Una de las características de la clase media boliviana es que no existe. Otra, la de que, aunque no existe, hace mucho ruido. Una tercera, la de hacer ruido mediante los pocos diarios que se imprimen en el país. Los diarios bolivianos son pocos por su tiraje, ínfimo, no por su variedad, pero todos son […]
Una de las características de la clase media boliviana es que no existe. Otra, la de que, aunque no existe, hace mucho ruido. Una tercera, la de hacer ruido mediante los pocos diarios que se imprimen en el país. Los diarios bolivianos son pocos por su tiraje, ínfimo, no por su variedad, pero todos son de derecha y de «clase media».
Sucede que esa habilidad de hacer ruido, sobre todo mediante su «gran» prensa escrita, la TV y la radio, ha logrado impresionar al régimen de Evo hasta el extremo de que su Marcha al Socialismo está garantizando que tal marcha será tan larga y tan difícil que jamás alcanzará su objetivo, un «socialismo» criollo. Esto es, una población india menos miserable, menos ignorante y mejor alimentada. Para eso votó Bolivia en 2005, no para entregar el poder a Tuto, Branko y otros habilidosos del mismo calibre. Para eso murió Coro, el minero.
Gracias a la «clase media», el MAS es tal vez hoy «menos» y, así reducido, puede que no sirva ni a las grandes clases populares ni a clase social alguna. La razón del MAS es cambiar Bolivia y destruir las grandes diferencias sociales y económicas que sufre su pueblo. Si el MAS termina siendo una mala copia del MNR de Paz Estenssoro, puede irse al panteón de la historia mañana mismo, indios y todo. Total, si algo abunda entre nosotros son los indios. Ya vendrán otros indios menos bizcos y más certeros.
Bolivia no puede ni quiere retornar a los días de Goni, Tuto y otros «internacionales» del mismo calibre. Si la «clase media» asusta al MAS, el MAS muere y la «clase popular», los pobres y los hambrientos de esta tierra, vuelve a expresar su voluntad soberana, sea como votos, como balas o como bloqueos o como lo que el mismo Satán elija.
Tal situación sería lamentable y tal vez horrible, por lo que es necesario jalar las orejas del MAS y hacerle ver que, aunque cuente con la complicidad de la «gran» prensa internacional, la «clase media» es tan ínfima que en realidad no existe y menos existirá para lanzarse a las trincheras de la guerra civil que comienza el martes.
Si tal guerra comienza este martes o cualquier otro, esa «clase media» hará como hizo en el Chaco, o querrá hacer lo mismo, y ello consistió en mandar a los pongos a la guerra mientras los patrones se emboscaban o bailaban saraos. Nadie se acuerda de eso porque nadie lee Historia en Bolivia, razón por la cual hacemos nuestra historia dando vueltas sobre el mismo enredo como perro que se muerde la cola.
Pero, ¿no sería ridículo que comencemos nuestra tan anunciada guerra civil final por culpa de una «clase media» que no existe? Hasta Branko y su «autoridad moral» serían un pretexto mejor. No sólo casi no existe esa «clase media» sino que se ha quedado sin pongos que enviar a la muerte. Por supuesto, no me refiero aquí a la Nazion Camba, los 200 mercenarios de Branko convertidos en kamikazes si en verdad comienzan los tiros. Lo que los extranjeros no saben, y menos saben los diarios extranjeros cómplices de la «gran» prensa local, es que la tragedia de Bolivia ha consistido siempre en que nunca tuvo una «clase media».
Cuando yo tenía doce añitos, el país era hacienda de tres caballeros la mar de asquerosos. Los sirvientes de esos caballeros eran la «clase alta», cuyos apellidos de abolengo nos llegan hasta ahora como residuos de un mundillo ya muerto y enterrado hasta el punto en que no nos acordamos o nunca nos enteramos de que el trabajo de esos sirvientes consistía en besar el poto de esos tres caballeros.
Esos sirvientes hacían lo que hace hoy la «clase media» inexistente, perfumarse los sobacos para matar el hedor de sus conciencias y tratar de «parecer» europeo o gringo. De allí, por ejemplo, los Teddies, los Eddies y los Johnnies de los que me burlaba yo ayer mismo. Si quisiera podría anotar los apellidos de esos sirvientes pero, ¿para qué? Hoy ya no existen, prácticamente.
Tales sirvientes eran el mínimo necesario que elegían los dueños de Bolivia para manejar el país. Algunos eran bien pagados, los demás, no. Eran por tanto, un puñado frente a la gran masa de miserables que hacían el resto de la población. Fue entre esos mal pagados que algunos se las arreglaron para hacerse de una profesión liberal, una biblioteca reducida y la costumbre de lavarse el cogote una vez por semana. Esos sacrificados crearon lo que conocemos hoy como «clase media», que es una clase pobre que se disfraza de lo que no es y pretende ser lo que nunca pudo ser. Los mejores entre ellos hicieron nuestras artes y nuestra «cultura» y pagaron cruelmente ese capricho. Recuerden a Almaraz.
