígena, allí donde los militares así como los gobiernos del MNR no querían ver sino «campesinos». De ahí deriva una ideología que teoriza la doble opresión del campesino, por su condición económica, pero también por su condición de indígena víctima de discriminaciones en el seno de un estado colonial. Sus principales dirigentes, como Genaro Flores, jugaron posteriormente un papel clave en la lucha por el restablecimiento de la democracia. Los lazos con los militares fueron definitivamente rotos con la fundación de la CSUTCB en 1979, y su adhesión a la COB el año siguiente, primera etapa de la construcción de un sindicalismo campesino de lucha en Bolivia.
4/ Implícita a partir de comienzos de los años 1960, esta alianza se concreta en 1964 con la firma del pacto militar-campesino (PMC) que liga a los dirigentes sindicales al régimen del general Barrientos. Las frustraciones engendradas por la ausencia de una reforma agraria en profundidad tras la revolución de 1952 son una de las causas de esta alianza a primera vista insólita.
5/ Gracias a la adquisición de la sigla «MAS» reconocida por el Tribunal Nacional electoral, la IPSP tiene la posibilidad de participar de forma autónoma en las elecciones a partir de 2002, mientras que había debido recurrir a alianzas con coaliciones de izquierda en 1993 (con el Eje Pachakuti) y en 1997 (con Izquierda Unida).
6/ Ver Pablo Stefanoni, «MAS-IPSP : la emergencia del nacionalismo plebeyo», Observatorio Social de América Latina n° 12, 2003, pp. 57-68.
7/ Sobre los diferentes polos que cuentan los movimientos sociales bolivianos, Inprecor n° 507/508.
8/ La CSUTCB, dirigida por Felipe Quispe desde 1998, ha sufrido una escisión -en cuyo origen han estado los miembros del MAS- en el Congreso de Sucre en junio de 2003. Existen por tanto ahora dos centrales campesinas, una dirigida por Quispe y bajo la influencia del MIP, la otra, mayoritaria, dirigida por un senador del MAS, Roman Loayza.
9/ Ver el artículo de Remberto Arias en Inprecor nº 511-512 y también Inprecor n° 507/508.
10/ El Mallku, que corresponde a un título en el seno de las comunidades aymara, es el apodo de Felipe Quispe.
11/ Ver entrevista con Jaime Solares en Inprecor nº 511-512.
12/ Cercano a Abel Mamani, el secretario de la Organización de los Vecinos, Álvaro García esperaba hacer del dirigente alteño el candidato al gobierno de La Paz por el MAS. Pero la COR y la FEJUVE, adoptando una postura intransigente que no deja de recordar viejas prácticas, han exigido las cuatro diputaciones uninominales que cuenta El Alto, dos diputaciones plurinominales (para una de las cuales Edgar Patana, el dirigente del COR, habría querido ser candidato) y un senador, además de la candidatura de Mamani a la Gobernación (cf. «Por sus alianzas, el MAS tiene problemas con sus candidatos», La Razón, 8 de septiembre de 2005). Frente a estas exigencias, el MAS ha finalmente preferido romper las negociaciones, a riesgo de ver un poco erosionado su apoyo en esta ciudad.
13 / «El Estado es para hacerse amar, pero también para hacerse temer», La Razón, 11 noviembre de 2005.
14/ El 18 de noviembre de 2005, el periódico Pulso reveló que 28 misiles del Ejército boliviano, comprados a China a comienzos de los años 1990, han sido entregados en la mayor confidencialidad a Estados Unidos, con la excusa de su destrucción debido a su carácter obsoleto, por orden del gobierno Rodríguez. Después de que el presidente negó haber entregado esos misiles al vecino norteamericano, el ministro de Defensa, Gonzalo Méndez, reveló finalmente que la versión del periódico era cierta, justificando la decisión con argumentos técnicos que extrañaron hasta a los especialistas de la institución militar (cf. Abdel Padilla y Pablo Stefanoni, «Historia secreta de los misiles», Pulso, 18 de noviembre de 2005; y A. Padilla y P. Stefanoni, «Operación Camuflaje», Pulso, 25 de noviembre de 2005). Este escándalo, además de manchar la pretendida neutralidad de un gobierno Rodríguez que no se ha contentado finalmente con asegurar una «dulce transición» hasta las elecciones, permite formular numerosas hipótesis sobre lo que Estados Unidos y ciertos sectores sociales bolivianos están dispuestos a hacer para neutralizar todo lo posible un futuro gobierno dirigido por Evo Morales.
15/ Aunque el desarrollo mismo de la última Cumbre de las Américas en Mar del Plata (Argentina), por la actitud de Nestor Kirchner y Lula da Silva, pueda llevar a moderar una tal dicotomía.
16/ Tapia, L (2005). «El Presidente colonial», en Horizontes y límites del Estado y el poder, Muela del Diablo, La Paz, pp. 77-110.