Las expectativas de la visita del Papa Francisco a México, son diversas. Dicen los analistas políticos sociales: Enrique Dussel, Clara Jusidman y Bernardo Barranco. Y es que el Papa ha elegido visitar al México de los excluidos: los jóvenes «sin-sin», sin oportunidades de estudio ni trabajo en Ecatepec y Morelia; los indígenas, en San Cristóbal […]
Las expectativas de la visita del Papa Francisco a México, son diversas. Dicen los analistas políticos sociales: Enrique Dussel, Clara Jusidman y Bernardo Barranco.
Y es que el Papa ha elegido visitar al México de los excluidos: los jóvenes «sin-sin», sin oportunidades de estudio ni trabajo en Ecatepec y Morelia; los indígenas, en San Cristóbal de las Casas, a 22 años del levantamiento Zapatista y de negación de los Derechos indígenas, en visita reivindicativa a la tumba de Tatic (padre bueno, en maya), Samuel Ruiz, pastor, educador, defensor de los derechos indígenas y descalificado por esta labor, por la jerarquía de la propia iglesia y del gobierno; a los migrantes y reclusos en Cd. Juárez, dónde el tránsito de hombres, mujeres, jóvenes y niños se atasca en las arenas de un desierto plagado de crimen, violencia, desesperanza y arrebato de la dignidad humana, por un capitalismo salvaje por explotador y femenicida, que aprovecha la vulnerabilidad del límite territorial y del tránsito fronterizo.
A todos estos sectores que junto con víctimas de la violencia, los desempleados, tercera edad, obreros y campesinos, configuran el México excluido, la visita papal les puede ofrecer consuelo y esperanza. ¿Y el estado mexicano, más allá de políticas asistenciales, de pantallas de TV para que vean más de cerca al Papa, de despensas y cobijas, que oportunidades, que alternativas de vida digna les ofrece?
¿Y en particular, el sistema educativo mexicano que ofrece a estas poblaciones?
A pesar de que no se puede negar que a nivel de discurso público se pueden identificar programas educativos orientados a los jóvenes y muchas ofertas de carácter privado y en línea, me temo que nada o poco significan para los jóvenes, como apuesta para superar la situación ninis, como el mismo sistema los califica. Son ofertas que nada significan, que nada resuelven, que nada modifican y la población de jóvenes en esta situación sigue en aumento. ¿Una reforma educativa que surja como respuesta a las necesidades sociales, no tendría que empezar por los mexicanos más vulnerables?
Para con los indígenas, una pregunta es suficiente: ¿qué pasa, a 22 años del surgimiento zapatista Y 20 de la firma de los acuerdos de San Andrés Larráinzar, con los Derechos y la cultura indígena? Conviene recordar que el Estado mexicano, el 16 de febrero de 1996, firmo dichos acuerdos, comprometiéndose al respeto y fortalecimiento de la autonomía de las comunidades indígenas, de su cultura y disfrute de su territorio y todos sus bienes. Me temo que en las poblaciones indígenas del país, nada hay del cumplimiento de estos acuerdos y que los avances en las comunidades autónomas zapatistas, son a pesar del gobierno.
Podemos esperar, ante la visita del Papa, como una expectativa más, que su llegada a San Cristóbal de las Casas, que la celebración en la Catedral, donde se dieron los encuentros de Paz y discutieron las propuestas de acuerdos de San Andrés, que la visita a la tumba de Tatic, Samuel Ruíz y seguramente la presencia de indígenas zapatistas en la misa que celebrará con ellos, se confirmen y se reactive el cumplimiento de los derechos indígenas y su cultura. Por lo menos hay signos, símbolos y significados que nos provocan a pensar y actuar en esa dirección. Esperemos el poder simbólico de estos acontecimientos.
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