Los demás continuaron con la mala costumbre de servir a los poderosos de turno. Ellos son los que hicieron de Bolivia el país más corrupto del Continente de la Desesperanza. Conociéndose bien ellos mismos, dedicaron el odio que sienten por sí mismos, avergonzados de ser como son, a los indios, esos miserables que quedaban por ser indios un escalón social y económico más abajo. Alguien, por lo menos, aparecía como más despreciable que esa «clase media», ese «pueblo enfermo» del que alguna vez se habló.
Hasta 2005, cuando, ante la monstruosa putrefacción política y social que significaron los 30 años que culminaron en Goni, el indio Evo alcanzó el Palacio Quemado, sino el Poder, gracias a un embajador tonto y al innegable carisma, coraje y lucha constante del cocalero. Sólo un cerdo sin alma ni conciencia puede sentir menos orgullo de tener un Presidente Evo que de haber tenido un Banzer, un Goni o un Tuto, a menos que no haya leído jamás la Historia de Bolivia, haya vivido las tres últimas décadas en la luna, cosa que sucede en Bolivia, o haya participado de la corrupción practicada por los dictadores, privatizadores y saqueadores.
El caso es que Evo está en el Palacio Quemado, la «clase media» ve amenazados sus privilegios enanos ante la posibilidad de que el indio boliviano alcance una IGUALDAD de derechos y deberes ciudadanos, y pone el grito al cielo y en la «gran» prensa local de manera que la «gran» prensa internacional asuste al mundo ante la amenaza de los indios alzados de Bolivia y el mundo le pida a Evo que por favor no arrase con Bolivia, Chile, el Perú, Ecuador y sabe Dios que otra parte del Kollasuyo se le ocurriría mencionar.
El mundo está tan asustado que el Vice Presidente, que no es indio, acaba de afirmar su «capitalismo andino» negando el «socialismo» que aparecía en su Marcha al Idem y prometiendo un gobierno al gusto de Tito Hoz de Vila. ¿Es que el Vice Presidente no conoce a la «clase media» de la que él mismo proviene? ¿Es que no sabe que son cuatro gatos apegados a sus cinco cachivaches, a su brutal ignorancia, madre de su racismo, y a los privilegios idiotas de que creen gozar? ¿Es que no mide la capacidad de decisión de un indio que se cree liberado y ve «su» hora a vuelta de esquina frente a la de esa «clase media» que oculta la cabeza, hace chistes tontos, inventa rumores asquerosos y ruega a sus dioses porque alguien, alguien que no sea ella misma, venga a sacarle las bellotas del fuego?
Cuando el indio en la persona de Evo llegó al Palacio Quemado, lo hizo porque aprendió que puede paralizar el país y puede asfixiarlo si no se respeta su calidad de ser humano. Esa es la gran lección de Evo, parece que para el mismo Evo, si no para su Vice. A menos que se lo masacre y se cometa un genocidio, el indio JAMAS volverá a ser el pongo que fue al Chaco e hizo la Revolución Traicionada del 52. Esa será la herencia de Evo. Los cambios que Evo busca, los logrados y los que aun logrará, son irreversibles porque el indio es, por fin, el principal interprete de la historia de su país. Lo fue siempre, pero siempre fue engañado. Con Evo ese gran engaño se acabó. Los indios se «avivaron» para siempre.
Sólo un ciego sin conciencia puede lamentarse de que el sesenta por ciento de su propio pueblo haya hallado por fin su papel en su propia historia. Sólo una minoría triste, pobre pero disfrazada de «clase media», puede lamentar y atacar ese gran paso. Si tuviera conciencia, sabría que su único papel consiste en ponerse a luchar hombro a hombro con su hermano indio y ayudarle a conquistar una ciudadanía plena. El progreso del indio no significa el retroceso del mestizo, sea pobre o rico. Sólo la ignorancia del mestizo, y sus prejuicios, le hacen temer al indio.
Pero, ¿de dónde iba a sacar esa «clase media» hecha por los Goni y los Tuto y los Banzer la nobleza necesaria para entender su propia Historia y sus deberes y derechos? Lo que quiere es otro Sudafrica. Lo que escucha es la «autoridad moral» de los cívicos de SRZ. Lo que hace es salir a golpear gentes con palos de golf y bates de béisbol. Lo que hizo es un Reyes Villa.
Lo que nunca entenderá es que eso es, justamente, lo que nunca haría la «gente decente», esos mártires como Espinal, como Marcelo, como Villarroel y Busch cuyo sacrificio sólo sirve para gritar disparates toda vez que truena un cohete.
Pero 500 años de explotación, abuso, genocidio y masacres dejan su huella indeleble en el alma de cada víctima. Los ciegos que ignoran esa verdad corren el riesgo de pagar cruelmente su ceguera. Si no por decencia ni por nobleza, por lo menos por su propia conveniencia deberían esos ciegos abrir los ojos a tiempo.