Hace ya varios años, el terrorismo mediático en Bolivia, terminó de consolidar la idea de «media luna» en el pensamiento de un buen número de la población boliviana, para significar una franja territorial de la que son parte cinco departamentos. Los de Tierras bajas, de la Amazonía al norte y del Chaco en el sur. […]
Hace ya varios años, el terrorismo mediático en Bolivia, terminó de consolidar la idea de «media luna» en el pensamiento de un buen número de la población boliviana, para significar una franja territorial de la que son parte cinco departamentos. Los de Tierras bajas, de la Amazonía al norte y del Chaco en el sur. Esta idea ya venía de años anteriores, en los que se mostraba, por estos medios, con terroristas de la información a sueldo, que existían dos Bolivias: » La Bolivia del progreso» encarnada en los traseros de las «magníficas» puestas como objetos de consumo en la Feria de Santa Cruz y » la Bolivia de los bloqueos» ilustrada a través de bloqueos y marchas surgidas desde las demandas de los discriminados de siempre, en Cochabamba y sobre todo en La Paz.
En aquellos tiempos ya se inicio un proceso sistemático de construcción, para constituir un referente en el pensamiento de los bolivianos, de una Patria dividida, entre lo «bueno» (mujeres como objetos para la venta, junto a sementales vacunos y autos deportivos) y lo «malo» (las demandas de justicia de las mayorías pobres y desplazadas de nuestro país). De esta manera surgió la idea de «media luna», que por la repetición, hasta el cansancio, por parte de los terroristas de la información, incluso aquellos que se resisten a esa idea, ahora se expresan diciendo «la mal llamada media luna».
Sin embargo, la lógica del encubrimiento, con las armas en manos de terroristas de la información, necesitaba impedir, a cualquier costa, que la verdad aparezca en el horizonte del pueblo excluido. Para ello empezaron a desarrollar encuestas en las que la popularidad de Evo Morales bajaba a menos del 50% de respaldo entre los bolivianos. En este contexto fue que surgió la estrategia de revocar al Presidente, por parte de la Derecha y que fue asumida inmediatamente por el Gobierno de Evo Morales. Fue este referéndum revocatorio que mostró un nuevo mapa de respaldo a lo que Evo Morales llama la «Revolución Democrática y Cultural». Estos resultados muestran que en 95 provincias ganó el SI a Evo Morales y en 17 ganó el NO. Este mapa mostró, finalmente, que la «media luna» nunca existió, que nunca existieron seis regiones en contra del Proyecto del cambio. En realidad habían sido cinco prefectos y muchos medios de terrorismo comunicacional los que estaban en contra del proyecto.
Otra mentira llevada hasta el extremo del «mito» fue el «Cabildo del millón», seguido por el «Cabildo de los dos millones». Sin embargo, el prefecto Costas, junto a todos los partidos de oposición actuales, nunca tuvieron ni siquiera medio millón de votos, escasamente llegaron a acercarse al medio millón. Pero la retórica de su discurso constituyó en las subjetividades de los cruceños, e incluso en las de algunos no cruceños, la idea de que se logró convocar a un millón de personas. Sin embargo, pensamos que éste fue el momento de «gloria» de los portadores del discurso moderno-colonial- encubridor. Porque el proceso de visibilizació n de la verdad, más allá y a pesar del terrorismo mediático, empezaba a surgir, por eso para su «Cabildo de dos millones» se buscaron un espacio más pequeño, que el que sirvió para acoger al supuesto millón de personas.
Ahora, mientras la lucha por hacer aparecer la verdad, más allá del terrorismo mediático, empezó a incrementarse; apareció en los discursos de las élites privilegiadas y en los medios de desinformació n «el mundo al revés». Esta sí es la razón de la sin razón, la del encubrimiento, que desde la perversidad del cínico produce discursos exaltados, a través de energúmenos/as que vociferan rabiosos/as: «¡raza maldita!», para referirse a la población que no reproduce el mundo de la vida de la modernidad/colonial idad, «¡Indio maldito!», por la imposibilidad de la racionalidad retrógrada, de aceptar un Presidente indio. Además, aquel que declaró estar dispuesto a gastar el 20% de su fortuna (mal habida, por cierto), para derrotar al «Indio», intenta «animalizarlo», refiriéndose con el adjetivo de rata.
Esos breves ejemplos de miles de agresiones verbales a las mayorías de nuestro país nos muestran cómo éstas élites privilegiadas reproducen la subjetividad colonial moderna y al mismo tiempo la reconstituyen en las nuevas generaciones, pero con al agregado de la acción violenta en el discurso; para que, en el plano de las prácticas, a través de sicarios pagados, que ahora caminan junto a los «hijitos de papá» de la Juventud Cruceñista , golpeen en las calles a mujeres y hombres indígenas indefensas/os; tomen, violentamente y con armas de fuego, las instituciones recuperadas para el Estado con sangre de bolivianos y quemen las casas de dirigentes indígenas y de otras personas cruceñas que no simpatizan con la dictadura fascista.
Seguramente, para esta razón cínica y perversa esa es la «autonomía democrática que quieren instaurar en el «país de las maravillas/paí s del terror», por eso, cuando desde el gobierno de Evo Morales se resiste pacíficamente a estas agresiones, se lo acusa de «totalitarista», de dictador. Esto quiere decir que los «paladines de la justicia/muerte» son los que mandan a golpear y matar indígenas y aquellos que luchan por reivindicaciones con medidas pacíficas son los «dictadores».
En este «Mundo al revés» entre muchas cosas sin sentido, se escucha decir a aquellos «paladines de la justicia/muerte»: «el único culpable de las muertes es el Presidente». O sea que ¿el único culpable de las muertes de campesinos en Pando ordenadas por el Prefecto Leopoldo Fernández, es el Presidente? Nosotros nos preguntamos ¿Por qué será que las élites privilegiadas encuentran culpable de sus propias acciones a Evo Morales?
Seguramente es culpable, de haberlos desplazado del poder central; de haber vivido, junto con millones, el abandono del Estado, del que aquellas élites privilegiadas eran los dueños y lo administraron como su hacienda; de haber tenido la capacidad de convertirse en un líder, como nunca antes hubo en la historia de nuestro país; de haber tenido la valentía y la dignidad de llevar a los hechos el sueños de todos los bolivianos revolucionarios, modernos y no-modernos, como nunca antes otro presidente lo hizo, decir con toda la dignidad de un Indio boliviano: «¡Gringo fuera de aquí!». Seguramente es culpable también de haber desplazado de las conciencias de las mayorías nacionales la subjetividad del pongo, para que ahora puedan mirar de frente al patrón y exigir justicia con dignidad; y finalmente, seguramente es culpable de haber sido parte de un momento histórico en el que Bolivia nunca más será la misma, porque los pobres y los privilegiados saben que este proceso es sin retorno.
Pero no es culpable de la incapacidad y el cinismo de los privilegiados, aquellos que cuando les tocó construir un Estado-Nación, no lo hicieron; de la falta de patriotismo en el momento en el que las élites tenían la obligación de desarrollar políticas con justicia y no lo hicieron; de la falta de dignidad, con la que los gobernantes de nuestro país actuaron siempre frente a los dominadores imperiales de turno. Y tampoco es culpable de la cobardía de los actuales prefectos, a los cuales les sobra cinismo, pero no tienen honestidad e inteligencia, para aceptar que los parásitos, zánganos y alimañas que están alimentando y que ahora están matando inocentes, terminarán alimentándose de ellos mismos.