Después de un victoria agridulce Morales cicatriza una herida llamada Cobija. Los masistas recobraron Chuquisaca pero Pando se les escapó de entre las manos. Después de la promulgación se avizoran cambios en el Gabinete y otra dura batalla electoral
Entre pedidos de consenso para su implementación gradual y plazos que corren a fin de que sea prontamente sancionada y promulgada, la puesta en vigencia de la flamante Constitución boliviana ha ingresado en cuenta regresiva, según se observa, sin vuelta de hoja.
Con un 38 % de rechazo, frente al 62 % de aceptación, muchos de sus detractores creen -no obstante la diferencia-, que la polarización subsiste y que el triunfo «no contundente» obliga a buscar acuerdos con las regiones opositoras.
Pero repuesto de sus heridas electorales (alguna inocultable en el balcón de Palacio la noche del referéndum), el presidente Evo Morales está decidido a promulgarla sin mayores cambios y aplicarla de inmediato, comenzando por las decenas de nuevos derechos reconocidos para los bolivianos.
Especialmente, el gobierno ha descartado cualquier nuevo «pacto» sobre la nueva carta magna, incluida, por sus implicaciones de sedición y separatismo, la última idea conocida del agroempresario y líder político de la derecha extrema, Branko Marinkovic: una confederación de estados o un país con dos sistemas, al estilo del enclave de Hong Kong en China.
Con miras a la creación de un Ministerio de las Autonomías y del Consejo Autonómico, Morales se ha propuesto, más bien, escuchar de sus adversarios más enconados, y sólo por separado, propuestas para compatibilizar el texto e implementar las autonomías requeridas por las tierras bajas, antes de enviar el cuerpo constitucional al Congreso y adecuar el Ejecutivo a la Carta Magna, con cambios en el Gabinete.
¿DOS ESTADOS, DOS SISTEMAS?
Con todo, las derechas acompañadas por su coro de medios, no han cesado en clamar por un «pacto nacional» que les permita conseguir más privilegios a los ya arrancados a los movimientos sociales el pasado 21 de octubre, con ayuda del mismo gobierno, cuando el oficialismo capituló con tendencias centristas.
«Tiene que haber una aceptación del Presidente para hacer un pacto; queremos que haya un acuerdo que contenga ambas visiones», dijo a la prensa Marinkovic, el empresario de origen croata y amplia popularidad en Santa Cruz, el cuartel central de la derecha radical.
«La posibilidad de tener un Estado confederado parte de la necesidad de aceptar el voto del no y que el Presidente entienda que hay dos visiones de país», agregó antes que se confirmara, tres días después del escrutinio, el difícil triunfo del sí en Chuquisaca, que le dio al gobierno el triunfo en cinco de los nueve departamentos.
«…un pacto confederal donde puedan convivir estas dos visiones y eso tendrá que aceptarlo el MAS, tendrá que aceptarlo el Presidente. Él no va a poder imponerse en estas regiones», dijo por último Marinkovic, cuyas declaraciones fueron atenuadas casi de inmediato por otros representantes de la derecha.
El primero de ellos fue el senador Carlos Börth (Podemos): «Son fantasmas y confusiones que están entorpeciendo el diálogo, generando un clima artificial de confrontación», matizó al descartar dos estados: uno socialista comunitario, al estilo China y otro autonomista y liberal, al estilo Hong Kong, según las visiones de Marinkovic, muy cercano a los ex colaboradores del expulsado embajador norteamericano Philip Goldberg.
La reducción del tono coincidió también con la falta de respaldo al desacato constitucional planteado por la prefecta opositora Savina Cuéllar. De manera inusual, el rector, la alcaldesa y el líder cívico locales prefirieron exhortar a la reconciliación y el no enfrentamiento.
En contrapartida surgieron las advertencias de los empresarios privados de Santa Cruz, anticipando riesgos de escasez alimentaria y elevación de precios a consecuencia de la limitación de la propiedad a 5.000 hectáreas, que el gobierno calificó como «amenazas».
