Frente al resurgimiento de la actividad sindical por conflictos salariales aparece como necesaria la discusión sobre el movimiento obrero. El actual germen de grupos de trabajadores autoorganizados, el enfrentamiento a la burocracia sindical y al aparato represivo son ejes con un anclaje histórico que es preciso tener presente. En este sentido, ANRed le propuso al […]
Frente al resurgimiento de la actividad sindical por conflictos salariales aparece como necesaria la discusión sobre el movimiento obrero. El actual germen de grupos de trabajadores autoorganizados, el enfrentamiento a la burocracia sindical y al aparato represivo son ejes con un anclaje histórico que es preciso tener presente. En este sentido, ANRed le propuso al sociólogo Agustín Santella que entreviste a Nicolás Iñigo Carrera, historiador y autor de La estrategia de la clase obrera. Enero de 1936.
Agustín Santella es sociólogo, becario del CONICET y autor de La confrontación de Villa Constitución (Argentina, 1975)*. Nicolás Iñigo Carrera es historiador, docente, miembro del Programa de Investigación sobre el Movimiento de la Sociedad Argentina (PIMSA), autor de La estrategia de la clase obrera. Enero de 1936** y co responsable de la biografía de Agustín Tosco***. A propósito del 1º de mayo, ANRed los convocó para que charlen sobre la historia del movimiento obrero argentino, sin más precisiones que ésa.
Agustín Santella ofició como periodista y estructuró el reportaje tomando como ejes distintos momentos de la historia, particularmente simbólicos para el movimiento obrero argentino. El resultado fue un interesante diálogo que se inicia con la primer conmemoración del 1º de mayo y que concluye en la más rabiosa actualidad.
Agustín Santella: ¿Cómo nació la conmemoración del 1º de mayo en el mundo y cómo sucedió en Argentina?
Nicolás Iñigo Carrera: En realidad fue un mismo hecho. El primer 1º de mayo que se conmemora es el de 1890, en Argentina y en el mundo. La idea nació en la celebración por el centenario de la Revolución Francesa, 1889, en París. A los festejos asistió gente relacionada con los movimientos obreros de todos los países donde lo había. En ese congreso Argentina estuvo representada por Alejo Peyret, un delegado vinculado al socialismo francés, y fue ahí donde se decidió que en todos los países se iba a hacer un acto en conmemoración del 1º de mayo, en coincidencia con el que se iba a hacer en Estados Unidos recordando a los mártires de Chicago. Los mártires de Chicago eran militantes obreros que habían sido condenados y ahorcados en 1886, por manifestarse en defensa de las 8 horas de trabajo. Y esa lucha fue la que acompañó la primera conmemoración del 1º de mayo también aquí, en Argentina. Unos días después del acto se entregó un documento al Congreso Nacional, reclamando la jornada de 8 horas, con lo cual se combinaba un reclamo económico con una participación política de los trabajadores en el sistema institucional.
El acto no fue muy grande, hablaron representantes de distintas organizaciones y como los grupos se armaban sobre todo por origen nacional los discursos se hicieron en los idiomas de los oradores. Y aquí entra toda la cuestión en la que se hace a veces mucho hincapié, del carácter extranjero de los militantes obreros, que es verdad pero no en términos absolutos; había también muchos militantes argentinos. El movimiento obrero surge porque acá se desarrolla el capitalismo, no es que vino importado. O en todo caso vino importado con el capitalismo.
Otra cosa interesante vinculada a este primer 1º de mayo es el intento por unificarse formando la primera federación obrera. La resolución de la Asamblea tenía varios puntos. Uno fue presentar el documento por las 8 horas en el Congreso, otro formar una confederación única y otro publicar un periódico, que fue El Obrero y con la dirección de Germán Ave Lallemant se editó un par de años a partir de 1891. Ese primer intento de federación obrera después se disgregó, pero se armaron distintos grupos y de uno de ellos surgió más adelante el Partido Socialista. Ahí es interesante otra cosa que se dice, que el movimiento obrero en Argentina primero fue anarquista, después sindicalista y posteriormente socialista y comunista. En realidad, predominó el marxismo y esto se puede ver en El obrero. El anarquismo creció después, a fines de la década de 1890, y ahí sí se volvió mayoritario.
