¿Cómo hizo Francisco Franco para sostenerse en el poder cuando terminó la Segunda Guerra Mundial y la derrota de sus amigos fascistas había convertido a España casi en un paria internacional y el hambre castigaba a su país? El historiador israelí Raanan Rein tiene una respuesta reveladora y sólidamente fundamentada: la ayuda económica (especialmente) y […]
¿Cómo hizo Francisco Franco para sostenerse en el poder cuando terminó la Segunda Guerra Mundial y la derrota de sus amigos fascistas había convertido a España casi en un paria internacional y el hambre castigaba a su país?
El historiador israelí Raanan Rein tiene una respuesta reveladora y sólidamente fundamentada: la ayuda económica (especialmente) y diplomática que le brindó la Argentina de Juan Domingo Perón. Esto permitió la supervivencia de la dictadura, mientras las voces más influyentes de Occidente reclamaban para Franco el mismo destino que para Hitler y Mussolini.
Profesor de historia española y latinoamericana en la Universidad de Tel Aviv, Rein acaba de publicar en la Argentina su libro «Entre el abismo y la salvación. El Pacto Franco-Perón».
La obra es especialmente interesante hoy, cuando miles de argentinos hacen el camino inverso al de sus padres o abuelos, que llegaron al Río de la Plata huyendo del hambre y la opresión de la España franquista. Para la castigada Europa de esa época, la Argentina era tierra de promisión, un país próspero y en desarrollo sólo superado por Estados Unidos, según recuerda Rein.
En la fascinante historia de los vaivenes en la relación entre Franco y Perón se adivina -además- el punto de inflexión en el cual uno y otro país comenzaron a deslizarse hacia su destino actual. En 1950, cuando la Guerra Fría llegó a su madurez con la invasión norteamericana a Corea, EE.UU. advirtió que la España de Franco podía ser un bastión clave contra el comunismo europeo. Entonces, la asistieron económicamente no sólo con productos alimenticios sino también con bienes y materias primas necesarios para la industrialización. Así, mientras la Argentina de Perón se hundía en la crisis económica y era dejada de lado en el tablero internacional, España iniciaba su despegue.
Perón salvó a Franco entre 1946 y 1949, cuando tanto EE.UU. como la Unión Soviética querían ahogar al franquismo. «Uno de los pocos problemas internacionales en el que Washington y Moscú parecían ponerse de acuerdo», escribe Rein. En esos años llegaban los embarques de cereales y carne que rescataron al pueblo español del hambre y a Franco de los disturbios sociales que podrían haber puesto a su gobierno al borde de la inestabilidad. Y el apoyo no se quedó en lo material. En diciembre de 1946, mientras la ONU imponía un boicot diplomático que dejó a Madrid prácticamente sin representantes extranjeros de jerarquía, Perón enviaba a España un nuevo embajador, Pedro Radío, quien fue recibido con clamorosas manifestaciones armadas por el aparato franquista, ansioso por resaltar que su país no estaba tan solo.
Perón decidió entonces dejarse utilizar por la propaganda del Caudillo. La expresión máxima fue el viaje de Evita, en 1947, que le sirvió al Generalísimo «para desviar la atención de las masas de sus privaciones y del ostracismo mundial, una especie de sustituto del proverbial pan y circo», según Rein.
Franco -continúa el autor- sabía que, más temprano que tarde, se agudizaría el enfrentamiento entre EE.UU. y la URSS y que entonces su régimen sería una pieza clave para Washington. Los hechos le dieron la razón.
Apoyado en una investigación riquísima, Rein no coincide con aquéllos que sostienen que Perón ayudó a Franco por afinidad ideológica. De hecho, encuentra pocas semejanzas (el anticomunismo fue la más fuerte) y muchas diferencias entre los dos regímenes.
Existieron, en cambio, una serie de circunstancias favorables a la alianza. El auxilio a España le servía a la Argentina para volcar su excedente de cereales (ya que no tenían otro mercado para colocarlo); para obtener de Franco bienes vitales para la industrialización que estaba en marcha en la Argentina y (apoyando a un paria internacional como España) para ratificar su célebre tercera posición.
Cuando la economía argentina comenzó a derrumbarse, a fines de 1949, se suspendieron los embarques. España rápidamente lo sustituyó por un aliado más interesante: EE.UU.. El régimen de Franco había pasado el momento crítico y no necesitaba más de Argentina. Perón fue -escribe Rein- «el puente angosto que permitió al Caudillo (…) llegar a salvo a las costas protectoras de la Guerra Fría».