Poco antes, el Presidente calificó como «chantaje» una petición del empresariado para garantizar la seguridad alimentaria a cambio, dijo, de 170 millones de dólares anuales.
CICATRIZANDO HERIDAS
Tres días después del referéndum, con la victoria sobre Sucre y sus capitalinos aliados en los últimos años a los ultristas de Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando, el oficialismo logró volcar la balanza regional a su favor, haciéndose de la mayoría en cinco departamentos, en un triunfo que muchos masistas no terminan de creer.
Pero al mismo tiempo las filas progubernamentales vieron escurrírseles de las manos por sólo 4 mil votos (12 %), la frágil victoria que hace seis meses habían logrado en Pando, bajo el impulso del ministro Juan Ramón Quintana, asediado, a su vez por una estructura mediática de derecha empeñada en defenestrarlo.
«Pando no se nos podía haber ido de las manos», dijo un allegado a Palacio, al lamentar la pérdida y el hecho de que Quintana defendió el reducto prácticamente solo y lidiando al mismo tiempo con otro frente mediático y parlamentario en La Paz.
Pero ocurrió eso y más: la votación a favor del gobierno sufrió recortes en los nueve departamentos del país, incluso en la reconquistada Chuquisaca (del 53 al 51 %) y graves pérdidas en Tarija y Pando. En Santa Cruz y Beni, el retroceso escaló al 11 y 6 % y consolidó la vigencia de la derecha.
En su discurso de agradecimiento, el Presidente destacó el voto paceño (78 %), aun cuando el de Potosí fue mayor (80 %), sin saber que La Paz le había reducido su apoyo y que los votos en contra treparon cinco puntos, de 177 mil a 248 mil.
«Perdió en la mayor parte de las capitales de departamento. Y parece también estar perdiendo el apoyo de la clase media, como puede inferirse de la oposición en la ciudad de La Paz», comentó el analista Jorge Lazarte.
El alto ausentismo en Pando (18 %) y Tarija (17%) mostró también cómo los esfuerzos oficialistas no lograron seducir a 6.000 electores entre los pandinos que se abstuvieron o votaron blanco/nulo; y que en Tarija sumaron 34 mil.
ESTRENO Y DESPUES
Sin embargo, desde la amazónica Tarija a la sureña Tarija y desde Puerto Suárez, en el Pantanal brasileño, hasta Pisiga, el paso fronterizo con Chile, el estreno de una Constitución pro indigenista y antineoliberal está marcando, como nunca en siglos, la transición hacia un Estado más incluyente.
Por lo pronto el presidente Morales se alista para ganar las elecciones de diciembre próximo, previendo su casi segura elección y el establecimiento de la Asamblea Legislativa Plurinacional, que reemplazará al actual Parlamento.
Con la creación de distritos electorales en territorios indígenas y la recomposición del Senado, el MAS podría controlar finalmente el Legislativo dejando atrás el bloqueo opositor en la Cámara Alta.
Previamente debe negociar con los opositores, hasta abril, la aprobación de un nuevo Código Electoral, único obstáculo que puede ser todavía bien aprovechado por la derecha para lograr algunas ventajas adicionales, sobre todo en la legislación sobre tierras.
Prefectos y alcaldes han sido convocados por la Presidencia para conformar estos días un Consejo Nacional de Autonomías y coordinar la vigencia de la Ley Marco de las Autonomías, aunque las bancadas opositoras no quieren que sus cabecillas negocien «uno por uno» con Morales.
«Hemos ingresado en una nueva fase del proceso constituyente, que es la de su aplicación, pero que no se reduce a una mera elaboración técnica e instrumental de leyes y normas que secunden los artículos constitucionales, sino que nos llevarán nuevamente a un profundo y controvertido debate político ya que los alcances del texto son ambiguos y generales en muchos de sus aspectos y sujetos a distintas interpretaciones políticas», observa la analista Teresa Zegada.