En todo esta primera etapa, el 1º de mayo fue siempre un momento de importancia, con hechos que pesaron en la historia de la clase obrera argentina y en la política en general, ya desde la década de 1900. No me voy a detener en cada 1º de mayo, pero sí quiero recordar el de 1909, que es el que dio inicio a lo que se conoce como «la semana roja». La semana roja es un hecho bastante olvidado, en general se recuerda la semana trágica, de 10 años después. En 1909 el movimiento obrero estaba dividido entre anarquistas, sindicalistas y socialistas. En la manifestación anarquista el Coronel Ramón Falcón -sabiendo que era un hombre odiado por los trabajadores y en particular por los anarquistas, por haber tenido una participación muy importante en los desalojos, en la «huelga de los inquilinos»- se metió con su auto en el medio de la marcha, despertando el repudio de todos los manifestantes. En ese momento sonó un tiro, de esos de los que nadie se hace cargo, e inmediatamente la montada cargó sobre la manifestación y dejó un tendal de muertos. Cuando en su marcha se enteraron de esto, los socialistas, que se inclinaban por la lucha parlamentaria y no eran muy afectos a la huelga general, a diferencia de los anarquistas y los sindicalistas que la usaban como instrumento permanentemente, declararon el paro general. También lo hicieron los sindicalistas y, por supuesto, los propios anarquistas. Esto dio lugar a una semana de huelgas y manifestaciones callejeras, de choques con la policía. Pero lo más importante no es eso, sino que por primera vez el Poder Ejecutivo, por medio de su Vicepresidente, tuvo que sentarse a negociar con los dirigentes de la Unión General de los Trabajadores, de la Federación Obrera Regional Argentina y del Sindicato del Rodado, que eran los principales protagonistas de este hecho. Si en 1890, durante la conmemoración del primer 1º de mayo, el diario La Nación decía «con esto no va a pasar nada», ahora ya estaban un poco más preocupados.
AS: Se dice que hubo dos grandes etapas para los trabajadores: antes y después del ’45. En una el 1º de mayo está signado por la lucha y en la otra se transforma en una jornada de festejo. ¿Representa esto dos movimientos obreros diferentes?
NIC: Ésa es una larga polémica entre los historiadores y sociólogos. Hablar de dos movimientos obreros distintos me parece que es perder de vista todos los elementos de continuidad que hubo antes y después del ’45. En la década del ’30, o sea antes del peronismo, la estrategia de la mayoría del movimiento obrero organizado sindical y políticamente -y al decir «políticamente» estoy aludiendo al PS y al PC- era integrarse al sistema institucional. No destruirlo, no construir otro, sino formar parte de éste. En ese sentido, con lo que viene después del ’45 hay una total continuidad, porque lo que hace el peronismo es incluir al movimiento obrero en el sistema institucional. Antes del ’45 había unos 400 mil trabajadores sindicalizados; en el ’50 eran más de 2 millones.
Estos serían los elementos de continuidad, pero también hay elementos de discontinuidad o de ruptura, que van en el sentido de que, si bien el movimiento obrero pre peronista tenía como estrategia incorporarse al sistema, aún en sus versiones más reformistas, nunca habían dejado de lado como meta futura -más o menos lejana, dependiendo del caso- la construcción de una sociedad no capitalista. Es ahí donde está la principal diferencia con el peronismo, porque en la concepción ideológica peronista la nueva sociedad ya estaba construida y no dejaba de ser capitalista. En todo caso se podría argumentar que era otra clase de capitalismo, un capitalismo más humano… Pero la meta socialista que tenía el movimiento obrero hasta entonces, en ese momento en general es abandonada.
De todas formas la lucha de clases existe y también se metió en el interior del peronismo. Sobre todo después del ’55, el enfrentamiento al capital también deriva en que aparezcan vertientes peronistas que se proclaman socialistas y que empiezan a apostar a la construcción de una sociedad no capitalista. De manera que, excediendo un poco lo de si el 1º de mayo era antes de lucha y después de festejo -creo que hubo un poco de lucha y un poco de festejo antes y después del ’45-, me parece que pueden señalarse elementos de continuidad y también de ruptura, pero que a la larga se volvió a imponer al 1º de mayo como una jornada de lucha.
AS: ¿Cuáles son los principales hechos del movimiento obrero haciendo un racconto rápido de la historia entre el ’55 y el ’76?
NIC: Hay dos procesos que se destacan en esos años. Uno es el de los hechos del ’69, el Rosariazo, el Cordobazo, en los que el movimiento obrero tuvo un protagonismo muy especial, porque fue el que condujo la lucha y porque su interés pasó a primer plano. El otro hecho que también es conocido aunque a veces se recuerda menos, es lo que pasó a mediados del ’75, con motivo de lo que se conoce como el «Rodrigazo»: crecimiento sostenido de los precios, reducción de los salarios reales.
AS: Con el plan económico de Celestino Rodrigo.
NIC: Claro. El programa de Rodrigo -que en realidad lo elaboró Ricardo Zinn, después integrante del equipo económico de Martínez de Hoz- intentó aplicar lo que posteriormente se aplicó en el ’76. No lo pudo hacer por la resistencia del movimiento obrero. Y en esa resistencia confluyeron desde el peronismo «ortodoxo», la CGT y las líneas más tradicionales, hasta la izquierda peronista y la izquierda marxista, que son los que van a protagonizar ese fenómeno de las coordinadoras, que Agustín conoce mejor que yo.
AS: A lo que hace referencia Nicolás es a las dos huelgas generales, que son las primeras que se hacen en contra de un gobierno peronista. Esto fue entre junio y julio del ’75, durante el gobierno de Isabel. Había huelgas permanentes, grandes manifestaciones y alrededor de eso, un sector del movimiento obrero que fue creando coordinadoras, en Córdoba, el Norte y el Sur del Gran Buenos Aires y La Plata, y que dio lugar al sector más radicalizado.
NIC: De cualquier manera una parte muy importante del movimiento obrero seguía respondiendo a la conducción de la CGT. Las manifestaciones contra el Rodrigazo son las que terminan echando a López Rega y dejando el gobierno en manos del sector más tradicional del peronismo, vinculado al movimiento sindical.
AS: Como resultado de esta lucha se frena el plan de Celestino Rodrigo, cae López Rega y se celebran los convenios colectivos de trabajo que son los que se firmaron después de estos meses de huelga y que hasta el día de hoy son referencia en las negociaciones.
Yendo a los años ’90, se dice que después de la caída del muro de Berlín, en el ’89, y con el gobierno neoliberal de Menem, el movimiento obrero desapareció. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
NIC: En realidad ese discurso viene de antes, desde inicios de los ’80. Yo creo que hay dos maneras de mostrar que eso es falso. Uno puede mirar a la clase obrera en tanto clase organizada por el capital para producir o en tanto conjunto humano que vive del salario, o que sólo puede vivir del salario, aunque a veces no lo consigue, pero no tiene otras maneras de obtener sus medios de vida. Y si uno mira eso ve que las cifras de los censos, aún la cifra cruda, sin mayor análisis, muestran que en Argentina alrededor del 70% de la población tiene que vivir de su sueldo.
Pero uno también puede mirar esto desde la perspectiva de la lucha. Y en la década del ’90, cuando supuestamente no había más clase obrera, uno encuentra que el principal protagonista de la protesta hasta el 2001 son los trabajadores ocupados. El único momento en que esto se modificó un poco, aunque tampoco de una forma muy drástica, fue en el 2001 y la primera mitad del 2002, cuando las organizaciones de desocupados, que en realidad algunas son de desocupados y de ocupados, igualaron el peso del movimiento sindical. Pero hay que ver que los desocupados también son clase obrera. Entonces es un discurso que no se sostiene por ningún lado y que sólo está dirigido a aislar a la clase obrera. Porque quién se va a acompañar la lucha de algo que no existe. Y si uno tiene presente la experiencia de la clase obrera argentina, de haber conducido las luchas en la década del ’60 y la primera mitad de los ’70, no es casualidad que haya un discurso y una política dirigida a intentar aislarla, para que no pueda establecer las alianzas que estableció en aquel momento.
Retomando lo que pasó en el 2001. Si bien antecedentes de la crisis del sistema institucional hay muchos, por ejemplo la abstención en las elecciones de octubre de 2001, la salida a la calle se produce el 19, en contra de la implantación del Estado de sitio. Esta medida se toma por el desorden que venía de unos días antes y que tenía dos componentes fundamentales: los saqueos y las manifestaciones de distintos sectores de la sociedad, no sólo de trabajadores asalariados. Pero ¿cuándo se inician los saqueos y las manifestaciones? El 13 de diciembre, el día en el que la CGT y la CTA habían declarado una huelga general. Por supuesto que después los hechos lo sobrepasan totalmente, pero nos permiten ver cuál es la situación del movimiento obrero. El movimiento obrero tiene fuerza, una fuerza tal que puede influir decisivamente en el desarrollo histórico. Ahora, ¿quiere influir, hasta dónde? Influyó para cambiar el gobierno, sin duda. Pero no va más allá de eso. Tanto es así que cuando asume Duhalde, las tres centrales sindicales van a la Mesa del Diálogo Argentino, después la CTA se retira, pero forman parte de la reconstrucción del sistema institucional.
Entonces, una cosa es que el movimiento obrero pretenda ocupar un lugar dentro del sistema y no superarlo, y otra es que no tenga fuerza o no exista. Existe y tiene mucho peso en la sociedad y en la política argentina. Ahora, no va más allá en definitiva de donde quería ir en 1930. Si uno mira la huelga general de 1936, lo que ve es eso. La mayoría del movimiento obrero qué quería: entrar al sistema institucional. ¿Quería convertir esa sociedad en una sociedad no capitalista? En los hechos no, y ahora es lo mismo. Quiere un espacio, un espacio que no se limita al aumento de salarios o a mejores condiciones de trabajo. Es un espacio que implica porciones de poder, subordinado al gran poder de la Argentina, que es el de la oligarquía financiera. Por supuesto que hay otros elementos a tener en cuenta, como es el hecho de que hay muchos trabajadores que no están sindicalizados porque están en negro. Pero la parte que está organizada tiene fuerza. Y dentro de esa parte que está organizada, la que es atributo del capital concentrado, los gremios grandes, es la que más fuerza tiene.
* Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, UBA, 2003. Disponible en http://www.iigg.fsoc.uba.ar/docs/ji/ji2.pdf
** Nicolás Iñigo Carrera, «La estrategia de la clase obrera. Enero de 1936», PIMSA/La rosa blindada, 2000.
*** Nicolás Iñigo Carrera, María Isabel Grau y Analía Martí. «Agustín Tosco. La clase revolucionaria», Madres de Plaza de Mayo, 2006.