COMO RENACUAJOS Y SIN MUCHA AGUA
Mezclada con el referéndum, en realidad ya arrancó la campaña por la reelección de Morales hasta el 2015, según el diputado masista Jorge Silva, que prevé su intensificación desde agosto.
Las elecciones para presidente, vicepresidente y miembros de la Asamblea Legislativa Plurinacional están programadas el 6 de diciembre de 2009, mientras que los comicios municipales y prefecturales se realizarán en abril del 2010
Ante la gama de opciones, uno de los problemas iniciales de la oposición será alinearse detrás de una sola figura. Según el recuento de Bolpress, los candidatos iniciales son el ex presidente Carlos Mesa y el alcalde de Potosí y jefe nacional de Alianza Social (AS) René Joaquino.
Mesa impulsa un frente con Carlos Alarcón, Francesco Zaratti, Gisela Derpic, Ricardo Paz Ballivián, Hugo San Martín y Juan José Torres Obleas, integrantes de la Fundación Comunidad, de acuerdo a la versión, mientras que Jaime Paz , Óscar Eid y Hormando Vaca «formaron la agrupación Patria (Pacto de Trabajo Integración y Autonomía), supuesto aliado de Joaquino».
El Colectivo Sí Bolivia agrupa a políticos del MNR y del MIR, entre ellos el ex vicepresidente Víctor Hugo Cárdenas, Julio Aliaga, Hugo Carvajal y Erika Brockmann, Luis Eduardo Siles, Roberto Moscoso, según Bolpress.
Por el lado de la derecha más extrema, se prevé que los prefectos de la media luna, continuarán con sus demandas autonómicas aunque evitando la violencia, que aparte de debilitarlos, ya tiene a uno de ellos, Leopoldo Fernández, cuatro meses en la cárcel (aunque por estos días nadie le quita a Fernández la euforia por la derrota oficialista en Pando).
Una lista «ominosa» de los indígenas «resentidos y desclasados» que han escogido o se mantienen en el camino de la derecha para combatir a Morales, consigna, según su autor, Jorge Echazú, en primer término al ex vice presidente de Goni Sánchez, Víctor Hugo Cárdenas, como el candidato principal de los prefectos en Occidente y el altiplano paceño
Le siguen el ex katarista aliado de la dictadura, Fernando Untoja en Oruro; el ex izquierdista Alejo Veliz en Cochabamba y la prefecta Savina Cuellar en Chuquisaca, además del indígena oriental Marcial Fabricano o el ex líder del altiplano paceño, Rufo Calle.
Por si fuera poco, el gobierno tendrá que vérselas con el amplio bloque de medios de difusión al servicio de sus adversarios, sin descartar que la jerarquía de la Iglesia mueva otra vez su influencia antigubernamental, todo ello sustentado por los intelectuales de derecha y una Embajada que no se ha dormido en sus laureles.
«Ganó el referéndum pero el Gobierno está debilitado. Perdió la oposición, pero está más fuerte», ironiza el académico Lazarte, sin que el gobierno pueda contrarrestar la opinión que forman periódicos como «El País» de España (que traza línea para otros medios bolivianos adversos al régimen de Morales), y según la cual Bolivia está dividida y «el nuevo triunfo de Morales no garantiza la gobernabilidad del país, ni siquiera la aplicación de la nueva Constitución».
De todas maneras, el referéndum marcará un hito en la historia boliviana, dice Rubén Martínez Dalmau, porque comienza el reto de «aplicar una Constitución de avanzada en una sociedad que necesita de ella para acabar con el racismo, con la pobreza y con la desigualdad»
«Vistos los enemigos que ha sufrido el proceso -agrega el ex asesor de la Constituyente- no parece un desempeño fácil. Pero con la determinación, la paciencia y la claridad de ideas que ha mostrado el pueblo boliviano, es un reto que, cuanto menos, se va a intentar con todas las fuerzas. No por nada, como decía Zavaleta, los pueblos son lo que son capaces de hacer».